Por Julio Nudler
¿La desocupación
está condenada a seguir subiendo?
Es difícil pensar que con la opción políticoeconómica
del actual Gobierno, que continúa o profundiza la línea
anterior, mejore la absorción ocupacional.
¿El peor problema es la falta de puestos de trabajo o su
baja calidad?
Generalmente se habla de cantidades, asociadas con el numerito fatídico
de la tasa de desempleo. Pero cuando se le añade el subempleo,
lo inteligente no es sólo agregarlo para que resulte un número
más gordo, que genere mayor preocupación por el problema,
sino para denotar que la suba paralela del subempleo a lo largo de los
últimos diez años muestra, entre otras cosas, el deterioro
en la calidad de los empleos.
¿Tampoco esto mejorará?
No parece posible. Para mi sorpresa, la opción que se tomó
desde diciembre de 1999 fue responder aún más a la demanda
empresaria de desprotección laboral creciente. En ese contexto,
la calidad entendiendo por ésta la relación entre
estabilidad, remuneración, cobertura social, etcétera
puede, en el mejor de los casos, no empeorar.
Si, milagro mediante, hubiese reactivación, ¿habría
más empleo?
Creo que pasaría algo similar a lo ocurrido tras la crisis
del Tequila. Se recuperó la demanda de empleo, pero no alcanzó
para compensar la caída que se había registrado desde 1994.
Hoy para aumentar la producción no hace falta más gente.
Aunque ahora tomar o despedir a un trabajador no cuesta mucho por las
normas vigentes, al empresario típico argentino le gusta más
estirar el horario de los trabajadores que ya tiene.
Quiere decir que el empleo no reacciona significativamente ante
un aumento del Producto...
Debería crecer mucho el PBI para que se note en la ocupación
efectiva.
¿Cómo influirá en este cuadro el recorte de
los sueldos públicos?
Oficialmente dicen que, entre otras cosas, los reducen para acompañar
lo ya ocurrido en el sector privado. Puede ser en partecita verdad, pero
lo hacen mucho más para inducir rebajas similares en las empresas.
Esta es por lo menos mi hipótesis.
La nueva encuesta oficial de desempleo (onda mayo 2001) muestra
una pequeña suba en la tasa de actividad; es decir, una mayor proporción
de gente que quiere trabajar, lo consiga o no...
Esto está expresando la llegada al mercado de jóvenes
que intentan incorporarse a algún empleo, pero con poco éxito,
como se ve. En todo caso, hay vocación por intentarlo, aunque también
se trasuntan síntomas de desaliento, como el hecho de que los subocupados
no demandantes (los que quieren trabajar más horas,
pero no buscan otra ocupación) subieron en un año del 5,0
al 5,3 por ciento.
Objetivamente, si los salarios no alcanzan, la necesidad de trabajar,
o de trabajar más, aumenta...
En realidad, el nivel medio de remuneración de los asalariados
con un solo empleo (que son la amplísima mayoría) no bajó
en los últimos diez años (ver cuadro al pie), aunque tuvo
oscilaciones. Y tanto en 1999 como 2000 subió, tomando siempre
datos a octubre provenientes de la Encuesta Permanente de Hogares del
Indec. Quizá trabajen más horas que antes y les paguen igual
o menos por hora, pero a fin de mes se llevan más en el bolsillo.
Este dato incluye a los sectores privado y público, con mucho más
peso cuantitativo de aquél.
¿Hubo cambios de estructura en la masa trabajadora?
El conjunto de asalariados creció a costa de una disminución
de los cuentapropistas, pero, dentro de aquéllos, los que carecen
de todo beneficio (no tienen aportes jubilatorios ni Obra Social, no tienen
vacaciones pagas ni cobran aguinaldo) empezaron los 90 siendo un
25 porciento en el GBA y llegaron al 2000 siendo un 35. En el resto urbano
del país pasa algo similar. Es un claro indicador de menor calidad
del empleo.
El dato oficial dice que de mayo 2000 a mayo 2001 se crearon 274
mil puestos. Parece todo un logro en medio de la depresión.
La encuesta abarca a ciudades que suman 23 millones de habitantes,
pero los resultados se proyectan al total urbano, que son 34 millones.
La forma como se realiza esta proyección puede influir en los datos
que se publican. Ahora bien, el único momento de los 90 en
que bajó el número absoluto de ocupados fue entre 1994 y
1995. Aun en momentos de crisis o de sustitución de trabajo por
capital hay una dinámica de requerimiento de empleos por la actividad
económica, aunque puede ser más lento que el crecimiento
vegetativo de la población, y de allí la baja en la tasa
de empleo. Además, lo característico es que cuando cae el
número de empleos, se reducen proporcionalmente mucho más
los empleos plenos, y cuando la cantidad de empleos sube, lo hace arrastrada
fundamentalmente por la subocupación. Si uno sabe que la gente
que trabaja una jornada incompleta suele padecer coincidentemente empleos
precarios y desprotegidos, ya puede hacerse una idea de lo que está
pasando con la calidad del trabajo.
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