Es probable que le hayan
dicho que bajara el perfil en el tema derechos humanos. No tengo la certeza
de eso, pero el Gobierno tiene interés en que el tema salga del
ruido político, repetían ayer bajo condición
de estricto off the record en el Edificio Libertador colaboradores del
jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni, conmovidos por la orden recibida
desde Defensa para que se llamara a silencio sobre las secuelas de la
represión ilegal. Los fieles al sucesor de Martín Balza
repiten que no creen que haya cambios en la cúpula de la fuerza
a pesar del grosero traspié en el mejor de los casos
de haber designado al abogado nazi Enrique Torres Bande como representante
de los oficiales que presentaron recursos de hábeas data ante los
organismos defensores de los derecho humanos.
Son falsas las versiones de un Brinzoni tambaleante, aseguraban
altos oficiales que asumieron la defensa de su jefe. Brinzoni viajó
a Estados Unidos y no regresa hasta el 21 de mayo. Antes de que emprendiera
esa visita oficial, desde la cartera de Defensa le recomendaron
que dejara de enredarse cada vez más en sus evaluaciones sobre
la represión y en su propuesta de una mesa de diálogo que
hasta ahora sólo lo han llevado a acumular críticas.
Página/12 denunció que Brinzoni ocupaba la secretaría
de la intervención de Chaco cuando se produjo la masacre de Margarita
Belén. A fines de la semana pasada, en una entrevista con el diario
de esa provincia Norte, el jefe del Ejército reconoció que
esa matanza ocurrida en 1976 fue una operación militar para
eliminar delincuentes terroristas y confesó que no
fue un enfrentamiento, fue un fusilamiento encubierto de detenidos que
estaban en la cárcel U-7. Ese testimonio fue evaluado como
el límite de lo tolerable para los funcionarios que rodean al ministro
de Defensa, Horacio Jaunarena, decididos a no abrir más las heridas
sobre el pasado.
Los oficiales cercanos a Brinzoni, en cambio, dicen que esas declaraciones
no fueron un error y aseguran que no dijo nada más
que en la causa 13 la del Juicio a las Juntas llevado a cabo durante
el gobierno de Raúl Alfonsín. Lo que se está
cuestionando es que no desean que nosotros establezcamos algún
tipo de diálogo social sobre este tema. Brinzoni es el único
dispuesto a hablar de pasado con cierta franqueza. En rigor la propuesta
de mesa de diálogo que el jefe del Ejército empezó
a barajar a principios del año pasado con la anuencia del arzobispo
de Buenos Aires, Jorge Bergoglio, fue rechazada por todos los organismos
defensores de los derechos humanos que apuestan al camino de la justicia
como el único posible para cerrar el horror de la represión
ilegal. Los hombres de Brinzoni consideran que esa idea es inviable porque
acá ni los empresarios, ni los políticos ni muchos
periodistas quieren hablar con franqueza de lo que pasó.
La estrategia ideada por la cúpula que sucedió a Balza en
la que se destaca la figura del general Eduardo Alfonso, secretario general
del Ejército, fue contraatacar presentando recursos de hábeas
data ante los organismos para saber de qué se los podía
culpar. Eligieron al abogado apoderado del partido de Alejandro Biondini,
el grotesco nazi argentino, para que los represente. Fue un error
gravísimo, insoportable, intolerable. Nadie lo podrá creer
pero fue un blooper inexplicable. Torres Bande llegó de la mano
de González de la Vega procesado por la venta ilegal de armas.
Más que justificarnos, nos queremos convertir en eunucos,
graficaron a la espera del regreso de Brinzoni.
OPINION
Por Juan Carlos Dante Gullo *
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Una muerte hermosa
Una vida hermosa fue la suya. Y como correlato, una vida plena,
intensa, rica. Un personaje y una figura que vamos a comenzar a
valorar, querer, respetar, recordar, como sucede y nos sucede a
los argentinos, luego de su muerte; aunque en este caso ya le rendimos
elogios y reconocimientos en vida. Pocos hombres en la política
y en el peronismo forman parte de este privilegio.
Andrés Framini murió el 9 de mayo en el Sindicato
de ATE Capital. Pronunció su discurso como siempre: con la
fuerza de la historia, con la claridad de sus análisis, con
la agudeza del momento para llamar a las cosas por su nombre, con
la precisión de sus propuestas. Andrés Framini veía
otra Argentina. El era parte de la Argentina real.
Cargaba años e historia como para conmover a varias generaciones
de argentinos. Todos lo asumíamos como un gran líder,
un gran maestro, un gran compañero, un amigo querido. Era
tan joven en su vitalidad, ganas y entusiasmo, que nos hacía
sentir culpas y vergüenzas.
Terminado su discurso, aplaudido, ovacionado, un joven comienza
a pronunciar un poema dedicado a Evita; esto formaba parte del acto
que se estaba desarrollando. Con qué dulzura escucharía
Andrés y recorrería rostros presentes hasta elevarse
hacia ella (el acto fue realizado en conmemoración de Eva
Perón). A ella, a la cual recurriría en forma
permanente en busca de energía, de fuerza, de luz, de paz.
Hace unos meses, en una de sus habituales llamadas telefónicas,
me dijo: ¡Canca! Estoy muy contento. Ayer tuve una reunión
muy importante. Me invitaron a dar una charla para un grupo de pibes
jóvenes. Eran un montón; más de veinte chicos.
Eran tipos de los nuestros. Con ganas, sin vicios.
Este era el gran mérito de Andrés. Con su código
y palabras; las cosas tienen un valor distinto a lo que la chatura,
las traiciones y la mediocridad reinantes nos tienen acostumbrados.
Reunión importante para él significaba
militar con los jóvenes, los de abajo, los trabajadores.
Un montón, en términos políticos
no significa amontonar, mezclar, aparentar, sino darle calidad a
la política sentido a las acciones, estrategia
al curso inapelable de las luchas y la historia.
Andrés murió militando (joven, muy joven, a los 86
años). Haciendo un discurso, escuchando un poema a Evita,
viendo la película de Favio, en un acto, en un sindicato,
en su casa con su gente. Andrés era muy grande. Quizás
uno de los más grandes. Para muchos de nosotros en el peronismo,
después de Perón y Evita viene Andrés. El jueves
nos mirábamos en su velatorio y entierro, y todos nos decíamos:
Murió luchando. Murió como él lo hubiera
querido. Murió como lo que vivió. ¡Una vida
hermosa!.
* Dirigente peronista.
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