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Jueves 17 de Mayo de 2001

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La historia jamás contada sobre los días de militancia política de Luis Alberto Spinetta

Compañeroflaco

El voluminoso morocho que eleva sus brazos y parece estar en pleno sermón, es un refinado rimador y defensor de la cultura hip hop de la comunidad afroamericana. Desde ese lugar, evalúa el estado de las cosas entre sus hermanos y se permite palabras de “respeto” para las actuales estrellitas blancas del género que revolucionó la música pop de fines del siglo pasado. ¿Alguna duda?

El libro Galimberti. De Perón a Susana. De Montoneros a la CIA, una biografía no autorizada del ex dirigente montonero hoy convertido en empresario, incluye una reveladora historia ocurrida a fines de los años ‘60. Allí se cuenta el génesis de una agrupación estudiantil que resultó luego uno de los embriones de Montoneros y en la que militó, durante un tiempo, un pibe de pelo largo y canciones siempre a mano, luego expulsado por fumar porro. Sí, era él...
+“... El GRULA (1) se reunía una vez a la semana en un local de la UCRI de la avenida Belgrano, con la autorización del ex gobernador de Buenos Aires, Oscar Alende. En cada encuentro se incorporaba gente nueva. Avanzado el año 1967, ‘Coco’ Estela, que cursaba el primer año de Bellas Artes, logró reclutar a dos chicos de su curso. Uno se llamaba Emilio Del Guercio. El otro, de pelo enrulado hasta pasados los hombros, era Luis Alberto Spinetta. Los dos tenían diecisiete años.
Del Guercio y Spinetta eran amigos del barrio y se sentaban en el mismo banco en el Instituto San Román. Habían egresado en 1966. A los dos les interesaba el arte y la música. Spinetta formaba parte del coro de la Iglesia y su papá cantaba tangos en audiciones de radio. Le gustaban Piazzolla, Los Beatles, Waldo de los Ríos, Bill Haley. También amaba la literatura. Andaba siempre con Rayuela bajo el brazo. En ese tiempo, quien no tenía una teoría sobre cómo armar el libro de Cortázar, era considerado un marciano. Por eso se entusiasmaba cuando conversaba con Carlos Grosso de literatura.
Del Guercio estaba más politizado. Su padre era peronista. Pero tanto él como Spinetta estaba influidos por lecturas cristianas. Iban a los retiros espirituales del padre Jorge Adur, que era una autoridad del Instituto. También les encantaba componer música. Spinetta tenía un stock de canciones desde el colegio primario. En los últimos años del secundario, Spinetta cantaba con Los Larkings. Emilio Del Guercio, en cambio, estaba en Los Sbirros con Edelmiro Molinari. Sin embargo, en 1967, la banda de Spinetta se paralizó porque a Rodolfo García, el baterista, le tocó la conscripción. Entonces Los Larkings y Los Sbirros se fusionaron. Armaron una banda a la que todavía no le habían puesto nombre.
Del Guercio y Spinetta llevaron a JAEN (2) a dos amigos que egresaron del San Román: Ricardo Mitre, ‘El Turco’, que buscaba un lugar para canalizar sus inquietudes políticas, y Luis Alberto Vuistaz, ‘Lucho’, hijo de una familia acomodada del Norte argentino que también quería participar.
(...) JAEN participó en la primera agitación callejera de la CGTA, en repudio a los dos años de gobierno de Onganía, el viernes 28 de junio de 1968 en Plaza Once. La marcha estaba prohibida. En los días previos, el gobierno anunció que grupos guerrilleros habían repartido armas para utilizar en la concentración y organizó un dispositivo de seguridad con carros de asalto. La Policía montada fue a las puertas de las fábricas y universidades para impedir que obreros y estudiantes marcharan hacia Once. Galimberti propuso a sus cuadros –que entonces no sumaban más de veinte– un sistema organizativo de ‘formaciones reagrupables’, que debían intentar el ingreso a la plaza desde distintas esquinas y reunirse una vez superado el cerco policial. Los manifestantes se juntaron en bares cercanos, presentándose indiferentes a la convocatoria obrera. Esperaban la orden de los sindicalistas de la CGTA para entrar a la Plaza en forma sorpresiva.
Spinetta y Del Guercio se metieron en la fila de una parada de colectivos. Debido a su excesiva longitud, la fila empezó a ser requisada por la policía. Los oficiales iban escudriñando uno a uno, a corta distancia, hasta que se detuvieron en Spinetta. Su pelo largo era un indicio de rebeldía contra la autoridad. Le pidieron sus documentos.
–¿Qué mierda estás haciendo acá? –le preguntó el policía mientras deletreaba su cédula de identidad.
Spinetta dijo que esperaba el colectivo para ir a la casa de un amigo.
–Abrí la valija –ordenó el oficial.
En ese momento empezó la revuelta. Una cinta explosiva lanzó una llamarada de quince metros. La Plaza se llenó de gases lacrimógenos. La gente corría. Semitapado por un pañuelo, Galimberti empezó a tirarle piedras a los carros de policía. Jauretche intentó recuperar a su novia Martha Roldán y quedó atrapado en el piso. Empezaron a patearlo. Spinetta y Del Guercio seguían cercados contra la pared.
