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NORTE
DE CHILE
Oasis y desiertos
La
magia de Atacama
Un paisaje
extraño y ancestral, con atractivos tan variados que lo convierten en
un lugar cautivante y distinto. Desde San Pedro de Atacama, un recorrido
por valles, quebradas, inmensos salares, cascadas termales, dunas, montañas
erizadas con cristales de sal y los asombrosos géiseres del volcán Tatio.
Texto
y fotos:
Ana von Rebeur
Cuando
uno viaja al desierto, piensa que el paisaje será como dicen
los magos Nada por aquí, nada por allá. Pero
en el Desierto de Atacama lo único en común con la frase
de mago es la magia misma, porque tiene de todo por todos lados. Tal
es la diversidad de paisajes.
Atacama es un lugar donde la naturaleza se empecinó en tallar
esculturas salpicadas por oasis verdes. En su caprichoso relieve hay
valles, quebradas, salares interminables, cascadas termales de agua
turquesa, cañadones, dunas, lomas y montañas erizadas
por los cristales de sal.
La vastedad del paisaje nos hace imaginar que estamos en el techo del
mundo, más cerca que nunca del sol, que brilla siempre en este
desierto a 2500 metros sobre el nivel del mar y a 1700 km al norte de
Santiago de Chile. Las ciudades más cercanas son Calama, a 99
km, y Antofagasta, a 301 km.
El epicentro de este sitio único es el ancestral pueblo de San
Pedro de Atacama: un conjunto delicioso de casitas de adobe y piedra,
con una Iglesia colonial del 1700, una plaza llena de flores, una interesante
feria artesanal, y muchos bares atractivos para el turismo joven, ideales
para saborear un pisco sour a la luz de fogatas que se encienden sobre
el piso de este oasis lleno de pajaritos, tunas, perales... y locales
de Internet. El río San Pedro aporta la escasa agua de la zona,
distribuida con maestría para consumo doméstico, apagar
la sed del ganado y regar los huertos. La posibilidad de recorrer las
vecinas Cordillera de la Sal, Cordillera de la Muerte y el mágico
Valle de la Luna en mountain bikes, cabalgatas y 4x4 llenó al
pueblo de agencias de viajes que compiten en precios y servicios.
Al sur de San Pedro se extiende un gigante manto blanco: el Salar de
Atacama, que representa la mayor reserva mundial de sales de litio.
El salar está salpicado por lagunas saladísimas pobladas
de flamencos y aves que encontraron aquí su paraíso particular
a 2300 metros sobre el mar.
La ruta de los Ayllus Desde San Pedro de Atacama salen cabalgatas que
bordean el Valle de la Luna y la Cordillera de la Sal, al norte del
salar, donde la erosión modeló picos agudos de yeso y
sal. Si uno va a mediodía y hace silencio, podrá escuchar
el mágico crujido de los cristales de sal que estallan por el
calor del sol, como un mágico coro mineral.
En el camino se recorren los ayllus, o barrios de distintas comunidades
aymarás: Chiu-Chiu, Peine, Caspana y Talabre se aglomeran rodeando
acequias, buscando el contacto más cercano con la escasa agua.
En el horizonte se recorta el omnipresente volcán Láscar
de cráter ancho como el Vesubio, que lanza fumarolas desde su
erupción en 1993. Hacia el norte, se distingue el cono perfecto
del Tatio y el soberbio Licancabur que se precipita directamente sobre
el Salar de Atacama con una caída de más de 3500 metros
por uno de sus costados. A corta distancia, están las ruinas
de la aldea de Túlor, la reliquia mejor conservada de la región,
que data del año 150 y consta de habitaciones circulares reconstruidas
como se supone que fue esa colonia de casas redondas que parecen formar
un panal de abejas. Una cooperativa de vecinos en el ayllu de Túlor
se encarga de mantener el lugar y cobrar la entrada para su mantenimiento.
Y hasta están pensado en sacar su propia pagina web.
Uno tras otro se suceden pueblos antiguos como Peine, pegado a Peine
Viejo, un asentamiento abandonado alrededor de 1650, con restos de un
antiguo Camino del Inca. Hoy estas piedras apiladas son Monumento Nacional
Chileno. Volviendo a San Pedro, otro sitio impactante es el Pukará
de Quitor, una fortaleza construida en terrazas incaicas sobre un valle
verde, donde la leyenda cuenta que sus habitantes incas fueron exterminados
en un solo día por los invasores españoles. Sigue tan
intacto que al recorrerlo uno pisa sin querer trozos enteros de cerámica
incaica desparramada y olvidada como hojas secas desde hace 500 años.
Torres
de vapor Un murmullo lleno de todo lo raro de una naturaleza
fiera. Así describió Rudyard Kipling a los géiseres
americanos. Aunque los géiseres siempre deslumbraron en distintas
partes del mundo, los del volcán Tatio son los más extraños
y espectaculares que existen, en el paisaje más primigenio y
raro que se pueda conocer. Enmarcado en una imponente y solitaria belleza,
los Géiseres del Tatio se lucen con majestuosidad antes del amanecer,
cuando el vapor de agua se condensa en columnas de hasta 30 metros de
altura en el cielo helado del fin de la noche, a 4000 metros de altura.
Vale la pena levantarse a la madrugada y hacer en dos horas los 95 km
de camino en subida para tener esta recompensa incomparable. Este campo
geotérmico de 10 km2 de superficie tiene piscinas de agua termal
a cielo abierto, géiseres majestuosos, y una serie de pequeños
géiseres incipientes junto a otro ya tapados por al acumulación
de sedimentos calcáreos multicolores que les dan aspecto de colosales
candelabros llenos de cera derretida. La tierra ruge con un burbujeo
incesante, y el suelo tiembla con la vibración de los que parece
una enorme fábrica bajo tierra. Conviene no acercarse demasiado
a estas fumarolas, que pueden explotar de golpe con inusitada violencia.
