Por Luis Bruschtein
Ayer murió Cipriano
Reyes, el hombre que se animó a decir: Yo hice el 17 de Octubre
que era como decir a Perón lo hice yo. Y si no lo hubiera
hecho, igualmente hubiera tenido que pasar a la historia tan sólo
por haberlo dicho. Haberlo dicho, y que muchos creyeran que fuera cierto,
le ganó el odio de unos y otros. De los peronistas, porque el líder
no puede tener mentores. Y de los antiperonistas, porque no se cansaban
de mentar a los padres de Perón y don Cipriano puso la cara.
Tenía 96 años, había nacido en Lincoln con siete
hermanos y un padre que había llegado a la Argentina para trabajar
en el circo criollo de los Podestá. A los 12 o 13 años fue
obrero en la vidriería La Asunción, en Caseros 3131. Tenían
mucha fama de negreros, contó y allí participó
en las primeras reuniones de anarco sindicalistas de los que siempre habló
como sus maestros. En 1921 se mudó con sus padres a Zárate
y trabajó en el frigorífico Armour, donde en 1923 participó
en la fundación del primer sindicato de la carne.
De allí se mudó a Necochea y a principio de los 40
recaló en Berisso, donde se empleó como obrero del frigorífico
Anglo y reanudó la militancia sindical. Era un gremio muy trabajado
por los gremialistas comunistas que ya estaban declinando. En su biografía,
Reyes reconoce que cuando empezó su actividad sindical, los gremios
estaban controlados por anarquistas, socialistas y comunistas. Yo
me sentía muy unido afectivamente a ellos afirmó
pero no compartía su ideología. Reyes definió
su ideario como un socialismo no marxista y lo cierto es que fue duro
competidor de sus compañeros de izquierda.
Su participación en la creación del sindicato de la carne
hubiera bastado tal vez para hacerle un espacio en la memoria. Pero la
historia argentina se acercaba, sin que sus protagonistas lo supieran,
a una encrucijada decisiva: el 17 de octubre de 1945.
Hay muchas versiones sobre ese día fundacional para el movimiento
peronista y para la nueva etapa que se abría: la historia gorila,
la de la liturgia peronista, la de Cipriano Reyes y otras. Reyes había
conocido a Perón antes de ese día. Había hecho huelga,
se había peleado con los cosacos y estaba detenido
en la Policía Federal. Su hermano hizo gestiones para liberarlo
y una de ellas fue ante el secretario de Trabajo. Un día salió
en libertad y de allí lo llevaron a la oficina del coronel Juan
Perón. Necesitamos hombres como usted decía
que le dijo.
Cipriano Reyes estaba seguro de su liderazgo y sintió que el destino
de ese hombre que le pedía ayuda dependía de él,
más de lo que el suyo dependía del de Perón. Y la
historia posterior demostró que estaba equivocado.
Cuando Perón, que era secretario de Trabajo y vicepresidente, fue
obligado a renunciar y llevado preso a Martín García, se
produjo un tironeo en la Confederación General del Trabajo. Los
sindicatos independientes lograron una ajustada mayoría frente
a socialistas y comunistas para declarar una huelga el 18 de octubre,
pero no se habló de movilización.
La historia que difundió el peronismo borró a Reyes de esa
fecha. En ella, la agitadora era Evita, a quien se la mostró recorriendo
las fábricas de Avellaneda para convocar a los obreros a la Plaza
de Mayo a exigir la libertad de Perón. En pleno peronismo, Reyes
se atrevió a cuestionar esa versión y se puso en el lugar
de Evita.
Cipriano Reyes contó que el gremio había decidido movilizarse
el 16, lo postergaron un día y así salieron a la madrugada
para llegar a las 4 de la tarde a la Plaza. Teníamos cinco
mil activistas organizados y cada uno de ellos podía traer a otros
cinco, o sea que de partida contábamos con 25 mil personas dispuestas
y a la mitad del camino ya éramos como 50 mil. En el camino
se sumaron obreros de los barrios fabriles del sur, hasta convertirse
en la masa que copó la Plaza de Mayo. A lo largo de su vida insistió
siempre con esa versión, aunque ningún otro corroboró
la existencia de una convocatoria puntual tan clara en la gestación
del 17 de Octubre. Y por supuesto tampoco se pudo corroborar el papel
tan protagónico que le asignaron a Evita. Lo que sí es cierto
es que cuando Perón se presentó a elecciones, lo hizo con
el Partido Laborista que había fundado el gremialista de la carne
que, a su vez, fue elegido diputado.
