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DERECHOS
HUMANOS
Las
invasiones francesas
Ex vicepresidente
de la organización humanitaria Médicos Sin Fronteras, Jean-Christophe
Rufin es el flamante ganador del premio Goncourt. Rouge Brésil
relata la verdadera historia de la fundación de la Francia
antártica, el fallido intento galo por conquistar Brasil.
Radarlibros conversó con el autor sobre la influencia de esta aventura
en el pensamiento occidental, y su visión de la intervención
norteamericana en Afganistán, en una semana en la que se celebraron
los actos en defensa de los derechos humanos.
Por Alejo
Schapire,
desde París
Cuando escuché
que había ganado el Goncourt, lloré como un bebé,
confiesa, todavía emocionado, Jean-Christophe Rufin (1952). Es
cierto que, en la recta final del premio más prestigioso de las
letras francesas, estaba lejos de ser el favorito: le habían dicho
que una misma editorial, en este caso Gallimard, no podía ganar
dos años consecutivos y, una semana antes del anuncio, había
visto al outsider Alain Robbe-Grillet colándose en la short list
con La reprise. Además, el presidente del jurado, sordo al reclamo
de sus colegas, que advertían que en el contexto actual sería
poco prudente laurear al incontrolable de Houellebecq, había anunciado
que votaría por Plataforma.
Rouge Brésil vuelve sobre un suceso ignorado por los manuales de
historia, el proyecto de los franceses en el siglo XVI de rivalizar con
los portugueses y conquistar Brasil. Con una prosa clásica, impregnada
de un humor volteriano, Jean-Christophe Rufin describe en 550 páginas
la epopeya del caballero Nicolas de Villegagnon. En 1555, este humanista,
mezcla de Cyrano de Bergerac y Don Quijote, desembarca en una pequeña
isla de la bahía de Río de Janeiro plagada de caníbales.
Pero para fundar este nuevo Jerusalén, Villegagnon necesitaba más
hombres de fe y mujeres, así que solicita la ayuda de Calvino,
que no tarda en expedir nuevos colonos protestantes. Sin embargo, la coexistencia
entre católicos y hugonotes, enfrentados en un debate teológico
sobre si Cristo se encarna en la hostia en el momento de la comunión,
se convierte rápidamente en una sangrienta batalla, poniendo un
fin a la experiencia francesa y anunciando las guerras de religión
que asolarían Europa diez años más tarde.
En una nota, al final de la novela, usted se pregunta por qué el
intento francés por conquistar el Brasil no ha quedado registrado
en la memoria de la gente como los viajes de Colón o Marco Polo.
¿Al día de hoy encontró una respuesta?
Sí, es curioso, porque este acontecimiento tuvo una influencia
enorme en el pensamiento filosófico europeo. Sin embargo, cuando
aquí se habla de las Américas, nos referimos a la América
española: Colón, Cortés, Pizarro, etc. Ahora, yo
tengo varias explicaciones, pero no sé cuál es la correcta.
La primera es porque se trata de una derrota, y a nadie le gusta acordarse
de un fracaso. La segunda, porque justo después empezaron en Francia
las guerras de religión, aplastando este episodio, lo que tuvo
por consecuencia que los que escribieron sobre el tema los sobrevivientes.
se dejaron llevar por este contexto y se caricaturizaron entre sí.
¿La miniguerra de religión tuvo lugar tal cual como usted
la describe?
Absolutamente. Y la pelea en torno de la hostia y la presencia real
de Cristo, el hecho de que los católicos eran tratados de caníbales
por los protestantes (por afirmar que Dios estaba en la hostia), es cierto.
A mí lo que me interesaba era que este asunto de la hostia era
el punto final de una suerte de evolución, que se inscribe en el
Renacimiento, de lo que se llamó el desencanto del mundo,
fue la desacralización de la naturaleza para reducirla a una entidad
exterior. Y los que fueron más lejos en esta abstracción
que consistía en poner a Dios fuera del mundo fueron los protestantes.
No es una casualidad que sean justamente ellos quienes inventaron el capitalismo
industrial. Por eso me parece que esta historia es apasionante, porque
esta isla es un pequeño laboratorio de 400 metros de largo donde
se juega la historia de la civilización occidental.
Entre todos los colonizadores, usted les asigna a los franceses un papel
bastante positivo, dice incluso que ayudaron a los indios a resistir.
Sí. Los que no volvieron a Francia se quedaron con los indios
y no con los portugueses. Lo que es interesante es que fueron ellos quienes
transmitieron el arte militar a los indios, enseñándoles
los métodos europeos para combatir. Así que la resistencia
frente a la penetración portuguesa fue mucho más fuerte.
Por eso la toma de Cabo Frío duró tanto tiempo, porque los
indios habían aprendido a hacer fortificaciones y a usar los cañones.
En Rojo Brasil describe una colonización que se llevaba a cabo
en nombre de una verdad universal, la de la Iglesia Católica. Hay
quien hace la analogía entre esta cruzada y el derecho de injerencia
en el tercer mundo en nombre de los derechos humanos, asimilándolos
a una forma de neocolonialismo. En tanto que médico humanitario,
¿cómo responde a esas acusaciones?
Para resumir mi posición: personalmente creo en una forma
de universalismo de los derechos humanos, que quizás nacieron aquí
pero que son compartidos por todos. Yo soy muy universalista, y no me
gusta el discurso particularista que encierran los derechos humanos en
una suerte de propiedad occidental. El problema es que, en la manera de
defenderlos y de promoverlos, hay algunos estados que se han apropiado
estos valores. Y estos países son tan peligrosos como aquellos
que niegan estos principios y que, en definitiva, imponen sus intereses
detrás de esos valores. Cuando los norteamericanos intervienen
en Afganistán, a mí, en el fondo, me parece muy bueno que
se deshagan de los talibanes y aplaudo. El problema es que esta intervención
es también la de un estado con sus intereses enla región,
y esto va mucho más allá de los derechos humanos y tiene
que ver con una estrategia geopolítica.
¿Qué piensa de la iniciativa norteamericana de mezclar los
bombardeos y el lanzamiento de víveres?
Desde un punto de vista técnico no es absurdo. Es cierto
que para socorrer a la población civil en zonas bombardeadas no
se pueden enviar ni camiones ni aviones civiles. El hecho de que sean
los militares quienes se ocupan de esto no me parece ilógico. Desde
un punto de vista teórico, es verdaderamente inaceptable porque
es la negación de la misión de la acción humanitaria,
es decir la exclusión de los beligerantes. Ésta es la base
del humanitarismo moderno, es lo que establece Henri Dunant (fundador
de la Cruz Roja) al finalizar la batalla de Solferino (1859): La víctima
no es más francesa o austríaca, la víctima pertenece
a la humanidad y se necesita una institución neutra e independiente
para socorrerla. Pero a mí lo que me parece realmente grave en
la situación actual en Afganistán no es el lanzamiento de
víveres, sino el hecho de que los Estados Unidos hayan intervenido
al margen de cualquier mandato internacional, invocando únicamente
una situación de legítima defensa. Porque hoy podríamos
decir que la guerra ha terminado, pero en realidad no ha finalizado en
lo absoluto porque hoy no sabemos qué es Afganistán. ¿Es
el estado número 51 de EE.UU.? ¿Es la propiedad de la Alianza
del Norte? El único instrumento internacional que podría
haber permitido poner este territorio bajo un mandato de protección
provisional, antes de que encuentre un gobierno, es la ONU.
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