Por K. M.
A lo largo de casi dos años,
un equipo de investigación integrado por veinte periodistas y liderado
por Raúl Kollmann, desentrañó la trama secreta de
las profanaciones de tumbas en cementerios judíos. La investigación
reveló las increíbles facetas de los grupos neonazis que
operan en la Argentina, el modo en que se financian, sus nexos con la
Policía Bonaerense y la cadena de complicidades que deriva en que
los culpables jamás aparezcan. En Sombras de Hitler, publicado
por Editorial Sudamericana, Kollmann presenta un detallado recorrido por
ese mundo secreto que adquiere ribetes delirantes, como el dictado de
cursos acelerados de antropología racial y un identikit
del judío y el negroide tipo con el que el partido
neonazi Nuevo Orden Social Patriótico instruye a los novatos, incluyendo
una clase práctica de identificación en la mesa de un bar.
Con abundantes entrevistas, fuentes documentales y un glosario con los
términos que utilizan las organizaciones neonazis en la Argentina,
Sombras de Hitler plantea, entre otras cuestiones, si se deben prohibir
las actividades pacíficas y de propaganda de estos grupos: Así
como no se puede prohibir sin crear un precedente peligroso para la libertad
de expresión, que alguien celebre el cumpleaños de Hitler
o que presente a su horroroso régimen como un modelo por imitar,
tampoco debe admitirse la manifestación pública de llamamientos
dirigidos a impulsar conductas hostiles hacia grupos raciales, políticos
o religiosos, advierte el periodista Página/12 en su libro.
Una de las claves para cualquier estrategia antinazi sería
efectuar una amplia depuración de las fuerzas de seguridad e inteligencia.
El reclutamiento siempre consistió en seleccionar matones de ultraderecha,
personajes con experiencia en secuestros, violencia, corrupción
y odio a la democracia. Estas características los convirtieron
en compañeros y amigos de los neonazis y los profanadores de tumbas.
El libro fue presentado el lunes en la Feria, en una mesa integrada por
el autor y por los periodistas Nelson Castro y Daniel Tognetti. Provengo
de una familia judía por parte de mi madre, y me enorgullezco de
ese origen, por eso para mí este libro tiene un significado especial,
relató Tognetti, quien encaró varias investigaciones sobre
el tema en el programa Punto Doc/2. Al responder a una de
las grandes preguntas que subyacen al libro, si la Argentina es un país
antisemita, el periodista opinó que si bien existen bolsones
de antisemitismo muy fuertes y enraizados, mi experiencia me demuestra
que este no es un país antisemita, que aún sigue habiendo
espacio para la integración de diversos sectores sociales.
Nelson Castro subrayó que la explicación del fenómeno
neonazi no puede ser reducida a un pensamiento aislado, sino que forma
parte también de un pensamiento institucional: El libro nos
pone frente a una problemática a nivel mundial, y que durante muchos
años estuvo tapada en la Argentina. Saludo la presencia de Sombras
de Hitler porque nos pone de cara a la realidad, y debe servir como un
llamado de alerta a toda la sociedad, expresó el periodista.
La mejor forma de protegernos contra estos grupos no pasa por el
dictado de decretos: la única manera de terminar con esto es desde
la educación. Por eso esta no es sólo una obra de interés
informativo, es un aporte muy grande para la sociedad argentina,
concluyó Castro, y destacó además la labor del equipo
de investigación: La lectura deja algún sabor amargo,
porque la investigación periodística llega mucho más
lejos que la justicia.Si un equipo de investigación llegó
hasta aquí, la justicia podría haber hecho mucho más.
El mensaje que queremos dar con este libro es que no podemos dar
espacio a estos grupos. Más allá de su número actual
y de sus delirios, no podemos considerarlos como un fenómeno pintoresco.
Ellos tienen locales,publicaciones, páginas en Internet, son guardaespaldas
de genocidas como Massera o Etchecolatz. Actúan todos los días
y pretenden dar contienda electoral, subrayó Kollmann sobre
el final. Así es como concluye su libro: Hoy mismo están
tratando de convencer a un adolescente para que se sume a sus filas. Son
peligrosos y merecen toda nuestra atención.
UNA
MESA CON MARIO WAINFELD, NELSON CASTRO Y DEL PIERO
Pido perdón por ser Senador
Por Irina Hauser
Los temas de Estado no
pueden quedar sólo en manos de la Justicia, si se entiende como
tal exclusivamente los tribunales. Sobre todo si a la hora de la verdad
las manos de la Justicia son las del juez (Carlos) Liporaci. Mario
Wainfeld, editor de la sección Política de Página/12,
hilvanaba hipótesis sobre por qué en Argentina es tan difícil
llegar al corazón de la corrupción. Una multitud de ciudadanos
montados a su estilo humorístico, pero no por eso menos ávidos
de explicaciones sobre la trama de las coimas en el Senado, estalló
en una carcajada. En la sala Roberto Arlt de La Feria del Libro, el Colegio
Público de Abogados había convocado a una mesa redonda,
en la que también participó Nelson Castro, para debatir
si en Senado de la Nación reina la opacidad o la transparencia
democrática.
