RELATO
DE VIAJE
¿Por qué visitar Guyana?
Una
selva de
habla inglesa
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Alguna vez
se creyó que era El Dorado, el mítico lugar de la fuente del oro, y
muchos de los que la buscaron se perdieron en la jungla. Hoy, una de
las grandes aventuras viajeras sudamericanas es remontar el río Essequibo
a través de la selva virgen, el verdadero tesoro de Guyana.
Por
Andrew Graham-Yoll
Viajé
a Guyana. Cada vez que lo digo hay un silencio en el otro teléfono
y al cabo de 30 segundos, el interlocutor responde ¿Por
qué?. Es la reacción más adecuada. Casi nueve
horas de vuelo al norte, a Miami, ahí, ocho horas de espera,
para luego tomar un vuelo con rumbo sur de cinco horas y media, para
llegar a Georgetown, y haber regresado así al continente sudamericano,
merece serio interrogante respecto de ese destino.
Guyana tiene un sabor a historia colonial, del siglo veinte y de antes
también.
Es el país que el autor indo-caribeño, nacido en Trinidad,
hoy ciudadano británico, V. S. Naipaul, encumbró como
El Dorado en una novela. Alguna vez, tanto españoles
como portugueses, y otros, pensaron que contenía la fuente del
oro codiciado. Pero ya no creemos eso, buscamos lugares de descanso.
Guyana es país de turismo activo. No tiene las playas del Caribe,
porque la costa se halla embarrada por la arenisca bajante de los ríos
Orinoco y Essequibo. Pero sí tiene una de las regiones selváticas
más accesibles de Sudamérica, y una capital que, de conservarse
como patrimonio de la humanidad como algunos quieren, constituye una
de las grandes aventuras viajeras del continente.
Fui a Guyana a reencontrar amigos, poetas y escritores, a conocer a
un presidente de 37 años, a remontar el río Essequibo
(una de las grandes vías navegables de Sud América), y
a conocer la reserva selvática de Iwo Krama, casi 400 kilometres
tierra adentro, por el río o por avión, hacia el sur.
El Presidente, Bharrat Jagdeo, de 37 años (discípulo de
Cheddi Berrat Jagan 1918-1997 aquel revolucionario, dentista
y presidente, anticolonialista contemporáneo de Patrice Lumumba
1925-61, Ernesto Guevara 1928-67, Frantz Omar
Fanon 1925-61, entre otros), dijo que Guyana busca acercarse
al resto del continente de habla hispana, pero aun está lejos
de poner marcha al sur. El argentino que viaja a Guyana necesita visa,
que sólo se emite en Caracas o Brasilia, porque no hay otros
consulados. Brasil es el gran vecino sudamericano que Guyana está
tratando de conocer, si bien el idioma no ayuda. Sus lazos culturales
son con el Caribe de habla inglesa, su ayuda económica viene
del Reino Unido, su comercio es principalmente con los EE.UU., y Canadá
es elegida por la emigración, que supera a la tasa de natalidad,
cosa que mantiene a la población de Guyana estable en unos 750.000
habitantes desde hace por lo menos dos décadas. La deuda externa
es reconocida en unos 800 millones de dólares, y se necesita
de la ayuda exterior para solventarla.
Guyana es la única ex colonia británica de habla inglesa
en el continente y desde siempre enfrenta un conflicto territorial con
Venezuela, que reclama cinco octavas partes del territorio de la ex
colonia. También es el país contra el cual se unieron
Washington y Londres, poco antes de la independencia de la colonia,
para impedir que Cheddi Jagan fuera presidente, porque las metrópolis
temían otra Cuba en la masa continental. En vez del
indio Jagan, ayudaron a instalar al africano Linden Forbes Sampson Burnham
(1923-1985), quien instauró el fraude electoral para perpetuar
su control en lo que declaró República Cooperativa. Lo
de cooperativo se omite desde la reforma constitucional del 2000.
