JUJUY
Festejo religioso en la Puna
Tarde de
toros en Casabindo
Cada 15 de
agosto, un pueblito con casas de adobe perdido en la inmensidad de la
Puna homenajea a la Virgen de la Asunción con bailes, música, procesiones...
y una corrida de toros. En el Toreo de la Vincha, improvisados toreros
salen a un ruedo muy particular, con una capilla en el centro donde
se refugian para evitar las cornadas cuando les va mal en la lidia.
Texto:
Julián Varsavsky
Fotos: Joaquín Carrillo
Casabindo es
uno de esos pueblitos de dolorosa belleza extraviados en el silencio
de la Puna. En el camino se atraviesa una árida altiplanicie
a 3400 metros de altura, donde reinan el polvo, el viento y la soledad.
En la lejanía aparece la imagen borrosa de las torres blancas
de la iglesia de Casabindo, conocida como La Catedral de la Puna,
que a simple vista luce desproporcionada para los 200 habitantes de
este pueblo sin sombra por la falta de árboles. Las casas de
adobe están un poco desperdigadas y, por sus calles de tierra
y arena, normalmente, casi nunca transitan autos. Pero hoy es 15 de
agosto y una larga caravana de vehículos levanta una nube de
polvo sobre el camino de entrada. Todos se dirigen a un Casabindo ruidoso
y alborotado como nunca, que se dispone a homenajear a su Patrona, la
Virgen de la Asunción: la mamita.
Fiesta en
la Puna De los autobuses bajan centenares de personas que vienen
de toda la provincia, acompañadas de varias bandas de sikuris,
esas quenas de la Puna que le roban los silbidos al viento. La fiesta
empieza la noche anterior en las peñas musicales a la luz de
los fogones, entre tragos de chicha y los graves soplidos del erque.
El 15 de agosto por la mañana comienza la celebración
con una misa ofrecida por el obispo de Humahuaca, Pedro Olmedo. Uno
de los momentos cumbre de la jornada ocurre cuando la imagen de la Virgen
sale de la iglesia en andas de la gente, en medio de bombazos y campanadas
que hacen tronar la Puna. Se forma entonces una extensa procesión
que atraviesa la pista de toreo frente a la iglesia y avanza
a paso lento por todo el pueblo, al ritmo de una banda de saxos, trompetas
y redoblantes que imitan las melodías litúrgicas de la
Semana Santa andaluza. El aroma del incienso impregna el ambiente y
aparecen en escena los samilantes, unos adoradores de la Virgen con
la ropa y el sombrero decorados con plumas de suri (ñandú).
Los samilantes realizan la Danza de los Suris durante casi todo el día
frente a la iglesia, al son de la caja, la flauta y los cascabeles que
cuelgan de sus muñecas y rodillas.
El baile del torito encabeza la procesión con un
hombre portando una máscara de toro, al que otras dos personas
disfrazadas de caballo acosan constantemente (serían los picadores).
Pero el baile más llamativo remite claramente a los ancestrales
sacrificios prehispánicos que probablemente se llevaban a cabo
en Casabindo desde mucho antes de la Colonia (por aquí pasaba
el Camino del Inca). La Danza del Cuarto la bailan dos parejas durante
todo el día. Cada pareja tiene una mitad del cuerpo recién
descuartizado de una oveja. Por un lado, una mujer sostiene una pata
del animal sacrificado y, frente a ella, el hombre sostiene la otra,
unidas por medio del costillar en carne viva. Dos metros más
adelante, la otra pareja sostiene la segunda mitad de la oveja y todos
simulan tironear de las patas mientras bailan con la intención
de desgarrar al animal y quedarse cada uno con un cuarto. Al final del
día esto realmente ocurre y la carne se cocina para la cena.
La finalidad de esta ofrenda a la Virgen bastante poco ortodoxa
es pedirle por la multiplicación del ganado.
A los toros
A las 2 de la tarde comienza lo que realmente todos están
esperando. Un bombazo inaugura la corrida y sale al ruedo el primer
joven que hizo una petición a la Virgen. Para que se cumpla,
el muchacho deberá arrebatarle al toro la vincha con monedas
de plata que lleva en las astas. Un gran rectángulo conformado
por un muro de piedra y adobe y algunas gradas hacen las veces de ruedo.
El público se sienta sobre la pared con los pies colgando hacia
adentro; otros se suben a los árboles y hay quienes se trepan
al campanario y al techo de la iglesia para obtener una panorámica
perfecta del espectáculo.
Unas zapatillas viejas, remera y jean son el único uniforme del
primer torero de la tarde que, al parecer, nunca en su vida se ha parado
frente a un toro (durante el resto del año nadie torea y la idea
de una escuela de toreros despierta carcajadas entre los lugareños).
