Por
Verónica Abdala
Si
hay algo que Eduardo Galeano conoce bien es la forma de construir relatos
valiéndose de las
voces de los otros: las que tienen dueño y las que no. El susurro
anónimo que cuentan las ciudades, y también el clamor de
los pueblos, y sus luchas. En reiteradas oportunidades le tocó
escribir, en ese marco, sobre la realidad del pueblo cubano, por el que
nunca ocultó su predilección, y al que amparó siempre
que pudo. He amado a esta isla de la única manera que es,
digna de fe, con sus luces y sombras, dijo el uruguayo la semana
pasada, al recibir el título de Doctor Honoris Causa de la Universidad
de La Habana, en un acto del que participaron artistas e intelectuales
cubanos, alumnos y profesores. Los académicos que lo premiaron
juzgaron que el escritor y periodista, cuya obra escrita se destaca
como una de las más valiosas de la literatura latinoamericana contemporánea,
es un recuperador de la memoria real y colectiva sudamericana y un cronista
de su tiempo. Y celebraron su amplia labor en defensa de las
causas más justas de América latina. Me siento
profundamente emocionado por esta distinción, dijo Galeano
ayer a Página/12, ya de vuelta en su casa de Montevideo. Nunca
olvidaré ese acto lleno de amigos y de entusiasmo.
La entrega del premio, que se realizó en el aula magna de ese centro
de educación superior, sirvió de excusa para que el autor
de obras como Las venas abiertas de América latina (Premio Casa
de las Américas), El libro de los abrazos y Memorias del fuego
reflexionara sobre la actualidad de la isla. Hace treinta años,
me preguntaba yo a propósito de la actitud del gobierno de los
Estados Unidos, que prohibía que sus ciudadanos viajaran libremente
a Cuba: si esta isla es, como dicen, el infierno, ¿por qué
los Estados Unidos no organizan excursiones para que sus ciudadanos la
conozcan y se desengañen? Ahora me lo sigo preguntando, explicó
Galeano. Hace diez años, formulaba otra pregunta sobre la
infiernización de Cuba: ¿por qué voy a confundirla,
ahora, con el infierno, si yo nunca la he confundido con el Paraíso?
Y ahora me lo sigo preguntando. Ni infierno, ni Paraíso: la revolución,
obra de este mundo, está sucia de barro humano, y justamente por
eso, y no a pesar de eso, sigue siendo contagiosa. Muchos de los que antes
la ubicaban en las alturas celestiales, ahora la condenan al fuego eterno.
Antes confundían el socialismo con el stalinismo, y ahora son campeones
de la libertad de expresión. Ahora son maestros de democracia,
y antes confundían la unidad con la unanimidad y la contradicción
con la conspiración, porque la contradicción era un instrumento
de la conspiración imperialista en lugar de ser, como era, como
es, la única prueba irrefutable de que está viva la vida,
señaló. En el Nuevo Orden Mundial, cuando los burócratas
se hacen empresarios y los toros bravíos se vuelven bueyes mansos,
cuando muchos amigos de antes se convierten en enemigos de ahora, cobran
tremenda actualidad aquellas palabras de Carlos Fonseca Amador, el fundador
del Frente Sandinista: Los amigos de verdad son los que critican
de frente y elogian por la espalda. Yo siempre creí que a
Cuba se puede quererla sin mentir coincidencias ni callar divergencias,
sostuvo el escritor. Y ahora estoy más que nunca seguro de
que no hay otra manera de quererla, ni dentro ni fuera de sus fronteras,
porque la coincidencia que se alimenta de la divergencia es la única
forma de amor digna de fe.
En el mismo acto, Galeano criticó la postura servil que buena
parte del mundo mantuvo con Estados Unidos tras los atentados del 11 de
septiembre, y que dejaron un saldo de 4 mil muertos en Nueva York
y en Washington. Es porque creo que no son muy honrosos que digamos
estos tiempos que estamos viviendo. Pareciera que se está disputando
la Copa Mundial del Felpudo. Uno tiene la impresión, y ojalá
sea una impresión equivocada, de que los gobiernos compiten entre
sí a ver quién se arrastra mejor por los suelos y quién
se deja pisar con mayor entusiasmo. La competencia venía de antes
pero, a partir de los atentados terroristas, hay una casi unanimidad en
la obsecuencia oficial ante los mandones del mundo. Para el escritor,
Cuba es el país que más claramente ha puesto los puntos
sobre las íes diciendo no a la impunidad de los poderosos, el país
que con más firmeza y lucidez se ha negado a aceptar esta suerte
de salvoconducto universal otorgado a los señores de la guerra,
que en nombre de la lucha contra el terrorismo pueden practicar a su antojo
todo el terrorismo que se les ocurra, bombardeando a quien quieran y matando
cuando quieran y a cuantos quieran, según definió.
Pienso que en un mundo donde el servilismo es alta virtud; en un
mundo donde quien no se vende, se alquila, resulta raro escuchar la voz
de la dignidad; Cuba está siendo, una vez más, boca de esa
voz, subrayó el escritor. A lo largo de más
de cuarenta años, esta revolución, castigada, bloqueada,
calumniada, ha hecho bastante menos que lo que quería, pero ha
hecho mucho más que lo que podía. Y en eso está.
Ella sigue cometiendo la peligrosa locura de creer que los seres humanos
no estamos condenados a la humillación.
VARIOS
CONCIERTOS PARA DESPEDIR UN AÑO DIFICIL
Cuando
ir al Colón no cuesta nada
Con
la idea de despedir el año abriendo las puertas a una comunidad
asediada por los problemas económicos, el Teatro Colón organizará
en estos días varios espectáculos gratuitos. El ciclo se
abrirá hoy con un concierto de la Orquesta Filarmónica de
Buenos Aires, que se presentará a las 20.30 en el Salón
de Actos de la Facultad de Derecho de la UBA (Figueroa Alcorta y Pueyrredón).
En la ocasión, la Filarmónica será dirigida por Juan
Ringer y abordará un programa que incluirá la Obertura
de El Barón gitano (Johann Strauss II), España de Emmanuel
Chabrier, el poema sinfónico Stenka Razin, la Rapsodia mejicana
de David MacBride, Fiesta para cuerdas de Rose, la Marcha de San
Lorenzo, fragmentos de música del film Jurassic Park (compuesta
por John Williams) y Recordando a Los Beatles de Lowden. La
Filarmónica, además, dará un segundo concierto el
próximo jueves a las 20.30, en el Anfiteatro de Parque Centenario
y con la dirección de Gerardo Gandini: el programa incluirá
la Suite de Porgy and Bess, Rhapsody in Blue y Un americano
en París de Gershwin, y Tangazo de Piazzolla. El jueves,
viernes y sábado a las 19, en tanto, el Coro de Niños del
Colón, con Valdo Sciammarella en la dirección, ofrecerá
tres conciertos de Navidad en las escalinatas del hall central del teatro.
El viernes a las 17.30, se presentará en el Salón Dorado
la Banda Sinfónica de la Facultad de Filosofía y Letras,
dirigida por Gustavo Fontana, en un concierto aniversario en el que interpretará
versiones de obras de Verdi, Wagner, Morricone, Gershwin, Albinarrate,
Bennett y Chaikovski. Finalmente, Soledad Pastorutti cantará el
sábado en el Colón, a beneficio de la Fundación Felices
Los Niños, Obra del Padre Grassi.
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