Plástica
Un mundo peronista, la exposición de Daniel Santoro
El dolor de ya no
ser
Si
en 1990 deslumbró con una hilarante revisión de la historia
argentina según Billiken, ahora Daniel Santoro decidió
indagar en el imaginario del movimiento en el que creció y militó:
el peronismo. Estudioso de las culturas orientales y las iconografías
religiosas, Santoro despliega en Un mundo peronista la estética
y el léxico, la felicidad y lo tenebroso de un mundo al que considera
irremediablemente perdido.
Por
Fabián Lebenglik
enigma (acrílico,
200 X 250 cms.)
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la tercera
posición (acrílico y dorado a la hoja)
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Santoro
elige un fragmento del poema A la naturaleza de Hölderlin
para orientar al espectador en la búsqueda del sentido de su
muestra: La más ansiada ternura, condenada a un ayuno eterno.
/ Lo que amamos no es más que una sombra./ Para mí, la
Naturaleza tan amiga murió/ con los sueños dorados de
mi juventud./ ¡Pobre corazón, en aquellos dichosos días/
nunca te sentiste tan lejos de tu verdadera patria./ Por más
que busques, nunca volverás a encontrarla;/ consuélate
con verla en sueños!.
La patria está en los sueños según Hölderlin.-
y los sueños de Santoro están en sus pinturas, dibujos
y objetos. La patria es por lo tanto un efecto de lenguaje, una construcción.
En ese fragmento poético se lee una doble nostalgia: por la juventud
y por la Naturaleza como patrias perdidas. Del mismo modo, la nueva
exposición de pinturas, dibujos y objetos de Daniel Santoro,
Un mundo peronista, revive en sueños los aspectos
felices y también los siniestros del peronismo histórico
que, a la luz de una lenta descomposición, mutación y
mutilación del cuerpo de su doctrina y del cuerpo de sus líderes,
fue adquiriendo, hasta la consagración de la apoteosis menemista,
su carácter de máquina ávida de millones y de tradiciones
traicionadas.
Un mundo peronista es una extraordinaria y ultrabarroca
puesta en imágenes de una ficción política que
tuvo visos de realidad y visos de ficción. Es también
la constatación, por la vía de la evocación artística,
de una ilusión convertida en defraudación absoluta. Yo
trabajé en Chilecito, La Rioja, cuenta Santoro, donde
el peronismo lleva 17 años en el poder. Y durante esos 17 años
vienen haciendo lo que quieren y recibiendo mucho dinero. Sin embargo,
ése que fue un lugar de gran amor por la cultura, ahora es un
modelo de pueblo menemista: no queda ni una sola librería pero,
eso sí, hay cuatro casinos. Es decir que no hay dónde
comprar un libro, pero los fines de semana llegan los nuevos ricos con
las cuatro por cuatro a copar los casinos. El pueblo, por su lado, sabe
cuáles son los códigos de ese dominio político,
y no le queda otra que el sometimiento servil o la emigración.
El peronismo siempre fue como la línea del horizonte .-explica
Santoro, que a los catorce años comenzó su militancia
peronista.- y la mayoría lo votaba porque todos aspiran a llegar
al horizonte. Pero cuando uno intenta acercarse al horizonte, el horizonte
se aleja. El menemismo se apropió del horizonte peronista y lo
transformó en una caja en la que metió cualquier cosa.
Daniel Santoro nació en Buenos Aires en 1954 y egresó
de la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón. Desde 1978
participó de más de treinta exposiciones colectivas y
salones y presentó diez exposiciones individuales. A través
de viajes, estudios y exposiciones en Oriente, se hizo un experto en
escritura china, así como en tradiciones y filosofía oriental.
En varias de sus muestras confluyen la evocación de iconos de
la cultura argentina con notorios elementos de la cultura oriental.
En 1990, por ejemplo, presentó la excelente exposición
Recuerdos del Billiken en donde la historia argentina, a través
de dibujos, grabados, objetos y dioramas, se convertía en una
sucesión de actos grandiosos y en gestos de puro engolamiento.
El artista, que en su niñez había aprendido a dibujar
con la eterna revista infantil, terminó revisando retrospectivamente
aquella ideología marmórea de la historia para transformarla,
por vía del humor, en el trabajo de un falso cronista de guerra,
según el cual la propia técnica ponía en duda el
relato glorioso transmitido por la infantil historia oficial, siempre
tan sospechosamente simplista y victoriosa.
El despliegue impactante de Un mundo peronista surgió de los
tres Manuales del niño peronista, una tríada de libros
de artista dibujados y hechos a mano por el propio Santoro desde hace
casi un cuarto de siglo.Allí fue recorriendo, casi reconstruyendo,
su punto de vista de la historia peronista en un diario político
en imágenes: en esos libros desfilan Perón y Evita, las
verdades peronistas, los iconos justicialistas, la relectura
de las publicaciones oficiales y revistas partidarias; también
se ve allí el costado siniestro y maquiavélico del peronismo,
en lírica combinación con la escritura visual, con los
ideogramas chinos.
