Por James Meek*
Desde
Kabul
Los chicos ayer hacían
volar barriletes en Kabul, cuadraditos de papel de fabricación
casera, danzando en la suave brisa que corría sobre el abandonado
complejo que servía de sede central de la policía religiosa
de los talibanes. Cuando esos mismos chicos se acostaron antenoche, los
barriletes eran un placer prohibido. Cuando se levantaron, los enemigos
de los barriletes habían desaparecido.
Ayer, una ciudad de un millón de almas se despertó de una
pesadilla que había durado cinco años. En Kabul, los talibanes
no eran el tipo de tormento vociferante que representaron los dictadores
del siglo XX sino una especie de fiebre cerebral sermoneante, viciosa
e irracional donde los hombres debían despreciar a las mujeres,
las niñas estaban condenadas a ser analfabetas y los tambores y
los barriletes eran identificados con el Mal. Al amanecer de ayer, todo
eso había desaparecido, como si la luz del sol los hubiera expulsado,
y la gente en Kabul se miraba entre ella deslumbrada, preguntándose
qué era lo más raro: que hubieran sido liberados antes de
que llegaran sus liberadores, o el hecho de que se hubieran permitido
por tanto tiempo ser los súbditos de un régimen tan bizarro
y efímero.
Y los liberadores, la Alianza del Norte, llegaron. En jeeps y en camiones,
pero no en grandes cantidades, y con tanques que dejaron apostados en
los límites de la ciudad. No tantos como para generar temores de
que los combates puedan reanudarse, ni para atenuar la alegría
de una libertad redescubierta. Fue suficiente para recordar a la gente
en Kabul que tenían nuevos amos. Después de su casi increíble
barrida de cuatro días a través del país, la Alianza
dejó el grueso de sus tropas al borde de la capital, pero tomó
el control de los edificios clave de Kabul y trajo en ómnibus a
una suerte de fuerza policial. El miedo al nuevo régimen no se
encuentra demasiado debajo de la superficie de la delicia por el fin del
viejo. Dicen que los talibanes pegaban primero y preguntaban después
dijo una mujer. Dicen que la Alianza del Norte pregunta primero
y golpea después.
A media mañana, el joven Akmal estaba vendiendo compilaciones anteriormente
prohibidas de canciones persas e indias desde su quiosquito exactamente
enfrente del lugar donde la policía religiosa tenía su base.
Un mes atrás, su amigo Hasibullah tuvo que engrasar de dinero su
salida de una sentencia de dos meses de prisión por vender cassettes
como esos. Los hombres, forzados a dejarse la barba, se abalanzaban a
comprar máquinas de afeitar. Siento que nací de vuelta
dijo Mirvais, un trabajador de comunicaciones, cuyo bulto negro
en el mentón era, sin duda, una carga. Mi deseo más
grande era no tener que usar esta barba. Mientras el día
avanzaba, tabúes aún mayores eran violados. Los rostros
de las mujeres empezaron a aparecer en las calles a medida que las infames
burkas empezaban a ser descartadas por las audaces, que no eran muchas.
En un departamento céntrico de estilo soviético, Nadera,
una maestra jardinera de 35 años, estaba sentada sin velo entre
los hombres sobre alfombras en el lugar de reunión de las familias,
describiendo el absurdo de la burka obligatoria. La cabeza te duele
y los ojos también, por tener que forzar la vista dijo.
Era muy difícil caminar sin caerse, especialmente en las escaleras,
y a veces te caías mientras estabas llevando a los chicos.
Un par de días después de que los talibanes se apoderaran
de Kabul, prohibieron que todas las mujeres trabajaran y que las niñas
fueran admitidas en las escuelas. Nadera, que había trabajado en
el jardín de infantes local por 15 años, no ha ido a trabajar
desde entonces. Los talibanes no dieron a las mujeres ningún
derecho, excepto el derecho de permanecer en casa. Ahora vamos a ir a
trabajar de nuevo, y nuestros niños podrán ir a la escuela.