Este maravilloso espectáculo tiene su hora de mayor apogeo entre
las 5.30 y 7 de la mañana, cuando el sol naciente tiñe
las fumarolas de naranja y la cordillera se cubre con cortinas de vapor
dorado que se elevan hasta el cielo. Las temperaturas extremas no impiden
que en los arroyos de agua hirviente proliferen algas de intenso color
naranja rabioso. Algunas excursiones, como la del Hotel Explora, aprovechan
el momento de estupor de los viajeros ante el extraño panorama
para armar enormes mesas donde sirven desayunos ideales para combatir
el intenso frío matinal. Bandejas con croissant, muffins, brownies
y termos de llenos de chocolate y café se vacían en tiempo
record. Al regreso, se recuperan fuerzas en la Quebrada de Turupite,
atravesada por el río Puritama, que forma cascadas y piletones
naturales de aguas calientes color turquesa. Se trata de las Termas
de Puritama, donde los atentos empleados del Explora nos esperan a la
sombra de glorietas de cañas entre mullidos sillones de mimbre
rodeados por plumosas cortaderas, sirviéndonos tablas de quesos
y deliciosos vinos chilenos sobre bandejas flotantes, como para que
no salgamos del placer del baño ni siquiera para el refrigerio.
La combinación de visitar un sitio casi extraterrestre y luego
descansar en algo parecido al paraíso completa un día
de esos que no se olvidan.
DATOS
UTILES
Cómo
Llegar: Lan Chile vuela la ruta Buenos Aires-Santiago-Calama.
El pasaje ida y vuelta cuesta $336. Oficinas en Buenos Aires:
Cerrito 866, tel: 4378-2222. De Calama a San Pedro de Atacama
se llega por la Ruta 23, en una hora de viaje. En Calama, se aconseja
visitar las minas de cobre de Chuquicamata, una de las más
grandes del mundo.
Dónde alojarse: En San Pedro de Atacama abundan
los hostales y albergues, sencillos pero limpios y económicos,
donde se puede pasar la noche por $8-$15 por persona. El polo
opuesto en estilo y precio de alojamiento se da en la cuidada
sofisticación que ofrece el Explora Atacama (ver recuadro):
Tel.: (56-2) 206-6060. Fax: (56-2) 228-4655.
E-mail: [email protected] www.explora-chile.com
Precios para pasear: Alquiler de 4x4: $45 por día. Alquiler
de bicicletas: $15 por día. Tour a los géiseres
con desayuno: $50-$60.
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Un
hotel de película
Más
que hotel, los Explora ofrecen un desenchufe absoluto del mundanal
ruido con todos los detalles del confort en un ambiente cuya arquitectura
se funde en el paisaje. A fines de los 90, una sociedad
de empresarios bodegueros contrató a arquitectos y decoradores
de vanguardia para edificar dos hoteles de lujo en los dos extremos
arquetípicos de Chile: el desierto del norte, en Atacama,
y la cordillera nevada de Torres del Paine, en el sur. El Explora
de Atacama tiene 50 habitaciones de 33m2 con jacuzzi y decoración
etno-folk, que bordean en abanico una plaza central abierta al
aire más puro, todas con vista a la paz de la cordillera.
El estilo es elegante con toques rústicos: cerámicas,
hogar a leña, tapices araucanos, la calidez de la madera
y luces siempre bajas y tenues. Para garantizar la tranquilidad
absoluta, no hay televisión, ni radio, ni periódicos
a la vista: el lugar es ideal para descansar, leer o escribir.
Hay una sala de video en el subsuelo, pero nadie la visita. El
lugar más concurrido es un surtido bar con vista a los
volcanes, atendido por un amable barman casualmente, psicólogo
diplomado donde se sirven pisco sours y vainas chilenas
acompañados de quesos de cabra, almendras y salmón
ahumado del Pacífico.
El personal del hotel guarda un discreto silencio en torno a las
visitas célebres: imposible arrancarles nombres de famosos.
Pero en mi estadía pude conversar con la actriz británica
Emma Thompson que eligió ese silencio para escribir
el guión de la película sobre la vida de Víctor
Jara y desayunar junto a la mítica Esteé Lauder,
empresaria de la cosmética internacional.
Hay 30 opciones de excursiones que pueden hacerse a pie, a caballo,
en mountain bike o en 4x4, de distinto grados de dificultad, guiadas
por guías multilingües. Las cabalgatas finalizan con
un recorrido a caballo por el subsuelo del hotel donde hay un
museo arqueológico con vitrinas a la altura del jinete,
en las que se exhiben los tesoros incaicos hallados en el terreno
durante las excavaciones realizadas para construir el establecimiento.
Insólitamente, el guía nos permite apearnos del
caballo en la misma puerta de nuestra habitación. Los jardines
que rodean el hotel tienen añosos árboles donde
cuelgan hamacas paraguayas rodeadas de flores silvestres y corrales
de ramas retorcidas. Una cadena de tres piscinas de arquitectura
vanguardista, con sus respectivos saunas y duchas, interconectadas
por un canal, muestran el lujo mayor: abundancia de agua clara
en pleno desierto. Los que tienen la suerte de pasar aquí
un sábado a la noche, disfrutarán de una barbacoa
(asado) de cordero iluminada por antorchas a la luz de la luna.
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