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KARNATKA
Un viaje por la India profunda

Hampi, la ciudad perdida

Perdida en el tiempo y el espacio, Hampi tiene una mínima población que vive entre sus ruinas gloriosas.

Hampi fue la capital de un imperio invencible por más de dos siglos. Ubicada en el sur de la India, fue tan poderosa como Roma, con un mercado próspero y mundialmente conocido. Sin embargo hace casi 500 años su desarrollo se detuvo en el tiempo y la ciudad, que llegó a tener 500.000 habitantes, quedó prácticamente vacía. Turismo/12 recorrió sus ruinas, entre elefantes y monos sagrados, intentando descubrir qué sucedió en ese pueblo, que hoy no llega a los 1000 pobladores.

Texto y fotos:
Mariano Blejman

El día se está yendo. El sol de Hampi se esconde detrás del ocre profundo de sus templos, perdidos entre pedazos de roca y trozos de historia. En el fondo de su calle principal, en el bazar de Hampi, se alza el Templo Virupaksha, desproporcionado en relación al tamaño de este pueblo que hace casi 500 años quedó detenido en el tiempo.
La ciudad fue la capital del Imperio de Vijayanagara, un gran centro hindú con palacios de oro y plata, que mantuvo su esplendor durante 200 años, desde su fundación en 1336. Rica, poderosa y grande como Roma en su época, llegó a tener 500.000 habitantes y un mercado saturado de joyas, famoso en casi todo lo que entonces era el mundo. Su monopolio en la venta de especies y algodón se extendía por el Asia y su cultura floreciente dominó el sureste del país. Estaba muy bien fortificada y defendida por una inmensa armada: un ejército mercenario de un millón de personas, repartido por todo el Imperio. Sin embargo, un día –hace 450 años– todo quedó abandonado. Turismo/12 recorrió el pueblo para conocer su historia y descubrir qué pasó en Hampi, qué llevó a esta ciudad imperial a convertirse en un puñado de ruinas, en una geografía lunar deshabitada, en un horizonte que esconde –vistos desde el monte Matanga Parvat– los atardeceres más rojos de la India, como si cada noche, y cada mañana, quienes miran el sol pudieran recordar los días en que todo fue un infierno.

Ganesh, el elefante pintado que recorre Hampi.

Ganesh, el elefante En la calle central de Hampi viene caminando un elefante de orejas pintadas. En la noche, sólo el resplandor de la luna distingue su contorno, donde resaltan unos trazos blancos y redondeados que recorren su trompa y llegan hasta sus ojos. Unos hombres guían al elefante mientras se ensañan con unas campanas, como si pensaran que el sonido no alcanza a ingresar del todo por la inmensa oreja del animal y le pegan –a la campana– para que entre –en el elefante–. Le pasan una antorcha con fuego alrededor del cuerpo, lo que lleva su tiempo, mientras el elefante avanza balanceando lentamente su peso.
–¿Qué festejan? –le pregunto a uno de los dueños de la antorcha.
–Es la fiesta de la luna llena, una ofrenda a Ganesh, el dios elefante. Siempre que la luna se pone redonda en Hampi sus habitantes sacan a pasear al elefante, que simboliza la prosperidad. Cada mes, aunque esté nublado. Alguna vez, la prosperidad que trae el elefante bajo el brazo también la tuvo Hampi. Ahora está oculta y repartida en sus 30 templos del valle de Vijaynagara.
La historia oficial dice que en los siglos XV y XVI, entre setiembre y octubre, se realizaba el festival de Mahanavami, que todavía se puede descubrir en el sur de la India, conocida como Navaratri. Persas y portugueses visitaban la corte mientras la actividad se centraba en la Casa de la Victoria, el Mahanavami Dibba y en la audiencia del rey (Royal Enclosure). Ahora, estos lugares son tan sólo vastas plataformas de granito que alguna vez tuvieron edificios de madera en su superficie. Durante la fiesta, Hampi era testigo de una combinación de ofrendas, homenajes y saludos al rey, junto a regalos especiales: se entregaban soldados, caballos y elefantes. Miles de animales eran sacrificados y además se realizaban pruebas atléticas, bailando y cantando en procesiones multitudinarias, donde los súbditos le llevaban nuevas mujeres al rey, que enriquecían su ya vasto y poderoso imperio. Y, obviamente, también su libido.
El elefante se dirige ahora, por ese mismo lugar, hacia el Templo Virupaksha y acaba de pasar el bazar ante la mirada atónita de algunos turistas. No es para menos: han visto un elefante en un bazar. Los hombres se detienen y un grupo de mujeres se acerca a tocar al animal sagrado. Ingresan al templo con el elefante. Detrás, en las montañas cercanas hay dos grandes monolitos de Ganesh, el dios, y hacia el norte se encuentra elrío Tungabhadra, donde el elefante irá un día después a tomar agua. Por traer la prosperidad, Ganesh es uno de los dioses más populares del hinduismo, y su imagen nunca falta en las fiestas familiares, ni en las inauguraciones de importantes empresas. Ni en las lunas llenas de Hampi. El elefante va a dormirse, atado de un pie, enfrente a una casa pequeña. Ya no hay demasiado que hacer en el pueblo que descansa tranquilo.

