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TRAS EL ULTIMO PAQUETE, LANZADO PARA ATAJAR LA CRISIS
Por ahora sólo preguntas

El objetivo central de la nueva batería de decisiones es bajar drásticamente el costo de la deuda. Pero el resultado que tendrá la renegociación con los acreedores externos es una incógnita. Aunque no la única. Tampoco se sabe si habrá por fin reactivación, ni cuánto más justa o injusta
será la economía en el futuro.

Por Julio Nudler

Después de largas semanas de silencio y descomposición, el Gobierno retomó la iniciativa con un detonante paquete de decisiones, desprolijamente lanzado en la noche del jueves. Desde entonces no hubo tiempo para ver los efectos prácticos de las medidas, más allá de lo bien o mal que fueron recibidas dentro y fuera del país. Por ahora mandan las preguntas. Como en toda apuesta, y ésta es de las fuertes, el resultado es dudoso. Los decretos publicados anteayer en el Boletín Oficial, y los que fueron siendo distribuidos en las últimas horas, aportan elementos parciales. La deuda es el gran objetivo de este envión resuelto por Fernando de la Rúa y Domingo Cavallo, pero es difícil imaginar a la deuda como el único gran problema de la economía argentina. Si hay otros de igual magnitud, hasta hoy no han sido atendidos. El plan de convertibilidad sigue prácticamente igual que antes, como si ni siquiera se lo citara para declaración indagatoria. Parece suponerse que el desastre nacional tiene otras causas. Pero si este diagnóstico es falso, el futuro de resurrección que prometen el presidente y su ministro no llegará. En cualquier caso, por el momento sólo puede tomarse registro de algunas de las preguntas que buscan respuesta.
¿Cuándo se declarará el país abiertamente en cesación de pagos? Si la Argentina sigue pagando cada vencimiento, para mostrar que todo es voluntario y amistoso, la negociación con los acreedores externos puede volverse interminable. Mientras cobren, ¿por qué renunciarían a un bono que les rinde 15 por ciento, para aceptar otro que dé siete? En algún momento, aunque esté la plata para cumplir, habrá que dejar de pagar.
Cuando llegue ese momento, ¿cuánto durará la pulseada posterior? ¿Cuánto habrá que esperar para alcanzar un arreglo? Mientras tanto, los destructivos efectos del default se harán sentir en toda la economía. Importar, tanto para consumir como para producir, se volverá cada vez más difícil, porque los bancos no abrirán cartas de crédito. También se cortarán las líneas de financiamiento. De todas formas, parte de esta crítica situación se está viviendo ya, de modo que el golpe contra el piso no será tan brusco.
¿Se frenará la fuga de depósitos? Los optimistas, que por ahora no parecen mayoritarios, tienen un pálpito: que los ahorristas, cuando vean que los bancos locales y las AFJP aceptan los términos de la reprogramación, dejarán de retirar su dinero del sistema o reingresarán el que se llevaron, porque es eso lo que tienen ganas de hacer. Por de pronto –dicen algunos–, no se percibe pánico: se disolvió porque la gente ve que por lo menos hay un plan. Los pesimistas conciben improbable que cese la corrida porque, en el fondo, nada decisivo ha cambiado.
¿Cómo seguirá la película? Si la fuga no noquea a Cavallo, éste deberá irse a jugar afuera el partido más largo y difícil: el replanteo de la deuda con los tenedores de bonos del exterior. Esa es, por ahora, la dimensión desconocida. Ni siquiera hay idea de cuánto será el apoyo internacional, más allá de los escuálidos 3000 millones que aportará el FMI para comprar garantías o recomprar títulos.
¿El paquete logrará la reactivación? Aunque contiene estímulos para la demanda (reducción de aportes jubilatorios, baja del IVA para compras con tarjeta) y también para la oferta (generoso rescate de empresas con deudas fiscales y bancarias), estas decisiones son solo parte de una estrategia global, que es la del déficit cero. Este exigirá cortes adicionales en el gasto nacional y provincial, si bien suavizados por la disminución en los intereses de la deuda. La medida de ese ajuste crecerá si la recaudación sigue derrumbándose. En el mejor de los casos, no puede afirmarse por ahora que el paquete lanzado el jueves detendrá la precipitada caída del Producto Bruto.
