PERSONAJES
El
geógrafo
de rostros
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Peter
Lindbergh, el gran fotógrafo alemán que ha hecho casi
toda su carrera en París, logró imponer el blanco
y negro en un medio en el que había fascinación por
el color. Su gran sello son los retratos, gestos desconocidos que
captura en caras conocidas. |
Por
C. A.
Peter Lindbergh
es actualmente uno de los fotógrafos más célebres
del planeta. Su estatura hace rato
que desbordó la calificación de fotógrafo
de modas. Durante los últimos treinta años, las
mujeres más bellas, modelos y actrices, pasaron delante de su
lente. Lindbergh ha sabido construirse una firma que implica el blanco
y negro, que incluye muchas veces los paisajes y el movimiento. Nació
en 1944, en Alemania. Alguien alguna vez le ha preguntado qué
significa tener esa nacionalidad y haber nacido ese año, cuando
todavía el demonio nazi azotaba en Europa. Lindbergh aclaró:
No me siento culpable, y el periodista le retrucó
que por supuesto no hablaba de culpabilidad sino del significado de
pertenecer a esa generación alemana, que llegó al mundo
bajo esas circunstancias. Lindbergh dijo: Probablemente, la predominancia
del blanco y negro en mi trabajo tenga que ver con mi país de
origen. Y recordó, como una ráfaga, las imágenes
que lleva grabadas a fuego en su memoria, la cara de Marlene Dietrich,
los films de Fritz Lang y Wim Wenders, las fotografías de August
Sander.
Lindbergh, en su juventud temprana, supo ser un hippie que viajaba haciendo
auto-stop. Aprendió inglés confraternizando con los mochileros
norteamericanos, con los que compartía aventuras cotidianamente.
Su primer vínculo con el arte fue a través de la pintura.
Era demasiado moderno, admite ahora, a sus casi sesenta.
Su aproximación a la fotografía tardó: recién
se sintió tentado a hacer fotos a los veintisiete. Se convirtió
rápidamente en el asistente de un fotógrafo célebre,
Hans Lux. No pasó por escuelas de fotografía: fue directamente
a los hechos. Su propia carrera la empezó haciendo fotos para
pequeñas boutiques de vanguardia en Düsseldorf, la ciudad
en la que eligió instalarse. Sólo cinco años más
tarde ya era el fotógrafo mejor pago de toda Alemania. Tras haber
hecho tapas para Stern, el director artístico de Marie Claire
lo convocó a París. Allí terminó de despegar.
Me mudé a París en 1978, y desde entonces todo sucedió
como en un dominó.
El estilo Lindbergh ha ido solidificándose desde entonces. El
eje es, como él mismo ha reconocido, el blanco y negro, y una
inclinación nítida por los retratos. Como ninguno, Lindbergh
capta y captura expresiones de rostros famosos que nadie más
ha podido ver. Se ha hecho famoso, así, por mostrar con su cámara
aspectos de hombres y mujeres ya conocidos, pero instalados completamente
afuera del cliché que ellos mismos han inventado. Cuando
elijo una foto entre todas de la plancha de contactos, aunque se trate
de una foto de moda no lo hago fijándome en los pliegues del
vestido o en el brillo de los zapatos: siempre miro la cara de la modelo,
dice. Lo mío es la geografía de los rostros.
Lindbergh no se sustrae a lo evocativo. Mis primeras fotos fueron
fotos de niños. Tengo una de mi sobrina tirada en la hierba,
la cabeza apoyada en las manos. Esa misma pose fue la que encontré
hace cinco años fotografiando a Sharon Stone.
El fotógrafo alemán ha optado muchas veces por llevar
a mujeres, sus modelos o actrices, con estilos altamente sofisticados,
a locaciones en playas o en desiertos. Es su manera de desvestir a esos
personajes. Se ha dicho de la luz con la que él trabaja que es
europea. El responde: Muchos fotógrafos trabajan
con un costado de sombra y un costado de luz.La sombra es usada como
una máscara que envuelve el rostro. Yo prefiero una luz sin sombra,
una luz unificada.
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