–Abrí la valija –le repitió el policía. Spinetta la abrió y sacó un dibujo algo naïf, pero de innegable influencia surrealista. El oficial interpretó el ardid: abajo escondería el material explosivo.
–No te hagás el vivo. Sacá todo que vos viniste a poner bombas –le gritó.
–Le juro que no, señor. Tengo sólo dibujos. Yo estudio Bellas Artes -imploró.
La Caballería empezó a arremeter contra la gente apiñada bajo los arcos de la Recova. Una bomba molotov explotó debajo de un patrullero. Spinetta empezó a mostrar las hojas. En una de ellas se veía el dibujo de la cara de un hombre con expresión triste, y una lágrima que se derramaba sobre su mejilla. Era un bosquejo de la idea de tapa del primer disco de la banda. Ya habían definido el nombre: ‘Almendra’.
Esa noche, Spinetta y Del Guercio fueron trasladados a la comisaría por averiguación de antecedentes. Cientos de manifestantes fueron detenidos en calles y bares. Perón le envió una carta de felicitación a Ongaro por su combatividad.
A fin de junio de 1968, JAEN ya estaba advertido del progreso artístico de quienes componían, precisamente, el ‘Frente Artístico’ de la agrupación. Lo demostraron en el cumpleaños de Nela Melegas, la mujer de Carlos Grosso. Estaban recién casados y vivían en un departamento de la calle Pacheco de Melo. Los dos eran muy cálidos para recibir visitas. Algunos fines de semana, la jefatura de JAEN –Galimberti, Jauretche, Raventos y Grosso, el anfitrión– se juntaba en su casa con sus novias y otros militantes. Nela era muy práctica en la cocina y preparaba la comida. La noche de su cumpleaños, el 11 de junio, organizó un pequeño festejo, y Spinetta y Del Guercio llegaron con dos guitarras y una quena. Probaron cerveza, canapés y se acomodaron a un costado del living. Había mucho interés por escucharlos. Grosso había invitado a dos oficiales del Ejército argentino, Julián Licastro y José Luis Fernández Valoni, que eran peronistas y estaban descubriendo la política a través de un espinel de relaciones. Buscaban tener contactos con la sociedad civil.
Spinetta empezó a cantar una canción, bastante tímidamente. Era la que más le gustaba. Había escrito la letra el día que le avisaron que un amigo del colegio había muerto en un accidente. La noticia era falsa. Pero cuando lo supo, la canción ya estaba hecha. La llamaba ‘El tema de Pototo’, y tenía un agregado: ‘Para saber lo que es la soledad’. Después tocaron otra, ‘Muchacha (ojos de papel)’ y ‘El mundo entre mis manos’.
Spinetta, Del Guercio, Molinari y García, la composición definitiva de Almendra, grabaron un disco simple con dos temas en la primavera de 1968. La primera presentación del grupo se hizo en el Instituto Di Tella. ‘Lucho’ Vuistaz y ‘El Turco’ Mitre fueron los únicos jaenes que asistieron al concierto. La agrupación estaba en pleno debate. A pocos les interesaba las modas de los hippies o las canciones rockeras cantadas en español; preferían ocuparse de otros asuntos: en septiembre, habían detenido a un grupo en Taco Ralo. Algunos de ellos habían asaltado el Banco de Hurlingham a cara descubierta y después tomaron un tren hacia Tucumán para instalar un campamento guerrillero. En total eran doce: una maestra, un ex cura, también estaba ‘Cacho’ El Kadri.
(...) En ese tiempo, la agrupación sufrió otra baja. Sensible, si se tienen en cuenta sus cualidades artísticas y humanas: Luis Alberto Spinetta. Su interés por la política estaba fundado desde una perspectiva generacional. Los jaenes percibían la política como fórmula para romper el sistema. Había otras diferencias: la vida bohemia en torno a las guitarras acústicas o la moda psicodélica, los jaenes las despreciaban. Las consideraban tendencias modernas creadas por el capitalismo para distraer a los pueblos de su lucha. Pero con las sustancias prohibidas, la posición del grupo era mucho más rigurosa. En un plenario se debatió sobre el tema y se decidió que los cuadros de JAEN no debían consumirla. Spinetta rompió ahí mismo con ese discurso. Se levantó, encendió un porro y se puso a fumar marihuana.
El responsable le ordenó que se fuera.
Spinetta no hizo caso. Se acercó a una ventana y se puso a mirar la ciudad. Alargaba cada pitada.
–Consumir drogas no es una actitud contestataria contra el sistema. Es una condición de debilidad frente al sistema –sentenció el responsable, irritado.
Spinetta no contestó. El ambiente se tensó. Alguien salió en su defensa.
–Dejalo, che. Luis Alberto está más volcado a la música que a la política. No jode a nadie. Y está trabajando bien en el ámbito de Cultura. Es un cuadro valioso.
–Será valioso, pero vos no tomás conciencia del riesgo que corremos si sigue con nosotros. Un tipo que hoy fuma un porro, mañana te vende por un porro. Propongo expulsarlo, compañeros.
Spinetta ya se había ido.”

(1) Grupo de Estudios Latinoamericanos.
(2) Juventudes Argentinas por la Emancipación Nacional.

Párrafos extraídos del capítulo 3, titulado “El mundo entre mis manos”, perteneciente al libro Galimberti. De Perón a Susana. De Montoneros a la CIA, de Marcelo Larraquy y Roberto Caballero, editado por Grupo Editorial Norma.