Por Horacio Cecchi
Se me caía la campera
y sin querer la rocé, alegó el joven docente de secundario.
Los jueces del tribunal oral 6 no le creyeron ni una palabra, y dieron
por probada la denuncia de la muchacha. En lenguaje jurídico establecieron
que había ocurrido en tocamiento inverecundo. Ella
sostuvo lisa y llanamente que me tocó la cola cuando hablaba
por el teléfono público. Un transeúnte ocasional
y un policía que intervino después del sonoro sopapo que
recibió el joven confirmaron el hecho. El tocamiento inverecundo
ocurrió el 25 de marzo de 2000, en Santa Fe al 2300, y para el
imputado terminó tal como había empezado: para el traste.
Lo condenaron a seis meses de prisión en suspenso y lo obligaron
a inscribirse en un seminario sobre derechos femeninos para comprender
que la mujer es sujeto y no mero objeto de las acciones sexuales.
Ambos, acusadora y acusado, coincidieron en que ella se encontraba hablando
por un teléfono público de Santa Fe al 2300, el 25 de marzo
de 2000 por la tarde, en que él pasaba por el lugar, y en que existió
contacto. La diferencia que hilvanó el joven respecto de la víctima
es que responsabilizó de todo a su campera que, por algún
curioso y fatal motivo, vino a caérsele del brazo. Al intentar
evitar la caída, realizó un movimiento que terminó
en un roce. Es cierto que reconoció que el contacto
fue quizás brusco, pero accidental al fin de cuentas.
Ella, al contrario, aseguró que me tocó mal en la
cola, con su mano, brutalmente. Indignada y alterada, la joven abandonó
la conversación telefónica, corrió detrás
del agresor y apenas lo alcanzó le estampó un sonoro sopapo.
La escena fue presenciada por suficientes peatones, pero por un solo testigo,
que aportó al juicio confirmando la denuncia de la joven.
A todo esto, después del bife intervino un policía que se
acercó a la escena. Para colmo, al ver llegar al uniformado, el
docente le pidió su intervención. El caso, finalmente, fue
llevado a la Justicia por la víctima. Ayer, el tribunal oral 6,
integrado por Fernando Ramírez, Luis García y Luis Cabral,
tras escuchar testimonios y a las partes, consideró acreditado
que el acusado realizó tocamiento inverecundo del
latín, sin vergüenza. En realidad, tocó los glúteos
de la denunciante con sus dos manos o una de ellas, de manera brusca
e intensiva, con irrebatible significación sexual.
Los magistrados dispusieron una condena leve, seis meses de prisión
la más baja según el artículo 127 del Código
Penal que trata sobre abuso deshonesto y consideraron que aparece
como conveniente desde el punto de vista preventivo especial imponerle
la participación en cursos y seminarios sobre los derechos
de la mujer teniendo en cuenta su condición de docente, y
que su magisterio lo ejerce con adolescentes de ambos sexos.
El caso, además de polémico, no es el primero que se dirime
en los estrados o simplemente en público. La periodista Silvia
Fernández Barrios entró en los anales del periodismo con
su famosa frase al aire de ¿quién me tocó el
culo? mientras cubría para ATC el atentado contra la Embajada
de Israel, en marzo del 92. El caso no llegó a la Justicia,
pero le costó el puesto a la periodista. En noviembre del año
siguiente, el tribunal oral 4 condenó a un año de prisión
a Ariel Kraiselburd, por entonces de 21 años, al tocarle los senos
a una mujer en Sarmiento y Yatay. En marzo del 96, el arquitecto
Hugo Piacenzi fue condenado a seis meses, también por tocamiento
inverecundo contra una joven de 22 que se le cruzó en el
ascensor, para luego salir corriendo. Y un año más tarde,
el joven Lucas Condorelli recibió la misma condena por su inverecundez
sobre la cola y los senos de una chica en la Plaza de Mayo.
La condena me parece correcta, tiene un sentido ejemplificador opinó
Monique Altschul, de la ONG Mujeres en Igualdad. En general las
mujeres no denuncian las agresiones que sufren por una cuestión
de pudor, porque en las mismas comisarías las ridiculizan.
El sistema punitivo del Estado no es la vía más idónea
para resolver los conflictos de este tipo disintió Haydée
Birgin, abogada especializada en derechos de la mujer. Es una agresión
que está tan imbricada en lo cultural que es conveniente llevarla
adelante fuera del sistema penal. En todo caso habría que echarlo
del colegio, hacerle un escrache. Como sostiene el doctor Eugenio Zaffaroni,
cuando un movimiento feminista pelea dentro del sistema penal punitivo,
pierde su carácter revulsivo.
UN
RUGBIER CAYO O LO TIRARON DE UN TREN DEL BELGRANO
Muerte misteriosa sobre las vías
En un hecho todavía demasiado
confuso, un jugador de rugby de la primera división del Hindú
Club murió al caer de un tren del ex ferrocarril Belgrano, en el
kilómetro 23,850, en la localidad de José León Suárez.
El joven, Marcelo Gastaldi, de 22 años, viajaba ayer en dirección
a Retiro cuando cayó de un vagón. Su cuerpo fue hallado
alrededor de las 15, a un costado de la vía y muy cerca de un puente
de hierro. Las primeras versiones señalaron que se había
tratado de un robo y que Gastaldi fue empujado del tren en movimiento.
Pero horas más tarde, el fiscal de San Martín Héctor
Scebba caratuló el caso como muerte por accidente, porque por el
momento no se presentaron testigos que avalen la hipótesis de que
fue arrojado.
Las circunstancias en que murió Gastaldi son, al menos, misteriosas.
En primera instancia se investiga un accidente ferroviario, porque
el chico cayó del tren, explicaron voceros policiales de
la DDI de San Martín, a cargo del caso. De todos modos, familiares
de la víctima sostienen que el joven fue atacado con intenciones
de robo y luego empujado a las vías. Los bomberos hallaron el cadáver
alrededor de las 15, en el kilómetro 23.850, próximo a la
localidad de José León Suárez y muy cerca de un puente
de hierro por el que debe cruzar la formación. En la línea
Belgrano, las puertas de los vagones no son automáticas sino que
deben abrirse manualmente. Los peritos indicaron que contra una de las
vigas del puente se hallaron marcas de sangre, lo que demostraría
que allí golpeó su cabeza Gastaldi.
El caso fue informado por la Unión de Rugby de Buenos Aires, que
suspendió el encuentro que debía jugar hoy el equipo de
Hindú en señal de duelo. El fiscal 7 de San Martín,
Héctor Scebba, a cargo de la investigación caratuló
el caso en primera instancia como muerte por accidente. No hay,
por el momento, ninguna prueba que permita afirmar que fue un homicidio,
sostuvo una fuente judicial. Deberíamos tener al menos testimonios
que indiquen que existió una agresión. De todas formas,
no descartamos ninguna hipótesis.
Marcelo Gastaldi jugaba como segunda línea en el equipo de primera
división del Hindú Club. Su cuerpo fue trasladado a la Morgue
Judicial de San Martín para determinar las causas de su muerte,
y luego sería entregado a sus familias.
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