Por Silvina Friera
Era una frase que preludiaba
el final: Yo soy Batato, pero ya me fui, dejame tu mensaje,
decía con su voz gutural en el contestador una semana antes del
final, hace hoy diez años. La vida de Walter María Barea,
una bocanada de luz, alegría, libertad y creatividad del under
de los 80, se extinguió casi sorpresivamente estaba enfermo
de sida, pero lo había ocultado en una Argentina en que empezaban
los años fuertes del menemismo. La muerte, a juzgar por el modo
en que creció el mito en la década siguiente, fue una pausa
involuntaria en la puesta en escena de sí mismo, porque este clown-literario-travesti,
como gustaba definirse, quería encontrar un orden propio, como
Oscar Wilde, y convertirse en el único exponente de una estética
en la que el arte y la vida fuesen indivisibles. Batato era un poema
encarnado. Olga Orozco me dijo que en la vida no se puede dejar de ser
poeta y que la poesía es una puesta en el mundo, subraya
su amigo y biógrafo Fernando Noy.
Batato fue mozo, vendedor de fiambres, masajista, camarero, payaso, taxi
boy, travesti, mientras integraba grupos legendarios como Los peinados
de Yoli (banda de clown-rock, precursora en el tratamiento de la transexualidad
como un derecho) El Clú del Claun y finalmente se reunía
en trío con los luego famosos, TV mediante, Humberto Tortonese
y Alejandro Urdapilleta, Noy, su entrañable amigo y compañero
de escenarios, discotecas y veladas poéticas pudo cumplir el pacto
consigo mismo: la publicación para hoy de un libro, después
de más de 8 años de entrevistas, desgrabaciones y escritura.
Te lo juro por Batato, que se presenta hoy, desde las 20, con un espectáculo
en el C. C. Rojas (Corrientes 2038), hilvana las voces de sus familiares
con colegas, amigos y testigos de sus andanzas como Urdapilleta, María
Elena Walsh, Hebe de Bonafini, Antonio Gasalla, Moria Casán, Blanca
Cota, Roberto Jáuregui, Tortonese, Divina Gloria, Carlos Belloso,
Damián Dreizik, Hernán Gené, Jorge Gumier Maier,
Fito Páez, Cecilia Roth, Fabiana Cantilo, Helena Tritek, Enrique
Synms, Daniel Melero, Rodrigo Fresán, Carlos Polimeni, Alejandro
Ros, Cristina Banegas, Alejandra Flechner, Celeste Carballo y María
Jose Gabín, entre otros.
Su mamá encontró 16 ofertas de trabajo para grandes
producciones en el contestador, después de su muerte. Podría
pensarse que Batato llegó a la puerta de la consagración
profesional y popular. Que su carrera se haya cortado por la muerte, ejerce
mayores poderes en el inconsciente colectivo, dice Noy, como intentando
barajar explicaciones posibles por la estatura de símbolo, mito
y emblema, entre otros calificativos, que adquirió Batato con el
correr de los años. Ese clown-literario-travesti de mirada reluciente,
nacido en Junín (Buenos Aires), ávido de experimentar los
misterios de la representación, empezó su carrera en 1985
con Los perros comen huesos, sobre textos de Alejandra Pizarnik, representación
prohibida, luego de la primera función por el C. C. San Martín
por Javier Torres. En el final, Batato intentaba tragar una hostia del
tamaño de una pizza en cuyo revés versaba la frase:Enemigos
del pueblo: Monseñor Plaza, Zaffaroni y Aramburu. Al enterarse
de la prohibición, Hebe de Bonafini se acercó a Batato y
juntos consiguieron romper el cerco de la censura.
