Entrevista
de Vicente
Zito Lema y Gregorio Kazi
Hay quienes hablan
de la objetividad como propiedad de las ciencias tradicionales, pero también
extienden ese concepto con inocencia o sin ella a las ciencias
sociales, a las ciencias humanísticas. Soy de los que cree que
especialmente en estas últimas disciplinas es imposible dejar de
lado nuestros sentimientos, nuestras emociones, la mirada con que se nos
presenta el mundo, la realidad que moviliza a la sociedad en un proceso
histórico determinado. Por lo tanto, al iniciar esta conversación,
y en pos de ser rigurosos, te aclaro que me siento conmovido por este
momento tan angustiante y que parecería sin salidas claras
en lo inmediato que está viviendo nuestro país. Pero
como el protagonista de esta conversación sos vos, Fernando, nos
gustaría saber cómo te sentís, dónde estás
plantado, para contestar a las cuestiones que proponemos hacerte.
Creo que se va a ir deduciendo dónde estoy parado en la medida
en que avancemos en la conversación. Hay una cosa muy clara para
mí, algo esencial en la práctica psicoanalítica que
denomino la numerosidad social; digo numerosidad social porque
precisamente el dispositivo psicoanalítico más habitual
es bicorporal o, como decía Pichon-Rivière, bicorporal y
tripersonal. Cuando se coloca un tercero y éste se multiplica por
el número de sujetos presentes ahí, el escenario cambia
totalmente. Sin embargo, para orientarnos desde el inicio, diría
que estoy parado en la producción de pensamiento crítico,
desde el proceder clínico, un pensamiento para nada carente de
afecto y que debe estar facilitado por un proceder crítico. Suelo
decir que antes que nada soy clínico; cuando digo clínico,
me refiero a una clínica ya alejada de la medicina e incluso de
la patología. Es una manera de tramitar, de procesar los datos
de un campo, en mi caso desde la perspectiva psicoanalítica.
La clínica para mí es un proceder particularmente idóneo
como productor de pensamiento crítico. Eso sí, para que
haya pensamiento crítico eficaz, hay que recortar un campo, de
lo contrario sólo se es crítico en el sentido genérico,
algo que a lo sumo marca una postura ideológica. Al mismo tiempo,
lo digo al pasar, en la producción de pensamiento crítico
el titular de la crítica debe ser sustancialmente autocrítico,
capaz de poner sus convicciones, lo que esté en juego, sus textos
más canónicos, en estado borrador. Obviamente, estoy hablando
de la producción colectiva de pensamiento.
Noches pasadas, mientras pensaba en nuestra entrevista, me vino
a la memoria una frase que me ha marcado bastante, es del poeta francés
Rimbaud, quien en plena época de la represión que sigue
a la caída de esa hermosa utopía que fue la Comuna de París,
habló del tiempo de los asesinos. Ante el espejo de nuestro país,
más de una vez pensé si Rimbaud hablaba de las desgracias
en Francia o si anunciaba el imperio de la muerte en la Argentina durante
la última dictadura militar. Para mí, una de las características
de nuestro tiempo de asesinos, fue el ocultamiento, la mentira legalizada
como una verdad absoluta y eterna. Incluso la figurade los desaparecidos
desnuda el ocultamiento como práctica política. No comparo
este tiempo con aquél, tienen semejanzas y distinciones definitivas.
Además creo que si otra vez estuviéramos en la época
de los asesinos, seguramente este diálogo no se daba. Con conciencia
de las diferencias, pero también con conciencia de la crueldad
de este tiempo, hay para mí un rasgo que lo define: los desaparecidos
de ayer son estos excluidos de hoy, estos dueños de la más
absoluta miseria, que además uno ve desnuda. Las desapariciones
estaban, diríamos, marcadas por el velamiento, y esta hambruna
como forma de exclusión y de muerte, se nos muestra sin tapujos
ante los ojos. Pero también este momento histórico presenta
a los líderes del poder desnudándose groseramente frente
a los medios de comunicación. Lo morbígeno de esta época
es a calzón quitado. Lo veo así, y me gustaría encontrar
una explicación de ese traspaso del velamiento perverso de la muerte
a este, diría yo, desfile de la crueldad en la pasarela social.
¿Qué hay detrás de aquel ocultamiento atroz de la
dictadura?, pero mucho más, ¿qué hay detrás
de la desnudez sin estética ni ética que marca esta época?
Ensayando la respuesta más directa, podríamos aceptar
que, tal como vos dijiste, si bien éste no es el tiempo de los
asesinos, en la magnitud que esta expresión puede tener, es el
tiempo de la obscenidad, donde la muerte anda caminando por la calle.
