Por Tom Carew *
Desde
Londres
Estábamos ahí
para evaluar su capacidad de lucha y para recuperar equipos soviéticos.
Era 1979 y los afganos estaban luchando contra una superpotencia con las
mismas tácticas que habían usado contra los británicos
antes de la Primera Guerra Mundial. Verlos pelear era como ver una película
del oeste: los cowboys llegaban por el valle y ahí bajaban los
indios. Mi tarea era enseñarles tácticas modernas de guerrilla.
Sin ellas, serían exterminados. Traté de ir sin preconceptos,
pero era difícil. Antes de partir de Gran Bretaña, todos
me dijeron que tuviera cuidado, que eran bárbaros, que me iban
a cortar en pedazos. Mi jefe de la M16 me regaló una novela sobre
la brutalidad de los musulmanes: ésa era su idea de cómo
hacer un chiste.
Después de unos pocos meses de adaptación, encontré
que los afganos eran muy agradables. Nos llevábamos bien. Yo respetaba
su valentía; ellos respetaban la forma en que yo los instruía.
Tenía más dificultad en manejarme con el terreno físico.
Cuando llegué a Peshawar, un líder militar afgano me advirtió:
Espero que esté en forma, mis hombres marchan muy rápido.
No hay problema, pensé. Estaba acostumbrado a marchar. Pero, mi
Dios, subíamos, subíamos y subíamos. Entramos a las
montañas Hindu Kush y comencé a trepar. A los 3000 metros
de altura el oxígeno comenzó a faltar y mi concentración
a caer. Los afganos están acostumbrados, pero cualquier otra persona
se siente mareada. Como terreno de pelea, era una absoluta pesadilla.
Era una fortaleza natural. No se puede llegar muy lejos con vehículos:
uno se queda atascado y los pasos son muy a pico. Los rusos la pasaron
muy mal. Realmente se quedaron atascados. Una cosa es poner la infantería,
pero hay que mantenerla al alcance de la artillería y los morteros.
Con malos pasos entre montañas, esto era casi imposible.
Nada de esto le importa a los afganos: tienen todo organizado, moviéndose
de un pueblo a otro, donde tienen bases abastecidas con alimentos. Así
es como han peleado y ganado guerras durante los últimos 200 años,
con pequeñas bases por todos lados y pozos en la tierra donde todo
está enterrado. Esto le permite moverse con tan poco como sea posible
y cubrir el terreno mucho más rápidamente de lo que podría
hacerlo una fuerza occidental. No usábamos tiendas. Vivíamos
en cuevas y dormíamos como podíamos. Había tipos
en el ejército que sólo llevaban un arma, tres revistas
y algo de pan, envuelto en un chal a su espalda. No hay forma en que un
soldado occidental pueda llevar equipo pesado y mantener su paso.
Para un ejército extranjero, establecer una ruta de abastecimiento
resultaría difícil. Tratar de llevar alimentos y agua a
lo alto de esas montañas, algunas de las cuales tienen 4000 metros
de altura, sería una locura. Por las bacterias, hay que llevar
agua envasada y cada galón pesa 4,5 kilos. Algunos días,
tomábamos entre 11 y 15 litros. Un soldado marchando por esas colinas
quema entre 4000 y 5000 calorías por día. Se necesitan raciones
árticas, hiper calóricas. La carne no dura más que
un par de días, de manera que hay que reponerla cazando animales.
Contraje hepatitis por la mala comida.
Y por supuesto, está el clima. Hacia fin de mes, comenzó
el invierno. Comienza con lluvias, luego hiela, luego nieva. Para mediados
de octubre la nieve es muy profunda, la altura llega hasta el cuello.
Un viaje que toma tres días en verano, tomará 10 días
en invierno. Las condiciones de helada impiden el apoyo de helicópteros.
La bruma en los valles invita a los choques. Los combatientes afganos
conocen tan bien esas montañas como un chacarero de Gales conoce
sus colinas. Son como cabras de montaña. Escuché decir a
alguien en la radio: Sí, podemos poner una serie de equipos
de cuatro hombres. Bueno, eso es ridículo. El Hindu Kush
es de una enorme extensión. ¿Qué puede hacer un equipo
de cuatro hombres que no podamos hacer con un satélite? No importa
la aguja en el pajar, es como una aguja en medio del estadio de Wembley.
Además, en el Hindu Kush una fuerza occidental se va a hacer notar
como un farol en la oscuridad. La mayoría de los combatientes afganos
usan sandalias con viejas llantas de auto en la suela. Así que
la huella de una bota occidental es inmediatamente rastreable. Una vez
identificados, los soldados son blancos fijos. Entrenamos a los afganos
en el arte de disparar y correr; ellos preparaban una pequeña
emboscada, y luego desaparecían. Lo aprendieron muy rápidamente.