Precursor en aproximar la poesía a las discotecas como una manera
de diversión, Batato dejó producciones memorables como Las
Coperas, La Yolanda López, Tres mujeres descontroladas, Los papeles
heridos de tinta y Escándalo. Batato no consumía ningún
tipo de drogas, algo habitual en el under de esos tiempos. El era la propia
droga, una especie de alcaloide a favor. Sólo tomaba algo que llamaba
champagna correntina, cerveza con naranja, recuerda Noy con un destello
entusiasta en la mirada. Me tocóvivir épocas como
el hippismo en Argentina y después del golpe del 76 el exilio en
Bahía donde pude curtir el tropicalismo. Volví de Brasil
cuando me quedé como huérfano porque nos sacaron a todos
los argentinos que trabajábamos en el gobierno brasileño
como parte del plan Cóndor. Estaba tan nutrido por la vida bahiana
y por los trabajos que hacía, que me sentí desolado.
Cuando conoció a Batato, ese imán capaz de seducir y atraer
a todos, Noy descubrió en él la reencarnación de
todos esos circuitos que había transitado como el hippismo y el
tropicalismo. Así como encontré en Batato un cúmulo
de cosas que había perdido en Bahía, él encontró
en mi a su propio hermano, suicidado a los 17 años.
Noy, protagonista y observador impune de esas aventuras arriba y debajo
de los escenarios, expone partes del catálogo de los recuerdos
de su vida junto a Batato, recuerda sobre todo la gentileza y exquisitez
con la que agasajaba a sus amigos. Una vez me recibió con
uvas envueltas en lamé, esos detalles de excentricidad poética
alucinante que tenía, me relegaban con lo que ya había visto
antes de las botas. En él encontré un caldo de cultivo de
una era que se iniciaba y que Batato encarnaría: tenía que
seguir con su carrera paracultural y romper con todo. Sus espectáculos
más exitosos fueron los homenajes a la vida y obra de sus escritoras
preferidas: Pizarnik, Alfonsina Storni y la uruguaya Juana Ibarbourou,
en El puré de Alejandra, Alfonsina y el mar y El método
Juana. Pero indudablemente quedó impregnado en la memoria colectiva
con una sátira desopilante a uno de los personajes claves del menemismo:
La Carancha o María Julia, la carancha, una dama sin límites.
En el libro, muchos testimonios coinciden en la impresión
que causaba Batato, como si tuviese un ángel especial, algo extraordinario...
Batato era cualquier cosa, menos light, como por ahí plantean
algunos. La gente coincide en su admiración y veneración
por él y hay casos muy dispares entre si, como los María
Elena Walsh y Hebe de Bonafini. El libro contiene testimonios hilvanados
con mi propio tránsito batatesco. Batato está y seguirá
estando en esta dimensión que es la literatura. Lo que más
busqué no fueron las anécdotas de por qué era tan
bueno o talentoso, traté de mostrar al personaje en acción.
Mi idea es que fuera como un caleidoscopio, donde se lo pueda volver a
ver actuar, que para él era lo más importante. La nueva
generación de veinteañeros van a sentir que muchas de sus
irreverencias a la corte están refrendadas por alguien como él.
Para mi fue el personaje que más libertad absoluta ejercitó.
Pero no era un irreverente de tiro la piedra y escondo la mano. Batato
vivía sin arquetipos sin límites. Estaba con los marginales,
los de abajo. Siempre trató de ser una antiestrella, en el sentido
de que no amaba para nada el sistema hollywoodense. Detestaba las mariconadas
de las historias tipo mucha purpurina, pluma y lentejuelas. Su estilo
era despojado, nacido de lo ciruja que era, porque le encantaba revolver
en la basura.
¿Eso es verdad o es una imagen poética?
Un día quería hacer un poema mío, Las
novias pobres, que le escribí especialmente. Me avisó
desesperado que había perdido el vestuario y no encontraba nada.
En esa época yo vivía en Flores, en la casa del artista
plástico Fernando Bedoya. Empecé a caminar por las calles
del barrio y justo enfrente de esa casa veo que sacan cajas. Cuando me
acerco para espiar encuentro 7 u 8 vestidos de novia apolillados. Los
metí en una caja y lo llamé a Batato llorando. Vos
tenés que acostumbrarte a eso, eso siempre va a pasar conmigo.
Si yo pido algo, de algún modo, aunque sea los cirujas me lo van
a traer, me dijo. Por eso se consideraba un ciruja cultural.