Así como los organismos de derechos humanos tienen sus familiares
muertos, a los excluidos se les multiplican los muertos por el hambre,
la enfermedad, la violencia, por su propia desesperación. En ese
sentido es que la muerte es tan manifiesta, tan obscena. Cuando digo obscena,
me refiero a las tres graduaciones que me importan de la obscenidad: lo
fatal como muerte desnuda; lo siniestro por efecto del acostumbramiento
renegador, y esta palabra algo curiosa, morbígeno,
que pareciera remitir a lo indecente, falta de transparencia donde a la
mortificación sufriente, se suma lo mortecino, por apagado. Esas
tres graduaciones van de mayor a menor; la obscenidad de la muerte en
cuanto fatal, lidera la situación de la obscenidad, sobre todo
cuando se secretea la intimidación que produce la fatalidad. Además
cuando se naturaliza esta situación, zozobrando a la costumbre,
aparece lo siniestro. Estoy hablando no tanto de las víctimas de
la muerte, sino de los posibles testigos de la situación que conviven,
tal vez en connivencia, con ese ocultamiento.
Las consecuencias de ese repudio renegador es el efecto siniestro, que
marca, por ejemplo, la diferencia entre operar, cuando se puede operar,
con chicos, muy chicos, que han sufrido la experiencia traumática
del apoderamiento, en la cual el efecto siniestro ya ha establecido una
estructura recusatoria propicia al olvido indecente, a lo no transparente.
Las cosas son más favorables cuando más temprano se opera.
Frente a ese cuadro de atrocidad o de muerte desnuda, muerte obscena,
hay una situación ligada a la crueldad, que me parece particularmente
importante y es lo que acabo de llamar la connivencia. Connivencia quiere
decir ojos cerrados: cuando frente a la obscenidad se cierran los ojos
como una defensa muy estúpida y riesgosa, o incluso hay un guiño
cómplice, que es otro sentido de la connivencia, que ya no se limita
a dejar de ver: en el guiño hay una participación activa
en el acto cruel.
La obscenidad del poder, que desnuda al excluido, poniendo al más
indefenso ante los rigores de la naturaleza y de la cultura, en el umbral
de una vida que se pierde, esclavos sin escapes en el reino de las necesidades,
demanda a la par distintos grados de inclusión social, con sectores
autoritarios y otros simplemente conformistas que pretenden excluirse
de su responsabilidad, obturando su conciencia. Lo paradójico es
que así finalmente se autoexcluyen por espanto de los
vínculos de una vida social plena.
Sí, hay más sociedad excluida que la que representan
los sufrientes en la primera línea de fuego de la mayor connivencia.
Los que no estamos en esa marginación atroz, podemos decir que
estamos incluidos en lados distintos, pero también en lados distintos
estamos recluidos, recluidos frente a esa realidad, recluidos en barrios
cerrados, puertas blindadas, radio-taxis. Recluidos en el temor, tal vez
porque no se ha normalizado aun la intimidación por efectos renegatorios.
La renegación, negar y negar que se niega, implica una verdadera
amputación del aparato psíquico. Quien está en esa
situación, no sabe a qué atenerse e inexorablemente termina
ateniéndose a las consecuencias; los griegos aludían a la
posición del idiota en relación con esto. Posición
que es también una forma, bastante frecuente, de reclusión.
Me preguntabas antes dónde estoy parado, desde qué lugar
miro el mundo ... Volviendo sobre ello diría que trato de afirmarme
en un presente. Presente es presencia, presente es una mirada que permite
no olvidar el ayer, recuperar el pasado y bosquejar un futuro; tal vez
sólo conjeturarlo.
Trato de estar parado en ese devenir, no ocultando los hechos sin perder
el optimismo. Esto parece ingenuo, pero hay un aspecto que me resulta
bastante importante, allí donde lo ingenuo se pega a lo genuino.
Hablar de optimismo resulta casi escandaloso, pero ésa es mi actitud,
cuando pienso que el escándalo es una herramienta importante para
trabajar en el campo social en los tiempos actuales.
Si algo procura romper ese escándalo, es precisamente esa posición
del idiota. Entonces, hablar de los sentimientos, hablar de la ternura,
suele aproximar por contraste el escándalo. Tal vez volvamos sobre
esto.
Escándalo tiene un origen interesante, y de ahí viene su
relación con el optimismo. Escándalo alude al escandal,
una pequeña vela triangular que inventaron los vikingos para orientar
el aire contra la vela mayor y poder navegar contra el viento. En ese
sentido hablo de optimismo, y no temo ser escandalosamente optimista,
porque a esa vela, el viento la hace ruidosa.
Me quedó resonando la palabra presente. Me despierta la sensación
de un aporte, humilde o cuantioso, lo más que uno puede dar, plantado
en la vida, sin exigir recibo, gratitud o trueque. Allí está
la esencia del presente, la donación de cada sujeto, una conciencia
crítica que se construye en la entrega. Y cuando hablaste de escándalo,
yo no sabía el origen primitivo del término, fui remitido
directamente al escándalo público que estamos viviendo hoy.