Su hija tiene 8 años. Yo soy una mujer educada, y mi hija
es analfabeta. Es terriblemente doloroso. Yo le enseño un poco
en casa, pero por supuesto no es la misma cosa. Nadera no se atrevió
a quejarse a los talibanes pero su marido sí protestó por
el hecho de que a su esposa le debían tres meses de sueldo del
jardín de infantes. Entonces los talibanes lo agarraron y le raparon
la cabeza. El hombre es un cameraman de la televisión. Desde que
los talibanes prohibieron la televisión y pusieron las cámaras
bajo llave, en los últimos años él también
tuvo poco trabajo. Uno de sus colegas en el Centro de Transmisiones de
Kabul, el jefe de planificación Shah Mahmoud, describió
la primera lección que recibió de los talibanes. Muy poco
después de que tomaran la ciudad, él estaba caminando cerca
de su casa, de pantalones y con la cara afeitada, cuando vio a un grupo
de talibanes azotando a una mujer con cables. La mujer llevaba un bebé
y gritaba ¡Oh Dios, no he hecho nada malo!. La mujer,
que estaba llevando a su hijito enfermo al médico, había
caído bajo la ira de uno de los primeros decretos talibanes: que
las mujeres no debían dejar sus hogares bajo ninguna circunstancia.
Yo estaba estupefacto, e indignado de que la estuvieran golpeando
dijo Mahmoud, me les fui al humo y les pregunté con
qué derecho estaban haciendo eso. Entonces ellos empezaron a pegarme
y dos de ellos aferraron mis manos por detrás. Mahmoud se
las arregló para huir. Y no resistió más, mientras
los decretos seguían lloviendo. Yo no quería usar
barba. Ellos dijeron que era necesario. Tampoco quería usar un
turbante. Pero ésa era la ley. No quería pintarme los ojos.
Pero ellos me dijeron que tenía que pintarme los ojos. Y esto vino
directo del despacho del mullah Omar.
Interrogado sobre la falta de represalias, y sobre su propia colaboración
con ellos trabajó para la radio cuando ésta estaba
emitiendo propaganda talibana antes de ser silenciada por los bombardeos
norteamericanos Mahmoud evocó las circunstancias en que los
talibanes asumieron el poder. Los combates entre grupos rivales con armamentos
pesados en los tempranos años 90 dejaron heridas terribles en la
ciudad -al menos una calle importante se encuentra todavía totalmente
en ruinas y en la gente. En ese tiempo de acción militar
yo lo perdí todo dijo Mahmoud. Casa, propiedades, todo.
Eramos refugiados, desplazándonos de un lugar a otro. No teníamos
lo suficiente para comer ni para vestirnos. No podíamos emigrar.
Teníamos que quedarnos acá. ¿Qué podíamos
hacer? La mayoría de la gente incluyéndome a mí
fuimos forzados a trabajar con los talibanes, incluso aunque nuestros
corazones no estuvieran con ellos. La mayoría de la gente
en Kabul dice que los verdaderos talibanes han abandonado la ciudad. Pero
hubo colaboradores y colaboradores. ¿Qué haría Mahmoud
ahora si descubriera que la persona que le pegó a él y a
la mujer con el cable todavía está viviendo en Kabul. Lo
destruiría. Por todos los medios posibles.
Después de hablar ayer con muchos residentes de Kabul, y con comandantes
de la Alianza del Norte, no parece haber ningún misterio respecto
al motivo de la fuga de los talibanes. Tan pronto como llegó a
la ciudad la noticia del quiebre por la Alianza de las líneas de
defensa en el norte, los talibanes supieron que su juego había
acabado. Usted sabe, empezando en Mazar-i-Sharif, sufrieron un colapso
en su moral dijo a este diario en Kabul Yunus Qanuni, ministro del
Interior de la Alianza y jefe de la Comisión de Seguridad Urbana
designada por sus fuerzas. Sus equipos estaban destruidos
y su fuerza fundamental estaba sólo en la línea del frente.
Una vez que esa línea fue destruida, no les quedaba nada.
Baratullah, un comerciante, dijo que había estado en la zona norte
de la ciudad el lunes a las dos de la mañana cuando escuchó
el sonido de la artillería de la Alianza. Resultó
obvio que los talibanes se estaban preparando para abandonar la ciudad
dijo. Vi sus tanques, sus armas antiaéreas, y me quedé
estupefacto. Se estaban yendo al sur.
