Después de diez años de no publicar un disco nuevo, la cantante, compositora y rapera franco-chilena Ana Tijoux regresa a las bateas con Vida (2024), un nuevo trabajo discográfico en el que profundiza sobre la identidad y los contrastes de la existencia humana, con un pulso rítmico enfocado en el baile. “Fue una yuxtaposición de situaciones, pero la más significativa lamentablemente fue la partida de muchos seres queridos, como la muerte de mi hermana en 2019. Entonces, necesitaba hacer un disco luminoso para vivir el duelo desde otro lugar. Eso fue bastante clave a la hora de componer tanto en términos letrísticos como musicales”, cuenta Ana Tijoux desde Barcelona, ciudad en la que se encuentra radicada, sobre el proceso creativo de su tan esperado disco.

Tijoux, sin dudas, es una de las raperas más importantes y pioneras de Latinoamérica. A mediados de la década del noventa, formó parte del grupo de hip hop Makiza y en 2007 emprendió un camino como solista con su disco debut, Kaos, más volcado al pop. Pero en 2009 sacudió la escena del rap chileno con su segundo álbum, 1977, que hace referencia al año de su nacimiento en Francia. La canción que da nombre a ese disco, incluso, llegó a formar parte de la banda sonora de la popular serie Breaking Bad. Hija de chilenos exiliados en Europa durante la dictadura militar de Augusto Pinochet, Tijoux se afincó en Chile en 1993 y a partir de allí se convirtió en una de las artistas más destacadas de su país y una referencia ineludible en el mundo del hip hop latinoamericano.

La sensibilidad social y su militancia feminista son rasgos esenciales en su música. En su nuevo disco, Vida, la cantante y compositora apela a un tono más personal (“Tania”) y autobiográfico ("Soy millonaria, miles de afecto', afortunada/ 'Toy tapizada, una familia que siempre me abraza", canta en “Millonaria”, el corte de difusión), pero sin perder su compromiso social o sus preocupaciones por el devenir del mundo, como lo demuestra en canciones como “Fin del mundo”, “Dime que” (feat Pablo Chill-E) o “Busco mi nombre” (feat. iLe), con la participación de Estela de Carlotto, presidenta de Abuelas de Plaza de Mayo, en el prólogo de la canción. “Estela es un ejemplo de vitalidad”, destaca Tijoux sobre esta canción que habla sobre la memoria, la identidad y la búsqueda de los nietos y las nietas apropiadas durante la última dictadura cívico-militar argentina.

“Este disco nació de muchas muertes cercanas. Pero eso fue lo que hizo el empuje para la creación”, explica Tijoux, quien planea presentar el disco en Argentina pero aún no tiene fechas confirmadas. “Tenemos una suerte de desconexión total con esta educación que hemos recibido sobre algo que finalmente va a pasar y no hay forma de que no sea así”, sostiene sobre la concepción de la muerte en Occidente. “Es parte de la vida, es parte de los procesos. Siempre pienso en una frase que es bastante absurda pero la repito: uno no se puede escapar ni de los impuestos ni de la muerte. Es muy real. Es una cosa que sí va a pasar y hay que vivirlo, hay que llorarlo, sentirlo y procesarlo cada uno de manera muy íntima”.

-¿Cómo se tradujo ésa pérdida en las canciones? Porque el disco tiene un pulso bailable, hacia afuera, y refleja la fortaleza y la fuerza propia de tu música.

-Es loco, porque al principio al disco le iba a poner Duelo, no le iba a poner Vida. Y mi madre me retó: ‘¿Pero cómo se te ocurre? ¡Ponle Vida!’. Y tenía razón. Porque estaba bastante perdida. Los duelos son muy personales y uno no sabe mucho cómo vivirlo y tampoco cómo describirlo. Pero lo que sí tenía claro es que tenía ganas de bailar. Y eso fue una pauta para poder realizarlo. Pero el resto no lo tenía claro. Fue muy desde el sentir.

-¿Y qué representa para vos el baile?