¿Si parte de la plata que salió vuelve a los bancos, éstos la inyectarán en la economía? Si los banqueros prefieren seguir sentados sobre los fajos de billetes porque no encuentran tomadores para ellos dignos de crédito,la reactivación se tornará aún más difícil. Siendo improbable el ingreso de capitales en las actuales condiciones del país y de la plaza financiera internacional, la expansión del crédito depende de dos factores. Uno, el regreso de dinero al circuito bancario, si se dispersa el julepe. Dos, la propensión de los bancos a prestar, en lugar de acumular liquidez preventiva.
¿Cuánto conspirará la incertidumbre contra la reactivación? Aunque en el Gobierno algunos echan a volar las campanas por la recepción del paquete, la realidad es que los espera una negociación muy complicada y probablemente extensa. Mientras no se llegue al acuerdo final sobre la deuda, todo penderá de ese hilo. Algunos de los economistas que acompañan hoy en el ministerio a Cavallo estuvieron asesorando a Ecuador con la Fundación Mediterránea, y allí pudieron apreciar el peso agobiante de la incertidumbre en un proceso de este tipo. Antes de conocer el final de la historia, pocos se atreven a tomar decisiones y la economía no arranca.
¿Qué pasará si las cosas no funcionan como dice Cavallo? Para lograr su propósito, el ministro de los superpoderes diseñó medidas pensadas para el éxito pero no para el fracaso. Por ejemplo, hipotecar la recaudación impositiva en favor de los acreedores, a quienes Horacio Liendo, asesor exógeno, los invita a “canjear rentabilidad por seguridad”. Si la Argentina no recupera solvencia, el Estado deberá dejar librados a su suerte, más aún de lo que ya están, a quienes en un sentido u otro dependen de él. Sólo les quedará la boleta de empeño. El secretario de Hacienda ni siquiera podrá mirar la plata recaudada que esté prendada en favor de los tenedores de bonos: éstos se cobrarán directamente de una cuenta fiduciaria constituida en el Banco Central, que hará la conversión automática de pesos a dólares. Vale decir que pagará con las reservas.
¿Cuál será el saldo de esta batería en términos de equidad y distribución del ingreso? A las personas jurídicas (empresas) se les perdona todo, ofreciéndoles incluso el ingreso del Estado como socio bobo de sus compañías. A las personas físicas, si tienen lo suficiente como para deberle plata al fisco, también se les brindan soluciones muy amigables, verdadero escarmiento de los cumplidores. Para los de más abajo, prácticamente nada: poder gastar hoy en lugar de guardar para mañana (reducción transitoria de aportes), y algo menos de IVA. La preocupación por la ecuanimidad queda evidenciada en esta decisión: se libera a las empresas con planes de competitividad del compromiso de no despedir personal.
¿Cuánto durará el discurso optimista en el Gobierno? Un ejemplo de irrealidad y desmesura lo aportó ayer Hernán Lombardi, ministro de Turismo, Cultura y Deportes, materias reunidas bajo un mismo techo como en la vidriera de los cambalaches. Lombardi anuncia un boom del turismo interno, con los argentinos dejando de gastarse 5000 millones de dólares anuales afuera para vacacionar. A partir de ahora, muchos de ellos encontrarán más ventajoso veranear en la patria para aprovechar la rebaja del IVA en las compras con tarjeta, ganga que se perderán si, por ejemplo, eligen Brasil. Que allí las cosas cuesten la mitad no parece incidir en los cálculos del triple ministro.
Precisamente, ¿qué pasará con la política cambiaria? El paquete no toca ni una coma de la convertibilidad ni de la fijeza del dólar. La opción es correcta si los liberales (incluidos los cavallistas) tienen razón, y la insoportable deuda actual fue acumulada por culpa de los políticos y el excesivo gasto público. Si, en vez, ocurre que la convertibilidad fue llevando inexorablemente a la depresión iniciada en 1998 por vicios propios, entonces el nuevo plancito encara el problema de la deuda pero no resuelve la otra cuestión central: cómo vivir después del default.
¿Quedará algo en pie de la tan proclamada autarquía del Banco Central? A los bancos se les propone entregar los viejos bonos, que valen la mitad de lo que marcan, convirtiéndolos en créditos concedidos al Estado al 7 por ciento anual y que figurarán en sus balances valuados al ciento porciento. “Así se olvidan del riesgo país”, dice Liendo. Pero el deudor es el mismo. ¿Cómo sabe un simple asesor del ministro de Economía que el BCRA va a convalidar este artificio? Y, por supuesto, la aparente ganancia de capital que harán los bancos estará exenta.

 

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