Yunus Qanuni estaba ayer en una base militar cerca de una posición
donde la Alianza estaba realizando ejercicios. Qanuni insistió
en que la Alianza había mantenido su promesa de mantener sus fuerzas
fuera de la ciudad. Interrogado sobre cómo podría trabajar
la Alianza con un futuro gobiernoafgano que incluya a todas las partes,
incluyendo al exilado rey Zahir Shah, Qanuni repuso: El rey no tiene
un Ejército.
Mientras Qanuni hablaba, un camión pasaba por la puerta de la base,
con una multitud bajando de él al ritmo ensordecedor de la música
india. Seguía un arroyo plateado de bicicletas, con las cabezas
de los ciclistas bien en alto y felices. Era quizás demasiado temprano
para que la gente de Kabul pudiera prever las amarguras que pueden llegar
después de la liberación.
* De The Guardian de Gran Bretaña, especial para Página/12.
Qué
significa la caída de Kabul y
cómo sigue la guerra en adelante
Por Gabriel A.
Uriarte
Desde
Washington D.C.
1 ¿Cuál es la importancia real de Kabul?
Simbólicamente, el control sobre Afganistán se mide por
quién la tiene en su poder. Geográficamente se encuentra
en una especie de cuello de botella formado por la cadena de montañas
del Hindu Kush al oeste y los Himalayas al este; es decir, controla la
principal carretera y vía terrestre de norte a sur. Dadas las dificultades
de avanzar a través del Hindu Kush o de los yermos desiertos al
oeste en la frontera con Irán, Kabul es clave para defenderse de
una ofensiva desde el norte del país, ya que limita las fuerzas
que pueden usarse en un ataque. Dos hombres pueden detener a un batallón
si éste ataca a través de un corredor. Kabul funcionaba
como dicho corredor para los talibanes.
2 ¿Cómo fue conquistada?
No fue tanto conquistada como evacuada. Las posiciones talibanas se
encontraban unos 10 kilómetros al norte de la ciudad, y estaban
bajo muy fuertes bombardeos desde hace semanas. Ayer a la mañana
las tropas talibanas comenzaron a huir hacia el sur, no es claro si antes
o después de un avance de sus enemigos afganos de la Alianza del
Norte. Teóricamente podrían haberse atrincherado en la ciudad
y causado enormes bajas en combate urbano, pero (aún si la Alianza
del Norte los hubiera atacado en lugar de establecer el asedio que prometieron)
esto habría significado su muerte, y la perspectiva de llevarse
a uno o 10 de sus enemigos a la tumba no parece haber sido mucho consuelo.
Al abandonar Kabul abandonaron posiciones de trincheras y búnkeres
reforzadas a lo largo de más de dos años: no había
nada comparable en muchas millas hacia el sur, y ayer las tropas talibanas
seguían huyendo muchas millas al sur.
3 ¿Estados Unidos ganó la guerra?
No, y nadie en el gobierno afirma que lo hizo. El objetivo de su campaña
en Afganistán es la destrucción de la red de Osama bin Laden
junto con las fuerzas militares de los talibanes. Las bases de ambos se
encuentran en el sur del país, en su capital de facto en el centro
religioso de Kandahar. Si bien es incorrecto describir la huida talibana
de Kabul como una retirada estratégica, es evidente
que su desplazamiento al sur los pondrá más cerca de sus
depósitos de armas y de sus partidarios entre la etnia pashtún,
mientras que la ecuación se revierte para sus enemigos de la Alianza
del Norte.
4 ¿La Alianza del Norte continuará su ofensiva en dirección
al sur?
No. La CNN afirmaba ayer que la Alianza está avanzando en
dirección a Kandahar, pero es extremadamente improbable que
avancen más de unos kilómetros al sur de Kabul. Washington
y la ONU están presionando a la Alianza del Norte para que no avance,
a fin de darles tiempo a las tribus pashtunes para abandonar a los talibanes.
