Fue una lectura de sentencia
hecha sobre los fuegos de la insatisfacción y la protesta: aun
cuando no cabían dudas sobre las condenas que recibirían
los dos acusados, finalmente prisión perpetua para Claudio Kielmasz
y 18 años para Guillermo González Pino. El juez César
López Meyer largó la lectura de la sentencia por el triple
crimen de Cipolletti cuando sobre la calle Belgrano todavía ardían
contra el viento cuatro muñecos, encendidos por los manifestantes
que poco creían en el resultado del juicio oral más largo
de la historia de Río Negro. Uno de ellos pretendía ser
el gobernador Pablo Verani, otro la Justicia, los dos restantes, policías.
Los monigotes incendiados simbolizan las sospechas de encubrimiento policial
y político del perverso asesinato de tres chicas tras el desfile
de ciento y tantos testigos, y tres meses de audiencias. Para el tribunal
quedó demostrado a lo largo de este tiempo que Kielmasz y Del Pino
fueron dos de los ejecutores de las tres mujeres: la mano de la justicia
por el encubrimiento del que se encargó la policía
provincial, una acusación por la que ayer fueron absueltos dos
ex miembros de la fuerza por falta de pruebas no llegó hasta
el resto de los partícipes, que ayer deben haber escuchado la sentencia
en directo, lejos del tribunal, por las radios locales.
Desde hace varios días que el Tribunal, integrado por los jueces
López Mayer, María Evelina García y Juan Rotter,
previene a los familiares de las víctimas de una manifestación
demasiado ruidosa el día de la sentencia. A través de un
escrito llegaron a intimar con trasladar la lectura del veredicto a General
Roca, y a puertas cerradas. Pero salvo algunos forcejeos al entrar a un
recinto rodeado de policías del grupo especial Bora, o una interrupción
por la tarde cuando sonaban demasiado los bombos, la audiencia final no
sufrió suspensiones. Eso no la hizo menos larga. Comenzó
pasadas las 15. Terminó cuando eran más de las 21.
En el medio, la lectura incluyó la revisión minuciosa de
las pruebas volcadas en el juicio. De todas ellas, la inclusión
de dos testimonios sobre el momento en que fueron levantadas a la
fuerza las chicas sobre la calle San Luis, en la circunvalación
de Cipolletti, fue clave.
El viejo relato de un vecino, ya muerto, Rafael Hurimán Lloncón,
permitió a los jueces reconstruir la escena en la que fueron secuestradas
las chicas. El testimonio del hombre había pasado casi inadvertido
en la instrucción de la causa a los ojos del juez Pablo Iribarren.
Pero en la revisión de lo actuado el tribunal de la Cámara
Segunda convocó a las personas que lo escucharon, ya que Lloncón
murió en un accidente de tránsito antes de poder sentarse
ante los magistrados. Y reflotó esa declaración. En su relato
Lloncón dejó claro que el 9 de noviembre de 1997 cuando
eran poco más de las 20 y regresaba por la calle San Luis hacia
Cipolletti vio venir a dos autos, uno blanco y uno verde. Casi al mismo
tiempo vio a Paula y María Emilia González y a Verónica
Villar que caminaban por la banquina. En el coche blanco iban cuatro personas,
en el otro dos más. Uno de ellos, de pantalón negro, sacó
un arma. Hubo forcejeos, pero pronto las chicas fueron obligadas a subir.
Lloncón aseguró que el auto verde parecía un Taunus,
y que no tenía patente.
Entre los nuevos testimonios tomados en cuenta durante el juicio también
fue importante el de una chica menor de edad que trabajaba como prostituta
y que no había declarado antes. Ella reconoció a los dos
hombres acusados como a quienes vio llevarse a las tres amigas del mismo
lugar donde las vio Lloncón. Por eso las acusaciones de los representantes
de las familias y del fiscal, que pidieron que Kielmasz y González
Pino sean condenados a reclusión perpetua por homicidio calificado
agravado por ensañamiento no prosperaron. Los jueces condenaron
a Kielmasz, de 27 años, por secuestro agravado y reagravado
(por tratarse de tres casos) seguido de muerte, con dolo eventual
y por ello mereció la cadena perpetua. En el caso de Guillermo
González Pino, de 32, fue declarado coautor de secuestro
agravado en dos oportunidades, pues se comprobó que las tres
chicas fueron subidas a los autos de los acusados y retenidas en algún
sitiorural de Cipolletti. De todos modos, el tribunal consideró
que ambos debieron tener un protagonismo activo y de algún
modo participaron también de la relación sexual con las
jóvenes.
