“Les aseguro que volveremos a vernos pronto”, dijo Robert Smith, cantante y guitarrista de The Cure, frente a esos 55 mil argentinos felices y agradecidos tras el show que coronó en la incipiente madrugada del domingo. A 10 años de su última actuación en Buenos Aires, la banda inglesa regresó en calidad de headliner de la primera fecha del Primavera Sound Buenos Aires. Valió la pena la espera, porque su performance no sólo estuvo a la altura de su rol en el festival sino también de su leyenda. Sin embargo, a la salida de Parque Sarmiento surgió una pulseada entre su último recital y lo que acababa de suceder. Si bien en el boca de urna (a propósito de lo que legó el reciente balotaje) algunos fans prefirieron la maratón de tres horas en cancha de River, terminó ganando esta vuelta. Se trató de un broncodilatador anímico, luego del resultado de las elecciones presidenciales.

Buena parte del público que asistió el sábado al evento evidenció su deseo de exorcizar el bajón colectivo y encontró en ese sonido penumbroso un canal para drenar esa energía. Es lo hermoso de la oscuridad: hay que atravesarla para llegar a la luz. Pero las canciones compuestas por Smith en su nublada Blackpool natal, por más que siempre estuvieron ahí, desconcertaron una vez más. Demostraron su vigencia, al mismo tiempo que encontraron a un amplificador inspirado e impecable. A lo largo de dos horas y media, esta encarnación como sexteto repasó su historia, aunque lo hizo plantado desde la contemporaneidad. Por eso se dio el gusto de brindar un adelanto de su futuro, al presentar en vivo varios temas nuevos: “And Nothing is Forever” y “Alone”, con el que inauguraron su intervención.

The Cure no saca material de estudio desde 2008, por lo que esta gira le sirve para tantear esas canciones (serán parte de un álbum de título tentativo Songs of a Lost World), a las que más tarde sumaron “Endsong”. Las dosificaron en medio de un arsenal de clásicos que tuvo en “Pictures of You”, “High” y “Lovesong” su pináculo inicial. Y que volvió a encontrar el clímax gracias a “In Between Days”, “Just Like Heaven” y tres temazos de Seventeen Seconds: “Play for Today”, “At Night” y “A Forest”. Por más que pasaron cuatro décadas de la salida de ese álbum, Robert Smith conserva esa misma voz (le dio pie hasta para acentuar rabiosamente “I Will Always Love You”, en “Lovesong”). Lo que no deja de sorprender, y más si se toma en cuenta que en abril próximo cumplirá 65 años. También asombró su vitalidad escénica, que tuvo como cómplice al otro veterano de la banda, el bajista Simon Gallup.

Mientras los británicos la rockeaban con “Fascination Street”, en el Stage Heineken (escenario que albergó a los actos principales de la grilla, junto con el Stage Primavera), Róisín Murphy terminaba su show en el Stage Barcelona. Una pena. Y es que la cantante y compositora irlandesa salió unos 30 minutos después de lo pautado, por lo que su show terminó coincidiendo con el de Sus Majestades del Rock Gótico. Es por eso que quien no la conocía se perdió la oportunidad de ver uno de los mejores espectáculos de esta versión del Primavera Sound porteño (vuelve a presentarse el lunes 26, como parte de los sideshows el festival, en C Complejo Arte Media). Lo que confirmó apenas apareció en escena, en tanto pedía disculpas por el retraso. Sólo le bastó con los tres primeros temas para mostrar su genialidad, una estética alérgica a los lugares comunes y su dialéctica entre música dance y tecnología.

Con sus músicos en el fondo de la estructura, irrumpió con uno de esos característicos outfits suyos (a medio camino de la extravagancia y del glamour). Al mismo tiempo que miraba de espaldas al público a una cámara, que terminó mostrando su cara en las pantallas, desenfundó dos temas de su nuevo disco, Hit Parade, y los alternó con uno de los clásicos de Moloko (su ex banda): “The Time is Now”. También en el Stage Barcelona, que es el escenario más alejado de los cuatro que se erigieron en el predio, actuó un rato antes Slowdive. El grupo de shoegaze y dream pop inglés regresó al país de la mano de su nuevo álbum, Everything is Alive. Justo comenzó con uno de sus temas, “Shanty”, que alternó con el de sus otros discos. Y si Red Hot Chili Peppers invocó el viernes en cancha de River a Syd Barrett mediante “Terrapin”, el quinteto cerró su show con un cover suyo de “Golden Hair”.

