Han reaparecido el señor
Firmenich y el Peronismo Montonero. Firmenich habló desde Barcelona
y la primera existencia pública del Movimiento Peronista Montonero
tuvo lugar en Roma, en abril de 1977. No parece casual que ambos hechos
se hayan producido fuera del país. Son ajenos al país. La
soberbia armada es el título de un libro sobre la guerrilla montonera
del periodista Pablo Giussani. Se equivocó: lo de Firmenich dirigente
máximo de aquella guerrilla y hoy autopropuesto candidato a presidente
de la Nación ha sido y sigue siento soberbia política.
La sangre de miles de jóvenes y no tan jóvenes que entraron
en la muerte, movidos por el ideal de una Argentina mejor, no ha desmontado
a Firmenich de esa soberbia. Lo que le pasa a Firmenich no es importante.
Lo que preocupa es lo que les pasa a los jóvenes de hoy: asediados
por el desamparo brutal de un país desquiciado gracias a un gobierno
civil tras otro, creo conocer sus tentaciones y sé que no pocas
nacen de esa intemperie, del fracaso de su deseo, del rechazo rabioso
que la injusticia imperante les impone. Otras generaciones sintieron lo
mismo en la década del 60 y hablo desde una experiencia vivida.
Fui teniente del llamado ejército montonero y miembro de ese mascarón
de popa que se llamó Consejo Superior del Movimiento Peronista
Montonero.
No se permitió la entrada a periodistas en la reunión de
Parque Patricios donde el sábado 28 pasado se llevó a cabo
la teleconferencia en que unos 60 adeptos conversaron con Firmenich acerca
del documento refundador del peronismo montonero. Me atengo a la crónica
que un periodista intachable, Carlos Eichelbaum, publicó en Clarín
(29-7-01) y me asalta el escándalo ante el párrafo siguiente:
La reivindicación de la identidad montonera dice
Eichelbaum que dice el documento redactado por Firmenich plantea
problemas, entre ellos el de la dilución de su significado por
las conductas de sus antiguos dirigentes reciclados, una obvia
alusión crítica a hombres que pasaron por el menemismo,
como Roberto Perdía y Fernando Vaca Narvaja, a actuales funcionarios
como Patricia Bullrich, o devenidos oscuros hombres de negocios, como
Rodolfo Galimberti. Me llega una pregunta: ese antiguo dirigente
que es Firmenich como Perdía, Vaca Narvaja y otros
¿nada tuvo que ver con la dilución de la identidad
montonera? ¿Nada tuvo que ver con la política suicida
y suicidante que él encabezó antes y después del
golpe del 24 de marzo de 1976?
Esa conducción esperaba el golpe con ganas, tanto peor, tanto
mejor, decía Mao. Mejor hubiera esperado a Godot. La soberbia
política de tales dirigentes pensó que podía disputarle
y aun arrebatarle a Perón el liderazgo del movimiento peronista.
Aplicaron los mismos métodos que la burocracia justicialista y
tiraron sobre la mesa el cadáver de Rucci para
tener fuerza de negociación, explicaban. Autoclandestinizaron
su aparato militar en 1974 dejando al aire ya sabemos el qué de
miles de militantes públicos y al descubierto de la JP, la UES,
la JTP, la JUP, el frente villero, el de mujeres, que integran ahora la
lista de desaparecidos. Esos dirigentes fraguaron en 1979 y 1980 dos contraofensivas
militares desde afuera contra una dictadura que había ya aniquilado
al ERP y a Montoneros. En 1978 Firmenich y Cía. pactaron con Massera,
el carnicero de la ESMA, un acuerdo preparatorio. Cada socio perseguía
un objetivo propio: Massera, el de trabajar su camino hacia la presidencia
del país; Montoneros, el de aparecer en los diarios para
que no nos olviden, ilustraba Roberto Cirilo Perdía. Me merece
total repudio la barranca abajo ética y política por la
que ha rodado Rodolfo Galimberti, pero estoy orgulloso desde mí
de haber encabezado con él cualesquiera hayan sido entonces
las intenciones del hoy oscuro hombre de negocios la
ruptura de 1978 con ese delirio militarista: salvó la vida a centenares
de compañeros exiliados y más aún se habrían
salvado si OscarBidegain, ex gobernador de la provincia de Buenos Aires,
Rodolfo Puiggrós y otros miembros del sedicente Consejo Superior
se hubiesen sumado al rompimiento. La conducción de Firmenich condenó
a muerte a quienes tuvimos la lucidez de no acompañar esa locura.
La dictadura militar ya me había condenado a muerte y me sentí
como cuando de chico juntaba en los bares tapitas de botellas para hacerlas
chapitas. Sólo que ahora juntaba sentencias de muerte.
Me disculpo por esta irrupción demasiado personal y nada periodística,
aunque siempre creí que el periodismo surge del nervio de la vida
que nos hace. Quiero decir que, en la más inocente de las hipótesis,
Firmenich es tan pésimo político hoy como lo fue ayer: no
piensa a fondo el país. Tal vez en su autoexilio barcelonés
admire o respete o no las extraordinarias creaciones del genio
de Gaudí. Lo seguro es que poco y nada admira o respeta las creaciones
igualmente extraordinarias de los pobres y los desocupados de Argentina.
Su vieja soberbia se lo impide. La soberbia frecuenta impertérrita
los territorios del oportunismo.
No conozco las declaraciones a una radio de Luis DElía que
provocaron la irritación y la amargura, seguramente
fundadas, de mi colega y más que eso Miguel Bonasso
(Página/12, 1-8-01). Cito entonces las que formuló en estas
páginas (31-7-01). Sobre el anuncio de Firmenich de que Montoneros
va a participar en los cortes, dijo el dirigente de esa poderosa
forma de resistencia que la sociedad civil construye contra el neoliberalismo
depredador: Firmenich no tiene nada que ver con el movimiento piquetero.
Es cierto. Agregó: Debería (Firmenich) saldar su pasado
con el movimiento popular antes de involucrarse en acciones del presente.
Así es. Y cerró DElía: Es llamativo (ese
anuncio) y me suena a maniobra de inteligencia. Ajá.
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