Pocas veces fue tan ostentoso el volumen de diferencias entre las clases
sociales, el perverso resultado de la distribución de las riquezas
en relación a una y otra clase, que torna provocativa en todos
sus sentidos la vida social. Volviendo a la pregunta sobre la cual quisiéramos
construir, dándole como una vuelta de tuerca: ¿Qué
hay detrás de un hoy y aquí tan escandaloso? ¿Qué
hay detrás de vivir el presente como si fuera el tributo de una
divinidad que no pide cuentas de nuestros actos, en tanto desconoce el
ayer y el mañana? ¿Qué hay precisamente en la obscenidad?
¿Qué hay detrás de ese desocultamiento obsceno convertido
en filosofía cotidiana? ¿Qué nos mueve a ser obscenos
en la desesperada búsqueda de la mirada del otro? ¿Es ése
el espíritu de nuestra época o, peor aún, la esencia
de la criatura humana se nutre en la obscenidad? Saltando a lo concreto
histórico: alguna vez San Martín habló de andar en
pelotas si era necesario para salvar la dignidad del país. Hoy
el poder local se muestra en pelotas, en tanto no esconde su sumisión
que raya en lo escatológico ante un poder mayor aún,
el del Imperio. Frente a ello, ¿qué es eso de taparse el
rostro por parte de los que menos tienen y más luchan? Hablo de
los piqueteros que se cubren el rostro, al igual que sus niños
piqueteros y sus mujeres piqueteras.
No olvidemos que Marcos, el insurgente mexicano, también
lleva su rostro cubierto... Retomando el concepto de escándalo,
estoy aludiendo a la capacidad de escandalizarse e incluso de ser éticamente
escandaloso. El escándalo que vos definís en pocas palabras
se refiere a la situación expresada de muchas maneras: la escandalosa
distribución de las riquezas, la escandalosa exhibición
que hemos llamado obscena, y siguen las firmas; manifestaciones que representan
la patología del escándalo. Frente a ellas importa que uno
se escandalice y no zozobre a la costumbre. Insisto que esto es importante
y remite a algo muy elocuente: la represión integral significaba
secuestro, tormento inexorable, desaparición de personas y pretensión
de impunidad. Todavía existe la pretensión de impunidad,
la escandalosa pretensión eje de toda corrupción. Esto es
un punto central.
Hay dos figuras de lo que llamo la vera crueldad. La crueldad siempre
necesita de un dispositivo socio-cultural que garantice la impunidad.
Esto es complejo, ya que ese dispositivo socio-cultural, cuyo centro es
la encerrona trágica, donde la víctima está atrapada
sin escape, requiere de círculos excéntricos: el del apoyo
logístico, el de los ideólogos y beneficiarios de esa política.
También el círculo más externo, el de la connivencia,
con cegueras o con la canalla complicidad del por-algo-será. Lo
que quiero señalar es que en este vero cruel lo fundamental, aun
salido ya de su oportunidad de crueldad sistemática, siempre está
presente la pretensión de impunidad. Esta es la característica
del cruel cuando está amparado en el dispositivo cruel, un personaje
que sostiene un saber canalla pretendiendo saber toda la verdad sobre
lo verdadero, todo lo verdadero sobre la verdad.
En las víctimas de esa distribución obscena que margina,
puedo pensar en Berisso, donde intento, una gota de agua en el desierto,
contribuir al desarrollo de una experiencia de trabajo asistencial, que
me habilite a indagar sobre la realidad de la pobreza. Berisso fue un
polo importante de la migración interna provincial, con sus petroquímicas,
sus frigoríficos. Ahora se cerraron esas industrias y se cerraron
también las pymes en gran medida. ¿Cómo definir esa
situación? ¿Como fábrica de qué? ¿Fábrica
de delincuencia? Absurdo, es dejar las cosas arbitrariamente de un solo
lado. Fábrica de violencia social resulta anodino como caracterización.
Esto se definiría más bien como fábrica de sobrevivientes.
Aquí una primera afirmación, que puede resultar escandalosa,
proponiendo que la ética del sobreviviente, en estas condiciones,
no es otra que la violencia. No hay más alternativa que la violencia.
No estoy haciendo el elogio de la violencia, simplemente constato que
no hay otra salida, cuando en las encerronas trágicas no existe
tercero de la ley, o al menos, tercero de apelación solidaria.
Entonces, de resultas de estas fabricaciones sociales nos
podemos encontrar con otra vera crueldad, ahora la del sobreviviente.
Es preferible no encontrarse con su violencia delictiva, me refiero, no
encontrarse como víctima, porque desencontrarse con esta realidad
es imposible y hay que pensar encuentros. Los piqueteros pueden ser una
oportunidad.
Pero ¿cuál es la diferencia entre la pretensión de
impunidad del vero cruel o la del sobreviviente? Que este sobreviviente
va a su propia muerte matando. Pronto lo esperan el cementerio, la cárcel
o el manicomio. En ese cara o cruz se da un límite a la impunidad.
