ESPECTACULOS
Doble de
riesgo
Mausi Martínez
llegó de Formosa a mediados de los 80, y desde entonces su fuerte entrenamiento
físico le deparó situaciones tan dispares como actuar con el grupo De
la Guarda o ser doble de riesgo de Araceli González. Ahora se apresta
a debutar como Madame Mao, bajo la dirección de Oscar Barney Finn, mientras
prepara un homenaje a Manuel Puig que se llevará a cabo en General Villegas.
Por Moira
Soto
Dónde
estaba esta chica que es capaz de una actuación tan impactante?,
se preguntaba allá por 1997 y l998 buena parte del público
que asistió masivamente a la brillante puesta de Oscar Araiz
y Renata Schussheim sobre la novela Boquitas Pintadas, de Manuel Puig.
La chica morocha, carnal, enamorada, era Mausi Martínez, llegada
de Formosa a la Capital a mediados de los 80, ex estudiante de periodismo
y antropología, ex bancaria y actriz desde que descubrió
esa vocación para toda la vida (lo que no quita que esté
estrenando la dirección teatral, pero eso lo contará ella
más adelante). Cuando el lunes próximo se levante el telón
en el British Arts Centre (BAC, Suipacha 1333), Mausi Martínez
será Madame Mao, dirigida por Oscar Barney Finn. En esta pieza
de Monica Ottino actúan también Omar Oris, Sergio Oviedo,
Cesar Repetto, Paulo Brunetti y Jorge Prado, vestidos por Mini Zuccheri
e iluminados por Leandra Rodríguez.
Aquel primer taller de teatro al que Mausi ingresó por sugerencia
de un amigo fue como una iluminación íntima. De allí
paso a la Escuela Municipal de Arte Dramático que cursó
de principio a fin: Entendí que era eso lo que necesitaba,
algo que me expresara físicamente, que dejara salir ciertos monstruos
agazapados, que si no afloraban sublimados podían llegar a provocar
algún desastre. ¿Una asesina serial acaso? Claro,
una Hannibal Lecter, Mausi se muere de risa ante perspectiva tan
canibalesca. O, por qué no, alguien un poquito mejor. Pero
en el teatro encontré la expresión de impulsos muy profundos,
eso seguro.
Esta aventurera de alma y cuerpo doble de riesgo, integrante temporaria
del grupo De la Guarda supo ser una bancaria fatal: Muy
desbolada, iba con los zancos al laburo, con bolsas llenas de trapos.
Pasé por cuentas corrientes, mesa de dinero, giros y transferencias.
Cuando logré automatizarme, tenía el libro de teatro abajo,
tipeaba en la compu y eso salía con fritas. Por supuesto, faltaba
mucho cuando se acercaba un estreno. Mausi Martínez hizo
teatro infantil, no se privó de pasar en el 91 y 92
por La lección de anatomía (que ya era antigua cuando
yo estuve, pero bueno, fue un hito: para ellos, no para mí).
Siguió con el teatro (Camino negro, Colón, el desvío,
La pasajera, Marchitas como el día) hasta que llegó el
gran momento de lucimiento y aplauso popular con Boquitas Pintadas.
En el interín hubo algo de tele (Vivo con un fantasma, Poliladron)
aunque reconoce sus conflictos con el medio (hay un momento en
que tengo que defender lo que estoy diciendo. Y si no creo en ese texto,
no lo puedo hacer desde la actuación).
La gran experiencia de Boquitas... salió tan bien porque
se fusionaron dos cosas igualmente importantes para mí: contar
con un texto de alta calidad y la posibilidad gracias al genio
de Oscar Araiz de expresarnos físicamente. El no es específicamente
director de actores y yo no soy bailarina, pero hubo algo allí
que funcionó maravillosamente. De hecho, tenemos un proyecto
en marcha con Oscar que es Molly Bloom, el último monólogo
del Ulises de Joyce, que ya empezamos y tuvimos que pararmomentáneamente.
Yo creo mucho en el laburo de cuerpo y espíritu. Actualmente
me resulta difícil pensar en un teatro convencional, sólo
de texto. Para mí hay un disfrute especial en poner el cuerpo
entrenado, en afinar la destreza, desde luego como vehículo de
emociones.