Las ruinas de los muchos templos locales.

Pedaleando por las ruinas Es temprano en Hampi. El elefante ya se ha levantado y está parado frente a una casa del pueblo, que tiene sus paredes azules. A simple vista, es el único elefante del pueblo y no es difícil darse cuenta de eso. En el río, un grupo de mujeres se pintan los terceros ojos unas a otras: un punto rojo, una gota turquesa o una piedra preciosa entre las dos cejas. La mirada del alma queda estampada en la frente de siluetas que aparecen detrás de velos sugerentes.
Hampi es más árido, más seco, más grande, de día. Y un poco más caluroso. Todavía no alcanzo a entender por qué los templos de Hampi no son más que unos harapos de terracota, aunque todos hablen de un pasado glorioso. Un hombre sugiere utilizar una bicicleta para continuar el recorrido por las 20 hectáreas llenas de ruinas: acepto la propuesta. Tal vez allí encuentre algo o alguien que me explique lo sucedido.
Hacia el sur, en lo que fuera el corazón de la metrópolis, se encuentra un grupo de construcciones abandonadas, donde juegan unos niños. Una de las primeras ruinas en aparecer es Prasanna Virupksha, conocido como “Underground Temple” por estar construido por debajo del nivel de la tierra. Más adelante aparece el Royal Enclosure, una especie de barrio o audiencia real, donde se encuentra el templo de Hazara Rama, el Mahanavami Diba y el Lotus Mahal. Otra parte del Lothus Mahal se encuentra dentro del Zenana Enclosure o el barrio de mujeres, donde hay una torre, prácticamente en ruinas, con 10 infaltables elefantes esculpidos en sus muros. La plaza central tiene 22 metros de largo, se llama Pushkarini y está en el centro del Lotus Mahal. La calle pasa a través de Kamalapuram hacia el Queen’s Bath, el baño de la reina, que, por cierto, ahora se encuentra a cielo abierto. La decadencia está a la vista pero no la historia que la explica. En el fondo, dos mujeres que trabajan para el Museo Arqueológico del pueblo acaban de encontrar unos anillos y unos cacharros, probablemente de hace unos 600 años. Me los muestran y me entusiasmo con la idea de saber sobre el apocalipsis. Lo único que consigo entender es que Vijayanagar significa la “Ciudad de la victoria” en sánscrito, uno de los idiomas escritos más viejo del mundo. Pero... ¿la victoria de quién sobre quién?

Uno de los muchos elefantes del Lotus Mahal, en el Barrio de las Mujeres.