El, sobreviviente, se juega la vida. Esta es la diferencia sustancial.
Entonces podemos decir que la ética forzosa del sobreviviente es
la violencia, aceptando que conceptualmente esto es un escándalo
que nos debe hacer reflexionar.
¿No es también un escándalo que los piqueteros
se tengan que tapar sus caras ante las caras desnudas entalcadas
y perfumadas de los funcionarios del poder? ¿No muestra en
sustancia el velamiento de la resistencia? No se sabe bien cómo
nació, pero primero en el Norte y después en Neuquén
los piqueteros de golpe aparecieron en grupo tapándosela cara en
el medio de la ruta, instaurando una metodología simultánea
y dialéctica de protección y exposición ante el enemigo.
Yo digo que no se tapan la cara por vergüenza, aunque valdría
pensar un poco más acerca de los afectos que este acto conlleva.
No, por supuesto. O será vergüenza por el comportamiento
ajeno. Esa obscenidad del poder que más que nadie acaso muestran
los encargados de dictar justicia. Esa diosa de ojos vendados que hoy
además tiene cortada la lengua... ¿Qué lectura se
podría hacer a partir de lo latente en la máscara?
Si reparamos en Marcos, que es la imagen más publicitada,
creo que el enmascaramiento tal vez está ligado a una forma del
poder, como poder hacer. Tal vez una metáfora del enigma, o es
el enigma en sí mismo, que de esto estamos hablando.
En la tragedia griega, los actores se ponían la máscara,
llamada personare, de ahí, personaje. Los piqueteros también
componen un personaje de la tragedia. Uno podría decir que sí,
que algo hay de la tragedia que toma no el débil rostro del debilitado,
sino el rostro anónimo, tal vez, del anhelo. Podría decir
eso, pero creo que además es una herramienta de trabajo, es una
estrategia frente a la posibilidad de identificación y a los gases
lacrimógenos.
Todo esto supone preguntas a explorar. ¿Sabés cuál
es el origen de la palabra pregunta? Pregunta viene de contus. Contus
es el palo con que un botero, en un curso de agua que no conoce, va tocando
el fondo para no encallar. Como resulta un accionar vacilante, a este
accionar se le dice contare, que por una derivación del latín
culto al latín popular, aproxima precontare, preguntar por el fondo
del agua.
Entonces vamos al fondo de la cuestión, trasladándote la
pregunta, porque pienso que allí hay algunas respuestas que a mí
me interesan, me estimulan...
Jacobo Fijman decía que el que pregunta ya sabe... Acaso
devolver una pregunta al que pregunta es otra manera, humilde, del amor
al saber... Yo siento que en el enmascaramiento de quien enfrenta al poder
hay una ética de la sobrevivencia, que supera un destino de muerte
pasiva a la que es condenado por el delito de pobreza; veo una violencia
también gestual como anticipo de la identidad que se procura; un
símbolo que llama la atención, que escandaliza
y aquí sigo tu lenguaje al cubrirse la cara con un
pasamontañas negro o un pañuelo celeste, como los piqueteros
del Movimiento Teresa Rodríguez.
Lo singular de esta entrevista es que, más que preguntas,
hay mutuos planteos. Insistamos en el rostro que se cubre...
Admito aquí inicialmente una actitud defensiva y en la medida
en que los enmascaramientos se propagan percibo una manera de reconocerse
en un nuevo rol social, se establece un código que los vincula
y diferencia frente al enemigo pero también en relación
a otros excluidos que no combaten. Podría prolongar esta línea
discursiva, pero más íntimamente asocio el enmascaramiento
con la niñez y veo a los piqueteros y aun a Marcos en la plenitud
del deseo y en la inocencia. Cuando niños jugamos mucho a taparnos
la cara. También descubro aquí el surgimiento de otra ética
en el sentido aristotélico de lo público, de la felicidad
como condición común a todos, y de otra moral ligada
a Eros, a Dionisios que confrontan con la ética y la moral
burguesa. Cuando el poder se desnuda exhibe la arrogancia total del que
sabe que no va a ser castigado. Veo también en el taparse un juego.
Creo que es un juego de la vida. Marcos juega a la aventura transformadora
de la vida. Los piqueteros que se mueven originariamente en su hábitat
juegan a lo que saben jugar desde niños, y allí está
su fortaleza. Desde mi lugar veo la acción de los piqueteros como
el juego de la vida frente a una cultura tanática. No queda casi
ninguna opción para los pobres de toda pobreza que enfrentarsecon
la muerte, y la enfrentan desde el juego. El juego de prender las gomas,
el juego de las escondidas frente al humo espeso de esas gomas viejas
que ganan su nuevo valor como arma, el juego de esconderse frente a la
desnudez del poder que no necesita taparse porque no hay ojos reales con
poder de castigo que lo miren y lo juzguen.
