Por
Luis Bruschtein
Voy adónde Menem quiere que vaya, no hay
espacio en mi vida para ser fiel ejecutora de
la política del Presidente y, al mismo tiempo, llevar una
militancia partidaria activa. María Julia Alsogaray
nació el mismo día que el general Juan Domingo Perón
pero en distinto año, el 8 de octubre de 1944, y después
de una vida antiperonista se convirtió en la dama principal
de un gobierno peronista. Aunque ella siempre insistió en
que los que habían cambiado eran los peronistas y no ella,
porque el Presidente Menem explicó está
llevando adelante la política que nosotros los liberales
hemos mantenido durante 40 años. Carlos Menem hizo
impacto en su vida con la fuerza de un tren bala y la transformó
de flemática dama de hierro del liberalismo en símbolo
sexual del menemismo.
La función que la llevó al gobierno fue privatizar,
o sea lo contrario a lo que había hecho históricamente
el peronismo y que tanto criticó el ingeniero Alvaro Alsogaray
a lo largo de los años. Hasta Menem, ese tipo de políticas
sólo habían podido ser aplicadas por gobiernos militares
que Alsogaray había integrado o acompañado.
María Julia nació en el seno de una familia de militares
liberales, con un papá capitán ingeniero y un tío
general. Don Alvaro se retiró, fue funcionario de Economía
del gobierno que derrocó a Perón y se dedicó
a los negocios. María Julia estudió en dos colegios
religiosos, el Jesús María y las Esclavas del Sagrado
Corazón. Siguió los pasos de su padre y se recibió
de ingeniera industrial en la UBA. Por su ideario antipopular, su
padre había llegado a convertirse en uno de los personajes
más odiados, y al mismo tiempo más respetados por
militares aspirantes a presidentes. María Julia creció
en un mundo para el que la mayoría era hostil, donde lo popular
era sinónimo de ignorancia y demagogia, gritón, cursi,
ostentoso y de mal gusto. Fue así una joven austera, filosa
y despreciativa en la respuesta, donde su inteligencia se convertía
en arrogancia y superioridad.
A don Alvaro le decían El Chancho y a los caricaturistas
no les resultaba difícil dibujarlo como tal. María
Julia sacó los mismos rasgos de su padre, pero más
favorecidos. Su aspecto no le significó problemas en su vida
si no hubiera sido por su carácter. Y quizás por ello
se casó a los 30 años con Francisco Erize, un ecologista
hijo de Jeanette Arata de Erize, con quien tuvo dos hijos varones.
Ingresó a la política con la naturalidad de quien
ha convivido con ella, en el partido, y con la misma belicosidad
de su padre y fue elegida diputada. Don Alvaro apoyó a los
militares y ella recibió un cargo diplomático en Uruguay
durante la dictadura. Su esposo tenía una familiar desaparecida
y un primo de ella, hijo del general, también estaba desaparecido.
Pero don Alvaro fue defensor irreductible de la mano dura y la tortura
hasta sus últimas declaraciones en defensa de Videla.
Con el retorno de la democracia, en 1983, volvió a ganar
un escaño en el Congreso. Su rival en la UCeDé era
Adelina Dalessio de Viola. La izquierda y en general las ideas estatizantes
y socializantes habían sido derrotadas y las bellas
protagonistas eran ahora de la derecha liberal. Mujeres empresarias,
calculadoras, austeras de imagen, con puño de hierro y el
látigo despreciativo en la comisura de los labios. Pero las
dos vieron de pronto que las mayorías no estaban tan lejos,
que no eran tan antipáticas como cuando no las votaban, y
se soltaron el pelo y empezaron a mostrar las piernas.
Sin embargo ese matrimonio no se consumaría hasta la llegada
de Carlos Menem, en 1989, el hombre providencial para la derecha
liberal y sus damas, ya cansadas de ser minoría. Las dos
fueron seducidas por el riojano, se incorporaron al nuevo peronismo
menemista y compitieron por su atención. Adelina hizo alianza
con José Luis Manzano, su actual socio, en ese entonces ministro
del Interior y principal crítico de María Julia, pero
ella resistió a pie firme y ejecutó la primera privatización
del festival menemista: Entel. Después de los teléfonos
fue privatizadora delos aceros de SOMISA. Y como premio a su tarea
en defensa de los bienes del Estado, Menem le encomendó la
defensa del medio ambiente al frente de la secretaría respectiva.
Su tarea principal iba a ser limpiar el Riachuelo, donde consiguió
otro éxito tan espectacular como en las privatizaciones,
como lo pueden testimoniar los vecinos de La Boca.
Con su incorporación al menemismo María Julia no cambió
de principios económicos y sociales, pero cambió otras
cosas. Cambió de condición civil, de casa, de peluquero
y de modisto. Se divorció en 1991 y de un domicilio que nunca
había llamado la atención, pasó a otro, un
espléndido petit hotel en Junín al 1400, repitiendo
lo que estaban haciendo los demás funcionarios menemistas:
estrenar mansiones surgidas de la nada y de la noche a la mañana
que llenaban las páginas de la revista Caras.
María Julia se fotografió glamorosa, hubo versiones
de romances con funcionarios y hasta con el mismo riojano en persona,
dejó de ser la mujer profesional y agresiva para mostrarse
femenina y sensual. A los 48 años y gracias al menemismo
había despertado una veta inexplorada de su personalidad.
Diez años después, el ocaso menemista la llevó
a otro lugar que tampoco hubiera imaginado, acorralada por una veintena
de causas abiertas en la Justicia. Abandonada por peronistas y ex
menemistas a su suerte, acusada entre otras cosas de enriquecimiento
ilícito, de pago de sobreprecios millonarios, de malvender
bienes del Estado o de administración fraudulenta. No tiene
condena en ninguna de esas causas, pero sobrelleva ante la opinión
pública la imagen emblemática de la corrupción
oficial de aquellos años.
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