El miedo
y el salto
¿Qué diablos te pasa con el tema del riesgo
físico, que te excita tanto?
Me da un miedo total y absoluto cuando ya no puedo echarme atrás
y estoy saltando. Antes, placer y felicidad infinitos. Luego del impacto,
vuelve el disfrute. No se puede explicar en palabras, como tampoco un
orgasmo. Pero ya no hago de doble de riesgo. Si me arriesgo físicamente
es como actriz, a través de mi personaje, pero supe doblar a
Araceli González cuando se tiraba de una moto en La Banda del
Golden Rockett. Ya en Período Doma, con De la Guarda, estuve
colgada de un guinche a 70 metros, con compañeros muy diversos,
me encantó. Siempre hice esgrima, natación, equitación,
paracaidismo. De loca y de india que era, nomás.
Aparte de papeles chicos, en cine tuviste dos protagónicos:
24 horas, algo está por explotar y Buenos Aires plateada, donde
te tocó una cruda escena de sexo. ¿Fue muy complicada
de interpretar?
No éramos Sharon Stone y Michael Douglas, eso lo teníamos
claro: yo no tenía un picahielo ni era rubia... Con Luis Luque
hacíamos un matrimonio que iba a coger sobre la mesa en una escena
cotidiana, desprolija como la vida. Y nada, entrábamos en acción
y nos olvidábamos de la estética, si las patitas te quedaban
expuestas como las de una rana, había que bancárselo.
Tuvimos al comienzo diez minutos de tensión y el resto fue cagarnos
de risa en las repeticiones.
¿Te preguntás alguna vez por qué no te llaman
más para el cine, para algún proyecto piola de TV?
No tengo la menor idea. Debe ser que yo también me encanuto
mucho, entre mi laburos de teatro, las cosas en las que estoy trabajando
paralelamente. Tampoco hago pasillo en los canales porque no me da por
ahí. De todos modos, después de Plateada apareció
algo que estamos armando con el director de Sotto Voce, Mario Levin,
a partir del momento en que él asistió a un ensayo de
Molly Bloom. La idea es hacer el monólogo en cine, con libro
de Luis Gusmán. Esto empieza pronto y me da muchísima
ilusión.
¿Te sentís representada por el fluir mental de Molly
Bloom?
Es imposible que haya una mujer que no se identifique con algún
momento del monólogo. Hay una absoluta revelación de la
psiquis femenina ahí, no sé cómo hizo Joyce para
entrar en el alma de una mujer, pero lo logró.
Además de hacerte cargo de las maldades de Madame Mao ahora
estás abocada al gran homenaje a Manuel Puig que se hará
en octubre.
Ay, sí, La gente de General Villegas me llamó el
año pasado para que hiciera un fragmento de Boquitas. Me enganché
con personas de la Biblioteca, con Patricia Bargero que me propuso hacer
algo más para este año. Y me entré a copar con
armar con ella una serie de eventos que terminaron siendo el Programa
Puig en Acción. Van a asistir escritores de afuera y locales,
investigadores de distintas universidades de aquí y del exterior.
Y yo voy a dirigir una suerte de performance con una banda de 35 actores,
en realidad sólo cinco o seis del oficio, y el resto gente del
lugar, entre los que se encuentran descendientes de aquellos que inspiraron
Boquitas... y La traición de Rita Hayworth.
La mala de
la Revolución
¿Madame Mao es la primera villana de tu historia como
actriz?
Sí, aparentemente es la más mala. Desde luego, se
trata de un personaje muy complejo, con claroscuros. La verdad es que
todo el elencose sentó con Barney Finn a discutir el texto, a
hacer una adaptación. Porque de hecho el texto de Ottino era
inicialmente un monólogo y el director decidió abrir el
juego con la autora y desglosar personajes. Terminó siendo un
trabajo grupal, porque finalmente no es moco de pavo: es la Revolución
Cultural China que, por otro lado y salvando distancias y diferencias
toca algunos puntos de lo que está pasando con el casi exterminio
de la cultura acá, en la Argentina. En algún momento se
dice bueno, teníamos razón, la cultura significa
algo cuando mueve multitudes. Es decir, ese concepto de cultura
masiva, demagógica que se despliega ahora: hagamos megaeventos,
sumemos mucha gente y quedemos como benefactores de la cultura. Cuando
en verdad la cultura pasa por mil lugares diferentes, sin necesidad
de contabilizar en números abultados que sirven para autopromocionarse.
