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FESTIVAL
DE CINE INDEPENDIENTE DE BUENOS AIRES
Visita guiada
Un
recorrido por los imperdibles del Festival de cine independiente que
empieza el jueves.
La
selección argentina
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Un
panorama de las películas nacionales: operas prima y directoras
a la cabeza.
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Lo
nuevo de lo nuevo: la explosión del cine argentino
se llama la sección paralela que permitirá ver,
de un tirón, una buena muestra de lo que se está
haciendo, aquí y ahora, al margen de concursos, subsidios
y apoyos oficiales. Con mayoría casi absoluta de operas
prima y la mitad menos uno de films firmados por mujeres, son
un puñado de obras de jóvenes realizadores, hechas
a pulmón y con poca plata. Las películas seleccionadas
van desde los encuentros al paso de Vagón fumador (Verónica
Chen), La fe del volcán (Ana Poliak) y Taxi, un encuentro
(Gabriela David) hasta la circularidad de Sábado (Juan
Villegas), pasando por el experimento científico-policial
de Clon (Alejandro Hartman). Aunque puede sonar muy a Fútbol
de primera, la idea de que el cine argentino pasa por una fase
explosiva hace honor tanto al volumen de la producción
más reciente como al estado de ebullición creativa
que se respira entre los cineastas menores de 30. Ebullición
que tuvo una primera muestra con la presentación de La
ciénaga en Berlín. Allí mismo se presentó
Sólo por hoy, de Ariel Rotter, un ramillete de historias
urbanas en una Buenos Aires poco turística. La produce
la Universidad del Cine de Manuel Antín, y será
la película que abra el festival porteño. Además
de una buena cantidad de cortos y documentales esparcidos por
varias secciones, la selección argentina competirá
por el premio mayor con un equipo integrado por tres operas primas,
de lo más diversas. Por un lado, Modelo 73, de Rodrigo
Moscoso, devenir de un grupo de chicos de ciudad con una particularidad:
la urbe no es Buenos Aires, sino la capital salteña. Por
otro, El descanso, de la tríada integrada por Ulises Rosell,
Andrés Tambornino y Rodrigo Moreno, creadores del recordado
corto Dónde y cómo Oliveira perdió a Achala,
que se ponen aquí los largos con otra enigmática
fábula sobre extravíos, en un abandonado hotel cordobés.
La tercera argentina en competencia es Animalada, del novelista
y dramaturgo Sergio Bizzio, clásica historia de amor loco...
entre un estanciero y su oveja. Está claro: quien quiera
saber qué está pasando con el cine argentino, deberá
mudarse por unos días al Abasto.
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HONG
KONG FURIOSO
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Una
retrospectiva de cuatro películas de Johnnie To, el heredero
de John Woo.
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El nuevo John Woo: eso es lo que se dice de Johnnie
To, el hongkonés que Buenos Aires está a punto de
descubrir gracias a la retrospectiva de cuatro películas
decidida por los programadores del Festival. La etiqueta puede
oler a slogan publicitario, pero todo indica que, al menos durante
el último lustro, el modo en que To eligió relacionarse
con el cine de acción tiene mucho que ver con el del emigrado
Woo. En verdad, la carrera de To Kei-fung (verdadero nombre de
Johnnie) tiene ya dos décadas de vida. Típico de
la furia productiva que se cultiva en aquellos lares, en ese tiempo
el hombre facturó ya una treintena de films. Eso, sin contar
las películas que escribió y/o produjo, y que suman
casi una decena más. Según sus exégetas,
al frenético To le llevó varios lustros definir
un estilo propio, algo que habría logrado recién
a partir de 1996, cuando fundó su propia compañía
productora. Sin embargo, sus películas más conocidas
son anteriores, notoriamente The Heroic Trio y The Executioners,
de 1993. Como Woo, To es un director de género que a lo
largo de su carrera no le ha hecho asco a nada, ya se trate de
comedias edulcoradas como de melodramas lacrimógenos, farsas,
policiales o comics desaforados. Las películas que integran
la retrospectiva porteña están entre lo más
reciente de su producción. Se trata de dos policiales de
1999, Running Out of Time y The Mission irónicos,
existenciales y sofisticadísimos y dos comedias codirigidas
el año pasado junto con su amigo y socio Wai Ka-fai: Needing
You y Help!!! (así, con tres signos de admiración).