Interesante tu propuesta. Estamos hablando de taparse la cara, hablando
de miradas en relación con la obscenidad.
Una manera de ilustrar la obscenidad es pensar en un niño, que
desde su natural invalidez, propia de su muy poca edad, se ve en situación
de mirar, sin ningún velamiento, cosas tales como la crudeza del
sexo explícito o la de la violencia, incluso en relación
a la muerte. Este niño, puede que efectivamente mire, sólo
se encuentre con elementos suficientes estimulando su imaginación.
De cualquier manera estaría atrapado en una fascinación
cruel, aquella que resulta del mirar, con los ojos o con la imaginación,
cómo los padres miran cómo él mira a los padres que
miran... (en un ida y vuelta sin salida) una escena sexual o una escena
violenta.
Algo semejante ocurre cuando el torturado, reducido a total invalidez
física ya sea a cara descubierta o encapuchado, mira, o puede imaginar,
que aquel que lo atormenta mira cómo él mira, y así
sucesivamente, el goce sádico del vero cruel. En ambas situaciones
la invalidez de la víctima sumerge a ésta en el atrapamiento
obscenamente cruel de la mirada. No necesariamente siempre se da este
atrapamiento, pero es posible que suceda.
La crudeza cruel de lo anterior aproxima afectos inherentes a la mirada,
de los que me he ocupado en relación con el adiestramiento de la
mirada clínica. Me refiero a la arrogancia y a la vergüenza.
Tal vez podamos conjeturar acerca de las cosas que están en juego
y en esto sigo tu planteo sobre el juego, cuando pensamos
en ese cubrirse el rostro de los piqueteros. Por supuesto, no se trata
sino de conjeturas atento a no psicologizar arbitrariamente un fenómeno
social. Es así que cuando alguien habla, desde una posición
destacada, proponiéndose a la mirada de los otros, pero sin mirarlos
verdaderamente, está recreando en sí mismo, se lo proponga
o no, la arrogancia. A su vez, quien lo mira sin ser mirado, puede experimentar
sentimientos de vergüenza, situación que queda ilustrada cuando
desde el anonimato propio de escuchar oculto dentro del público,
alguien experimenta una inusual inhibición para tomar la palabra
frente al arrogante que ocupa el estrado. También es posible que
no sea la vergüenza, sino el enojo, el sentimiento prevalente. De
todos modos, los dos afectos suelen inducir al silencio. Un silencio semejante
al estar espiando por el ojo de la cerradura una escena que en su arrogancia
no es ajena a la obscenidad. Podemos imaginar la vergüenza de ser
descubierto en esta situación de la que Sartre se ha ocupado.
Si aludo a estos afectos de la clínica, es porque resulta importante
convertir la arrogancia, una vez identificada y trabajada, en el orgullo
firme para defender una convicción que aparezca merecedora de ser
sostenida. A su vez, la vergüenza, puede trocarse en vergüenza
deportiva, la de quien no baja los brazos defendiendo, aun en desventaja,
lo que cree que debe defender.
Pienso que estas situaciones arrojan alguna luz en relación con
la dialéctica entre la impunidad desnuda que exhibe la obscenidad
del poder, y las víctimas de ese poder que por asumirse soberano
y absoluto las coloca a su merced.
Pienso, por ejemplo, lo que ocurrió días atrás frente
al Teatro Colón, cuando los piqueteros denunciaban a quienes salían
de una función de gala. Efectivamente, el público asistía
a un acto de cultura, pero en este momento es tan abismal la diferencia
entre la vida de unos y otros, que hasta el privilegio de la cultura lastima
y ofende. ¡No les da vergüenza! decían
los piqueteros. Hubieran podido decir: ¡No les da vergüenza
tanta arrogancia!, denunciando el desprecio por el otro desde la
mirada del que mira sin mirar, matando con cruel indiferencia.
Entonces frente a la arrogancia obscena que genera la lucha de los piqueteros,
podríamos conjeturar sólo conjeturar algo acerca
de sus máscaras. Una máscara que de entrada quizás
aluda a la vergüenza del que espía, pero en tanto respuesta
social cobra valor de imagen en lucha, una suerte de vergüenza deportiva
que no se entrega y sigue jugando en verdad, está jugando
su vida, aunque vaya perdiendo por goleada. No es mala jugada hacer
de la vergüenza aquello que en la cancha entendemos por vergüenza
deportiva. Un juego con inventiva, animando fortaleza. Orgullo de defender
lo defendible y vergüenza para defender, aun en desventaja, los derechos,
voy a decir humanos. Dos contrapartes a la arrogancia y a la vergüenza
patológica. La vergüenza de quien no ha perdido la vergüenza
y tiene vergüenza no ahí, sino de la situación a que
ha sido arrastrado. En esta dialéctica de vergüenza y orgullo
empiezan a igualarse las cosas impulsando la producción de pensamiento
crítico, un pensamiento en uso que desde la acción genera
nuevo pensamiento. Todo esto se me ocurre decir, y es poco aun, en relación
con la mirada que encubre y desnuda.
