“Cuando vi que Milei empezó a retuitear fake news sobre mí lo primero que pensé fue `tenemos de presidente a alguien que en vez de invertir su tiempo valioso en solucionar los problemas del país fogonea noticias falsas sobre una militante”, dice Tatiana Fernández Martí, que acaba de cumplir 23 años, el mismo día que Rosa Luxemburgo.  Estudia historia en la Facultad de Filosofía y Letras y la semana pasada fue parte del “molinetazo”, una acción convocada por estudiantes, asambleas barriales y Unidxs por la Cultura que consistía en una convocatoria a evadir el pago en estaciones de trenes y subtes en reclamo a la suba de transportes en medio de un contexto de profundo ajuste.

“En esas noticias se decía que yo era actriz para intentar convencer a un sector de la población que eso es así. Yo soy estudiante, laburante y llevé a la televisión una acción que se había armado entre un montón de colectivos”, dice. Tatiana Fernández Martí empezó a militar a los 13 en la escuela y fue presidenta del centro de estudiantes del Nacional Buenos Aires a los 19.  Sigue en las coordenadas de apoyarse en el movimiento estudiantil para dar pelea y practicar la desobediencia: esta semana cayó en el enorme universo de likes del presidente porque fue una de las voces que salió en los medios visibilizando la acción del molinetazo.

“El jefe de Estado elige mediatizar y tomar a gente de punto para distraer el debate social y evitar hablar de los problemas que está sintiendo la gente y no la casta”, dice Tatiana. El tiempo que dedica el presidente a sus redes sociales ya es materia de estudio, se cuentan sus clicks, sus likes, sus posteos y reposteos diarios. Mientras tanto, en el mundo no virtual, un grupo de personas saltan molinetes e instalan un nuevo deporte nacional en respuesta a que el aumento en el transporte es insostenible para quien tiene que ir todos los días a trabajar, a estudiar o simplemente se quieren mover en la ciudad y alrededores. 

El molinetazo se convocó el mismo día que Javier Milei inauguró la asamblea legislativa, visten unos ojos hechos de cartón como respuesta a un presidente que insiste en trasmitir un mensaje belicoso hacia una gran parte de la sociedad: “no la ven”. “Lo que vemos es que con un sueldo básico de $180.000 y un aumento del transporte del 500 por ciento lo único que hace es beneficiar a las empresas de transporte y perjudicar cada vez más a los usuarios que no son la casta sino que son los trabajadores y trabajadoras” dice Tatiana.

Foto: Antonio Becerra


La juventud en el centro

La acción del “molinetazo” y les jóvenes saltando en las estaciones de trenes y subtes remite a una imagen bastante reciente de los que fueron las movilizaciones estudiantiles en 2019 que desembocaron en el “Chile despertó”, una postal de revuelta de un país que había sido el modelo neoliberal latinoamericano y que a ojos de muchos representaba el paradigma de la modernidad, el desarrollo y el progreso. A propósito de esto, la conductora Belén Ludueña le preguntó a Tatiana si no era irresponsable elaborar la comparación con el país vecino “teniendo en cuenta como terminó en Chile la pelea por el boleto, con un país incendiado. ¿Vos querés eso para la Argentina, Tatiana?”, preguntó la conductora. La respuesta de la joven militante fue contundente: “al país lo está incendiando Milei”.

La Universidad pública aparece como uno de los lugares a defender cuando las partidas presupuestarias anunciadas por el gobierno, según las autoridades de las distintas universidades, no alcanzaría para sostener las instituciones más allá de mitad de este año. Para Tatiana la huelga universitaria es la forma de arrancar la partida presupuestaria para que las universidades funcionen y no se ponga sobre la mesa el arancelamiento de la universidad, cosa que fue determinante en las movilizaciones chilenas: “Tenemos que salir a la ofensiva más que nunca y poder convocar a los espacios de la juventud en las universidades, en los colegios y en los trabajos para practicar la desobediencia. Hoy se requiere una juventud rebelde para salir a enfrentar el ajuste de Milei y para eso hay que volver a lo básico, ya sea el molinetazo o el cacerolazo. Estos son los primeros pasos de un camino largo que tenemos que hacer para defender los derechos que hoy están siendo arrebatados”.

Otra de las claves para Tatiana es pensar la organización y revitalizar los lazos de solidaridad: “Es fudamental para ir en contra de la motosierra de Milei que además viene a por los jóvenes”, dice. En esta línea su planteo en relación a las juventudes conforma una pregunta que estuvo sobrevolando el debate en relación a este sector de la sociedad: por un lado votantes de Milei que fueron interpelados por la propuesta libertaria, por otro las juventudes más cercanas al campo popular y una porción más apolítica. En el medio la pregunta sobre la domesticación y la desobediencia: “Yo creo que en el último tiempo los jóvenes intentaron ser domesticados. El gobierno de Alberto Fernández ganó con gran apoyo de la juventud con la premisa de que iba a poner a la Argentina de pie, y no solo no lo hizo, sino que intentó instalar entre los jóvenes que la salida era consolidar una juventud funcionaria y que con el acceso de la juventud a ciertos lugares de poder íbamos a poder tener mejores condiciones de vida. Esto no funcionó, terminamos con un 60 por ciento de jóvenes trabajando precariamente y con el 50 por ciento de niños por debajo de la línea de pobreza”.

El protocolo de Bullrich en la calle

Frente a la protesta, por parte del gobierno se activan una serie de métodos que van por el camino del miedo y el disciplinamiento: “El protocolo anti piquetes avasalla derechos fundamentales como es el derecho a la protesta social.  Se vale de sacar la policía a la calle y de hacer distintos shows para intentar impregnar miedo a la población. En el último tiempo eso no funcionó tan bien porque la gente salió igual a la calle, a cacerolear y a armar asambleas barriales contra el ajuste del gobierno”.

Desde hace un tiempo milita en el Partido Obrero, para ella hay que sumar a la protesta social en la calle la participación plena de los sectores de izquierda en los sindicatos: “La izquierda tiene que pisar el barro, eso significa dar la batalla en los sindicatos para que vuelvan a ser herramientas gremiales y canales de pelea por los despidos, por los salarios que son comidos por la inflación frente al inmovilismo que caracterizó a los sindicatos y los desprestigió en el último tiempo” dice.

Pero ese no es el único lugar en el que urge estar, para ella estar en los barrios populares y en las villas es casi crucial en este tiempo, ya que las políticas implementadas en estos primeros sesenta días afectan directamente la vida de las personas que comen en un comedor al que se le dejó de enviar alimentos o cobran un plan social que articulan con trabajo precario para llegar a fin de mes: “Ir a esos lugares en donde el gobierno sacó la asistencia instalando el discurso de que esas personas carenciadas son planeras y no quieren trabajar. El problema de la Argentina es al revés, el problema es que el salario no alcanza y que solo hay trabajo precario”.