Para ir paladeando con qué puede encontrarse el público
local, basta con transcribir la sinopsis de The Heroic Trio: el
mejor comic de la Marvel que la Marvel Comics nunca hizo.
Una superheroína llamada Mujer Maravilla es convocada para
detener una serie de secuestros de niños, en una imposible
Hong Kong del futuro. La secuestradora es la Mujer Invisible,
papel a cargo de Michelle Yeoh (la de El tigre y el dragón),
quien trabaja para un eunuco sobrenatural que quiere conquistar
el mundo. La tercera en discordia es una mercenaria (Maggie Cheung).
A ninguna de las tres se les ocurre nada mejor que asociarse,
formando el Trío Heroico del título. A prepararse.
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LaBruce
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Quién
es el cineasta que se jacta de haber corrompido a una generación
de gays.
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Bruce LaBruce fue el protagonista de su primer film como realizador,
que llevaba el explícito título de No Skin Off My
Ass. Interpretaba a un peluquero afeminado que se enamoraba de
un skinhead mudo (interpretado por Klaus Von Brucker, en aquellos
tiempos novio de LaBruce). La película, rodada en Súper
8 y más tarde transferida a 16 mm se convirtió en
un clásico de culto, pero LaBruce no era un desconocido
en el circuito gay. Todo lo contrario. Sus anteriores cortos en
Súper 8 y sus fanzines (J.D.s y Dumb Bitch Deserves To
Die) ayudaron a establecer el movimiento homocore o queercore,
casi de generación espontánea dentro del punk. El
homocore nuclea a una especie peculiar de punk: el que rechaza
las reglas sociales, el que también rechaza la cultura
gay establecida y el que ante la evidente homofobia
dentro del movimiento con el que se identifica crea su propio
espacio de activismo y creación. El homocore tiene expresiones
esencialmente musicales (la banda más famosa es Pansy Division),
y LaBruce viene a ser su embajador en el mundo del cine.
Bruce LaBruce creció en una granja de Canadá, y
cuando a los 18 años se instaló en Toronto para
estudiar cine, rápidamente se hizo amigo de los punks,
decepcionado con la escena gay, a la que no encontraba interesante
y consideraba encerrada en sí misma. LaBruce
cree que la comunidad gay ha perdido su capacidad de ser refugio
de marginales, como en los 60. Cree que ha sido absorbida y está
llena de reglas. También cree, hoy, que el punk ha sido
absorbido. Pero sigue filmando. Películas como Hustler
White provocaron revuelos porque el sex symbol del film es nuevamente
un skinhead, pero LaBruce se niega a aceptar la corrección
política y cree que esa ambigüedad ideológica
también existe en los iconos heterosexuales. LaBruce también
protagoniza Hustler White (interpreta a un extranjero que se sumerge
en el mundo de los taxi boys por motivos antropológicos
y termina enamorándose) y lo acompañan luminarias
del under como el artista performance Ron Athey y Vaginal Davis.
En Skin Flick (1999) su primer film porno legítimo
(financiado por una productora alemana), LaBruce vuelve a insistir
con los neonazis (en este caso aterrorizan a una pareja interracial).
Además de su trabajo como cineasta, LaBruce trabaja como
crítico y periodista en varios medios y ha publicado dos
libros, las memorias El pornógrafo reluctante y la recopilación
de artículos Ride, Queer, Ride. Orgulloso de haber ayudado
a corromper a una nueva generación de homosexuales,
Bruce LaBruce irrita, rechaza maniqueísmos y crea films
violentos y eróticos. Para algunos será un casi
milagro poder verlos en el festival.
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MALDITO
ENTRE MALDITOS
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Iván
Zulueta, el español que con sólo dos películas
se anticipó a Almodóvar.
