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RUSIA HOY
Viktor,
Viktoria
Viktor
Pelevin es uno de los más destacados narradores de la literatura rusa
actual. Mondadori está preparando la traducción de tres de sus novelas
(Generación P, Omon Ra y El meñique de Buda), que aparecerán a lo largo
de este año. Presentamos a continuación la obra revulsiva de �uno de los
veinticinco autores a tener en cuenta en el siglo XXI�.
POR MAXIMILIANO
GURIAN Una larga década después de la caída del
régimen soviético, los lectores argentinos desconocen casi
por completo las letras rusas contemporáneas. Su nuevo abc literario,
sin embargo, se deletrea cada vez con mayor ímpetu y depara inusitadas
sorpresas para quienes aún lo identifican exclusivamente con el
realismo decimonónico o recuerdan tan sólo los ecos de una
vanguardia perimida bajo el peso convertibilidad mediante
de la revolución capitalista. En Rusia, por ejemplo,
Víctor se escribe con k y es el nombre de pila que un tal Pelevin,
ex oficial de la Armada Roja, decidió darle a su hijo en 1962.
Hoy, con una obra prolífica en su haber, Viktor Pelevin es el escritor
más irreverente, audaz y leído de la literatura post-comunista.
A inicios de los años 90, este joven moscovita deja a un lado su
título de ingeniero aeronáutico y publica su primer libro
de relatos, La linterna azul, seguido incontinenti de la novela breve
La flecha amarilla. Desde entonces la crítica conservadora intentó
inocular sus desmitificantes y corrosivas narraciones tildando al autor
de ser un virus capaz de destruir la memoria cultural rusa.
Del otro lado del Atlántico, los especialistas no tardaron en afiliarlo
a las corrientes literarias más renovadoras de la actualidad y
de la tradición modernista: al apellido Pelevin se adjuntan, a
piacere, nombres consagrados desde Franz Kafka hasta Martin Amis,
sin omitir nunca, por cierto, el adjetivo ruso, suficiente al parecer
para definir su obra en toda su esencia. La fórmula más
exitosa hasta el momento asegura que Pelevin es, sin duda alguna, un
Nabokov psicodélico para la era cibernética.
Rótulos al margen, los textos de Pelevin despliegan una poética
que alardea, virtuosa, de la mezcla de registros y propone, a través
del absurdo, una relectura despiadada de la tradición literaria
y de la historia rusa. Un hombre se disfraza de robot para tripular una
misión suicida que oculte el retraso de la URSS en la carrera espacial
(Omon Ra); dos empleadas de limpieza de un baño público
dan cátedra de filosofía existencial mientras los excrementos
se adosan a los nuevos ricos embelesados con las posibilidades adquisitivas
que la Perestroika propugna (Un problema de lobizones en la Rusia Central);
tres mosquitos entrepeneurs comercian hemoglobina y glucosa en una sátira
hilarante digna del incisivo grotesco de Bulgakov y Gogol (La vida de
los insectos).
Los personajes de Pelevin están signados por una fractura cósmica:
la revolución copernicana del capital ha refutado la primitiva
creencia que proclamaba al Kremlin como centro indiscutido del universo.
Otrora héroes de una gran nación, hombres y mujeres vagabundean
por una tierra sin estandartes, haciendo denodados malabarismos con las
barbas dogmáticas (y utópicas) de los antiguos dioses cuyas
estatuas son ahora meras curiosidades para turistas para reinventar,
de un modo u otro, la propia identidad.
En el marco de una sociedad abismada en una narcolepsia colectiva como
en el notable relato Duerme, el agotamiento de la ideología
oficial deja desamparados a quienes rigieron sus vidas sin más
opciones que la fe. De tales restos se alimenta la literatura de Pelevin.
Sus ficciones juegan, insolentes, a exhibir el vértigo de una era
sin valores que entroniza el interés, con resuelto desparpajo,
como meta única de todo accionar humano. Reformulaciones paródicas
de la teoría de la alienación lukacsiana, sus historias
anuncian, a principios del siglo XXI, la actualización, por vía
negativa, del modelo narrativo del bildungsroman. Para enseñar
el caos, Pelevin mina, en cada una de sus obras y con una prosa tan mordaz
como versátil, las convenciones perceptivas instituidas por la
escuela realista.
En Generation P, su más reciente novela, Pelevin conjuga con gran
oficio dos pasiones encontradas: una cuidada reluctancia hacia los medios
de comunicación y una insólita devoción por el budismo
zen se aúnan en lanarración de las vicisitudes iniciáticas
de un joven poeta de la Generación Pepsi rusa. Vavilen
Tatarski, el protagonista, se aventura en una profesión parasitaria
que reclama creativos, no artistas. Poco después descubre,
extasiado, que los cambios radicales en el imaginario socio-político
se explicitan en la lengua con desplazamientos banales, pero efectivos.
El lector no se sorprende, entonces, cuando advierte que la consigna partidaria
El individuo no es nada, lo colectivo es todo deviene, filtrada
por el manual del buen redactor, la expresión de una gaseosa discreta.
De tal modo, la novela expone un mundo en incesante descomposición,
atiborrado de mitologías babilónicas, alucinógenos
y lemas publicitarios que nos posibilitan vislumbrar, en palabras del
autor, el ilusorio sentido de libertad, la anticipación de
la catástrofe en la Rusia actual.
Aún inédita en español, la obra de este autor de
culto brega por dotar de sentido la experiencia de una época desconcertante
y, palabra a palabra, dicen, se acerca cada vez más a una cautivante
e insidiosa victoria. Con k.
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