El actor Alberto Segado sostiene que dentro de los años del menemismo,
que fue lo peor que hubo para la cultura del país, Humberto Tortonese,
Batato y Alejandro Urdapilleta crearon algo casi fundacional para el teatro
argentino, que culminó en La Carancha. Batato trató
de ocultar a sus amigos y familiares ese gran globo negro que fue el Sida.
Me enteré quince días antes de su enfermedad y para
mi fueron días de desesperación porque sentía que
me estaba muriendo yo. Antes de su muerte cumplió su sueño
de conocer a la poeta que idolatró durante toda su vida: la uruguaya
Marosa Di Giorgo. La última vez que lo vi fue en Paladium. No quiero
abundar en detalles pero tenía 20 kilos menos. Lo escalofriante
en un bolsillo y en el otro la sonrisa perpetua. Ese era parte de su estilo,
confirma su amigo. Mucha gente le reprochaba que no dijo que tenía
sida. Realmente en esa época decir que tenías Sida era peligroso
y él quería morir en paz, como había vivido, muerto
de risa. Cuando estaba en el cajón, había una imagen de
carcajada en la expresión de Batato.
¿Cómo explicar el mito o batatomanía que se
generó después de su muerte?
Batato terminó fundando una estética bajo la idea
libertaria de que uno debería hacer lo que quisiera, donde quisiera
y con quien quisiera. No fue una movida muy planeada, claro. Divina Gloria
profetizó: Van a pasar años y veré una repercusión
de su anticredo estético, una batatomanía. Batato
adelantaba y a la vez atrasaba. Si provocaba una adhesión inmediata,
era por su condición de nexo entre el futuro, que era el menemismo,
y esta noche, y la melancolía muerta de un maravilloso tiempo ido,
anterior a la dictadura.
El sueño de
la película
Un día Batato le pidió a su mamá, Nené,
que hiciera algo para uno de sus espectáculos.
Pero ¡voy a hacer el ridículo!, le reprochó
Nené. El ridículo es lo mejor que podes hacer
por mi, le contestó Batato. No sé cómo
hizo o si la hinoptizó cuenta divertido Noy porque
una mujer, que nunca había hecho danza, salió bailando
maravillosamente bien en punta de pie en una escena, nada menos
que La muerte del cisne. Ahora mi sueño es llevar es
escena al cine, hacer una película de Batato. Estoy
enloquecido con la posibilidad de que del libro salga un guión.
¿Quién sería Batato, en su fantasía?
Quizás Tortonese, quizás Urdapilleta, tal vez
Belloso, o un chico que salga de un casting. Ellos son de esos actores
que llegaron a ser célebres o famosos y siguen actuando igual:
no salieron en monopatín y volvieron en limousine.
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Esta sed de Batato
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Por Fernando Noy
Yo quisiera ser agua mineral para darle sed a B. Yo quisiera ser
vino para embriagar a B. Yo quisiera ser puntilla para el corset
de B. Yo quisiera ser desierto para las huellas de B. Yo quisiera
ser caramelo para que me muerda B. Yo quisiera ser cortina para
espiar a B. Yo quisiera ser tijera para recortarle la sombra a B.
Yo quisiera ser concurso para darle el 1er. premio a B. Yo quisiera
ser incienso para embrujar a B. Yo quisiera ser discoteca para que
baile B. Yo quisiera ser guante para que me arañe B. Yo quisiera
ser avión para que vuele B. Yo quisiera ser bombacha para
que me sude B. Yo quisiera ser pez para morder el anzuelo de B.
Yo quisiera ser crucigrama para que me elucubre B. Yo quisiera ser
diccionario pero en la página B de B. Yo quisiera ser luna
para platinar a B. Yo quisiera ser fuego para enrojecer aún
más a B. Yo quisiera ser gallina para que me deshove B. Yo
quisiera ser aguja para pincharlo a B. Yo quisiera ser un cesto
para que se arroje B. Yo quisiera ser 6 para que el quinto sea B.
Yo quisiera ser tubérculo para llamarme B. Yo quisiera ser
gastronómico para meterlo en la olla a B. Yo quisiera ser
café para despertar a B. Te lo juro por Batato.
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