Más allá de este factor diplomático, una marcha sobre
Kandahar es dudosa por motivos logísticos. Hay que recordar que
todas las ciudades y territorios arrebatados en los últimos días
a los talibanes se encontraban dentro o muy cerca de las bases étnicas
y militares de la Alianza del Norte. Mazar-i-Sharif no estaba a más
de cincuenta kilómetros de las milicias uzbecas del general Rashid
Dostum, en tanto que Kabul estaba a unos 15 kilómetros del principal
reducto de la Alianza en la frontera con Tajikistán. Kandahar,
en cambio, está a nada menos que 600 kilómetros de Kabul,
y la única carretera que conduce a ella está flanqueada
por montañas ideales para ataques guerrilleros. Durante la invasión
soviética de Afganistán, miles de soldados rusos y sus clientes
afganos murieron escoltando convoyes entre Kandahar y Kabul. La Alianza
del Norte siempre tuvo graves problemas en suministrar a sus tropas con
los elementos más básicos (balas, porejemplo), por una escasez
absoluta y transporte bastante primitivo, con carrozas y barcazas. Por
último, sus fuerzas no son muy numerosas (unos 10.000 en Kabul)
y es muy probable que los señores de la guerra que la comandan
no quieran alejarse mucho de sus respectivas bases étnicas para
lanzarse a una muy riesgosa aventura en el sur.
5 ¿Pero no están desmoralizados los talibanes?
Sí, pero no basta. La desmoralización no es universal,
ni en su extensión ni en sus efectos. La moral de la tropa
no se refiere a la alegría de los soldados sino su disposición
a entrar en combate. Una fuerza acorralada no es feliz pero puede luchar
de forma desesperada para evitar la muerte. El núcleo de las fuerzas
talibanas es esa especie de legión extranjera de árabes
formada por Bin Laden, cuyas mejores unidades (tales como la brigada
055) permanecieron en el sur durante los últimos combates.
No tienen donde huir. La población los detesta, incluso en el sur,
por su arrogancia y privilegios bajo el régimen talibán.
La mayor parte de las masacres de este fin de semana fueron de estos extranjeros
(paquistaníes, chechenos, etc.), y muchas fueron cometidas por
la población civil. Tampoco pueden regresar a sus países
de origen, dado que éstos (junto con Estados Unidos) no están
muy dispuestos a dar la bienvenida a cientos y en algunos casos miles
de tropas de choque fundamentalistas fogueadas en una de las guerras más
salvajes de las últimas décadas. Solo pueden matar o morir,
y sólo una resistencia de guerrillas en el largo camino a Kandahar
detendría un hipotético avance.
6 ¿Entonces por qué es correcto hablar de victoria y
no de retirada estratégica?
Ante todo, por las decenas de tribus pashtunes que miran con sumo interés
una retirada que puede ser estratégica pero ciertamente es caótica.
Se informó de miles de deserciones y hay enormes pérdidas
de equipo pesado (tanques, artillería, etc) que no puede ser transportado
o es destruido desde el aire. El problema con las esperanzas norteamericanas
de un alzamiento en el sur era que no había nadie allí para
apoyarla. Tal no es el caso ahora. La cooperación de estas tribus
hará muy difícil cualquier resistencia guerrillera de los
árabes o talibanes. Además, la concentración en torno
a Kandahar facilitará la detección y ataque de los talibanes,
ya que la vigilancia norteamericana podrá enfocarse en una zona
muy limitada.
7 ¿Qué sigue?
Primero, la destrucción de los talibanes que siguen resistiendo
en el norte, la mayoría tropas extranjeras que no tienen a quién
rendirse. Después tomará tiempo reparar la infraestructura
logística entre Uzbequistán y Kabul, pasando por Mazar E
Sharif, la principal fuente de suministros para cualquier ofensiva futura
al sur. Y también deberá acordarse a nivel diplomático
qué fuerzas llenarán el vacío causado por la retirada
talibán. Pero a menos que los talibanes y Bin Laden se enfrenten
a un alzamiento en la propia Kandahar lo que parecía estar
ocurriendo a partir de informes sobre un alzamiento localizado en el aeropuerto
de la ciudad, por ahora los factores militares parecerían
dictar una pausa.
O sea: o se produce un alzamiento interno de los pashtunes del sur, o
éste sigue siendo el santuario talibán.
|