El templo de los monos Sigue la búsqueda. Me dirijo hacia el Vitthala Temple, donde paso por unas ruinas del Rama Temple, y unas pequeñas cuevas. A lo lejos se ve el Raghunatha Temple, en la cima de una colina. Achyuta Bazar, que lidera otros templos como el Narasimha Temple, y The King’s Balance están en el final del camino. Al fin llego al Vitthala Temple, al borde del río, dedicado a Vishnu, el dios hindú con cara de humano. Probablemente fue construido a mediados del siglo XV. Es uno de los más viejos e intrincados de todo Hampi y fue declarado en 1986 Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Tiene elefantes y caballos en la entrada, su construcción es atribuida al emperador Devaraya II (1422-1466) y en sus pilares se pueden observar esculturas de los mercaderes despidiendo a sus esposas antes de salir a hacer negocios por el resto del mundo. Me estoy acercando a la respuesta, pienso. Uno de los carteles da una pista más clara. El templo funcionaba cuando se libró la batalla de Rakshasatangadi en 1565, dice en la entrada. Pero no hay más datos. Una batalla parece haber sido el fin de Hampi, la ciudad que llegó a tener un ejército de un millón de soldados. Tal vez del otro lado del río, en el “Monkey Temple”, el templo de los monos, se pueda completar la historia. Cruzo en un bote de goma y sigo pedaleando por la otra orilla. El caminoes completamente distinto, lleno de verde y palmeras. En uno de los campos, un grupo de campesinas levantan la cosecha con la hoz en la mano.
–¿Monkey Temple? –les pregunto.
–Arriba... –me dicen, y señalan al cielo.
En la punta de un cerro hay una pequeña casa blanca. La escalera tiene más de 300 escalones y en los últimos peldaños comienzan a aparecer los monos. Un cartel advierte “cuidado con los monos ladrones”. Y un hombre me explica: “No se trata de un chiste. Los monos roban cámaras de fotos y bolsos a quienes están desprevenidos”. Dentro del templo, un grupo de personas está por comer y me ofrecen compartir su comida. Meto los dedos en el arroz y los mezclo con la salsa picante. El arroz está para chuparse los dedos. Desde arriba se ve todo el valle; cuadriculado y verde de este lado del río, árido y rojo del otro. Trato de que me cuenten la historia de Huampi pero no hay caso. Lo único que alcanzo a entender es que me aconsejan tener los zapatos a mano porque pueden venir los monos.

Un peso por la historia Con las piernas tensas de tanto pedaleo, recorro la única calle de Hampi que tiene negocios de ropa india y bijouterie, y algunos restaurantes. Ya resignado ante el pobre resultado de mi búsqueda, me siento a comer en uno de ellos que ofrece “somoza” (empanaditas con carne de cerdo). De pronto un hombre se acerca y me pide una moneda de mi país, más como un recuerdo que como una necesidad.
–Le doy un peso argentino, pero usted me explica ¿qué pasó en Hampi... por qué dejó de ser imperio?
El hombre me mira y respira hondo. Se sienta en la mesa y comienza a explicar, en un inglés con varios contratiempos.
–OK –dice, como si fuera a confesar un secreto.
La moneda cae sobre la mesa.
–El poder de Vijayanagar provino del control del comercio de algodón. Los grandes mercados internacionales vinieron a comerciar aquí. La literatura y los artes prosperaron, tal vez bajo la sombra de Ganesh. El contacto con los musulmanes del norte, que se habían instalado en la India hacía unos 300 años, era común y hubo intercambios que favorecieron el desarrollo del pensamiento. A pesar de esta estabilidad, las alianzas entre los reinos musulmanes e hindúes cambiaron hasta que se produjo una batalla fatal en 1565 en la cual las fuerzas de Vijayanagar fueron derrotadas por una alianza de pocos reinos. Vijayanagar fue destruido y su capital se mudó a otra ciudad. Sin embargo, por 1614 el imperio se había derrumbado y cayó en las manos del sultán Deccan –confiesa.
Nada ha cambiado demasiado, pienso.
–Nada ha cambiado demasiado –me dice el hombre, que adivina mi pensamiento y guarda en su bolsillo la moneda de un peso argentino.
–¿Por qué la guarda?
–Tal vez me traiga prosperidad, porque el elefante no parece dar resultado.

