Tres
genomas que constituyen a todos los animales
El
microbio original
Por
Javier Sampedro,
El País
Como
antes de Darwin todo el mundo era creacionista, la mayor parte de la
gente sigue pensando que lo contrario de darwinismo es creacionismo.
Y ya no es así. Un grupo reducido de científicos ha demostrado
que al menos uno de los acontecimientos esenciales de la historia de
la vida la formación de la célula eucariota, el
prodigioso autómata biológico del que están hechos
todos los animales y plantas del planeta ocurrió con relativa
brusquedad y por un mecanismo esencialmente ajeno al gradualismo darwiniano:
sumando los genomas completos de tres microbios. Los dos científicos
que han encabezado ese descubrimiento discrepan sobre si ello implica
una revolución en el seno de la teoría más fundamental
de la biología.
Dos
a quererse
Los biólogos Margulis y Gupta son dos rivales antes que
dos colegas, pero sus descubrimientos combinados han demostrado que
la célula eucariota se formó hace unos 1500 millones de
años sumando los genomas de tres microbios. Esos tres genomas
siguen ahí, en cada neurona del lector, en cada célula
de su hígado o de su piel. En un sentido muy fundamental el lector
no es, en realidad, más que la suma de aquellos tres microbios.
Dicho sea sin ánimo ofensivo.
Los libros de texto actuales dividen a los seres vivos en tres grandes
reinos: las bacterias (los microbios unicelulares clásicos),
las arqueobacterias (también microbios unicelulares, pero capaces
de vivir en condiciones físicas muy extremas) y los eucariotas,
que incluyen a todos los animales y plantas.
Los eucariotas están hechos de células eucariotas. Y cada
célula eucariota es muy distinta de una bacteria: tiene el genoma
empaquetado en un núcleo, un complejo sistema de andamiaje y
transporte interno, y unos orgánulos llamados mitocondrias que
le sirven como factorías energéticas para transformar
la comida en combustible químico.
Ya en los años setenta, Margulis fue la impulsora de una gran
herejía científica: la idea de que las mitocondrias provenían
de antiguas bacterias y que, por lo tanto, la célula eucariota
era en parte el resultado de una simbiosis entre microorganismos primitivos.
Aquella herejía de Margulis es hoy una verdad científica
admitida por todo el mundo.
Otra
boda
Pero Gupta ha mostrado ahora que, aun dejando las mitocondrias
a un lado, el mismísimo núcleo de la célula eucariota,
es decir, su sacrosanto genoma, es también el resultado de una
boda simbiótica entre otros dos microorganismos: una arqueobacteria
y una bacteria común.
Los datos de Gupta, reconocido por sus colegas como el mejor evolucionista
molecular del mundo, revelan incluso qué parte de nosotros proviene
de cada uno de esos dos microbios. La bacteria común nos aportó
los genes del metabolismo, la cocina de la célula que se dedica
a romper en pedazos las moléculas que comemos y a montar los
pedazos en nuevas combinaciones para suministrar los componentes que
la célula necesita para vivir.
Y la arqueobacteria aportó a la boda el software necesario para
procesar la información genética: las funciones que permiten
a los genes sacarcopias de sí mismos, y las que les permiten
significar algo, es decir, traducir el orden de las letras químicas
(bases) en el ADN en el orden de otro tipo de unidades (aminoácidos)
en las proteínas, las máquinas microscópicas de
la vida.
Que Gupta haya logrado deducir todo eso es realmente notable, ya que
la tecnología que ha usado comparar las secuencias de ADN
de los seres vivos actuales es exactamente la misma que sus colegas
utilizaban desde hacía décadas para obtener teorías
completamente diferentes.
El principio que subyace a esta técnica es simple. Las especies
van acumulando mutaciones (erratas en el ADN) lenta pero inexorablemente.
Por tanto, dos especies muy emparentadas (es decir, que comparten un
ancestro común cercano) tienen secuencias de ADN más similares
que dos especies más alejadas.
Firmas
delatoras
Precisamente estas comparaciones habían conducido a clasificar
las arqueobacterias como un reino independiente (pese a que su aspecto
es casi idéntico a las bacterias comunes). Pero Gupta, en lugar
de limitarse a hacer comparaciones generales, utiliza lo que él
llama firmas en el ADN: adiciones o sustracciones de varias
letras contiguas que ocurren una sola vez en un ser vivo y luego se
pueden identificar con seguridad en todas las especies que descienden
de él.
Con esa lupa evolutiva de alta precisión, Gupta ha demostrado
que las bacterias comunes se dividen en realidad en dos reinos fundamentales.
Y con ello ha venido a devolver la razón a los microbiólogos
decimonónicos, porque los dos reinos de Gupta no son más
que las bacterias Grammpositivas y Gramm-negativas
que nuestros bisabuelos estudiaban en el colegio. Y las arqueobacterias
no constituyen en realidad ningún reino separado, sino que son
una clase un poco rara de bacterias Grammpositivas.
Fue una bacteria Gramm-negativa la que se asoció con una arqueobacteria
(es decir, con una Gramm-positiva un poco rara) para crear la célula
eucariota. Este suceso ocurrió una sola vez en la historia
del planeta, asegura Gupta. Lo podemos saber porque el suceso
dejó su firma en muchos genes y esa firma aparece hoy en todos
los animales y plantas sin excepción.
Margulis y Gupta discrepan en los detalles. La científica está
convencida de que ha identificado exactamente qué dos microbios
crearon el núcleo eucariota. La arqueobacteria era Thermoplasma
y la bacteria era Spirochaeta, dice Margulis con seguridad. En
privado, Gupta no disimula su exasperación: Le he dicho
varias veces a Lynn que la célula eucariota no lleva la firma
de Spirochaeta, pero ella sigue insistiendo.
Los dos científicos también discrepan en una cuestión
mucho más fundamental. La idea esencial de Darwin no fue que
las especies evolucionan, sino que evolucionan por selección
natural. Es decir, por una lentísima acumulación de ínfimas
variaciones aleatorias, cada una de las cuales se va imponiendo porque
supone, por mero azar, una pequeñísima ventaja para su
portador. Es ahora obvio que el origen de la célula eucariota
ocurrió por un mecanismo contrario al darwinismo. Pero Gupta
opina que se trata de un suceso excepcional y Margulis cree que ese
tipo de bodas simbióticas son la esencia de la evolución
de las especies a todas las escalas.