“Un alegato compuesto de experiencias personales de las que se pueden extraer conclusiones universales”, se lee en el texto curatorial de Perdona, estoy hablando, muestra que actualmente acoge el espacio cultural CentroCentro, en el Palacio de Cibeles de Madrid, invitando al público a conocer historietas hechas por mujeres. Más concretamente “por autoras referentes del cómic autobiográfico, tomando como concepto central el conocido lema feminista ‘lo personal es político’”, aclaran las mentes detrás de una exposición gratuita que, ya desde el mismo título, deja en claro quiénes llevan aquí la batuta. O el pincel, el lápiz, la birome, la tablet, en honor a los incombustibles trazos de Diane Noomin, Phoebe Gloeckner, Carol Tyler, Alison Bechdel, Emil Ferris, Flavita Banana, por mentar apenas algunas de las firmas que figuran en esta diversificada exposición montada por tres expertas en la materia: las curadoras Teresa Ferreiro Peleteiro, Tevi de la Torre y Roberta Vázquez.

“A través de estas narraciones, conocemos identidades a las que no les apetece ser invisibles, no les apetece estar calladas, que están aquí, guste o no, para quedarse”, planta bandera el trío de curadoras sobre esta exhibición con expresa intención enciclopédica. Finalmente, Perdona, estoy hablando reúne trabajos gráficos de más de 80 notables historietistas de distintas procedencias, estilos y épocas, de los años 70 hasta nuestros días, que permiten al público vislumbrar la pluralidad de un género en expansión que es testimonio de la vida de artistas en todo el mundo.

Perdona, estoy hablando. CentroCentro. Ph Lukasz Michalak

“Que se echen en falta nombres importantes –por otro lado, bien conocidos ya– como Marjane Satrapi, Trina Robbins o Claire Bretécher no debe verse como una carencia, sino más bien como la constatación de lo inabarcable que sería intentar incluir a todas”, anota la revista catalana Rockdelux, aunque también remarca que, dada la vocación internacional de la exhibición, acaso pueda criticarse la práctica ausencia de autoras africanas y de Oriente Medio, así como los pocos nombres que se encuentran del manga (Mariko Kikuchi y Rokudenashiko). Al menos, celebra esta publicación, “sí se incluyen algunas de las principales autoras de América Latina, como Marcela Trujillo, Sole Otero, María Luque o Powerpaola, y se aprecia un esfuerzo especial por situar en el mapa a autoras inéditas en España, como la australiana Rachel Ang, las estadounidenses Tara Booth, Ariel Schrag y Amy Kurzweil, la rusa Anya Ulinich o la ucraniana Julia Alekseyeva, entre otras”.

En efecto, la propia curaduría aclara -por si las mosquitas- que, aunque han querido dar cabida al mayor número de autoras posible, no deja de tratarse de una aproximación a un universo tan vasto como variopinto, donde las viñetas -tomadas de novelas gráficas, fanzines o publicaciones periódicas, en la mayoría de los casos, a partir de la selección de las propias autoras- hablan de salud mental, de violencia machista, de traumas familiares e históricos, del espacio afectivo, de la familia, de las amistades, del proceso creativo…

Perdona, estoy hablando. CentroCentro. Ph Lukasz Michalak

Tomemos el caso de La primera vez que me afeité las piernas; tal es el nombre de uno de los cómics expuestos de Julie Doucet, del ’88; año en el que, dicho sea de paso, esta genial canadiense empezaba su historieta de culto, Dirty Plotte, inicialmente en forma autogestiva y en formato fanzine. En el susodicho tebeo, vemos a la protagonista rebelarse ante la imposición de sacarse los cardos por delirante razón: depilarse sería aniquilar a una comunidad de pequeñas criaturas desnudas que usan sus pelos como lianas, y Julie dice ¡no a la matanza! Un ejemplo, en fin, de la transgresora y surrealista obra de Doucet, dueña de piezas eminentemente personales y libres.

Julie Doucet

Entre las numerosas obras expuestas, habemus también viñetas de una eminencia como Aline Kominsky-Crumb (1948-2022), pionera del cómic underground, conocida por sus historias autobiográficas salvajes, sin tapujos ni filtros, según nos informa la expo, que asimismo señala que Kominsky promovió hablar abiertamente del deseo, la relación con el propio cuerpo o las inseguridades de las mujeres. “Su alter-ego, ‘El Callo’, es descarado y chistoso, autodestructivo y exagerado, pero también revela a una autora llena de vida, confiada en la honestidad de su arte y adelantada a su tiempo, capaz de mezclar la naturaleza contradictoria de la sexualidad con un feminismo complejo y valiente”, se señala sobre la rompedora artista, que a principios de los 70s fuera integrante de Wimmin’s Comix, precursor colectivo femenino de historietistas que editaba una homónima antología de cómics, rotando el rol editor con cada número en pos de horizontalidad, del que también fueron parte las destacadas Diane Noomin y Phoebe Gloeckner, asimismo presentes en esta muestra.

Aline Kominsky-Crumb en Perdona, estoy hablando. CentroCentro. Ph Lukasz Michalak

Ojo, aunque destacando la labor que desarrollaron artistas adelantadas a su tiempo, cada vez más valoradas, en publicaciones de las décadas de 1970 y 1980, no solo hay espacio para las mujeres que, con su laburo, allanaron el camino a autoras que hoy bosquejan mensajes desde una posición reconocida, atravesando un momento de ascendente valorización y popularidad en la industria. Están las veteranas consagradas, sí; también jóvenes talentos. Y es que, como bien señala el ya citado Rockdelux, en los últimos años se ha generado un contexto reivindicativo en torno a las autoras de cómic, y “frente al discurso perezoso que se repetía acríticamente hasta hace poco, el consabido ‘no hay autoras’, se ha desarrollado un esfuerzo reparador y genealógico que cabalga la cuarta ola de los feminismos y que se apoya, también, en el actual boom del cómic femenino”.