El Festival Internacional de Buenos Aires (FIBA), que se realiza cada dos años en Capital Federal, históricamente ha suscitado polémica y discusiones entre creadores, funcionarios y públicos, posiblemente debido a la gran importancia que tiene en la escena nacional pero también mundial. Pero, ciertamente, ninguna discusión había sido tan encendida como la que por estos días se lleva a cabo en torno a esta edición, la número 11 en la historia del ciclo, que tendrá lugar en la Ciudad el próximo octubre. La lista de obras seleccionadas para la sección de espectáculos nacionales despertó las críticas y el malestar de varios teatristas, y también un agitado intercambio con su director artístico, el crítico Federico Irazábal, y los jurados encargados de la selección, los artistas Luciana Acuña, Marisel Alvarez y Lisandro Rodríguez. 

La convocatoria que dio lugar a las diecisiete piezas elegidas había estado dirigida a espectáculos de teatro, danza y multidisciplinarios que hubieran sido estrenados en el territorio nacional y creados por uno o más directores, sin que ninguno de ellos pudiera presentar más de un trabajo. Luego de ver el video de más de 600 obras, el comité curatorial determinó las ganadoras, que se exhibirán del 5 al 21 de octubre y que fueron dadas a conocer a fines de mayo a través de la web. Si bien nadie puso en tela de juicio la calidad de esas obras, otros directores, dramaturgos e intérpretes se expresaron sobre algunos puntos específicos de la selección, como el hecho de que entre las ganadoras no haya obras de las provincias y haya sólo de Buenos Aires o que haya muy pocas piezas dirigidas por mujeres, entre otras cuestiones.

La “cuestión federal” fue la que más rápidamente despertó los comentarios y las críticas, no sólo de creadores del interior sino también de artistas porteños, que expresaron preocupación por considerar que un evento público manejado con fondos estatales debería “contemplar la inclusión” de todo el país. La actriz y clown Lila Monti fue una de las que se expresó en esta dirección: “Veo una intención de federalización en el discurso que no se refleja para nada en la acción. La Ciudad tendría derecho, si quisiera, a hacer un festival mirando sólo hacia dentro, ya que el presupuesto y las instalaciones son propias. Pero el FIBA no se encara de esa manera y por alguna razón se convoca a la presentación de obras del interior del país, entonces es lógico el malestar si luego los curadores eligen el cien por ciento de los espectáculos de esa ciudad”, explica a PáginaI12, preocupada por el hecho de que “el festival más importante del país, puerta de salida para otros festivales y vidriera, no registre que es el ámbito más propicio para hacer realidad la federalización”.

Para Monti “no debería ser necesario poner un cupo federal”, sino que “debería caer de maduro que en semejante rejunte sería más que interesante y fructífero tener obras de distintos lugares del país, creadas desde distintas perspectivas, técnicas y modos”. Pero, ciertamente, el tema del “cupo” surgió rápidamente en las propuestas de varios creadores que se manifestaron en contra de la selección nacional, y fue uno de los puntos donde hubo mayor divergencia. Se habló mayormente de cupo federal, pero también de otros, como el de disciplinas (años anteriores había habido muy pocas obras de danza, lo que provocó el enojo de los coreógrafos y bailarines), o como el de género. Esa última discusión surgió a raíz de que de las diecisiete obras elegidas sólo cuatro están dirigidas por mujeres, más una que tiene dirección compartida entre un hombre y una mujer. 

Varias artistas se expresaron al respecto, entre ellas la directora Maruja Bustamante, quien dijo a este diario que piensa que “hay una cuestión cultural o algún tipo de convención muy arraigadas que hacen que las mujeres y lesbianas queden marginadas de la profesionalización, del hecho de ganar dinero”. Para ella, si bien las mujeres son mayoría en el circuito teatral independiente, son minoría “en los lugares donde la actividad es remunerada”, en referencia a “los roles por debajo del escenario”. “Pareciera que tenemos destinos y que no podemos elegir. A veces me pregunto si simplemente lo haremos mal, pero ¿qué sería escribir o dirigir mal? El problema es cultural y el ejercicio de la desigualdad la hacen hombres y mujeres”, sentencia la autora de Adela está cazando patos. 

