Sufriendo en carne propia. Así estamos -estoy- atravesando esta nueva era “Milei”. Me hace recordar los procesos de duelo, sobre todo cuando, en los primeros momentos, cuando la persona querida acaba de fallecer, y después de una noche de sueño me despierto descansada pero inmediatamente me doy cuenta de que esa persona ya no está: estoy frente a una pérdida y a algo irremediable. En este caso, también me pasa cada mañana decir “está este nuevo gobierno. ¿Qué desastre nuevo nos espera? ¿Qué nueva bronca nos espera?”

Como psiquiatra y psicóloga clínica, no puedo dejar de pensar en lxs integrantes de los equipos de intervención en catástrofes, atravesadxs por los mismos problemas que padecen las poblaciones a las que atienden. Trabajan -trabajamos- ayudando a enfrentar y resolver consecuencias colectivas, pero después enfrentan -enfrentamos- esas consecuencias en carne propia. Y entonces pienso en algunas postales de este paisaje incendiado, que vienen irrumpiendo en mi consultorio.

Una pareja de padres me comenta con orgullo que su hijo de 16 años votó por primera vez. Que fue todo un ritual. Lo acompañaron, le sacaron fotos, se hizo una celebración. Y cuando les pregunto si saben o me quieren decir por quién votó, me responden que votó por Javier Milei. Al sorprenderme, me dicen “bueno, todos sus compañeros votan a Milei…”

Otra adolescente tiene una hermana pequeña con una discapacidad, y su familia ha conseguido que la obra social aporte al tratamiento crónico que debe realizarse. Su madre y su padre también me comentan que la adolescente votó a Milei. Les pregunto si saben qué propone Milei en relación a la discapacidad. Y me dicen que no saben, pero que lo van a averiguar. Además les pregunto si creen que su hija mayor sabe qué implica votar al programa de Milei en relación a cómo va a ser el futuro, la vida de su familia. No lo saben y tampoco parece preocuparles demasiado.

Una paciente me cuenta que se siente cansada desde que se despierta. Hace unos años tuvo un cuadro depresivo, pero me aclara que no es la misma sensación, sino que es una sensación de estar sin energía. Es votante de La Libertad Avanza, pero dice que los votó en el ballotage, “porque no se podía vivir de la emisión y que con tanta emisión esto tenía que estallar en algún momento”. Y que “esta gente” le despierta un poco más de confianza que “los otros”. Le pregunto si a pesar de que ella podría sostenerse económicamente, puede bancar todo esto. Es una mujer sensible, vuelvo a preguntarle si le afecta lo que lo que ve en las calles y lo que le pasa a la gente que la rodea. Me responde que sería muy egoísta si no lo viera, pero que en su caso solo es cuestión “de recortar”. En su relato conecta con cuánto le duele no poder comprarle a su hijo lo que le pide cuando va al supermercado, y que además dejó de hacer cosas que le daban alegría, como ir a tomar un café. Con sorpresa, agrega -se confiesa- que su piel comenzó a brotarse, reconoce que tiene que ver con la situación de estrés que estamos viviendo y de cuánto la afecta todo lo que estamos atravesando.

La madre de un veinteañero que se levanta a cualquier hora, que no ayuda en su casa, estudia en una universidad privada y no trabaja, le dice un día ofuscada “tenés que hacer como dicen los libertarios”, porque tanto ella como él votaron a La Libertad Avanza. “Cada uno tiene que tener lo que le corresponde, según lo que trabaje”, marca la madre para expresar el concepto de meritocracia. La quedé mirando por unos segundos, y le dije a esa paciente que no le diera semejantes consejos a su hijo, porque uno de los líderes de LLA en la Ciudad, Ramiro Marra, tiene un video donde recomienda “vivir” a los padres, “porque como ellos decidieron traerlo al mundo se tienen que seguir haciendo cargo”. Previsiblemente, ella no había visto el video y no lo podía creer.

Son imágenes, flashes de una realidad pasmosa, de la que también debemos preservarnos, desde nuestra cotidianeidad. Pienso mucho con quiénes quiero estar, a qué lugares deseo ir, con qué vínculos familiares o de amistad me siento abrazada. No tengo ganas de fingir demencia, sobre todo cuando estoy en compañía de personas que han elegido este gobierno para nuestro país. Nadie debería fingir demencia para evitar conflictos.

Me pregunto cuántas conclusiones posibles pueden surgir de estos pensamientos volátiles, que sin embargo intentan resguardarnos, no perder el horizonte de un análisis crítico que nos permita seguir. En este punto, creo que es fundamental incluir la realidad en el abordaje de la salud mental. La mirada sobre la realidad que propone un/a especialista en salud mental, está teñida por su historia, vivencias e ideas político-sociales. Y me pregunto por último, con mucho énfasis, si los dispositivos de intervención serían un espacio no violento que ofrezca posibilidad de reflexión y diálogo entre los dos modelos. Elijo creer -pensar- que es posible que este sea el botecito que aportamos para navegar los tiempos bravos, a partir del trabajo con la empatía, esquivando, superando la ideología.

*Psiquiatra infanto juvenil, especializada en problemáticas de maltrato infantil