La biopic, recientemente estrenada (primero en salas de cine y luego en Netflix), está narrada desde el punto de vista de Bernstein. Comienza con su salto a la fama, gracias a dosis equitativas de talento y suerte, cuando se lo convoca a dirigir la Orquesta Filarmónica de Nueva York debido a que el director, Bruno Walter, está enfermo. El llamado lo encuentra en la cama con su amante, el clarinetista David Oppenheim, interpretado por Matt Boomer, la estrella gay de la serie Fellow Travelers. Esa primera escena, en la que Bernstein usa las nalgas del enamorado como un instrumento de percusión, da el tono del retrato fílmico que Cooper hace de Bernstein, estrella de la música contemporánea, y tan contradictorio como irresistible.

Maestro se incluye en una especie de revisionismo en clave queer de la cultura estadounidense. Bernstein, cuya bisexualidad hizo pública él mismo en 1976 al dejar a su esposa e hijos por varios meses para irse a vivir con un joven director musical (el personaje de Tommy Cothran, interpretado por Gideon Glick), se transforma en un atípico ícono LGBT casado con una actriz y padre de familia. Hacia la mitad de la película, el compositor se encuentra en las calles de Nueva York con su amante y la esposa (la actriz Judy Holliday), que carga a su hijo recién nacido en brazos. “¿Sabes que me acosté con tus dos padres?”, le pregunta al bebé. El guion fue escrito por Cooper y Josh Singer (Spotlight).

La primera mitad de la película, coreográfica y en blanco y negro, se enfoca en simultáneo en el ascenso vertiginoso de Bernstein no solo en la escena de la música clásica sino también como compositor para el cine, el teatro y la danza, y en la relación con Montealegre, a la que conoce en una fiesta y que luego seguirá con detalle la agenda profesional de su marido. Las “dos vidas” del artista se reflejan en ambas esferas. Por un lado, sus intentos de irradiar la música clásica en la cultura popular (Bernstein compuso obras musicales y bandas sonoras, condujo un ciclo televisivo donde explicaba las piezas que interpretaba, dio conferencias en universidades) sin abandonar el podio como director de orquesta; por otro, el de conservar su vida familiar sin interrumpir los romances con hombres (en el primer encuentro sexual entre el director y la actriz, la libido masculina resulta insuficiente, aunque es reemplazada por un acercamiento “espiritual” entre los integrantes de la joven pareja).

En la segunda mitad, Maestro vira al color y también al drama, cuando Montealegre ya no parece dispuesta a desempeñar el papel de esposa comprensiva ante las infidelidades de Bernstein. También sus hijos, en especial Jamie (interpretada por Maya Hawke, hija de Uma Thurman y Ethan Hawke), quieren saber cuán verdaderos son los rumores sobre la vida sexual del padre, que suele llegar a la mansión familiar acompañado por hombres jóvenes. “Siempre he sabido quién es”, le dice Montealegre a su cuñada, Shirley Bernstein (una encantadora Sarah Silverman), en una escena confesional. “Pensé que podría sobrevivir con lo que él tendría para darme”, agrega. La hermana de Bernstein intenta consolarla: “Es solo un hombre viejo que está envejeciendo horriblemente”. Más adelante, Montealegre le vaticina a su esposo que, de seguir con ese tren de vida, se quedará solo como una “reina vieja”. No obstante, Bernstein regresa con su esposa e hijos cuando se entera de que Montealegre tiene cáncer de pulmón (es incontable la cantidad de cigarrillos que fuman los personajes en Maestro). Montealegre falleció en junio de 1978, a los 56 años.

La película alterna momentos sublimes con otros bochornosos; entre estos últimos, se pueden mencionar la prótesis nasal de Cooper y el inmutable ceño fruncido de Mulligan para expresar el disgusto por el destino que, según las palabras del personaje, sabía que le tocaría en el plano íntimo (también hay que agregar los peinados, que parecen los de Nancy Reagan). Una mención aparte merece la reconstrucción del histórico concierto de 1973 en la catedral de Ely, en Cambridgeshire, donde Bernstein dirigió a la Orquesta Sinfónica de Londres, con la soprano Sheila Armstrong y la mezzosoprano Janet Baker, en la interpretación de la sinfonía conocida como Resurrección, de su amado Gustav Mahler, y donde Cooper da rienda suelta a la gestualidad del personaje.

De manera sutil, Maestro también deja entrever la “incorrección sexual” en el comportamiento de Bernstein cuando ya era una celebridad, al mostrarlo como “padrino” de jóvenes directores de orquesta y músicos con los que mantiene o intenta establecer relaciones eróticas, en una especie de quid pro quo. En este punto, se conecta con TÁR, de Todd Field, con Cate Blanchett como la directora y compositora ficticia Lydia Tár, que aparece como discípula de Bernstein en lo musical y en la conducta “predatoria” que tiene con jóvenes músicas y directoras de orquesta, hasta que pisa el palito y su carrera vuela por los aires. No fue el caso de Bernstein, que murió en 1990, a los 72 años, en el cénit de su fama.

Maestro, dirigida por Bradley Cooper

Con Bradley Cooper, Carey Mulligan, Sarah Silverman, Matt Boomer, Maya Hawke y Gideon Glick, entre otros. Salas de cine y Netflix.