En poco tiempo, habían aprendido a dejar que los convoyes rusos
pasaran hasta la mitad de un paso y luego abrían un agujero en
la mitad. Los que tenían suerte morían instantáneamente.
Los que no la tenían, eran cortados en pedazos después del
ataque. En el Hindu Kush, no esperen poder apelar a la convención
de Ginebra.
En cuanto a armamentos, los talibanes no tienen mucho. Su mejor defensa
es la geografía. Cuando llegué por primera vez, todo lo
que tenían eran viejos 303, rifles para francotiradores y algunos
fusiles a cerrojo. Muy pocos tenían Kalashnikovs. No estaban acostumbrados
a las armas semiautomáticas. Ahora por supuesto, son mucho más
sofisticados, aunque el mantenimiento de su arsenal es virtualmente nulo;
gran parte no se actualizó desde la guerra con Rusia. Les pueden
quedar algunos Stingers, uno de los mejores misiles tierra aire, apoyados
en el hombro. Pero si se pueden usar o no es debatible. Tienen muchos
ZSU23 viejos, una de las armas favoritas de Saddam Hussein, que puede
ser usada en la tierra o con apoyo aéreo. Es una ametralladora
de tres cañones, generalmente van colocadas en grupos de dos, tres
o cuatro, y es temible. Si uno llega en helicóptero y hay cuatro
que están disparándole a uno, es devastador. Los combatientes
afganos manejan sus pickups Toyota con esas cosas montadas en sus espaldas.
Luego están las minas terrestres. A comienzos de la década
de 1980, limpiaron una zona entre Pakistán y Afganistán,
un área equivalente a una caminata de cuatro días, luego
pusieron puestos de observación en la tierra alta y la minaron
toda. Todo lo que entró en el área fue destruido y es posible
que el terreno todavía esté minado. Son minas pequeñas,
del tamaño de una pelota de tenis, hechas de plástico, de
manera que no se pueden detectar.
En cuanto a la composición del ejército, la mayoría
de los hombres tenían entre 17 y 24 años. En algunas cosas,
los soldados afganos no son distintos de los tipos jóvenes de todos
lados; existía la camaradería. Podrían ir y fumar
un poco de opio, pero por razones religiosas no bebían alcohol.
Se levantaban con el alba para orar y cubrían alguna distancia
antes que el sol subiera. Se detenían cinco veces al día
para orar, aunque nunca durante una batalla. Creo que el Corán
dice que si uno está combatiendo, entonces está disculpado.
Pero siempre rezan después. Eran musulmanes normales, no fanáticos.
Aun así, en términos de su eficiencia como ejército,
su mayor problema era la influencia que tenía sobre ellos el mullah.
Por la doctrina que sostiene que es una gran honor morir en una guerra
santa, son intrépidos y toman riesgos que quizá los soldados
occidentales no tomarían. Este no es el punto de un ejercicio militar,
que es derrotar al enemigo y vivir para luchar otro día. Si uno
es imprudente con su vida, se corre el riesgo de reducir el ejército
antes de que haya ganado. Pero es casi imposible hablar de esos temas
con ellos; hubiera provocado muchos problemas.
En mi opinión es muy improbable que bin Laden esté oculto
en las montañas. Debe tener una base desde donde se comunica. No
puede comunicarse desde adentro del Hindu Kush. Es más probable
que esté en la frontera noroeste de Paquistán, un área
densamente poblada que Occidente odiará atacar. Es como la táctica
del IRA de esconderse detrás de mujeres y niños; de esconderse
en un parque de juegos de niños. Además querrá estar
donde pueda recibir la cobertura de la CNN sobre el ataque de Norteamérica,
para admirar su obra. La mayoría de los líderes militares
afganos a los que conocí operaban desde el confort de Peshawar
enPakistán. No tomaban parte en la lucha, porque querían
estar por ahí cuando la lucha terminara para cosechar los beneficios.
Si se trata de una guerra de tierra, creo que las fuerzas occidentales
tienen un mínima oportunidad de victoria. El último ejército
enemigo que ganó en Afganistán fue el de Alejandro el Grande;
todos los demás fueron derrotados y expulsados. La CIA hizo una
enorme cantidad de mapas cuando estuvieron ahí, pero un mapa es
tan bueno como la persona que lo usa, y no hay una manera segura de entrar
las tropas. Los afganos son un enemigo formidable. Yo debería saberlo.
Nosotros en Occidente les señalamos la dirección correcta
y con un poco de entrenamiento, recorrieron un largo camino.
* Ex integrante de las fuerzas especiales británicas SAS.
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