Como era de esperarse, las funciones del Festival Internacional de Cine Independiente de Buenos Aires, el Bafici, se convirtieron en una “caja de resonancia” de la delicada situación que atraviesa el cine argentino tras las cuestionadas decisiones tomadas durante los cuatro meses que lleva el presidente Javier Milei al frente del Gobierno. Así, como una caja de resonancia, definió al festival su propio director, Javier Porta Fouz, durante la presentación de algunas películas este lunes. Lo hizo luego de que no pocas voces comenzaran a alzarse pidiendo la suspensión del Bafici como una forma de protesta contra la gestión de Carlos Pirovano, actual presidente del Instituto del Cine (INCAA), responsable de la virtual paralización de la industria cinematográfica local. Pero mejor ir por partes.

Porta Fouz había quedado en un lugar incómodo tras la publicación en este diario de una columna firmada por Luciano Monteagudo, titulada “El sospechoso silencio del Bafici”. En ella, quien fuera durante varias décadas director de la Sala Lugones y sigue siendo crítico de Página/12 se preguntaba por la falta de un pronunciamiento público por parte del festival acerca de las violentas decisiones que la actual gestión del INCAA viene tomando en contra del propio cine argentino. Obligado a responder, el director del Bafici, cuyo punto de vista es bien conocido, entendió ese texto como un cuestionamiento a su figura, confundiendo lo personal con el rol que ocupa dentro del festival. El resultado: una respuesta publicada en sus redes sociales en la que volvió a descargar sus propias opiniones, obturando la posibilidad de una necesaria declaración institucional por parte del festival que dirige.

Lo que siguió fue un desborde de reacciones negativas contra su fallido pronunciamiento. Por un lado estuvieron quienes le marcaron la necesidad de distinguir lo personal de lo institucional. Por otro, como era tristemente previsible, los que se explayaron con lamentable violencia contra el director artístico. Pero también estuvieron, y no fueron pocos, los que en redes sociales confundieron el eje del asunto con ánimo revanchista, creyendo que pedir la suspensión del festival es la mejor manera de defender al cine argentino. En esos reclamos habita la misma confusión de pensar que el Bafici le pertenece a una persona o a una gestión, cuando en realidad desde hace 25 años este festival también es sinónimo de cine argentino. Un espacio vital que debe ser defendido, cuidado y aprovechado para fortalecer a nuestro cine y a la comunidad audiovisual. Sobre todo en este momento, en el que constituye un espacio de expresión y debate inmejorable. Una caja de resonancia.

Durante la presentación de varias películas, en especial de las que participan de la Competencia Argentina, Porta Fouz mostró un saludable cambio de actitud. Con moderación, sin grandes pronunciamientos y sin aludir de forma directa a ninguna de las medidas implementadas por Pirovano, pero dejando claro que desde el Bafici entienden que el momento que atraviesa el cine argentino es complicado (“me parece que ya complicado es un eufemismo”, subrayó el director). “Cuando el año pasado comenzamos a programar esta edición nos propusimos que el festival fuera una vidriera de la diversidad y la calidad del cine argentino, un manifiesto frente a los tiempos que iban a venir. Que se pusieron peor de lo que pensábamos... ¡hace tres días!”, señaló Porta Fouz justo el lunes, cuando el Boletín Oficial publicó la Resolución 62/24 que formaliza un profundo achicamiento del INCAA. Esta vez, poniendo al Bafici por delante de su propio nombre, como corresponde.

Pedir la suspención del Bafici es un acto que solo puede ser calificado como una estupidez lisa y llana, una consigna alimentada por una lógica suicida. Equivale a tapiar la única ventana abierta que le queda al cine argentino en estos últimos, tristes y terribles días de abril. Imposible saber que será de nuestras películas en mayo, apenas la semana que viene. Pero hoy y hasta el próximo domingo, el día de su clausura, Bafici y cine argentino son la misma cosa. Y como tal deben ser defendidos por todos, aun y en especial en la disidencia de opiniones.