“Se suele pensar en el reciclaje solo como política, pero en la mayoría de los casos genera puestos de trabajo, oportunidades e investigación. Se trata de buscar la punta del ovillo para desarrollar los mercados locales y regionales”. Quien habla es Sebastián Barbieri, docente e investigador en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (Unicen), con sede principal en Tandil. Hace diez años creó el “Proyecto Rehto” con el objetivo de recuperar, reutilizar y donar las computadoras desechadas por la universidad. Lo que nació en el ámbito académico, creció hasta convertirse en la única Cooperativa de la provincia que, fuera del AMBA, está habilitada para tratar residuos de aparatos eléctricos. Hoy, es un actor regional que ya transformó más de cuatrocientas toneladas de basura en trabajo, tecnología para instituciones y familias vulnerables, e investigación universitaria.
Nacido del compromiso social
Barbieri se acercó al reciclaje de Aparatos Eléctricos y Electrónicos mientras se encontraba trabajando en el “Programa de Educación Tecnológica para la Integración Social y Escolar” de la Unicen. Ingeniero en Sistemas y Profesor en Informática, comenzó a acondicionar computadoras obsoletas para formar laboratorios y dar clases en zonas vulnerables de Tandil. “Esto fue en 2008, cuando no había programas como Conectar Igualdad y la brecha digital se expandía cada vez más. El proyecto fue creciendo hasta que nos preguntamos: ¿qué hacemos con tantas computadoras? Porque la Unicen, como todas las universidades del país, generaba mucho hardware obsoleto que nosotros no teníamos dónde ubicar”, cuenta Barbieri.
En 2013, el Ingeniero presentó a la Secretaría de Extensión de la Facultad de Ciencias Exactas de la Unicen el Proyecto Rehto: Reutilización Eficiente de Hardware Tecnológicamente Obsoleto. Su objetivo era encontrar un fin social y sustentable a todos los residuos electrónicos que desechaban las distintas sedes de la universidad en Tandil, Olavarría, Quequén y Azul.
Así, a través de Rehto, la Unicen comenzó a procesar los cientos de residuos electrónicos que producía año tras año bajo dos ejes: la inclusión social por medio del “Software Libre” y el compromiso ambiental. Los investigadores de esta institución aportaron herramientas y conocimientos que permitieron reacondicionar estos aparatos y darle una nueva vida.
“Nosotros nos centramos en la revalorización ¿Por qué? Primero, porque es lo más sustentable de todo. Segundo, porque el rédito económico es mucho más alto. Una computadora vendida en partes le podés sacar mil pesos, pero una armada a partir de tres, se vende a cien mil. Si esa computadora la donás a una biblioteca, como hace el Proyecto Rehto, termina siendo usada por cincuenta personas y su impacto es incalculable”, afirma Barbieri, que desde 2013 se desempeña como coordinador del Proyecto.
Un actor regional
El salto regional, sin embargo, tuvo lugar solo hace algunos años. En 2016, Barbieri presentó a la Secretaría de Políticas Universitarias de la Univen un proyecto para crear el Centro de Pre Tratamiento y Recuperación de Aparatos Eléctricos y Electrónicos (Cepraee), un espacio exclusivamente dedicado al procesamiento de estos residuos que abrió sus puertas al año siguiente gracias al apoyo del Municipio de Tandil.
“El grupo que comenzó a trabajar en el Centro en 2017, se constituyó como Cooperativa en 2020. Hoy es el único operador habilitado por el Ministerio de Ambiente de la Provincia de Buenos Aires fuera del AMBA. La Cooperativa es la que se está haciendo cargo del tratamiento sustentable de Aparatos Eléctricos y Electrónicos de toda la región. Trabajamos con varios municipios y privados”, cuenta Barbieri, que es miembro del Consejo de Administración de la Cooperativa.
Según el Ministerio de Ambiente de la provincia, existen diecisiete “gestores refuncionalizadores” de Residuos de Aparatos Eléctricos y Electrónicos registrados en la provincia de Buenos Aires. De estos, solo la Cooperativa para la Revalorización de Aees (Coopraee) tandilense se encuentra fuera del AMBA, lo que la convierte en un actor determinante para el procesamiento de estos residuos en la región y en un potencial generador de nuevos mercados.
En 2023, la Cooperativa formó, junto a otras, la “Federación Chapaleofú”. Así, comenzó a vincularse con distintas cooperativas de la región con el objetivo de, por ejemplo, vender plástico procesado para que sea transformado en aislantes térmicos o madera plástica para que se convierta en muebles de diseño.
El vínculo con la Unicen, además, continúa activo. A través del Proyecto Rehto, el espacio sigue recibiendo residuos de la universidad para transformarlos en nuevos aparatos que son donados a escuelas, bibliotecas, clubes y espacios sociales. Entre 2020 y 2022, cuando la pandemia impuso nuevas exigencias a muchos espacios, el programa donó 1787 Aparatos Electrónicos y 276 computadoras, un número que significa solamente una fracción de las 450 toneladas de residuos que la Cooperativa lleva procesados en los últimos años.
“Además, los chicos de la Universidad y de las Escuelas Técnicas hacen pasantías que se llaman prácticas profesionalizantes y que se sustentan con subsidios del Ministerio de Trabajo. Luego de seis meses, se incorporan a la Cooperativa como socios. Hoy, cinco de nuestros socios son alumnos de la universidad que se costean los estudios gracias a este ingreso de medio tiempo”, agrega Barbieri.
De este modo, el Programa Rehto y la Coopraee buscan hacer de la reducción, reutilización y reciclaje de residuos electrónicos una economía circular que potencie el desarrollo local y proteja el medioambiente. Este año, los trabajadores e investigadores tandilenses inician una nueva década de desarrollo que, según identifican, traerá nuevos retos y dificultades. A pesar de todo, se muestran confiados en su capacidad de convertirse en protagonistas de la región.