Mi nombre es Pedro del Piero y pido perdón por ser senador
de la Nación, dijo el frepasista al agarrar el micrófono
habilitado para el público luego de las exposiciones. Los panelistas
pusieron la mejor cara, cuando el único senador presente se despachó
con una tira de moralejas a pesar de que el moderador el presidente
del Colegio, Atilio Alterini pidió que la gente se limitara
a preguntar. Del Piero dijo que si ante el escándalo de los sobornos
5000 personas se hubieran manifestado en la Plaza de Mayo
se habría avanzado en su esclarecimiento. El planteo contradecía
en parte de lo dicho previamente por los panelistas.
Tengo certezas pero no pruebas, recordó Wainfeld la
frase del senador Antonio Cafiero cuando las coimas se hicieron públicas.
Eso equivale a decir explicó que hay verdad pero
no Justicia. Por qué es así, se preguntó, si
la causa judicial está en manos de uno de los jueces en teoría
más correctos (Gabriel Cavallo, a cargo de la investigación
después de la renuncia del caído-en-desgracia-Liporaci).
Y se respondió varias cosas: que el cohecho es un delito difícil
de probar, es más sencillo acreditar el enriquecimiento ilícito;
que no cree que el dinero de las coimas haya salido necesariamente de
las arcas del Estado; que hubo un gran interés de la gente en el
tema, impulsado porque el reclamo fue encabezado por el ex vicepresidente
Carlos Cacho Alvarez, pero que ese interés decayó cuando
el Frepaso abandonó la protesta. En otras palabras, sostuvo, la
lucha anticorrupción necesita como pilares a los actores políticos,
a los medios y a la sociedad.
Nelson Castro concluyó, con Wainfeld, que el Senado es lisa y llanamente
corrupto. Una contradicción tremada, señaló, teniendo
en cuenta su papel clave de la sanción de leyes, entre ellas las
de transparencia. A la velada faltó Joaquín Morales Solá,
de duelo por la muerte de su colega de La Nación Germán
Sopeña. Wainfeld y Castro, solitos, tuvieron que responder preguntas
ásperas. ¿Es cierto, como dijo Elisa Carrió,
que Fernando de la Rúa es el jefe de una mafia?, se despachó
un hombre desde la tribuna. La teoría de la opacidad
sirvió de respuesta.
�En
cierto modo, nunca se deja de ser un clandestino�
Por
Karina Micheletto
Los expertos
de la inteligencia cubana afirman que permanecer clandestino más
de seis meses deja severas lesiones psíquicas; no quiero ni pensar
cómo me catalogarían a mí, que viví en la
clandestinidad durante más de tres años, reflexiona
Miguel Bonasso en Diario de un clandestino, su libro más reciente.
A partir del hallazgo de un viejo bolso de cuero, en el que guardó
durante 22 años el diario en el que fue anotando el día
a día de sus diez años de militancia en Montoneros, el autor
de Recuerdo de la muerte, El presidente que no fue y Don Alfredo reconstruye
aquella memoria del subsuelo, su experiencia como cuadro de
la organización e integrante de la llamada generación de
los 70. Que, según el escritor, fue una generación
política más que biológica.
El sábado el libro fue vuelto a presentar (salió
a la venta a fines de 2000) en la Feria, en una mesa que también
integraron el titular de la Sindicatura General de la Nación Rafael
Bielsa y el gobernador de Santa Cruz Néstor Kirschner. Creo
que ninguno de los que pasamos por esa experiencia dejamos de ser clandestinos.
En cierto modo, nunca se deja de ser clandestino, apuntó
Bielsa. La clandestinidad de la utopía y de las banderas
no arriadas va a permanecer en nosotros como una clandestinidad eterna,
agregó. Al referirse a la relación entre literatura e historia,
Bielsa demarcó tres épocas en la literatura dedicada a revisar
los '70: La primera, que calificó como de los libros emocionales,
en la que se ubicaría Recuerdo...como una obra fundamental. Una
segunda etapa documental, abordada por una serie de jóvenes que
se interesan por aquella época desde la vertiente de la poesía
o la literatura fantástica o la del rigor de la investigación,
y una tercera etapa en construcción: Creo que ahora va a
venir la mirada de la historia, de la razón crítica, la
que distingue lo perecedero de lo imperecedero. Me gustaría que
cuando llegue ese momento sigamos estando a la altura de las circunstancias,
expresó.
