Lo primero que se observa en El régimen (estreno de Max el próximo domingo 3) es el enrejado de un palacete con el escudo de un león. Y buena parte de los seis episodios que componen esta sátira política, escrita y creada por Will Tracy (Succession) sucederán dentro de las múltiples paredes de ese lugar comandado por una felina insaciable de poder y garras afiladísimas interpretada por Kate Winslet. Sátira cruel sobre la construcción del poder en torno a Elena Vernham, quien acaba de ganar las elecciones de una nación ficticia, y parece tan preocupada por erigir un imperio personalísimo como por exterminar cualquier germen que circule en el interior de su morada. Paradójicamente, el título tentativo con el que se conoció al proyecto -The Palace- daba cuenta de las intrigas palaciegas en torno a esta dama de hierro a la medioeuropea.

Seductora, desconfiada, perspicaz y con una paranoia en aumento, la Canciller recurre al militar Herbert Zubak (Matthias Schoenaerts) como lugarteniente mientras tensa su relación con Occidente. “No voy a ceder ante las toxicidades y decadencia de los Estados Unidos. Nos han dicho que juguemos el papel que nos encomendaron. Ya no seremos parte de su teatro de brutalidad. Es tiempo de demostrar lo que valemos”, dice Winslet con un imperturbable garbo dictatorial. Como es de imaginar, la multipremiada actriz –y productora del proyecto-, se destaca con una criatura que se mueve entre la estampa de la expresidenta de Croacia, las manías sanitarias de Howard Hughes y el puño certero de Margaret Thatcher. Además de Hugh Grant –en la piel de un encarcelado líder de la oposición- y Andrea Riseborough –como la regenta de este palacio-, el otro gran personaje de la miniserie es el claustro imperial que parece en permanente construcción o descomposición. “Es un reflejo de ese work in progress fallido de democracia que el régimen intenta demostrar hacia afuera”, dice la actriz que interpreta a Agnes, una de las manos derechas de la gobernanta, entrevistada por Página/12.

-¿Cuántas puertas abrió durante el rodaje de El régimen?

-Creo que es una pregunta muy atinada porque han sido cientos de puertas... Pobre Agnes, las abre, las cierra, es como que se cuela en cada escena. Entra y sale con los aires acondicionados o con platos de papas al vapor. Aprecio mucho que se den cuenta de ello (se ríe).

-Lo cual además define bastante bien a su personaje…

-Sí, es un fantasma que pulula por este palacio gigantesco. Sabe que debe moverse con mucho cuidado dentro de los absurdos de este régimen. Claramente tiene sus opiniones sobre lo que sucede y tiene que cuidarse mucho porque está en la primera línea de fuego. Está Oscar, este niño que parece estar atrapado dentro del palacio y ella se preocupa por acobijarlo, actúa como su madre dentro de una situación que sobrepasa a cualquiera.

-¿Y eso influye en la agenda oculta de su personaje?

- Sí. En cierta forma representa la voz de los callados y que no saben cómo expresar ese poder. Se ve como la gente trabajadora queda entre los intereses de los poderosos. El mensaje para ellos es claro: “ustedes acepten que ya tendrán su beneficio”. La realidad es que son gobernados por gente que nunca ha trabajado y no tienen idea de lo que pasa la gente común. Así que Agnes es muy interesante de interpretar. Posiblemente sea el personaje más consciente de lo que genera este régimen completamente ridículo.

-Todos están pendientes de lo que los designios de la Canciller, al carnicero, por ejemplo, lo llaman una “un perro con una calculadora” porque camina detrás de la protagonista con esta máquina que mide la humedad en el ambiente. ¿Cómo describiría a Agnes?

-Dentro de esta pieza, es la única con cierta noción de la moralidad, aunque no pueda actuar en consecuencia. No tiene el privilegio de elegir o de hablar a viva voz, está muy reprimida; lo notás en todo, desde su ropa a su corte de pelo. Dicho esto, soy pésima para definir a los personajes y orgullosamente seguiré siéndolo por el resto de mi vida.

El personaje de Riseborough tiene una agenda oculta.

-Es del séquito de la Canciller pero prefiere pasar desapercibida. En ese sentido, ¿cómo describiría esa relación con Elena y cómo es trabajar esa frialdad con Kate Winslet?

-Desde la perspectiva de Agnes es bastante difícil. Es una dealer de la miseria. Sabe bien que, aunque conoce todo del Palacio, vive bajo amenaza permanente. Y debo decir que Kate es todo lo contrario a Elena. Es muy cálida y te permite jugar mucho, lo cual siempre es hermoso. Interpreta a alguien que está en el polo opuesto de su persona. Fue una experiencia muy estimulante, como un aterrizaje suave. Interpretarlo fue desgarrador, pero la compañía y el trabajo fueron de los colaborativos. Kate tiene ideas muy estimulantes. Stephen Frears y Jessica Hobbs, los directores, también fueron esenciales. Dieron con un tono y un entorno muy especial, permitieron lo colaborativo.

-¿Qué relevancia tiene en El régimen que el palacio luzca como una obra en permanente estado de refacción?

-Nada tiene mucho sentido, nadie sabe bien que está haciendo y no permiten que no haya ninguna interferencia externa. Así que hay una representación bastante exacta de cómo funciona lao que es la política a nivel estructural (carcajadas).