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Considerado como uno de los más importantes antecedentes
de la movida madrileña, y señalado como una de las
influencias del primer Almodóvar, el director vasco Iván
Zulueta tal vez sea el gran maldito del último cine español.
Es por eso que, dentro del ciclo de Cine Español Maldito
presentado en el Festival porteño, no sorprende demasiado
la inclusión de su último film, el venerado Arrebato
(1979). Pero entusiasma. De visión imprescindible a la
hora de intentar cartografiar el más bestial cine contemporáneo
español, Arrebato está protagonizada por unos jovencísimos
Eusebio Poncela y Cecilia Roth, y una sinopsis de su argumento
acerca el film más a territorios Cronemberg que a la tierra
Almodóvar: se trata de la historia de un joven y desesperanzado
director de cine que, a partir de la revelación de un cinéfilo,
descubre la forma de arrebatarse mirando un film,
hasta desaparecer en él. Oscura y desquiciada reflexión
sobre el vampirismo de la imagen fílmica, Arrebato fue
el último opus de la corta carrera del marginal Zulueta,
que con sólo dos films se ha erigido como una figura mítica
dentro del mundo del cine en España. Nacido en San Sebastián
en 1943, Zulueta estudió dibujo y pintura en Nueva York,
para luego regresar a su país a estudiar cine. Cortometrajista
prolífico y gran animador de la escena española,
Zulueta filmó su ópera prima Uno, dos, tres, al
escondite inglés en 1969, y recién una década
más tarde le llegó el turno a Arrebato. Dedicado
a la realización de afiches de películas luego de
abandonar el cine, son suyos el diseño y la realización
de los afiches originales de Entre tinieblas, ¿Qué
he hecho yo para merecer esto? y Laberinto de pasiones, de Almodóvar.
A pesar de que Arrebato es de mención indispensable en
toda historia del último cine español, son pocas
las oportunidades (por no decir ninguna) en que se las ha podido
ver en las pantallas argentinas. Su inclusión en la programación
del Festival porteño aparece entonces como una oportunidad
única.
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UN
PSICOPATA EN COMPETENCIA
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Chopper
o cuando descuartizar a alguien es divertido.
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A la hora de recorrer la lista de películas que integran
la competencia oficial, es inevitable por ejemplo
detenerse en Blackboards, el segundo opus de Samira Makhmalbaf,
premiada en la primera edición del Festival porteño
por La manzana. O si no en 25 Watts, opera prima de los uruguayos
Juan Pablo Rebella y Pablo Stoll que sorprendió en el Festival
de Rotterdam con su estética a medio camino entre Jarmusch
y Kevin Smith. También llama la atención la islandesa
101 Reykjavyk, con música de Damon Albarn (Blur) y Einar
Orn (compañero de Björk en el grupo Sugarcubes). Pero
el film en competencia que es casi un acontecimiento en sí
mismo es Chopper, opera prima del austríaco Andrew Dominik
que cuenta la verdadera historia del asesino serial más
famoso de Australia, Mark Brandon Chopper Read. Encarcelado
por primera vez después de secuestrar al juez que debía
enviar a su mejor amigo a la cárcel, la verdadera historia
de Chopper incluye una sangrienta automutilación en su
celda, diecinueve asesinatos y nueve libros escritos desde el
encierro, uno de ellos titulado Cómo dispararle a los amigos
e influenciar en la gente. Tomando como base la historia real
de Chopper, Dominik .-director de publicidades y videoclips.-
construyó un film urbano que es cien por ciento Melbourne,
y que se aleja del paradigma de naturaleza salvaje presente en
el cine australiano más conocido internacionalmente. Recién
estrenada en el mercado norteamericano, Chopper recibió
los elogios del mismísimo Elmore Leonard en un artículo
publicado el pasado fin de semana en el New York Times. Es
un film que no se parece a nada que yo haya visto antes,
escribe Leonard. Su protagonista es un criminal vicioso,
cuyos shockeantes actos de violencia son tan inesperados que es
difícil creer en lo que se ve. A pesar de todo, y sin salirse
del personaje, puede también parecer un tipo razonable
y de muy buen humor. Comparado en un principio por Leonard
con el cine de Tarantino o Guy Ritchie (el marido de Madonna que
está por estrenar en Argentina Snatch: cerdos y diamantes),
el escritor señala inmediatamente que el trabajo de Dominik
es realmente original. En rigor de verdad, una proeza
como Chopper sólo es posible gracias al extraordinario
trabajo del cómico australiano Eric Bana, que encarna a
Chopper y está presente prácticamente en cada fotograma
del film. Y que llevó a Madonna a declarar: Chopper
es de lo más divertido que vi en mi vida. Estos australianos
son más graciosos que el carajo.
