"Traigan al gorila de Milei, para que vea, que este pueblo no cambia de ideas, pelea y pelea por la educación", fue el grito de lucha que entonaron miles de personas que este martes se sumaron a la marcha federal universitaria en todo el país contra el reccorte presupuestario que lleva adelante la administración nacional libertaria. 

En ese marco, la comunidad educativa de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) llevó adelante una histórica movilización, replicando el movimiento que ya había tenido un adelanto en la capital bonaerense semanas atrás. Así, docentes, alumnos, trabajadores y autoridades de la casa de estudios platense enviaron sus columnas hacia Plaza del Congreso.

Los puntos de encuentro fueron varios. Plaza Rocha, 60 y 122, 51 y 122, Plaza Italia y 1 y 48. Sin embargo, el mayor foco de concentración se dio en la estación de trenes de La Plata, en 1 y 44. 

Pasadas las 10 de la mañana, miles de estudiantes se reunieron bajo un cielo que todavía amagaba a llover, y decenas de movimientos estudiantiles de las distintas facultades que componen la UNLP se congregaron, cada cual con su remera y su bandera, para colmar los vagones de la línea Roca.

Como desayuno hubo chipá, sanguches de milanesa, hamburguesas y choripán. Los humos de todos los olores impregnaron los vagones, que poco a poco fueron colmándose de color y calor, en una jornada que desde su anuncio se tornó histórica. La entrada a la estación de 1 y 43 también ofició como punto de encuentro, y la vereda de avenida 1, que está en paralelo al andén que tiene como destino Constitución, fue quedando chica desde temprano a pesar de su amplitud.

Por calle 44 hizo su entrada la Juventud Universitaria Peronista, que al grito de "abran paso, llegó la JP" paralizó el tráfico, que compuesto por respetuosos colectiveros y taxistas, dejó pasar a las casi cien personas que trajeron sus bombos y repiques. Además de ellos, la avenida vio pasar diversos grupos que colgaban en sus hombros las banderas de caña, como Frente Patria Grande y el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), entre otras.

Guadalupe estudia medicina. Explica a BuenosAires/12 que su presencia se debe a que "las generaciones futuras merecen las mismas posibilidades que tuvimos nosotros". Ella está en segundo año de la carrera, vive en La Plata, y no milita activamente en ninguna organización. "Vine con dos compañeras de cursada, cuando nos enteramos de la movida sabíamos que no podíamos faltar", explica, y concluye: "El Gobierno está ahí porque una mayoría lo votó, pero eso no los habilita a destruir las cosas que funcionan bien".

Alfredo es un hombre mayor. Él no se subirá al tren, pero se acercó a la estación para apoyar a los más jóvenes. "Este Gobierno me tiene cansado, y lo peor es que no entiende que no va a poder avanzar sobre la fuerza joven", dice y agrega: "Yo lucho desde donde puedo, hablando con un vecino, charlando en el club del barrio, o lo que sea. No voy a la plaza porque no tengo fuerza, pero mi corazón va a estar ahí". 

Luego de que varios trenes partieran hacia Constitución completamente repletos, llegó el turno del grueso de público más amplio. Poco a poco fueron ingresaron en los vagones, acomodaron sus pertenencias, cedieron el asiento a los que los necesitaban, acomodaron las cañas por encima de las barandas y ordenaron los instrumentos, que variaban desde bombos, redoblantes, zurdos y repiques, hasta trompetas y trombones.

Cuando el tren cerró sus puertas para emprender viaje llegó la primera ovación. Los chicos y las chicas de todas las edades aplaudieron y gritaron mientras se les escapaba la sonrisa, con el sol que recién asomaba y se colaba por las ventanas. 

El sonido del tren anunció el comienzo del recorrido, los que no participaban de la movilización miraban atónitos, algunos reían y otros filmaban, pero nadie fue indiferente ante el "universidad de los trabajadores, y al que no le gusta, se jode".

Fernando estudia educación física. "Hoy vamos a tener un desafío de fuerza y resistencia", bromea, al referirse a las largas horas que esperan de movilización. Dice a este diario que "la educación pública, sobre todo en el nivel terciario, generó que este país construya sus bases y sea reconocido a nivel mundial por la capacidad de generar conocimiento y aportarlo en pos del crecimiento general". 

Él, que debe apenas un par de materias para recibirse, no duda: "El presidente Javier Milei tiene que entender que el pueblo no tiene por qué sufrir su ira irracional, que avasalla los derechos adquiridos a lo largo de los años gracias a la lucha de miles de pibes como nosotros que soñaron un futuro mejor".

Estación tras estación, el tren se colmó aún más, porque en cada parada nadie bajaba, pero tres o cuatro subían. Los carteles que decían "universidad pública", "con las aulas no", o "Basta Milei" comenzaron a arrugarse y a guardarse, porque el espacio era tan solo un anhelo. 

En Ezpeleta, un hombre sorprendió a todos cuando ingresó con un bombo de cuero en andas. "A la patria se la defiende con más patria", gritaba, mientras el resto no podía creerlo.

A su lado, tres mujeres y un chico se sorprendían por tener conocidos en común. El tren de los estudiantes reunía a los vecinos de los pueblos y la gente de la ciudad que se movilizaban por la misma causa. Cuando el transporte pasó la estación Berazategui, los celulares volvieron a filmar, porque desde el fondo del vagón entonaron las estrofas del himno nacional.

En ese sube y baja de hechos que entretenían a cualquiera, llegó el primer y único roce del viaje. A la altura de Quilmes subió un adulto mayor, vestido de ropa camuflada, y empezó a los empujones. Él quería que nadie lo toque, pero tocaba, y la reacción no tardó en llegar. Para la suerte general, el hecho no pasó a mayores, y cuando el hombre canoso se bajó en Don Bosco, una mujer le recomendó que "apoye las causas del pueblo".

"Patria sí, colonia no", cantaban los presentes al llegar a la estación Sarandí. Cada vez faltaba menos para la llegada, y la emoción se sentía en el aire. "Milei, basura, vos sos la dictadura", llegó en alarido desde el vagón trasero. Una ovación emergió de las palmas cuando el tren frenó en la estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki, que lleva el nombre de los manifestantes asesinados por la policía en 2002. Además de la importancia histórica del suceso, el hecho de ser la estación anterior a Constitución redobló la energía de los estudiantes, que no pararon de golpear el vagón hasta llegar.

Las puertas del tren se abrieron y la marea hizo lo suyo. Las banderas volvieron a desplegarse, los carteles salieron al aire, y cada grupo se reunió por color, para luego caminar en conjunto. Un sinfín de chicos y chicas bajó por las rampas de la estación de Constitución, que colapsada en sus molinetes, sólo tenía gente que del otro lado filmaba como si llegara algo jamás visto. 

Franco es estudiante de periodismo deportivo. Al llegar a la estación Constitución, dice a este diario que "el sentido de la marcha es concientizar acerca del problema que implica la desfinanciación de todo el sistema universitario por parte del Gobierno nacional", y aclara que "no es sólo para los que la transitan hoy". 

Él, que cursa el según año de la carrera, advierte que la movilización "puede ser un precedente para que las próximas generaciones accedan al sistema educativo público y gratuito". 

El correr de las horas y la inmensa multitud que formó parte de la marcha federal universitaria le dieron la razón.