Por
Carlos Polimeni
Los
14.8 puntos de promedio de la edición del sábado tradujeron
a cifras la impresión generalizada: no fue el inicio lo mejor que
tenía para proponer Gran Hermano, que está predestinado
a ser algo así como el cuco del rating de la temporada televisiva
argentina. De hecho, el programa de lanzamiento apenas superó por
3 décimas la medición (14.5) lograda el día anterior
por la telenovela colombiana Yo soy Betty, la fea, que también
emite Telefé. Para comparar expectativas y realidades, el comienzo
de El sodero de mi vida, por el 13, a principios de mes, generó
un rating de 30 puntos. No es bueno pensar que arrancar el sábado
a la noche condiciona las mediciones de rating, si se tiene en cuenta
que el año pasado Nicolás Repetto, que está a punto
de comenzar su Sábado bus en el 13, le daba a las noches
de Telefé mediciones promedio superiores a los 25.
La explicación al discreto rating inicial de Gran Hermano
es clara: el lento proceso de comienzo de las acciones en la casa fabricada
para este reality show de la vida real pareció a contramano con
el espíritu dinámico que identifica al género. Anoche,
cuando Telefé emitió de 20.30 a 21 un resumen de las 24
horas previas, como hará durante 109 días más, de
lunes a viernes, la sensación era totalmente diferente: en la edición
de la vida real parecía haber mucho más interés que
en la vida real. Una cosa es la verdad, y otra la verdad televisiva. La
verdad está llena de tiempos muertos, palabras a medias y azares.
La verdad televisiva está iluminada a giorno, tiene libretistas,
está editada. Un envío de media hora puede transformal un
día trivial de doce personas obligadas al encierro en una sitcom
atrapante.
Si
no colaboró en mucho con la primera emisión la tarea de
animadora de Soledad Silveyra aunque, seguramente, peor sería
Tommy Dunster actuando-, es obvio que cuando el próximo sábado
se emita el segundo especial de dos horas del programa las cosas habrán
cambiado. Empezará el proceso por el cual entre los doce participantes
y el público se eliminarán postulantes a la fama y el dinero,
y los interesados habrán ido aprendiendo la mecánica. Para
entonces, ya todos los participantes serán duchos en la actuación:
no hay que olvidar que, para sobrevivir, deben convencer al soberano de
que merecen seguir. No es fácil para nadie hacer como que está
viviendo con normalidad mientras detrás de las paredes se afanan
directores, guionistas, productores, sonidistas, asistentes. La edición
de cada día, por otra parte, premia a aquellos que sepan captar
la esencia de este juego perverso, y castiga a aquellos que remoloneen
o se retoben. No hay que olvidar que la mayoría de la gente votará
por eliminar a tal o cual luego de una primera elección de
los participantes, con información en gran medida originada
por los resúmenes.
Pero
hay un mundo fuera del mundo de Telefé, que es el mundo de Gran
Hermano visto por DirecTV o por la página www.granhermano.terra.com.ar.
En la señal satelital, el espectador tiene acceso a cuatro ediciones
diferentes de cada momento (en los canales 611, 613, 615 y 617) y a una
quinta pantalla (canal 609) donde puede ver en simultáneo, con
la pantalla dividida en cuatro, esas las ediciones paralelas. Se supone
que si los participantes avanzan en las relaciones interpersonales es
decir, si se miman, se besan, se aman, se acuestan, etc., la moral
de Telefé recortará de acuerdo al gusto del Comfer para
el horario la realidadreal, pero no podría hacer lo mismo
DirecTV, donde todo se daría en directo. Salvo, claro, que los
directores que manejan las cámaras tengan un manual diferente del
de los voyeurs. El programa no tendría sentido de ahí
devino gran su éxito en Holanda, España, Italia, EE.UU,
etc, si no fuese una apuesta desenfadada a considerar el voyeurismo
como una de las bellas artes. Por eso es que en el resumen de anoche los
guionistas eligieron las escenas de masajes, las de cambios de ropas y
las del baño como parte importante del resumen. Centenares de miles
de espectadores mirando alunísono a alguien que hace como que no
sabe que lo estarán espiando mientras se ducha, se desviste, masajea,
flirtea.
La página de Internet, en tanto, aporta un toque a la vez fashion
y propagandístico. Notas que parecen las de las peores revistas
del medio cholulo Infidelidad en Gran Hermano,
decía un titular ayer, mientras el texto reseñaba que los
participantes habían conversado sobre el tema se mezclan
con los datos básicos de esta ficción que cruza los mundos
de Expedición Robinson y La Casa, intentando
un marco superador, una especie de marketing absoluto del que casi nadie
puede abstraerse. Anoche, en la página las favoritas de la gente
eran la morocha Patricia, con 27 por ciento de aceptación, y la
rubia Tamara, con 14. A Fernando le iba mal con sólo 1 punto.
Hablar del Gran Hermano era para George Orwell, cuando 1984
era el futuro y no el pasado, una forma de denunciar las operaciones totalitarias
que convierten a los ciudadanos en piezas de rompecabezas que no ven.
En el año que Stanley Kubrick eligió para situar odiseas
espaciales, hablar de Gran Hermano es hablar de la televisión.
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