Ser judío
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Por Horacio Verbitsky Por este único medio agradezco las comunicaciones de solidaridad y apoyo recibidas, de conocidos y desconocidos, de figuras públicas y de colegas, de militantes y de ciudadanos indignados, del país y del exterior. Esta vez las necesitaba, porque lo sucedido corta el aliento. También me disculpo por no aceptar las entrevistas pedidas por distintos medios. Escribí la columna del 11 de octubre a sabiendas de los costos que tendría y adelanté la dificultad de polemizar con una persona más proclive al insulto que al razonamiento. Pero consideré que las fuerzas y personas progresistas debían abrir un debate político imprescindible. No aceptaré ahora rebajarlo a gresca personal y no quiero decir nada que no haya meditado antes con cuidado y que no pueda expresar con respeto y serenidad. Una de tres
El festejo por los atentados contra las Torres Gemelas
y el Pentágono, la descripción de sus víctimas como
figuras que caen, la exaltación de una teocracia premoderna
como supuesta vanguardia de la lucha de clases en el siglo XXI y de Osama
Bin Laden como un líder revolucionario, son disparates insostenibles.
No tengo nada que agregar a lo que ya escribí sobre ellos. Pero
sí deseo decir algo acerca del exabrupto antisemita utilizado como
instrumento descalificador, en ausencia de cualquier razonamiento, por
María Hebe Pastor de Bonafini en el reportaje a la revista 3puntos
de esta semana. Para quienes no lo hayan leído: dice que Verbitsky
es un sirviente de Estados Unidos. Recibe un sueldo de la Fundación
Ford y, además de ser judío, es totalmente pronorteamericano
. De Fukuyama a Sharon Lo único cierto es que soy judío. La señora Pastor
de Bonafini parece creer que eso explica alguna conducta u opinión.
Si piensa que todos quienes rechazan lo sucedido el 11 de setiembre son
judíos, debe sentirse muy sola. Un banquero y un general Todo esto ha sido público, de modo que no hay lugar a confusión
posible. Tan bien lo sabe la señora Pastor de Bonafini que no me
llama israelí, sino judío, en un contexto inequívoco
de insultos. Esto es puro y duro antisemitismo. No se trata de algo excepcional
en la sociedad argentina, ni en mi propia experiencia. El escribano Raúl
Juan Pedro Moneta me atribuyó sus desdichas: lo habría perseguido
por su fervor mariano, junto con otros periodistas judíos. En abril
de este año, el jefe del Ejército, Ricardo Brinzoni, envió
a su abogado de confianza al CELS, con centenares de acciones de hábeas
data. Mientras buscábamos los antecedentes de esos oficiales reparamos
en los del abogado que los representaba: era el segundo jefe y apoderado
nacional del partido neonazi Nuevo Triunfo. Moneta es un banquero bajo
investigación judicial y parlamentaria, por vaciamiento de empresas
y lavado de dinero. Brinzoni es un ex funcionario político de la
dictadura, al que denunciamos ante la justicia por su participación
en una de las peores masacres de aquellos años, la de Margarita
Belén. Cuando sus manifestaciones antisemitas produjeron reacciones
críticas, ambos se disculparon. Moneta llegó a decir que
tenía amigos judíos y Brinzoni pidió perdón
a la DAIA. Brinzoni dijo que había sido sorprendido en su buena
fe, pero no explicó de qué modo llegó a designar
a semejante abogado de confianza ni sancionó a los responsables,
que siguen siendo sus colaboradores. La pequeña burguesía A fines del siglo XIX la pequeña burguesía alemana y sus expresiones radicales de izquierda desarrollaron un discurso de creciente antisemitismo. En el partido socialdemócrata alemán, vinculado con la Asociación Internacional de Trabajadores (la Primera Internacional fundada por Karl Marx en Londres), hubo quienes consintieron esa floración perversa. La veían como una puerta lateral de acceso al anticapitalismo. La clase obrera comenzaría por dispararles a los judíos y cuando levantara la mira descubriría detrás a la burguesía. El fundador del partido socialdemócrata alemán y líder obrero August Bebel objetó la condescendencia con el antisemitismo y lo caracterizó como el socialismo de los imbéciles, porque desviaba la atención popular de los enemigos de clase, era políticamente erróneo y moralmente reprobable. Lenin desterró esas tendencias del movimiento comunista internacional, pero a su muerte Stalin las elevó a política de Estado. En la Argentina el antisemitismo fue la norma durante la gestión de Isabel Perón y José López Rega y bajo la dictadura. El Turco Julián, que está detenido bajo proceso a raíz de la nulidad de la ley de obediencia debida, pasaba discursos de Hitler y marchas nazis a los prisioneros. Adolfo Pérez Esquivel (quien el jueves declaró que no puedo aceptar lo que dice Hebe de Bonafini. Desde ningún punto de vista se puede justificar un atentado o el terrorismo) vio una cruz esvástica en una dependencia policial donde estuvo secuestrado. En todos los campos de concentración hubo un ensañamiento especial con los judíos, fueran o no militantes. En el lugar de detención de Jacobo Timerman un adolescente era obligado a caminar en cuatro patas, dormir sobre un felpudo mugriento, comer del piso sin usar las manos, ladrar, y repetir soy un perro judío. A una señora judía la obligaban a arrastrarse golpeando una lata y diciendo: Facturo la mitad en blanco y la mitad en negro. En mayo de 1933 los nazis quemaron en una plaza de Berlín libros de autores antifascistas. Esa plaza se llama hoy August Bebel, en homenaje a aquel tornero alemán que murió antes del acceso del nazismo al poder. Todo esto constituye, desde luego, el tipo de intelectualizaciones que la señora Pastor de Bonafini desprecia porque, como dice en el mismo reportaje, ella habla desde la cocina . Desdén por la verdad Un comunicado del grupo que preside desmintió que hubiera pronunciado
las palabras transcriptas por 3puntos y las atribuyó a una manipulación
malintencionada de la revista. Quienes se prestan a la burda maniobra
de hacernos aparecer como antisemitas se están sumando a los derechistas
y socialdemócratas que pretenden destruir nuestros proyectos,
dice. Según ese texto, firmado por ella y por la vicepresidenta
Mercedes Meroño, criticamos a Horacio Verbitsky por ser agente
norteamericano, no por ser judío. La revista 3puntos, desde la
misma tapa, falsifica nuestra declaración y publica algo que no
hemos dicho. Lejos de ello, las madres nos sentimos orgullosas
de que nos digan judías, agrega. |
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