Para los miembros del jurado, sin embargo, la discusión no debería pasar por la cantidad de obras (o no) del interior del país, o por la cantidad (o no) de autoras o directoras mujeres, sino por una cuestión estética, de lenguaje, de las obras mismas. Al menos así lo expresaron algunos de ellos por las redes sociales, donde se desató mayormente el intercambio de puntos de vista. Allí compartieron algunos números para enriquecer el debate, como por ejemplo que del total de obras presentadas sólo el 16 por ciento fueron de las provincias, el 10 del interior de Buenos Aires y el 78 de Capital Federal, algo que influiría, si la cuestión fuera estadística, en el número final de elegidas. Consultados por este diario, los miembros del comité de selección prefirieron sin embargo no participar de esta nota, considerando que no habría espacio suficiente para exponer sus criterios y sus razones, a los que defienden.

Quien sí habló con  fue Irazábal, al frente del FIBA por primera vez desde que el ex ministro de Cultura Darío Lopérfido lo designó como su reemplazante porque él ya tenía muchos cargos. En diálogo con este diario, el crítico e investigador pidió destacar en primer lugar su “serio compromiso con las provincias”, tarea que, dice, hace mucho lleva a cabo desde su tarea como funcionario del Instituto Nacional del Teatro. “Mi deseo era que hubiera grupos de las provincias. De hecho, hay varios creadores a los que sigo y que son de enorme riqueza para mi propia tarea intelectual sobre el teatro”, cuenta. Y entonces explica que no quiso imponerle ese deseo al comité, que le encomendó que eligiera de acuerdo a su propio criterio y que esa decisión le parece “soberana”, y que va a hacer lo posible para que en alguna otra sección del festival haya espectáculos de las provincias, a los que incluso ya tendría más o menos seleccionados. “Los jurados vieron todo y yo defiendo ese trabajo. No me preocupó su decisión porque sabía que la estructura FIBA igual iba a albergar obras nacionales en alguna sección”, apunta.

A él tampoco “le interesa mucho” la discusión por el cupo, “sobre todo porque podría ser eterna”. “¿Por qué estableceríamos un cupo para las provincias o uno para las mujeres y no para otros colectivos o minorías? Me parece que si se piensa en cupo habría que pensarlo desde una lógica mucho más amplia”, dice quien afirma estar trabajando el festival “bajo el precepto de la diversidad”. De todos modos, el director contó a este diario que tomará todos los debates que se generaron y los sumará a actividades paralelas del festival “para que se pueda tener una discusión en serio”. 

Más allá de las cuestiones más generales, algunas cosas puntuales fueron señaladas por otros teatristas. El actor, director e integrante de Los Macocos Gabriel Wolf cuestionó la inclusión en la lista final de la obra Artaud, de Sergio Boris, porque ya había participado del FIBA anterior en otra sección (no en la nacional); de La edad de oro, de Walter Jakob y Agustín Mendilaharzu, por haberse estrenado en el 2011 (históricamente del festival podían participar las obras estrenadas entre una edición y la siguiente); y de Jarry, Ubú patagónico, de Mariana Chau, porque entre los colaboradores del espectáculo está Luciana Acuña, una de los jurados. Sobre este punto, los evaluadores respondieron que la coreógrafa se abstuvo de opinar sobre ese espectáculo, que fue elegido por sus otros dos compañeros. 

“Entiendo que se generara todo esto, pero yo trato siempre de mirar las consecuencias de las decisiones así que nada fue improvisado”, cierra Irazábal, que tiene una respuesta concreta para cada uno de los casos anteriores, como que “el teatro es una disciplina viva y no importa cuando fue estrenado un espectáculo” o que “una obra que ya estuvo en el festival pero no en la sección nacional puede volver y estar en esa para que los programadores la vean”. “No tengo problema en dar explicaciones sobre desde dónde pienso la gestión pero me parece que el debate no puede quedar ahí, por eso lo voy a llevar al festival”, promete el director, dando cuenta de que será una edición (más) intensa, con mucha tela para cortar.