Al menos aquí no existe esa censura ideológica que
caracterizó a la llamada Revolución Cultural...
Bueno, aquí y ahora la censura pasa por lo económico:
tanta gente que no se puede comprar un libro nuevo, ir a un estreno.
La Revolución Cultural fue bastante idealizada por intelectuales
y artistas de Occidente en los 70. ¿Hiciste tu propia revisión
del tema?
Uf, tantas cosas hay para revisar. Entre otras cosas, estuve viendo
el material que reunió nuestra vestuarista Mini Zuccheri, vi
esas fotos de la gran plaza de Tiananmen, el lugar donde la juventud
revolucionaria juzgaba a los viejos intelectuales. Ahí estaba
Madame Mao rodeada de una horda de más de cien mil mocosos en
traje de fajina juzgando a los pensadores, a los creadores considerados
viejos contrarrevolucionarios. Los humillaban, los golpeaban y después
les metían un tiro públicamente. Sin llegar a ese extremo,
te digo que ahora la glorificación e inflación de ciertas
figuras juveniles, sin otro mérito que la edad, tiene algún
punto de contacto con lo que pasó en la China.
¿Cómo es encarado en la pieza el personaje de Madame
Mao?
La obra empieza con el juicio que le hacen a ella, que se siente
traicionada por el Régimen. No bien muere él, en vez de
nombrarla sucesora, la meten en cana por los excesos que cometió
durante la Revolución Cultural que estuvo en sus manos. Entre
el comienzo y el final del juicio, se va desarrollando su historia.
Somos dos personajes que hacen el relato, dos versiones diferentes:
Kuo-Feng (Omar Dris) y yo, Madame Mao. El es el único que tiene
la prueba de que ella cometió delación bajo tortura y
la chantajea de continuo en vida de Mao. Pasamos por mis amantes y sobre
todo por la relación con Mao, yo creo que hubo una historia de
amor muy fuerte de movida. Después quedó entre ellos otra
pasión, la del poder. Hubo una hija que luego terminó
despreciándola mucho a ella. Madame Mao sufrió en su juventud
los terribles condicionamientos que recaían sobre las chinas
de la época, se rebeló cuando su abuelo quiso vendarle
los pies para que no le crecieran y no se le convirtieran en muñones
como a tantas mujeres de su país. Ella siendo una chica queda
a cargo del abuelo que la lleva a prostíbulos. Pregunto: ¿desde
dónde se puede juzgar a una persona que pasó por esas
situaciones?
El régimen de Mao terminó con la compra de esposas,
la poligamia, el rapto, las mutilaciones, las limitaciones para ejercer
oficios. ¿Madame Mao, además de apoyarlo, se mostró
solidaria con sus congéneres?
No es lo que aparece en la pieza. Ella tomó represalias
con las esposas de los políticos, eso está probado, y
circulan anécdotas terribles pero poca documentación.
Faltan piezas en este rompecabezas. Ahora hay toda una corriente que
reivindica a Mao pero aclarando: lástima que tuvo a esa jabru
al lado... Creo que se simplifica. Además, hay que considerar
que ella proviene de una cultura tan ajena, tan distante, en la que
el dolor y la muerte pesan de otra manera.
Si no villana químicamente pura, era una dura auténtica.
Durísima. Incluso físicamente. Barney necesitó
de mí mucho de esto físico que tanto me expresa, hice
entrenamiento de tai-chi. En algún momento me enojé mucho
con el personaje, me lo llevé a casa muchas veces preguntándome
cómo hacer para convivir tanto tiempo con la maldad. De todos,
aprendí indirectamente algo de ella: a empezar a pelear por mi
dinero, a darle bola a ese tema y no hacerme la desentendida como de
costumbre. Me puse muy combativa en un rubro en el que flaqueaba mucho.