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EL
EXTRANJERO
CARRY
ME ACROSS THE WATER
Ethan Canin
Random House
Nueva York, 2001
206 págs. U$S 23,95
El norteamericano
Ethan Canin es un escritor que apuesta al rescate y conservación
de una literatura dorada que empalma directamente con los nombres de Francis
Scott Fitzgerald y John Cheever. Es, también, una aberración
y una excepción: no sólo se hizo célebre en 1988,
cuando todo era revulsión yuppie estilo McInerney y Ellis, con
un primer libro que era una colección de relatos atemporales El
emperador del aire sino que, además, era estudiante de Medicina
en Harvard. Canin vivió en Bolivia, atendió pacientes hasta
un par de años atrás y, por el camino, se hizo tiempo y
espacio para publicar una novela incomprendida Río azul,
1991-, un impecable y hasta ahora no superado libro de novelas cortas
o cuentos largos El ladrón de palacio, 1994 y una fallida
reescritura del Brideshead Revisitado de Evelyn Waugh con el título
de Por reyes y planetas, publicado en 1998.
Buenas noticias: Canin ahora profesor en el célebre Iowa
Writers Workshop, del que alguna vez fue alumno vuelve a hacer
lo que mejor hace en la novela Carry me Across the Water. Historia atomizada
y crepuscular que gira alrededor de la figura de August Kleinman, joven
judío alemán que llega a los Estados Unidos huyendo de los
nazis y que hace suya la teoría y la práctica del Sueño
Americano. Así entre flashbacks y zooms, la novela
arranca con un Kleinman anciano en el momento en que descubre y comprende
que el mundo en el que vive puede arreglárselas para vivir sin
él. Tal vez por eso se permite dos últimos actos de rebeldía:
el primero consiste en, siendo millonario retirado, trabajar en un supermercado
llenando las bolsas de los clientes; el segundo, más trascendente,
lo lleva de vuelta a Japón en busca de redención. El libro
según Bernard Malamud narra el arco de una vida
y es un milagro de compresión y comprensión: en poco más
de 200 páginas con letra bien grande, Canin se las arregla para
incluir todo lo que hizo y hace a la existencia de un hombre difícil,
volviendo a probar que pocos jóvenes escriben viejos como él.
Los breves capítulos o micro-relatos van enhebrando
las idas y vueltas de un hombre a medida que se acerca y se enfrenta a
un hecho fundamental y secreto de su biografía: la culpa nunca
superada de un encuentro con un soldado japonés en una cueva de
la Segunda Guerra Mundial, donde descubre el miedo y el coraje. Por ahí
se mencionan, como música de fondo, las suites para cello de Bach
inmortalizadas por Pau Casals. La cita no es casual: la lectura del libro
de Canin novela de cámara si la hay, así
como la audición de las suites, produce ese efecto circular y recurrente
de una melodía o trama que se acerca y se aleja de un momento trascendente
antes de atreverse a atraparlo entre sus zarpas y ofrecerlo a quien espera
a un costado. Producto de una confesa simplificación de mi
estilo otra rareza en un paisaje saturado por los experimentos
freak-barrocos de colegas generacionales como Chuck Palahniuk, Neal Stephenson,
Rick Moody, Jonathan Franzen, Donald Antrim, David Foster Wallace y Steve
Erickson, entre otros, Carry me... es tan perfecto en su forma,
montaje e intenciones que, por momentos, despierta la sospecha en el lector
de estar siendo manipulado por el autor. Sospecha que, por suerte, dura
poco.
Rodrigo Fresán
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