“Entramos a la Plaza” dice una mujer en voz alta con el teléfono bien cerca de la boca. Son las 4 y media de la tarde del 20 de diciembre de 2023. Es piquetera y prefiere no decir su nombre. Y es obvio. Se conmemoran las jornadas del 19 y 20 de diciembre de 2001, se marcha contra el ajuste económico del gobierno y se pone en práctica, por primera vez desde la asunción de Javier Milei, el protocolo de orden público de la Ministra de Seguridad, Patricia Bullrich, su antigua competidora en la batalla presidencial y la que ahora, como gobierno, encarna la promesa represiva de “el que las hace las paga”.

El maridaje entre los anuncios de la Ministra de Seguridad y los de Sandra Petovello al mando del super ministerio de Capital Humano, ponen en el centro preguntas en relación a los cuidados. Por un lado una promesa extorsiva de cuidado por parte del Estado con la condición de que se cumpla la ley, algo que se traduce en una falacia: cumplir la ley es no hacer cumplir el derecho a manifestarse. Por otro, el cuidado que “deben” tener las madres de no salir a la calle y quedarse ciudadano a los hijxs. El protocolo de seguridad de Bullrich enmarca las amenazas extorsivas de Petovello que justifica sus políticas de instauración del miedo con la protección hacia las madres y las niñeces. 

Dice Petovello: "la misión de Milei y todo el Gobierno es defender a las madres, niños y familias que necesitan asistencia en estos momentos difíciles" y la "preocupación" del Gobierno son "las madres que concurren con sus hijos a las marchas, es innecesario exponerlos al calor y a la violencia de las manifestaciones". Al mismo tiempo que en la aplicación Mi Argentina apareciera la advertencia: "Si cumplís con la ley, vamos a cuidarte"- Todo este combo, presente en altoparlantes de estaciones de tren, publicidades y anuncios sucede horas antes de que la piquetera y su organización entren a la Plaza de Mayo.

Nos decían que fuéramos por la vereda, que las calles no se pueden cortar, algunos íbamos por la calle porque en la vereda no entrabamos”, continúa la grabación del audio. No quiere responder ninguna pregunta de esta cronista y con razón, en las horas previas a la marcha el eslogan de “quien corta no cobra” se convirtió en la bandera del gobierno entrante para justificar la quita de planes sociales y perseguir las protestas.

¿Por qué en su relato la ministra de Capital Humano da por sentado que las manifestaciones son violentas? ¿Cómo se lleva adelante una protección hacia las mujeres y las infancias en nombre de un cuidado que criminaliza la protesta que encabezan esas mismas mujeres jefas de familia?

En “ Nora Cortiñas.Una vida incomparable” (Fund. Rosa Luxemburgo) se hizo un enorme trabajo de archivo con fotos y retazos del derrotero de la referente y madre combativa de Plaza de Mayo. Entre muchas de las escenas que se describen aparece una particular que da cuenta del momento en el que Norita deja de ser una “ama de casa” y comienza a ser una habitante incansable de la calle: “Fue un gesto feminista, porque nosotras, todas, dejamos la casa. Yo la dejé, no tuve ninguna duda, sabía que tenía que salir y lo hice sin consultar. Con los años me doy cuenta de que ese gesto es feminista porque entonces no sabía ni qué era ser feminista. Creía que era estar en contra de los hombres. Y yo tenía dos hombres en mi casa.”

En nombre del cuidado

“Se busca maternizar a las mujeres y a los cuidados. Dar un mensaje que supone que el deber de las madres es quedarse en casa ciudando a las infancias, en definitiva, disciplinar” explica Eleanor Faur, socióloga y doctora en Ciencias Sociales. Agrega un punto de vista que le suma a ese disciplinamiento una enorme cuota de culpabilización: “Si fueran a las movilizaciones con hijos e hijas y la represión les alcanzara, la responsabilidad sería de las mujeres”.

Si hubo un momento bisagra que dio origen a la crisis de cuidados fue justamente el momento en que las mujeres salieron de sus casas. No solo a trabajar por un salario, también a reunirse en asambleas, armar cooperativas, cocinar en los comedores populares y también a manifestarse en la calle y en los piquetes. Lo cuentan las mujeres de la Corriente Villera Independiente de la 21-24: “Yo hacía 20 años que vivía en el barrio y solo salía de mi casa para llevar a los chicos al colegio o hacer las compras. A partir de que empecé a cocinar en el comedor me encontré con otras, pude entender que había muchas cosas en común y empecé a trabajar en la cooperativa” dice Micaela que empezó a cocinar en el comedor comunitario en 2014.

En uno de los testimonios del libro, Norita define su casa como una “casa patriarcal” en donde su marido aportaba el salario y ella se quedaba haciendo esos trabajos invisibles de las mujeres. Cuando su hijo Gustavo fue desaparecido comenzó a salir, primero a buscarlo a él y luego a las hijas y los hijos de todas las Madres. La calle se convirtió en el lugar de combate. ¿Cómo funciona la extorsión frente a mujeres que encontraron en la calle, primero un modo de reconocer los trabajos de cuidados invisibilizados y luego un lugar de lucha?

El punto F del protocolo de Patricia Bulrrich dice que se dispone “el registro de quienes lleven a niños o adolescentes a la concentración, con riesgo de su integridad física y endetrimento de su concurrencia a los establecimientos educacionales”. Otra vez, ¿por qué una manifestación pacífica pondría en riesgo la integridad física de les niñes y adolescentes?

⁠Las mujeres madres son sujetos políticos, el cuidado es político, el hecho de participar en las manifestaciones con hijos chicos también muestra la escasez de estrategias alternativas de cuidado” dice Faur y se pregunta “¿En qué medida el ministerio ampliará los servicios de cuidado públicos y comunitarios para las infancias? Ahí radica una pregunta central, que entiende que la responsabilidad de cuidar debe ser compartida con instituciones públicas, privadas y comunitarias” concluye.

La marcha del pasado 20 de diciembre y la enorme espectacularización del despliegue policial fue la muestra de que la respuesta a las amenazas y el disciplinamiento no es lineal y mucho menos implica quedarse puertas adentro. La ocupación de la calle -y no de las veredas- sigue siendo legítima a pesar de las estrategias extorsivas que pretenden desarticular la herramienta que fue para muchas mujeres un camino hacia la organización y el reclamo por hacer cumplir derechos. Queda por delante una ardua tarea de imaginación para no vaciar de contendidos los cuidados  como respuestas políticas y estratégicas de organización frente a un gobierno que presume del ajuste y de la represión.