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FITO PAEZ, DESPUES DEL ESTRENO DE SU PELICULA
“Hasta que no atravesemos el dolor, no podremos reírnos”

�Vidas privadas�, la ópera prima
del músico rosarino, tuvo su bautismo público en el Festival de San Sebastián, generando polémica y críticas dispares. Para el artista, sin embargo, lo más importante sería que contribuyera al debate de la sociedad argentina
sobre su historia reciente.

Mirada: �No soy quién para ponerme
en termómetro de la situación, pero en Argentina percibí una gran tristeza y
una gran desazón...�.

Interés: �Lo importante es aportar
al debate, que no quede como que
no ha pasado nada. Todo esto fue muy reciente; los muertos todavía están ahí�.

Por Roque Casciero

“Fue genial, una experiencia increíble”, se exalta Fito Páez al describir sus sensaciones luego del estreno de su ópera prima Vidas privadas, el domingo pasado y dentro del Festival de San Sebastián. Pero el músico convertido en cineasta recapitula enseguida. “Eso sí, estaba cagado en las patas: cuando se apaga la luz de la sala, uno ya no puede hacer nada”, confiesa, y larga una de esas risotadas típicas en él. Páez está entusiasmado con el impacto que su película provocó en los espectadores, aunque la crítica se ha dividido en flores y palos. Flores: “Si unimos la magnificiente capacidad argentina para el melodrama absoluto con el desgarro que significó allá en los Buenos Aires y en otros sitios la perra dictadura, el gobierno de los milicos, el horror, el horror, tendremos, una vez más, una película rotunda, fiera, de esas que poco a poco corroen su brillante superficie”, escribió la crítica vasca Begoña del Teso. Los palos vinieron por partida doble. Para Mirito Torreiro, de El País, “Demasiados peros que hunden la credibilidad de una película cuya honestidad política parece a salvo, pero cuya torpeza narrativa corre pareja con sus ambiciones de discurso personal”. “Vidas privadas viene a animar a su director a que vuelva con carácter de urgencia a la canción”, disparó zumbón E. Rodríguez Marchante en ABC. ¿Qué responde el directo aludido? “Nadie puede tomarse en serio críticas de esa naturaleza, tan mal escritas y tan torpes. Yo me llevo las cinco salas llenas; la gente que se quedó a los coloquios a debatir porque la película la había enrollado, el recibimiento maravilloso y la ovación del día del estreno. Eso me lo llevo yo. Aparte, en los debates había opiniones muy diversas de generaciones distintas, todas con muy buena leche, así que fue muy enriquecedor. No sé por qué a los críticos les cuesta tanto la buena leche. Es como si hubieran visto otra película. Las críticas de ABC y de El País son dos payasadas”, remata, exasperado.
Vidas privadas –cuyo estreno en Argentina está previsto para 2002– narra una historia en la que los desaparecidos y los horrores de la dictadura se entremezclan con el mito griego de Edipo. El guión del largometraje, que Páez trabajó junto con Alan Pauls, partió del caso real de los mellizos Reggiardo Tolosa, que eligieron permanecer con sus apropiadores a pesar de que su identidad fue determinada por la Justicia. Los roles principales están a cargo de su esposa Cecilia Roth, el mexicano Gael García Bernal (la revelación joven de Amores perros), Héctor Alterio y Dolores Fonzi.
–¿Cómo surgió la idea de mezclar la tragedia griega con la más reciente “tragedia” argentina?
–No hubo una decisión tipo “gabinete del doctor Caligari” para mezclar estas cosas. En el embrión de la historia ya estaba eso y lo fuimos descubriendo con Alan a medida que avanzábamos en la escritura del libro. Y se fue descubriendo más todavía durante la filmación y el montaje. Hasta último momento, la película fue modificándose, que es un poco lo que me pasa con los discos: nunca doy por terminada una composición hasta que entrego el álbum. Cada vez que se cruzaba el tema de los griegos con la Argentina, veíamos que había una profundidad que no podíamos dejar de lado, porque era una idea mítica muy poderosa a través de la historia de la humanidad. Se puede decir que la película intenta contar los nuevos horrores surgidos del horror del genocidio argentino.
–Alterio declaró que, como los genocidas fueron indultados, hay que hacer miles de películas sobre el tema para que no se pierda la memoria.
–Lo importante es aportar algo al debate, que no quede como que acá no ha pasado nada. Todo esto fue muy reciente; los muertos todavía están ahí. Y están desaparecidos, son cadáveres que necesitan ser velados y enterrados. O por lo menos debatidos en una sociedad que los ampare, que los piense y que viva con ellos. Ojalá que la película aporte algo a eso.Es una de las consecuencias de vivir en la Argentina, de estar comprometido con mi barrio y con mi tiempo.
–Hace poco usted dijo que los argentinos “somos una causa perdida”. ¿Le parece que ésa es una sensación generalizada?
–No soy quién para ponerme en termómetro de la situación, pero en el último tiempo que estuve en la Argentina percibí una gran tristeza y una gran desazón... metafísica, diría. Creo que es algo que encarnó y cuyo resultado es nuestra tristeza, nuestra confusión, nuestra imposibilidad de avanzar. Y nuestra clase política, también. Por otro lado, es un momento muy interesante, de mucho temblor y emergencia. Es una buena época para pensar y activar el ingenio y el corazón. No hay que dejar pasar este momento, que también es una oportunidad maravillosa para ver cómo reacciona una sociedad ante una crisis ética, moral y económica tan profunda. A pesar de esto, no puedo dejar de pensar que somos una causa perdida (se ríe). Pero quiero que esta frase suene con un poco de humor, no lo digo sentado, fumándome un habano, en un trono de papel en el Monumento a la Bandera de Rosario. Lo digo con humor, tomándome un trago, porque quiero dejar un rayito de luz para poder vivir y pensar que mi hijo va a ser feliz.
–Recién hablaba de la reacción de la sociedad ante la crisis. También es interesante prestarle atención a la reacción de los artistas.
–Claro. Por eso creo que la película está ligada a eso. Ahí hay tela, como en otros ámbitos en la Argentina. Están escuchándose voces desde hace un tiempo. A lo mejor es en circuitos que no tienen tanta exposición mediática, pero hay artistas hablando de esto. La obra de Vivi Tellas sobre el trabajo (Lo que vale un brazo derecho) es una mirada espeluznante sobre la época. O Lucrecia Martel, con La ciénaga, que es un hito del cine argentino... O sea que hay reacción. El tema es que la gente reaccione con nosotros. A lo mejor es doloroso, pero hasta no atravesar la crisis no vamos a poder reírnos. Puta, ojalá la peli sirva para cachetear un poco.
–¿Esa fue su intención al hacerla?
–No. No sé; el origen de las cosas siempre es muy misterioso. Nadie sabe por qué hace lo que hace. Atrás de todo, no sé por qué hice la película. Puedo sospechar que hay conflictos maternos no resueltos (Páez apenas conoció a su madre). Puedo sospechar que quería contar una situación trágica y no había podido hacerlo hasta ahora. Pueden ser las ganas de hablar del tema de los muertos. Pero no sé para qué hice la película. De hecho, no fue para concientizar a nadie sobre nada. Lo que sí quiero es sentirme parte de un grupo y que cuando me toque el turno poder decir: “opino esto, miren acá”.
–Pero insistió y puso mucho para poder hacerla: el proyecto tiene siete años, debió hipotecar su estudio de grabación...
–El tema es que la película interese y que pueda transmitir la emoción que creo que tiene. El resto no le interesa a nadie y solamente lo sabe uno. Además eso siempre fue así. No hubo productores en la Argentina que apoyaran la película; los canales de televisión no se interesaron porque era un tema duro... Pero no hay que olvidarse de que a cualquiera que quiera hacer una ópera prima le va a costar muchísimo, se llame como se llame. El cine es un negocio muy duro, en el que se apuestan números muy grandes porque es un lenguaje caro.
–Es la realidad que describen todos los cineastas argentinos.
–Totalmente. Preguntale a (Adrián) Caetano o a Lucrecia, a cualquiera de los pibes que están haciendo pelis. Es difícil la vida del cineasta (se ríe). Y más en la Argentina. Pero no quiero quejarme, porque siempre que escuchaba a alguien quejándose, me iba corriendo hacia el otro lado. Además, aunque fue duro, lo que no te mata te engorda (se ríe).
–¿Qué aprendió en su nuevo rol de director?
–Con estas cosas, lo que más se aprende son cosas de la vida, de las personas. En el set aprendés todo otra vez. Y, al final, es lo que importa y lo que queda. Aprendés de la humildad, la paciencia, los divismos, laprofundidad de la relación de los actores con sus papeles, la enreverada maraña que se arma entre los directores y la gente con la que trabaja, la generosidad, el apoyo incondicional de algunos colegas... Es la vida misma y tenés que estar atento para no perdértela creyendo que sos Orson Welles.