Estamos hablando del juego y de lo deportivo, del aporte lúdico
en un escenario de resistencias, donde el núcleo del enfrentamiento
acaso consista en la necesidad de ser reconocido como sujeto de la vida,
lo primero que el opresor niega, cercena al oprimido. Tengo un recuerdo
que hace al caso. Días pasados realizamos un acto en nuestra Universidad
Popular del que participaron compañeros piqueteros de distintas
partes del país, y uno de estos muchachos, muy joven, piquetero
desde la niñez, contó que ahí en donde vive, en La
Matanza, muy cerca del lugar donde cortaron la ruta, hay una fábrica
en la que trabajó un corto tiempo hasta que quedó otra vez
desocupado. Y también contó, con voz seca, que el dueño
de la fábrica ni siquiera cuando lo despidió lo miró.
Los otros días, mientras cortaban la ruta, apareció con
su coche el dueño de la fábrica. Quería pasar, decía
que tenía una urgencia personal, y no lo dejaban. De repente continuó
el piquetero el hombre bien trajeado y con anteojos lo miró
y lo reconoció, por primera vez en su vida le habló. Es
decir, antes nunca lo había registrado, y sin embargo debía
saber que algo tenía que ver con el muchacho, porque se acercó
y le pidió por favor si lo dejaba pasar. Lo habían llamado
de su casa, tenía un familiar enfermo, explicó. Lo dejé
pasar, dijo el muchacho, sonriendo, y también dijo que, de alguna
forma, tomó en ese momento conciencia de su fuerza. Porque si él
no hubiera cortado la ruta nunca hubiera sido mirado, seguiría
estando muerto para el otro.
La realidad social muestra su cara siniestra. Y lo dramático
es precisamente cuando el sujeto empieza a perder valentía, se
acobarda, acepta las condiciones como vienen, esto implica el aislamiento.
Surge aquella posición del idiota de la que hablaban los griegos.
Se atiene a las consecuencias, porque no sabe a qué atenerse, y
sobre todo se desadueña el cuerpo haciendo lugar a las patologías
asténicas; se pierde así el contentamiento de la acción.
Este es el juego de los piqueteros, es el juego último, tal vez
el juego de la acción, el contentamiento de la acción. Ellos
saben que es un juego en el que es mejor estar enmascarado.
Es un juego sin resultado cierto, donde se apuesta la vida.
Se apuesta la vida, pero quizás en un porcentaje grande de
ellos no hay mandato para la muerte, porque este sujeto que yo nombraba,
el vero cruel sobreviviente que va a su propia muerte matando, tiene un
mandato de muerte, una muerte ya instalada. Es un hombre que no vive hasta
la muerte, vive hacia la muerte con la muerte inoculada, tal vez desde
muy temprano. A veces vemos nuevas víctimas en todas las capas
sociales, pero lo vemos ahora escandalosamente en los sectores más
desposeídos. Es el chico y cómo no pensar en estos
chicos que cree haber escuchado, y a veces lo escuchó: ¡Por
qué no te morís!. Esto es lo que le dice la indiferencia
social, una de las formas de lo cruel que mata con la indiferencia. Frente
a esa indiferencia, la única salida es la violencia. Es posible
que un sujeto víctima de esa indiferencia tenga ya la muerte instalada
y se juegue la vida en la cornisa de la muerte, como en aquella vieja
película donde los chicos se mandaban con un coche hasta el borde
del abismo y el último que saltaba era el ganador, el que más
se había aproximado a la muerte, pretendiendo apoderarse, para
eludirlo, del mandato hacia un destino fatal. En esta situación,
ya no se juega la vida; la apuesta es la muerte.
Reconozco que aún con sus límites sea de organización
o de capacidad de modificación de la realidad en sus niveles más
profundos estoy impresionado por este fenómeno nuevo de confrontación
que constituyen los piqueteros, o fogoneros, como también se llaman
en algunas regiones de la Patagonia.
Repitiéndote, también yo hablaría aquí del
optimismo escandaloso, porque en mi criterio si hay una institución
que registra el tiempo de los asesinos fue el de los desaparecidos, o
la desaparición de personas, hablando con lengua jurídica.