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ABANDONEN
LA SALA
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Michael
Haneke, el austríaco que hace de sus películas máquinas
perfectas de malestar.
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Sin que medien demasiadas explicaciones, una familia burguesa
se aísla del mundo, recluyéndose en su casa, hasta
preparar, metódicamente, su suicidio conjunto. Un adolescente
acostumbrado a consumir videos asesina a una amiguita con una
pistola para sacrificar cerdos, y lo graba en directo. Casi sin
querer, un estudiante aburrido comete un múltiple asesinato
en un banco. Dos desconocidos secuestran a una familia en su casa
de verano para practicar con ellos una serie de jueguitos sádicos.
Quien se arrime a la retrospectiva del cineasta austríaco
Michael Haneke, deberá saber que esas películas
no muestran la vida color de rosa. Especializado en toda clase
de violencias gratuitas, nada hay de gratuito, para Haneke, en
el hecho de enrostrárselas al espectador. Las películas
de Haneke funcionan como máquinas perfectas de malestar,
diseñadas para recordarle al buen burgués contemporáneo
que, por más que quiera negarlo, vive en medio del horror.
Lo que se ve y lo que no, la duración de cada plano y su
tiempo interno: en sus películas todo está calculado,
con germánica y obsesiva precisión, para asegurarle
el espanto al espectador. A menos que decida abandonar la sala.
Alternativa que el propio realizador ve, curiosa y coherentemente,
con buenos ojos. El hombre es un convencido de que, frente a los
medios, el espectador debe recuperar su libertad de elección,
apagando la tevé si es necesario, o yéndose del
cine. El séptimo continente, Bennys Video, 71 fragmentos
de una cronología del azar y Funny Games (las películas
de la muestra, junto con la reciente Code Inconnu) están
llenas de sádicos y criminales. Pero nada hay en ellas
de sádico, mucho menos de criminal. Tal vez uno de los
últimos creyentes en la función pedagógica
y social del arte, este ex estudiante de filosofía y psicología
ejerce, en el cine, una educación por el dolor. Fuera del
cine, mantiene su compromiso, combatiendo con las armas a su alcance
a Jörg Haider. El neonazi que es tan buen mozo, prolijo e
impecable como los asesinos de las películas de Haneke.
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SE7EN
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Demonología,
metafísica y política en siete horas de película:
el Mal según Béla Tarr.
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Cuando Susan Sontag salió del cine después de ver
Satantango, el film de Béla Tarr, dijo: Es devastador
y atrapante, cada minuto de sus siete horas. Me gustaría
verla una vez por año el resto de mi vida. Satantango
es la historia de una comunidad agraria que ya no es tal, porque
viven en una pradera abandonada: el campo ya no se cultiva. Todo
es decadencia, y quieren escapar. Los elaborados planes de fuga
siempre implican arruinar a los otros, robándoles, mintiéndoles.
Pero aun así no pueden lograr escapar y esperan a un Mesías
que los salve de la desolación y el barro y las lluvias
torrenciales. Y que les lave sus pecados.