 

Por consejo de Calamaro

Entre los proyectos que Páez planea desarrollar después de su gira están, además del estreno argentino de Vidas privadas, otra película y un nuevo disco. El film se basará en un guión que escribió con Carlos Sorín, pero su rodaje dependerá de la posibilidad de conseguir capitales para la financiación. “Es muy desgastante hacer cine atando palitos con alambre. Volvería a filmar si tengo detrás una productora seria. Si no, la próxima vez que quiera contar algo, escribo un libro”. Para el disco hay varias posibilidades. Por un lado, está la propuesta del sello discográfico para hacer un trabajo con artistas invitados de todo el mundo. También podría salir finalmente a la luz una compilación con “la resaca de los álbumes anteriores”. Y, finalmente, están las nuevas canciones que el rosarino ya compuso y las que imagina escribirá durante la gira, que formarían otro disco potencial. “Andrés (Calamaro) me insiste para que publique todos”, dice Páez, e imagina entre risas el suicidio en masa de los ejecutivos de su compañía discográfica. La misma del hiperactivo autor de El Salmón.

 

El regreso a las tablas

“Vuelvo a tocar porque hace un año que no lo hago y se me escapa la música por todos lados. Estoy que me muero de ganas de subirme a un escenario, porque soy un bicho de tablas. En un momento pensé que no y me retiré, pero no, si no tengo la tabla y las luces me vuelvo loco. Soy rosarino, pero tengo mis plumas, ¿viste?”, bromea Páez. Para saciar su sed de escenarios, el músico ya tiene programada una gira nacional que comienza el 31 de octubre (con dos paradas porteñas, el 16 y 17 de noviembre en el teatro Opera) y otra por América latina y Miami. A diferencia de sus últimos shows, sólo tendrá la compañía de un cuarteto, que probablemente integren el bajista Guillermo Vadalá, el baterista Jota Morelli, el tecladista Claudio Cardone y el guitarrista Gonzalo Aloras. “Quiero reducir y ver qué pasa”, explica. “Hicimos pequeñas giras por EE.UU. y España con Guille Vadalá y Gonzalo Aloras, éramos como un trío de jazz pop. Tocábamos la canción y cada uno hablaba respecto de lo que le iba pasando el otro. Así se armó una cosa muy austera y muy bonita”.

 

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