Toda una vida para enamorarse

Asha se llama la niña de Hampi que está a unos días de convertirse en mujer. Ella tiene 16 años y Nambe tiene 21 y unos bigotes bien recortados. Nambe ha venido de un pueblo cercano a conocerla. A verla, antes de casarse, por primera y última vez. Un grupo de mujeres preparan la ceremonia. La visten y le dicen lo que tiene que hacer. En la cocina de Asha, el hospedaje que los padres abrieron desde que comenzó a llegar el turismo al pueblo, se van a ver por primera vez. Es el día del enlace. Si ambos se gustan se van a casar, a fin de año. Pero todavía no se han visto. Faltan unos minutos. Han llegado niños y niñas de otro pueblo. Niñas y niños de este. Se ríen y me descubren. Soy un extraño, pero me tratan con cariño. Tienen ojos densos, oscuros, profundos, delineados, contorneados, amontonados, queriendo ver. Una niña abre la puerta de mi habitación y me mira tirado en la cama, debajo de la tela mosquitera. Sale corriendo cuando la miro. Soy el único inquilino de Asha, el hospedaje que tiene tres piezas, a una cuadra del “centro” de Hampi. Luego llega el momento de las miradas. Asha está tan nerviosa que ni siquiera observa a Nambe cuando los sientan enfrentados. Asha y Nambe se miran por primera vez y se gustan. Se gustan y dicen que sí. Ambos se ríen para adentro. Están llenos de vergüenza. Una mujer pasa las manos sobre el velo de Asha que mira hacia el piso. La mujer hace unos círculos sobre la cabeza de la novia y luego le pone barro en el cuello. Toda la cocina está llena de mujeres. Los hombres esperan afuera, a excepción de Nambe y su hermano, que lo acompaña. La boda será en tres meses, si el hombre paga la dote. Y vendrá gente de todos lados. Ahora comen las mujeres. En una hoja inmensa y verde sirven el arroz y lo mezclan con el thali, salsas y picante. Comen con la mano, mezclando todo con los dedos comenzando a degustar por el índice. Los hombres esperan el turno. Mientras se enchastran la cara, las niñas me miran haciendo estelas con sus pupilas en el aire. Asha ya va a ser grande. Alguien me pregunta si estoy casado. Le digo que todavía no. Primero tengo que probar, luego elijo, le explico. Me miran y ríen entre ellos. Después de comer, Nambe se vuelve a su pueblo. Primera y única vez que se ven antes de la boda. Les queda una vida juntos. Ya van a tener tiempo de enamorarse.

Una de las vistas generales de Hampi, con una torre en estilo indio clásico.

Datos útiles

Embajada de la India: Avda. Córdoba 950, 5411-4393-4156.
[email protected]. Horario de atención: 9 a 13 hs. Oficina de Turismo de la India 5411-4326-5391.
Cómo llegar a Hampi: Hampi está ubicado a media hora de Hospet, en el estado de Karnatka, a unos 600 kilómetros al sur de Mumbai. Se puede acceder desde Goa, o Mumbai (Bombay) en tren. Conviene hacer reservas con anticipación. La mejor época es entre octubre y marzo. Presupuesto estimado en el sur de la India: Entre 8 y 25 dólares por día: Hospedajes $ 2 a $ 5 / Restaurante $ 1,50 a $ 3 / Transporte (Tren) de Mumbai a Hospet (14 hs) $ 6 dólares. Compañías de aviación desde Argentina: Lufthansa, British Airways, Swiss Air, Alitalia, Air France, Quantas (Australia), South African Airways, Malasya Airlines.
Pasaporte y visa: Con pasaporte y tres fotos. Por tres meses, seis y un año.
Consejos: Está terminantemente prohibido exportar marfil, plumas de pavo real, pieles de cocodrilo, serpientes o cualquier especie de animal protegida, así como reliquias y antigüedades de más de 100 años. Se recomienda beber siempre agua embotellada, llevar un spray antimosquitos y asesorarse por medicamentos contra la malaria.
Moneda: Un peso equivale aproximadamente a 47 rupias. Con 50 rupias se puede comer en un restaurante. Una botella de agua mineral cuesta 12 rupias. Por más información visitar: www.turismoenindia.com.ar