En los films de Béla Tarr, el cineasta húngaro más
celebrado de la actualidad, todo es demonología, tratada
a través del filtro de su preocupación por las cuestiones
sociales y una estética de cinema verité. A partir
de su colaboración con el novelista Laszlo Krasznahorkai,
cada vez está más preocupado por los problemas metafísicos,
sobre todo el origen del Mal. En Werckmesiter Harmonies, su séptimo
y último film que también se verá en el Festival,
una multitud espera la llegada de un circo siniestro y su principal
atracción: una ballena gigante muerta. El circo llega,
además, con un misterioso personaje, El Príncipe,
que traerá caos y violencia. Pero Tarr no cree que su trabajo
pueda relacionarse con lo metafísico o, como se lo ha definido,
con una mirada cósmica. Nunca pienso en esos términos
cuando estoy trabajando, dice. Cuando comenzamos teníamos
una gran responsabilidad social que creo todavía hoy existe.
Y creía que teníamos que ocuparnos de eso. Pero
cuando hicimos una segunda y una tercera película nos dimos
cuenta que también hay problemas ontológicos, y
creo que toda esa mierda viene del cosmos. Pero es muy difícil
para mí llamar a eso metafísica. No,
es sólo ver lo que está a nuestro alrededor, y pensar
en ello. Tarr usa secuencias largas, coreográficas,
dolorosas. En Werckmesiter Harmonies, sólo hay 39 secuencias
en los 145 minutos de film. Tarr admira al pintor Peter Breughel,
a John Cassavetes, a Tarkovsky. Y cree que, a pesar de los premios
y el reconocimiento, nadie realmente lo aprecia en su tierra natal.
Ganamos cosas, pero oficialmente no le caemos bien a nadie.
Estamos fuera de la cultura standard. Cuando estaba el régimen
comunista pensábamos que ese era el problema, pero ahora
es lo mismo. Estamos fuera del sistema oficial y de nuestra estúpida
y pequeña industria cinematográfica de mierda.
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En
las puertas del Edén
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Jack
Smith, el santo patrón de la androginia y el glamour orgiástico.
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Jack Smith era un excéntrico. En los últimos años
de su vida, creía que varios cineastas pretendían
robarle sus ideas, y conservaba sus films en la alacena, escondidos
de plagiadores y ladrones. Se trataba de paranoia, pero algo había
de verdad: sus films de la primera mitad de los 60 influenciaron
a Andy Warhol, Ken Jacobs, John Waters, artistas mucho más
celebrados que él, porque Smith nunca pudo superar el status
de culto. En su trabajo, Smith exploró y desarrolló
una estética intencionalmente frívola y camp, tratando
de devolverle a la conservadora Norteamérica exotismo y
glamour, que Smith creía encontrar en Hollywood, en Oriente
y en la cultura gay.
Su intención original era provocar un delirio estético.
En Flaming Creatures (1961), su film más conocido, los
personajes convivían en un set que semejaba al mismo tiempo
la corte de Alí Babá y las pinturas de El Bosco.
Es casi un documental en blanco y negro sobre andróginos
y travestis: aun en la desnudez, es difícil distinguir
el sexo de los personajes. Tuvo su secuela con Normal Love, en
color, rodada en los pantanos de Nueva Jersey, que para Smith
semejaban los Jardines del Edén: hay sirenas, monstruos
de películas de horror de los años 30 y un reparto
que incluía a Mario Montez, Tiny Tim y John Vaccaro.
Jack Smith era además un pionero del perfomance art: en
sus puestas incorporaba partes de sus films, e incluso los re-editaba
en vivo sobre el escenario. Cuando pasaba sus últimos años
en Nueva York, una nueva generación de cineastas underground
(los miembros del cinema of transgression, que incluye
a Nick Zedd y Richard Kern) se acercaron a Smith como a un santo
patrón, y lo incluyeron en algunos de sus films. Smith
participaba, pero era complicado trabajar con él: creía
que no salía bien en cámara, que tenía la
nariz demasiado grande, un perfil horrendo. Estaba tratando, además,
de convertir su departamento en un set de filmación, porque
quería rodar una versión animada de Simbad El Marino.
No pudo completarla porque murió víctima del sida
en 1989.
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