En ese punto en que las evocaciones artísticas toman cuerpo y
se hacen reales, resulta oportuno señalar que pasando las vías
del ferrocarril en la estación Belgrano, en pleno Barrio Chino,
como salida de los Manuales de Santoro, hay una unidad básica
chino-peronista que reza en su cartel exterior: Unidad básica
de los emigrados taiwaneses justicialistas. Eso es la Argentina,
y así lo muestra en su exposición Daniel Santoro: como
un manual de teoría política peronista explicado por los
chinos.
En el cuadro La tercera posición están presentes
casi todos los elementos del engranaje estético-político
de Santoro: las manos cortadas de Perón tienen impresas en las
palmas, las muñecas y los dedos las imágenes que representan
las 20 verdades peronistas, y sobre ellas se indican como
puntos rojos los veinte puntos de entrada para las agujas que se usan
en la acupuntura china y que según los saberes orientales son
centro de energía y de circulación de fuerzas invisibles.
A su vez las manos están entronizadas en un pedestal. Cada una,
en la base del monumento lleva un título: Izquierda
y Derecha. De modo que aquella frase folklórica,
Ni yanquis ni marxistas: peronistas, queda explícita
no sólo lingüísticamente (en el título del
cuadro), sino en la plomada que cae justo en medio de ambas manos/monumentos.
Pero eso que parece una plomada fija justo en medio de la izquierda
y la derecha, está en realidad sostenida por un hilo. No es sólo
una plomada, también es un péndulo, que a lo largo de
la pendular historia peronista fue de un extremo al otro, incluyó
convivencias imposibles y, como los boxeadores, amagó por un
lado para pegar por el otro. El fondo de ese cuadro es una escena de
construcciones grandilocuentes, neoclásicas, como la de la Fundación
Eva Perón (donde hoy funciona la Facultad de Ingeniería)
y los bustos del matrimonio líder. La teatralización de
la política es un dato visual permanente en la obra de Santoro.
La iconografía religiosa (no sólo cristiana sino también
oriental y cruces de varias mitologías) atraviesa la obra de
Santoro. El barroquismo del artista no sólo aparece en el atiborramiento
de signos sino a través de la sobrecarga simbólica en
la que la estética y el léxico peronistas se vuelven un
canon y un ritual, casi un mantra, repetido en la lengua visual: las
fábricas humeantes, la radiofonía como difusión
de las ficciones y del Estado (y de las ficciones de Estado), la construcción
de obra pública, el mundo escolar y la transmisión política
del credo, la propaganda y el autobombo (según los cuales los
líderes cumplían y dignificaban), la teatralización
(y la radioteatralización) de la política, la entrada
de Eva en la inmortalidad, el luto obligatorio, los souvenires peronistas,
los grasitas y descamisados, el gorilismo, las traiciones, la violencia,
el golpe del 55, la sangre derramada, la creación del mito
y de la leyenda negra y así siguiendo.
En dos fragmentos iluminadores del texto de presentación del
excelente catálogo de la exposición, el crítico
Raúl Santana tropieza con su propia esperanza de justicia, tratando
de atenuar la evidente defraudación del ideario que se ve en
los cuadros de Santoro, en relación con lo que el peronismo fue
y con lo que de él quedó, a la sombra de los gerentes
y regentes del menemismo. El primer fragmento es el que dice: En
su sueño, el artista fue el niño peronista acaso
defraudado por la actualidad. Que Santana utilice un lenguaje
conjetural (acaso) ante la abrumadora evidencia del presente,
suena, como mínimo, ingenuo. El segundo fragmento no es una conjetura
sino un lapsus: La primera vez que vi los tomos del Manual del
niño peronista -.escribe Santana.- y las pinturas y objetos surgidos
a partir de ellos, vinieron a mi mente los manuales de nuestra infancia,
esos pilares de nuestra educación que intentaron grabar para
siempre en nuestra vida (o al menos se lo proponían), esos ideales
y paradigmas que terminarían con el desencanto cuando el niño
ya adulto tuviera los primeros choques con la dura realidad. Lo
que el autor seguramente quiso escribir es que aquellos ideales
y paradigmas terminarían EN el desencanto y no CON el desencanto.
Porque si hubieran terminado con el desencanto, hoy no habría
desencanto alguno. Tal vez en este sentido habría que pensar
las palabras del ex presidente (y por qué no del actual) cuando
decía que iba a terminar con la desocupación.
Donde dice con debe leerse en.
Evidentemente es difícil para un corazón peronista enfrentarse
a la obra de Daniel Santoro y salir indemne. Por vía de la visión
artística compleja de Santoro se constata, nuevamente, el haber
sido y ya no ser del mundo peronista.
Para volver a la cita inicial, que el propio artista hace de Hölderlin,
La más ansiada ternura está condenada a un ayuno
eterno. Lo que amamos no es más que una sombra.
Un
mundo peronista se puede visitar en el Centro Cultural Recoleta (Junín
1930) hasta fines de abril.
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