Back to Black - 5 puntos 

Francia/Reino Unido/Estados Unidos, 2024 

Dirección: Sam Taylor-Johnson 

Guion: Matt Greenhalgh 

Duración: 122 minutos 

Intérpretes: Marisa Abela, Eddie Marsan, Jack O’Connell, Lesley Manville, Juliete Cowan, Bronson Webb. 

Disponible en salas

Como si se tratara de una profecía autocumplida, Back to Black, biopic de la cantante británica Amy Winehouse, muerta en 2011 por intoxicación alcohólica, no puede escapar a su doble destino de ser mitad fábula, mitad imitación. Una fatalidad que suele afectar, con honrosas excepciones, a buena parte de los trabajos que en los últimos años se ocuparon de abordar las vidas de grandes figuras del rock y la música popular. Como toda fábula, la película dirigida por la también inglesa Sam Taylor-Johnson tiene como uno de sus objetivos el de aleccionar a través de un juicio no exento de contenido moral. Como toda imitación, tampoco consigue una prudente distancia, necesaria para ir más allá de la obviedad de lo superficial. 

También se debe reconocer que el trabajo mimético que realiza Marisa Abela a cargo del rol protagónico es loable. En especial porque todas las canciones incluidas en la película fueron interpretadas por la propia actriz, logrando un color vocal de asombroso parecido con el de la malograda compositora. El mérito no es menor, dado que la personal voz de Winehouse es de esas a las que se suele calificar de “inimitable”. Algo que como se ve (y se oye) no es del todo cierto. 

Está claro que la vida de la fabulosa cantante londinense no fue sencilla, aunque no porque creciera en la pobreza o agobiada por una familia problemática. A veces no se necesita nada de eso para tener un alma torturada. En cambio, Back to Black se conforma con asentarse en la idea determinista de que Amy era como era. Es decir, no solo talentosa, sino enamoradiza, dependiente y violenta. En una palabra: tóxica. Como contrapartida, la película tiene la honradez de no buscar culpables para su tragedia por encima de ella misma, evitando cargar las tintas sobre su ingenuo padre o su esposo Blake Fielder-Civil, con el que encarnaron una versión centennial de Sid y Nancy. Lo cual no significa que ambos no reciban su parte de responsabilidad en la historia. 

El problema es narrativo: Back to Black se aferra a un circuito newtoniano de acción y reacción que se repite imitándose a sí mismo, a partir de secuencias que siempre responden a esa estructura. Un hecho ocurre en la vida de Amy y esto la afecta tanto emocionalmente que su única forma de tramitarlo es componiendo una canción como exorcismo. Puede ser la muerte de un familiar, una exigencia de la discográfica o una disputa con su pareja: cada momento del relato sigue ese patrón. Una característica que el guionista Matt Greenhalgh ya había mostrado en Control, dedicada a la también trágica figura de Ian Curtis, cantante de Joy Division. Y si bien es cierto que sus canciones parecen cargadas de referencias íntimas que justifican la decisión, aferrarse a eso reduce el análisis de vida y obra a un exceso psicoanalítico.