|
FOTOGRAFIA
Y POLITICA
Memory
Art
Nexo
es un ensayo fotográfico de Marcelo Brodsky que ordena su producción
(desde finales de la década del setenta hasta ayer nomás)
alrededor de la memoria, su obsesión estética y política
más recurrente. A continuación, un collage de textos tomados
de ese libro inevitable publicado por la marca editora con los auspicios
del Centro Cultural Recoleta, donde puede verse la muestra que le sirve
de pretexto.
El Siluetazo
por Marcelo Brodsky
El Siluetazo fue uno de los
hechos artísticos más fuertes que se produjeron en la Argentina
durante el siglo xx. ¿Dónde están los desaparecidos?
¿Qué hicieron con ellos? La pregunta sin respuesta inundó
las calles de las ciudades del país cuando cayó la dictadura
y se estaba recuperando la democracia. Las siluetas se estamparon en paredes,
persianas y señales urbanas exigiendo verdad y justicia. Poco a
poco se fueron desvaneciendo de las calles de la ciudad, pero dejaron
impreso su reclamo en la memoria colectiva. La interpretación artística
de lo que estaba sucediendo se integró en las movilizaciones populares
que exigían juicio y castigo a los asesinos de la dictadura, legitimándose
de hecho como una poderosa herramienta de lucha callejera. El Siluetazo
empezó a formar parte, al mismo tiempo, de la historia de la lucha
por la plena vigencia de los derechos humanos y de la historia del arte
en la Argentina. Por ese motivo, el registro fotográfico de ese
nuevo lenguaje es la imagen inicial de Nexo.
Mármol, imagen y
martirio
por Horacio González
Las obras de Marcelo Brodsky tratan del tiempo, hacen llorar un llanto
interno, callado, y obligan a pensar en la fotografía como un arte
que aún no habíamos comprendido acabadamente. ¿No
es que la fotografía aparece como la recreación de una inmerecida
inmortalidad? Porque a la ambición de captar el instante la solemos
justificar como una incómoda pero necesaria justicia frente a la
irremediable fugacidad del mundo. La modesta mímesis de la fotografía
parece resolver entonces una codicia muy comprensible de la conciencia:
eternizar lo pasajero y vano del tiempo.
El espectáculo se completa con lo que cada imagen así capturada
invita a conjeturar. He aquí que cuando observamos una foto se
produce un drama a distancia. El tiempo ha hecho sus advertencias, pero
algo permanece en franco desacato. Se dirá que así es la
memoria, que así disponemos nuestra observancia hacia lo que llamamos
arte, precisamente porque sabe emancipar ciertos objetos del normal flujo
del tiempo.
Y ahora se preguntará por el modo en que, a partir de una foto,
la realidad incautada por ella puede volver a materializarse. Nexo puede
considerarse un atrevido intento de fusionar la imagen con las cosas,
como si las artes representativas hubiesen surgido de una falla imperdonable.
Proyecto asombroso que, lejos de generar cualquier complacencia con lo
trágico y terrorífico de una historia, lo pone definitivamente
de relieve. Es como si en la historia de la fotografía y en sus
posibilidades técnicas quedase encerrada la posibilidad de una
reflexión sobre los hechos más hórridos de la historia
contemporánea.
El arte mnemónico
de Marcelo Brodsky
por Andreas Huyssen
En Europa o en los Estados Unidos, los críticos de mi generación
teníamos una imagen de América latina formada por las novelas
del boom, un fenómeno latinoamericano en el que no resultaba siempre
fácil para el lector extranjero interesado detectar las diferentes
resonancias históricas y tradiciones nacionales. En los países
del Norte, esa literatura ha sido inclusive leída y recibida como
un ejemplo de posmodernismo avant la lettre. Hoy, el boom es historia
y la actual producción literaria de América latina está
muy lejos del éxito internacional de escritores como Cortázar,
Fuentes, García Márquez, Amado o Vargas Llosa.
Se observa, sin embargo, una creciente notoriedad de las artes visuales
latinoamericanas. Dentro de ese pequeño boom hay obras que abordan
el trauma histórico y la memoria de las dictaduras de los años
setenta y ochenta, y cuya resonancia es muy poderosa fuera de Latinoamérica.
Es como si lo que los alemanes llaman Vergangenheitsbewältigung (superación
del pasado) se hubiera convertido ahora en un proyecto casi global de
política de la memoria en el cual el componente latinoamericano
constituye una parte cada vez más audible.
Cuando viajé por primera vez a Buenos Aires, hacia fines de los
años noventa, para dictar una conferencia sobre política
de la memoria (fragmentos de los cuales publicó Radarlibros el
9 de agosto de 1998), me topé con una exposición en el Centro
Cultural Recoleta que me llamó inmediatamente la atención
y me conmovió. Una pequeña multitud en su mayoría
padres con sus hijos y grupos de adolescentes en un paseo de domingo
estaba reunida en torno de una obra titulada Buena memoria, de un artista
a quien yo no conocía. En el centro de la instalación se
veía una foto enorme de una promoción del primer año
del Colegio Nacional de Buenos Aires. Había sido tomada en 1967,
mucho antes de la última dictadura. La foto mostraba múltiples
marcas agregadas y anotaciones en distintos colores. Los rostros estaban
tachados; los cuerpos, inscriptos, grabados. Las marcas y escrituras indicaban
desapariciones, muertes y exilio. Los textos eran bastante lacónicos,
reticentes, pero les añadían a los rostros adolescentes
una dimensión fantasmal. Como si la foto fuera visitada por el
espectro de un futuro aterrador, representable menos en imágenes
que en palabras. Se trataba de una simple obra de testimonio fotográfico
de lo que le había ocurrido a un curso de estudiantes de una escuela
secundaria de Buenos Aires. Una obra eficaz para despertar preguntas de
los jóvenes del público a sus padres y explicaciones de
los padres sobre el pasado reciente del país. Los asistentes estaban
manifiestamente conmovidos y afectados por la primera exposición
de Brodsky.
Gran parte de la nueva obra de Brodsky gira en torno de la memoria de
los desaparecidos, ya sea a través de la recreación de un
depósito de la ESMA, titulada El Pañol y atestada de los
sonidos y olores de ese atroz centro de tortura, o bien de la conmovedora
serie de fotografías de los árboles plantados en el Bosque
de la Memoria por iniciativa de la Universidad de Tucumán, dedicados,
cada uno de ellos, a los desaparecidos de la región. Los in memoriam
cuelgan suspendidos de las ramas: fragmentos de escritura envueltos en
plástico, expuestos a la intemperie, amarillentos y arrugados,
el texto apenas legible.
Proyectos como Nexo, de Marcelo Brodsky artista también activo
en el movimiento de derechos humanos pertenecen a la asombrosa emergencia
en el arte posminimalista y posperformance de lo que yo definiría
tentativamente como Memory art, arte que hace memoria, una práctica
artística que se aproxima a la prolongada y compleja tradición
del art of memory, de las técnicas para recordar, con su mixtura
de texto e imagen, de retórica y escritura. Una suerte de arte
mnemónico público que no se centra en la mera configuración
espacial sino que inscribe fuertemente en la obra una dimensión
de memoria localizable e incluso corporal. Se trata de una práctica
artística que vulnera los límites entre instalación,
fotografía, monumento y memorial.
Su lugar puede ser el museo, la galería o el espacio público.
Su receptor es el espectador individual, pero él o ella es convocado
no solamente en tanto individuo sino también como miembro de una
comunidad que enfrenta el trabajo de la conmemoración.
arriba
|