Y si hay una institución que representa este nuevo
tiempo de la crueldad en la pobreza, pero también, y hay que destacarlo,
el alzamiento de las víctimas contra sus victimarios, es en mi
criterio el movimiento piquetero. Aquí hay escandalosamente vida,
escandalosamente juego y siguiendo tu concepción de escándalo
escandalosamente salud mental. Frente a esto aparece otra vez el desafío
de las instituciones y del campo institucional. Cuando se pasa del juego
naïf a la institución del juego, ¿no aparece de alguna
manera el fantasma de la sacralización que anticipa el decaimiento
del proceso? Esto dicho en relación a que se celebró el
primer congreso de piqueteros, y a partir de ahí se organizaron
acciones de piqueteros que fueron bien recibidas por voceros del poder,
y por los bien pensantes de ciertos medios de prensa. El tema
de fondo y de controversia es que los piqueteros dieron posibilidades
de paso, ya no hubo corte de ruta drástico y eficaz. En mi criterio
se pasó del juego que modificaba la realidad al como si del juego,
aparece aquí lo fetiche, o si se prefiere, se crea una alternativa.
Debemos precisar que no fueron los piqueteros como sujetos originarios
y concretos, cada uno de ellos jugados a cara o cruz, los que idearon
la nueva acción; fueron otros dirigentes piqueteros algunos
ligados a estructuras políticas y sindicales legitimados
en el congreso quienes de cierta forma institucionalizaron una estrategia
diferente.
Compleja la cuestión de cuándo las alternativas se
hacen claudicaciones y cuándo la transgresión para
los piqueteros representa el valor, no de una infracción, sino
de una transgresión con valor de ruptura propone una solución,
o el comienzo de una solución, creativa no claudicante.
Cortes de rutas donde hay alternativas, a primera vista es formidable
como metáfora. Porque, precisamente, ¿cuál es la
situación de desesperación que en todo caso provoca la existencia
de los piqueteros como expresión de la transgresión? La
transgresión no es satisfacción ventajera de la infracción,
la transgresión siempre es fundadora, funda la teoría revolucionaria,
la ruptura epistemológica, la toma de conciencia, la fiesta, el
juego. Entonces fijate vos los piqueteros son una muestra
de imaginación, el mentís a la mortificación que
zozobró a la costumbre, el piquetero debe prevenir el riesgo de
este naufragio. Pero vos hablás de cortes de ruta donde hay alternativas.
¿Contra qué están peleando los piqueteros? Pelean
contra la falta de alternativa, están en una encerrona sin alternativa
y las encerronas son trágicas. Hace poco decía en un trabajo
que no hay una declinación para la tragedia, paradrama está
dramatizar, pero para la tragedia no cabe tragizar, la alternativa
en la tragedia es la dramatización del como si que ensaya restablecer
pensamiento en uso. En plena tragedia el dolor psíquico congela
el pensar. Recuperamos en este sentido la anécdota que contaste
del piquetero que fue mirado en la ruta, es decir que había sido
visto pero nunca mirado, porque el dueño de la fábrica había
registrado al piquetero, no se le escapaba, lo tenía visto y hasta
televisado probablemente, pero nunca lo había mirado. Este hombre
dice: Déjeme pasar, tengo un familiar enfermo; y lo
dejan pasar. El piquetero lo cuenta con ingenuidad, hasta se conmueve,
esto es lo genuino. En el primer fenómeno piquetero, el de las
Madres de Plaza de Mayo marchando por la plaza, no hubo apelación
a la violencia, no había condiciones, y esto violentó y
violenta aún la pretensión de impunidad.
A mí me parece que se trata de entender que la dinamización
de la tragedia no se puede tragediar. Esto es la vigencia del drama, el
drama ya es una declinación de la tragedia, ya hay alternativa,
hay pensamientos, hay como si, hay caminos, hay pensamiento afectivo,
como estaba diciendo al comienzo. Yo creo que el piquetero hace su juego
con alternativa, es una alternativa, más si crea cierta esperanza
y se van organizando. Hay una cosa que yo aprendí en la Facultad
de Psicología trabajando con asambleas clínicas en los años
70, cuando todavía era posible. En esos grupos era muy difícil
dar la palabra; había por momentos hasta seiscientas personas,
entonces los que querían hablar se ponían de pie y se hacía
la cola automáticamente. Era interesante cómo en la medida
que se iban organizando, iban surgiendo otros líderes. Eran líderes
para ese momento. Es posible que en el comienzo de los piqueteros pase
lo mismo. En lo que va siendo una situación espontánea,
los más corajudos, decididos, o incluso los con mandato de muerte
toman la palabra, marcan el camino, que en este último caso no
es el camino. Ni lo era en aquellas asambleas, donde resultaba más
fácil lamentablemente por poco tiempo el juego de la
vida. Este es el problema que nos plantean los piqueteros, buscando alternativas,
cuando las encerronas trágicas, con toda evidencia, sólo
muestran la salida de la muerte. Los piqueteros ponen en escena algo que
intentó durante el proceso Teatro Abierto, y antes los dramaturgos
griegos y sus herederos de todos los tiempos.
La situación puede ir tomando una organización creativa,
como la que me sugiere lo que me acaban de contar de la reunión
de los piqueteros en la Universidad de las Madres. Se trata de un fenómeno
social muy interesante, no ajeno al tema acerca del cual discurrimos aquí,
el juego, las máscaras y los desenmascaramientos.