Además de las penas ayer también hubo dos absoluciones.
Quedaron libres de culpa y cargo el ex subcomisario José Luis Torres
y el ex sargento Luis Minervini. Torres había sido acusado por
plantar pruebas contra Horacio Huechumir y Hilario Sepúlveda, los
dos primeros detenidos de la causa, dos marginales que cayeron presos
el mismo día que los cuerpos de las tres chicas fueron encontrados
bajo los olivillos de una chacra, cerca de donde fueron secuestradas.
Minervini era juzgado por haber preparado a una testigo para que hiciera
una investigación orientada a culpar a los mismos hombres. Las
familias habían pedido que se los condenara a tres años
de cumplimiento efectivo, pero los jueces no encontraron pruebas para
hacerlo. Ayer el apagado fuego de los muñecos, fuera de la sala,
dejaba paso a lo que había adelantado el fiscal cuando hizo su
acusación: el amargo sabor de no saber toda la verdad.
HABLAN
LOS PADRES DE LAS CHICAS ASESINADAS
Sigue intacto el encubrimiento
Por Horacio Cecchi
Esto sigue igual que antes.
Todavía sigue intacto el poder político que encubre a los
asesinos. Ulises González, padre de Paula y María
Emilia, no tuvo dudas en su lectura del fallo. Juan Villar, padre de Verónica,
tampoco: Fue un juicio trucho rebautizado como show. La evidente
disconformidad de los familiares de las víctimas tenía una
razón de ser, pese a las elevadas condenas recibidas por Claudio
Kielmasz (perpetua) y
Guillermo González Pino (18 años): Los verdaderos
asesinos no fueron enjuiciados, y están cubiertos por el poder,
sostuvo González. Tampoco quedaron conformes con la absolución
del comisario José Luis Torres y el sargento Luis Minervini, acusados
respectivamente de haber plantado pruebas y de preparar testigos. Pedimos
el máximo de la pena por encubrimiento, pero la Justicia decidió
que no eran culpables.
Tenemos una pequeña batalla ganada, pero falta mucho aseguró
Ulises González. Esperemos que Kielmasz, que sabe mucho más
que lo que dicen que sabe, no quiera comerse la perpetua y diga algo más.
¿La causa sigue abierta?
La que sigue abierta es la que ellos (la justicia) llaman la causa
residual, pero que para nosotros es la causa más importante porque
es la que investiga a los verdaderos asesinos.
¿Entonces, Kielmasz y González Pino no participaron?
Tuvieron una participación: para el tribunal Kielmasz es
el que entregó el arma asesina, y González Pino fue autor
del secuestro, y el que se demostró por un testigo que permaneció
más tiempo en contacto con nuestras chicas. Puede haberlas golpeado
y matado, pero no fue probado.
Kielmasz se enredó solo y González Pino es un comodín
de la policía. Para nosotros, los asesinos siguen libres denunció
Juan Villar. Con este juicio, los únicos que están
conformes son los policías asesinos, protegidos por los poderosos,
y el gobernador Pablo Verani, que deja las cosas como están.
¿Ustedes estuvieron de acuerdo con la idea del fiscal, quien
consideró que las asesinaron por error?
Es una hipótesis más. Tiene algunos fundamentos sugirió
González.
Fue parte de todo el circo aseguró Villar.
Yo soy de la idea de que en los asesinatos participaron policías
y también hijos del poder agregó González.
Parece que tuviera algunos nombres.
Los tengo, pero por ahora me los reservo.
¿Qué opina sobre la absolución de Torres y
Minervini?
Pedimos el máximo de la pena de encubrimiento, que son tres
años. Pero la justicia no consideró que fueran culpables
y los absolvió por el beneficio de la duda.
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