-Siento que es cuando el cuerpo habla. Es muy personal, cuando yo logro apagar un poco más la cabeza y dejar que el cuerpo me hable, sienta o piense. El baile me permite poner la emoción y el pensar en otro lugar. Y eso me interesaba mucho.

-El disco trabaja desde la palabra, pero lo hace a través de colores bailables, con algunos aires de reggaetón. ¿Cómo trabajaste el sonido?

-Siento que el hip hop va a ser mi casa madre, es lo que más escucho. Pero al final también disfruto un montón de otras cosas. Me encanta el rock y termino escuchando música africana o músicas bailables de distintas partes del mundo. A la hora de hacer música es muy lindo tener esta libertad total y atreverse a poder experimentar. Tenía muchas ganas de jugar con otros géneros, sonoridades y rítmicas.

-¿Tomaste a algunos artistas o discos de referencia para encontrar el sonido?

-No, hay cosas antiguas, cosas nuevas, pero no hubo una línea temporal o de una época. Si hablamos de música bailable latinoamericana o africana no todo es reggaetón. Hay un montón de ritmos sincopados que no son reggaetón. Pienso en el zouk de las Antillas. Desde el candombe hasta la samba brasilera hay un montón de música con una riqueza rítmica súper diversa. Los territorios son tan amplios... siempre me muevo mucho. El rap que escucho, además, no es sólo chileno. La identidad que uno porta tiene que ver con las convicciones, la historia, la palabra y la manera en que uno escribe, rima o posa.

-¿Por qué te interesó siempre la relación entre la música y la política? Desde lo comunitario, lo originario, el feminismo o el ambientalismo.

-Porque somos seres políticos. Durante mucho tiempo se trató de separar la música de la política. Y creo que la música que más ha cambiado el curso de la historia siempre ha sido aquella que se ha involucrado o ha tomado posición. Pienso en Ray Charles cuando le tocó hacer el tema “Georgia On My Mind”, que siempre había hecho música bailable. Pero cuando se percató respecto a la segregación racial hizo ese tema maravilloso que cambió el curso de la historia. A James Brown con "Say It Loud: I'm Black and I'm Proud" le pasó lo mismo. Pienso también en Charly García, Violeta Parra o Divididos. Cuando uno habla de compromiso, de meterse en la obra y de entender por qué hacemos lo que hacemos, creo que ahí hay una responsabilidad política innata.

-¿Cuáles son los asuntos que te preocupan como artista en este momento?

-Ahora con la tragedia de los incendios está todo Chile movilizado y los que no estamos ahí tratamos de ayudar como podemos. Pasan tantas tragedias en todas partes del mundo que siempre hay algo por hacer, siempre hay algo por lo cual movilizarse y activarse. Y ahora pienso en Argentina, por ejemplo, que está teniendo muchas movilizaciones populares. Uno siempre está pendiente en el fondo de lo que pasa, porque tiene que ver con un tema básico de empatía.

-¿Y qué análisis hacés sobre el gobierno de Gabriel Boric?

-La verdad es que ahora Chile está atravesando un proceso bastante complejo. Se habían apostado muchas esperanzas. Hay compañeros mapuches que están en huelga de hambre y a nadie le importa. Han estado graves en el hospital y eso pasa inadvertido. Encima ahora se suma el tema de los incendios, una catástrofe en la quinta región. Evidentemente hay una emergencia que tiene a todo al mundo movilizado y creo que lo que importa es poder apoyar en lo que más se pueda.

-La canción “Antipatriarca”, de tu disco Vengo (2014), se convirtió en un himno del feminismo. ¿Cómo ves el presente del feminismo en la región?

-Hay un retroceso político y social a nivel mundial respecto al tema de los feminismos, pero siempre hay una contrarrespuesta mucho más fuerte. Entonces, confío tremendamente en la capacidad que tienen nuestras artistas y disidencias para dar una contrarrespuesta necesaria para amplificar contra la violencia. Porque se trata de eso: de unir las voces en contra de la violencia. Veo a una nueva generación con mucha garra, fuerza, ímpetu y ganas de hacer comunidad con otras compañeras. Siempre nos toca ser colectivo, nunca individual. La comunidad es una de las cosas más hermosas que he podido observar o vivir.