Efectivamente, eltorero tiene miedo y, en menos de un minuto, vuela
por los aires y debe ser retirado en una ambulancia. La jornada empezó
mal, pero lo común es que todos los años corra un poco
de sangre (siempre humana). De todas formas, nunca han ocurrido accidentes
de mayor gravedad.
Algunos toros se niegan a correr y se dejan quitar la vincha con total
mansedumbre. Otros parecen tranquilos, pero cebados por la multitud,
emprenden violentísimas carreras de 50 metros que obligan al
torero a lanzarse al suelo como un arquero de fútbol para evitar
la embestida. Los toreros esperan turno escondidos en una capillita
blanca en el centro del ruedo, cuya puerta es tan angosta que el toro
no puede entrar por ella (aunque a veces lo intenta). Y cuando algún
torero es desbordado por la situación, huye graciosamente hacia
la capilla para refugiarse justo a tiempo y evitar la cornada. Pero
hay otro refugio más: un mástil al cual el perseguido
se trepa de un salto y queda inmediatamente a salvo.
Los toreros también son de lo más variados. A veces algún
turista valiente ingresa sin pedir permiso y ensaya unas toreadas al
estilo español. Hay quienes enfrentan al toro con respeto, siempre
munidos de un paño rojo un poco tajeado (hablar de una capa sería
un exceso de sofisticación) que a diferencia de las capas españolas
no esconde ninguna espada traicionera. Otros se hacen los cancheros
burlándose peligrosamente del toro en sus narices y se llevan
más de un susto que les transforma el humor. Y también
está el temerario que aparece vestido de rojo fosforescente,
de los pies a la cabeza.
Pero más allá de los toques de humor, el toreo es cosa
seria en la Puna, desde el momento en que está en juego la vida.
Los toreros son devotos de la Virgen a la cual le han rogado por anhelos
muy íntimos y, a cambio, intentarán ofrendarle la vincha
con monedas de plata.
Feria y final
El Toreo de la Vincha es un evento de proporciones en la provincia.
Para la ocasión se instala una feria callejera donde se venden
colchones, ollas, frutas, ponchos, jabón... todos productos elementales
que quizás sólo aquí y en esta oportunidad pueden
adquirir los que llegan desde lo profundo de la Puna. En los puestos
se venden asado de cordero, locro y empanadas, que se acompañan
con abundante chicha. Las mujeres visten polleras de vivos colores sujetadas
en la cintura por una faja de lana de oveja y los hombres se cubren
con ponchos a cuadros de lana de alpaca. Mucha gente coquea sin pausa,
con la mejilla abultada por un bolo de hojas de coca (costumbre que
bien podrían imitar los turistas para contrarrestar los efectos
de la altura).
A las seis de la tarde, el frío y el viento señalan que
la fiesta ha terminado y la caravana de autos levanta una nueva polvareda
que se pierde en la lejanía del altiplano. En la noche, los ínfimos
arroyos se congelan y Casabindo, en medio de la nada, vuelve a sumirse
en el silencio y la oscuridad absoluta.
Datos
útiles
Cómo llegar:
El pasaje de avión ida y vuelta a San Salvador de Jujuy
cuesta $ 308 por Dinar. Casabindo queda a 271 kilómetros
de la capital provincial. Se puede ir en ómnibus hasta
Abra Pampa y, desde allí, tomar otro hasta Casabindo. Un
tour en el día a Casabindo desde la capital jujeña
cuesta $ 40 en agencia de viajes.
Dónde informarse: Secretaría de Turismo de
Jujuy. Calle Urquiza 354. Tel.:0388-4221326 e-mail: [email protected]
Más información:
www.geocities.com/elrefugio2000/index.htm
Dónde alojarse: El alojamiento en Casabindo es precario
y la mayoría de los visitantes se alojan en la capital
provincial, Tilcara o Humahuaca. Hay un albergue que cobra $ 8
por noche. Tel.: 03887-491129.
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Soldados
angelicales
Los españoles
construyeron iglesias a todo lo largo y ancho de la Puna, y la
de Casabindo erigida con bloques de piedra es la mayor
de todas. La larga y angosta nave está decorada con candelabros
e imaginería cuzqueña y el piso es de ladrillos
de barro cocido. Pero lo más llamativo en su interior son
los cuadros de los Angeles Arcabuceros, traídos desde el
Cuzco en la época colonial. El artista mestizo que los
pintó carecía de modelos a imitar y entonces consultó
a los españoles. Estos le explicaron que los ángeles
eran como ellos, pero con alas. De allí surgieron los excéntricos
ángeles con rostro de belleza casi femenina, alas celestiales,sombrero
de ala ancha y trajes de brocado bordado en oro similar a los
de los soldados de Carlos II en el siglo XVII. Y como detalle
final, portan al hombro un gran arcabuz.
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