Dillom expuso su veta más punk. Foto: Pablo Añeli / Télam.

Ahí mismo, más temprano, se había presentado Richard Coleman, plenipotenciario argentino del rock gótico y demás derivados del post punk. Una vez que terminó su actuación, el músico y compositor contó que este momento de esplendor que vuelven a vivir estos géneros no forma parte de un revival sino más bien de un nuevo ciclo. Y es que si un rasgo definió al primer día del Primavera Sound Buenos Aires 2023 fue una curaduría que hizo hincapié en los artistas cultores de estos estilos, tanto internacionales como locales. Previo al recital del ex Fricción, en el Stage Barcelona se produjo el debut local de Just Mustard, banda irlandesa ajustada a esa sintonía sonora crepuscular. Mientras que un rato más tarde, el trío criollo Las Tussi dio muestras de lo mismo en el Stage Nobody is Normal, con una propuesta que incluso bordeó lo político.

Si las chicas advirtieron que se venían momentos oscuros, la presentación de Dillom, a manera de corolario del Stage Primavera, funcionó como vitrina anti ultraderecha. La hoy arenga opositora (parece que será una constante de ahora en más, según lo que se palpitó en varios pasajes del tour recitalero de esta semana) se hizo presente mediante “Mauricio Macri, la puta que te parió”. Así como viene sucediendo, el rapero expuso en esta ocasión su veta más punk. O quizá para allá es hacia donde está evolucionando. Además tuvo entre sus invitados a su colega Muerejoven en el tema que grabó con las Pussy Riot, “1312”, a K4 en “Latas” y a Ill Quentin en “Ovarios”. En medio de ese arrebato salvaje, el integrante del colectivo Rip Gang desconcertó a toda esa masa al hacer una versión (también feroz) de “Nos siguen pegando abajo”, el clásico de Charly García.

Un rato más temprano, después de que Massacre reemplazara a último momento a los estadounidenses Muna, Conociendo Rusia, en el Stage Primavera, abrió el juego de estilos con una impronta que bordeó el power pop. Ronpe 99 y Akim 88, representando a la música urbana nacional, logaron algo similar en el Stage Nobody is Normal. Y los ingleses Black Midi salieron a escena, en el Stage Heineken, bajo un sol endemoniadamente sofocante, pero sin perder el buen gusto y en especial los pequeños detalles. De hecho, cuando el cuarteto apareció ante el público, lo hizo bailando “La mano de Dios” como cortina, para luego perderse en la improvisación, al igual que esa peculiar mezcla de libertades musicales: free jazz, hardcore, rock progresivo, post punk y math rock (el lunes expandirán esta mezcla en su sideshow en La Trastienda).

Este Primavera Sound fue la consagración de El Mató a un Policía Motorizado como el nuevo grupo de grandes multitudes del rock argentino. Pese a que se presentaba su nuevo disco, Súper terror, Santiago Motorizado, cantante y bajista de la banda, le dedicó su hit “El tesoro” a Robert Smith. Y parece que el cumplido tuvo efecto porque más tarde el frontman inglés confeccionó un repertorio cargado de un sinnúmero de matices. En el final de su set eso se pudo notar con “Shake Dog Shake” y “From the Edge of the Deep Green Sea”. Y The Cure agudizó esa nostalgia y onirismo en el primer bis, del que destacaron “Plainsong” y “Disintegration”, para más tarde rematar su show a punta de hits: de “Lullaby” a “Boys Don’t Cry”, pasando por “Friday I'm in Love”. Al despedirse, el músico alcanzó a decirle a ese público fiel: “Ustedes son jodidamente increíbles”. Pero él lo es mucho más.