Es interesante ver por qué cosas éramos clandestinos
en el pasado y por qué cosas lo son otros hoy. Espero que dentro
de veinte años el próximo diario de un clandestino deba
ser escrito por Rodolfo Barra, ironizó Kirschner. Indudablemente,
en esa generación de argentinos de la que habla el libro estaba
la posibilidad de construir una Argentina diferente. Hoy se nota que faltan
treinta mil compañeros que podrían haberle dado a este país
una clase dirigente diferente a ésta, que transformó a los
partidos políticos en sociedades anónimas, agregó.
Bonasso subrayó que la historia que relata Diario... no pertenece
exclusivamente al pasado: Ese pasado está vivo, marca una
voluntad de cambiar al país que si bien fue inconclusa está
presente, y pertenece a nuestra generación pero también
a la que viene, afirmó. Quise contar lo que pasó
antes de Recuerdo de la muerte sin omitir la celebración que hacíamos
de la vida, el entusiasmo vital arrollador que nos guiaba, contó
el escritor en alusión a algunas críticas que le cuestionaron
una cierta banalización de la tragedia. ¿Cómo
podría haber excluido al humor? Este diario pretende ser el reflejo
de esa vida, a modo de postales o instantáneas, y en esa vida la
tragedia no excluía la posibilidad de la farsa, lo grotesco o lo
absurdo, explicó.
Finalmente, Bonasso anunció que ya está en marcha su próxima
novela, La venganza del señor conde. Va a ser una novela
de los mercados, con banqueros, ministros de economía, presidentes,
una paráfrasis muy libre de El Conde de Montecristo de Dumas. Va
a contar la historia de un banquero español que viene a invertir
en la Argentina, a jorobar a otro banquero que no voy a mencionar para
evitar otra querella. Por Don Alfredo tengo más querellas que libros
vendidos, y eso que vendió bastante, bromeó. Y
si Dios me da salud, como diría la tía Chita (uno delos
personajes del libro), escribiré la historia general de Montoneros.
No será complaciente ni satánica, va a formar parte de lo
que el diario intenta hacer: reconstruir todos los fragmentos sueltos
de una etapa, para marcar lo que hay de vivo en ella, prometió.
UNA
CHARLA DE EDUARDO PAVLOVSKY
Detrás del telón
Por
Silvina Friera
Cuando subí
al escenario tuve una sensación similar a cuando una mujer te cautiva
desde el primer momento. Me movía en una dimensión que nunca
había experimentado. Con esa frase, el dramaturgo, actor
y psicodramatista Eduardo Tato Pavlovsky explicó cómo
se acercó al mundo del teatro, en un diálogo abierto en
la sala Roberto Arlt coordinado por el crítico Jorge Dubatti. Otro
de los motivos decisivos, ese gran shock que lo impulsó
a la actuación fue Esperando a Godot, de Samuel Beckett, dirigida
por Roberto Villanueva Cosse. Tuve la impresión de que manifestaba
muchas de mis angustias desoladoras, que no habían sido bien analizadas,
agregó Pavlovsky, autor de piezas como La mueca, El Señor
Galíndez, Telarañas, Potestad, Poroto y La muerte de Marguerite
Duras.
El dramaturgo mencionó su formación como actor en El Nuevo
Teatro, con Alejandra Boero y Pedro Asquini y confesó que ese entrenamiento
lo fue desaburguesando. Ser psicoanalista era una profesión
que con cuatro pacientes vivías, especialmente si eran industriales.
Pero ya no hay más industriales, aclaró ante las carcajadas
de un numeroso público. Al teatro le debo lo grupal, tener
que atravesar ansiedades muy locas con otros. Me hizo descubrir que lo
estético tenía un papel muy importante, señaló.
Mi analista interpretaba mi vocación como un exhibicionismo
obsceno. Pero para mí el escenario, como dice Grotowski, es el
lugar de la desnudez, subrayó. Pavlovsky dijo también
que se siente un hombre de izquierda, que estuvo vinculado
al Partido Socialista de los Trabajadores (PST) en los 70 y, posteriormente,
con el Movimiento al Socialismo (MAS) en los 80. Me corrí
de los partidos políticos en la medida que hay una religiosidad
y terrorismo ideológico, que consiste en la imposibilidad de cuestionar
al partido desde adentro. Si hacés una autocrítica sos un
burgués, un traidor, puntualizó. Respecto a la escritura
de El Señor Galíndez (1973), una obra clave del teatro político,
Pavlovsky aseguró que ese texto surgió porque quería
escribir algo sobre la tortura. El enemigo no era el torturador
sino el sistema. Los militares forman secuaces que piensan que la violencia,
el saqueo y la violación son actos normales, indicó.
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