Para endulzar
al imperio Arrebatada a los holandeses hacia fines del siglo dieciocho,
para que no cayera en manos de Napoleón, la antigua capital de
Stabroek, luego rebautizada Georgetown, en homenaje al rey en Londres,
alguna vez fue una de las principales (y la más famosa) proveedora
de azúcar (Demerara) al imperio. De los holandeses, que primero
intentaron instalar la capital río arriba en el Essequibo para
fundar colonias agrícolas, queda la muralla costera que protege
a la capital de las mareas, las exclusas que controlan algunos de los
canales y desagües de la ciudad, y la torre del mercado de Stabroek,
símbolo aún de la ciudad. Hoy la capital refleja una mezcla
de nostalgia de imperio con unvehemente orgullo en su independencia
de la corona (declarada en 1966). En un mundo unipolar, la decadencia
de las economías basadas en materias primas (azúcar y
bauxita) está a la vista, y también está lo que
fue una economía pujante cuando la explotación no había
terminado.
El 26 de mayo último Guyana cumplió 35 años como
nación independiente de la corona británica. Y en ese
mes de mayo surgieron también los aniversarios que hacen a la
mezcla que es hoy el país. Cuando terminó con la esclavitud
visible a comienzos del siglo diecinueve, surgió la contratación
necesaria de trabajo barato que llegó a Guyana desde Madeira,
Portugal. Los portugueses y sus descendientes establecen el 3 de mayo
como el aniversario de la primera llegada en 1836, los primeros indios
llegaron un 5 de mayo en 1839, y los primeros africanos (que ya no eran
esclavos en cadenas, pero eran la mano de obra más barata para
las plantaciones) llegaron el 24 de mayo de 1842. Estos grupos, principalmente
los asiáticos y los africanos, se disputan el control del gobierno
y de la economía.
De Georgetown
a la selva Hay cada vez más infraestructura turística,
hoteles que hacen de base para europeos y norteamericanos cuyo destino
es la selva de Iwo Krama, y la catarata de Kaieteur, que es la caída
de agua más alta del mundo. Iwo Krama es una región de
3600 kilómetros cuadrados de selva virgen, declarado patrimonio
ecológico universal en 1989 por una oferta del ex presidente
Hugh Desmond Hoyte a la conferencia del medio ambiente de aquellos tiempos.
Fue un gesto hermoso de un país pobre. Hoy la conservación
de la selva virgen es un proyecto internacional. Al lado de la selva
está la sabana, tierra poco fértil que mantiene a esqueléticas
manadas de vacunos, donde el habitante original, el nativo americano
que le dicen ahora, fabrica artesanías para exportación.
Hay hamacas de hilo que se venden a 10.000 dólares en Estados
Unidos.
Pero antes de llegar ahí todos tienen que pasar por Georgetown,
alguna vez, hace décadas, declarada el jardín del
Caribe por sus floridas calles y cercos. Hoy es más bien
lo contrario, con sus zanjas taponadas de agua estancada. Pero también
están las magníficas casas de madera, desde la gran catedral
anglicana construida en 1888, hasta el edificio de la corte suprema,
y la municipalidad, entre otras. Para estas construcciones se usó
libremente madera dura de la selva. Los buenos hoteles, con motivos
del trópico, están en franco crecimiento. Los franceses
tienen Le Meridien, que cobra tarifa internacional de cinco estrellas
(a 200 dólares, exorbitante), pero también hay una variedad
de buen alojamiento, hosterías y cabañas, cuyo precio
baja hasta unos sesenta dólares, desayuno incluido, y que reciben
al turismo internacional de aventura. Por conveniencia y amistad, mi
alojamiento fue el Georgetown Club, un reducto de las viejas corporaciones
coloniales del azúcar, la minería y la madera, construido
hace un siglo y medio, consumido por las llamas en 1945, y vuelto a
construir.
¿Por qué visitar Guyana? Porque ahí está,
en el continente sudamericano, muy diferente a todo lo que conocemos
como americanos, con el Caribe a sus puertas. Es un mundo especial,
la selva profunda cerca del mar, agreste, con mucho por descubrir.