Cuando hablé del optimismo dije que era un poco ingenuo, en realidad
podría decir utópico. A mí esto que voy a decir
también es una especie de muletilla, que no le quita su importancia,
me parece que la utopía ya no es el 2000 nos encontrará
unidos o dominados, sino las consignas iniciales de aparición
con vida en la boca de las locas de Plaza de Mayo. Aparición
con vida o que se demuestre quiénes los mataron y se los condene.
No sé si era exactamente así, pero ésa es una lectura
que se puede hacer. Entonces, si la renegación es negar y negar
que se niega y conduce a la posición del idiota, hay otra doble
renegación que tiene un sentido contrario, es negarse a aceptar
lo que niega la realidad. En este sentido hablaba yo de utopía
o de optimismo utópico, optimismo escandaloso. Una utopía
paradojal porque teniendo tópica en el presente es topía.
Es lugar hoy, que no zozobra al acostumbramiento.
Todo esto puede sonar como lugares comunes, pero son lugares comunes que
además de ciertos, son ciertos. Tan cierto como la ternura de los
piqueteros, aunque suene escandaloso decirlo, pero estoy acostumbrado
(cuando debo evidenciar la crueldad, aquella que desde su pretensión
de impunidad arrasa la vida) a confrontarla con la ternura como un formidableoponente,
y no sólo como un telón de fondo que evidencie por contraste
la crueldad. Recuperar el escándalo frente a la indiferencia que
mata, es advertir la evidencia del enfrentamiento de la crueldad con la
ternura. Entonces, no estoy poetizando a los piqueteros cuando digo lo
que dije, y no porque no tengan su épica, no lo hago, entre otras
cosas, por falta de talento.
Ternura más inédita aún en tanto aparece en
un universo de crueldad... Pareciera que todo nos fuera impuesto irremediablemente,
y sin embargo el viejo corazón humano se obstina ante el destino...
Lo paradojal es que son los más débiles en las estructuras
de la vida cotidiana los que primero se animan ante la única aventura
que nos redime: cambiar el mundo...
El problema siempre es el tipo de contexto social en el que surgen
tanto la crueldad como la ternura. Ambas son dispositivos culturales,
están presentes desde el comienzo de la historia de la civilización.
Pero lo que para mí resulta importante ahora, insistiendo con el
optimismo, es la ternura, en cuanto resultado de la coartación
de la pulsión desmedida del apoderamiento en relación a
un recién venido-nacido que estando a merced de sus necesidades
no lo está de un poder soberano, sino del buen trato necesario
a su natural invalidez infantil. Esto implica una terceridad que pone
un límite. Una terceridad que habla en nombre de una ley justa.
La ternura es el escenario de ese sentimiento sencillo y firme que llamo
el Buen Trato, término que no sólo remite a tratamiento,
sino también a un trato solidario como núcleo de cualquier
relación entre los hombres y las naciones. Pero además,
en este escenario doméstico, con la dignidad del domus, en el significado
básico de domicilio, no cabe la domesticación servil como
producción de la crueldad. Más exactamente estoy hablando
sencillamente del amor. Es posible que también suene a escándalo
una mirada desde esta perspectiva del fenómeno piquetero con la
pretensión de jugar una terceridad que coarte, limite, la obscena
pretensión de impunidad.
¿También serían dueños de esa última
mirada amorosa que siempre desnuda la real naturaleza del poder?
Más puntualmente diría que ellos ponen luz sobre la
mortificante obscenidad del poder, cuando éste es la encarnación
fetichística de lo arbitrario. El fetiche es un ídolo al
que se lo adora por lo que es: una mentira que afirma que está
lo que no está y que no está lo que está. El psicoanálisis
define desde este núcleo mentiroso a la perversión. No hay
duda que el movimiento piquetero, con todas las precariedades e improvisaciones
de lo nuevo, es una respuesta límite a un poder perverso. No olvido
que algo semejante dice Freud de la ternura, cuando propone que ella resulta
de la coartación, vale decir del límite, de la descarga
pulsional que arriesga sobre agredir y sobre excitar al niño.
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Universidad
Popular Madres de Plaza de Mayo
Rectora: Hebe de Bonafini
Director Académico: Vicente Zito Lema |
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ARGENTINA...¿QUÉ
VA CHA CHE?
LEON
ROZITCHNER: VIOLENCIA Y CONTRAVIOLENCIA / TEATRO DE NORMAN
BRISKI EL POETA CASTELPOGGI. ESCRIBEN: BAYER - MARIN - H.
GONZALEZ - BEINSTEIN - VIÑAS BARCESAT - SCHILLER -
SOARES - BARBARA - GRANDE - RACOSTA - R. ANGEL - AZNAREZ KOHAN
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- KAZI - ZITO LEMA.
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