Pero a Reyes no le gustaba el verticalismo y se rebeló contra la
orden de Perón de disolver el Partido Laborista para conformar
el Movimiento Nacional Justicialista. A partir de allí pasó
a la oposición y no era hombre de callarse la boca. Fue detenido,
denunció torturas y atentados e incluso en uno de ellos murió
su chofer y él resultó herido en una pierna. Estuvo preso
hasta 1955. Cuando salió en libertad, su figura se opacó.
En un universo dividido entre peronistas y antiperonistas, su posición
de alguna manera más ecléctica no tenía lugar. Hasta
el final de sus días acompañó el letargo de su Partido
Laborista que nunca más ganó una elección, y cedió
entrevistas para irritar a peronistas y antiperonistas con su versión
de la historia de la que fue, contra la corriente y sin lugar a dudas,
un protagonista importante.
OPINION
Por Gustavo Cardesa *
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Radicales y piqueteros
El Partido Intransigente, frente al evidente menosprecio mostrado
por los funcionarios del Gobierno hacia los piqueteros, les recuerda
a los dirigentes nacionales, que su partido, la Unión Cívica
Radical, tiene su origen en el fragor de los piquetes. Si también
es débil su memoria, pueden leer sus propios textos partidarios
para recordar el mes de julio de 1890, cuando treinta mil personas
se congregaron en el Jardín Florida para denunciar la crisis
económica y la corrupción del gobierno de Juárez
Celman.
Allí nació la Unión Cívica, formada
por clases desplazadas de la alianza gobernante, católicos,
laicos, sectores medios y universitarios. Participaron de ellos,
entre otros, Lisandro de la Torre, Hipólito Yrigoyen y Juan
B. Justo. El 31 de julio de 2001, piquetes constituidos por verdaderos
ejércitos de desocupados sin armas se apropian del grito
que nace de la misma desesperación y de los que sufren de
ausencia de Estado, falta de respuestas a sus necesidades
legítimas.
Aquellos piquetes de la Unión Cívica precipitaron
la renuncia de un presidente que carecía de apoyo popular.
Los de hoy no pretenden derribar a un presidente, sólo piden
ser escuchados en sus reclamos. Finalmente, aunque reprimió,
el Unicato de Juárez Celman debió dejar el poder por
su falta de legitimidad. Y los líderes de la protesta los
reemplazaron en el centro de la vida política de los años
siguientes. Las derrotas circunstanciales siempre tendrán
la oportunidad de transformarse en el prólogo de un triunfo
de la ciudadanía.
Ante la grave situación, no puedo menos que manifestarle
al Dr. De la Rúa que la historia le da otra oportunidad:
desde el legado más profundo que recibe un radical, que es
su propia historia, en situaciones de crisis donde está en
juego la Nación, se repite la opción crucial: o está
con Yrigoyen, con Alem y con el pueblo o está con los conciliadores
que pronto podrían pedirle airados la renuncia, vaya Ud.
a saber con qué sacrosanta razón.
El Partido Intransigente, propone a todos los funcionarios radicales
que mediten sobre las alternativas de diálogo y consenso
a la hora de buscar soluciones a las demandas de los ciudadanos
que reclaman no ser expulsados del sistema. Y desechar totalmente
la violencia. Que escuchen las razones que esgrime la gente. Hay
verdades certeras en la simpleza de sus reclamos. Descubrirán
que ellos son voceros de una Argentina que ya no puede vivir en
el subsuelo de la Nación.
Los pueblos que olvidan su historia cometen una y otra vez los mismos
errores. Los intransigentes, surgidos también de la Unión
Cívica, nunca olvidamos nuestro origen y manifestamos nuestra
voluntad de oír los reclamos de los piqueteros, en lugar
de estigmatizarlos como delincuentes. Hay que acercarse al pueblo
para entender que es lo que reclama.
* Diputado. Presidente del Partido Intransigente.
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