A cuatro meses de irrumpir en la Presidencia de la Nación, el discurso y las acciones de Javier Milei no solo legitiman diferentes formas de violencia sino que también las incentiva en una escalada de crueldad hacia todas las dimensiones de la vida. “Indudablemente tienden a reforzar la brecha de género en materia de pobreza y fomentan un retroceso de derechos de la diversidad”, sostiene la socióloga Daniela Losiggio, que en una semana devastadora para los sectores más castigados de la sociedad, tras la media sanción de la Ley Bases, observa además la fuerza opositora del peronismo en estado de desorientación frente a un libertarismo como backlash antifeminista, que viene a horadar las categorías esenciales de existencia.

“Los resultados electorales, que mostrarían la buena llegada de los discursos de derecha entre los públicos juveniles masculinos, permiten pensar tanto en la hipótesis del backlash antifeminista, como también en que la pedagogía feminista viene haciendo un fuerte trabajo genealógico que permite ver con claridad en qué plataforma los derechos de mujeres y diversidades se resguardan y en cuál se diluyen”, afirma en uno de sus últimos ensayos Losiggio, doctora en Ciencias Sociales y licenciada en Ciencia Política por la UBA, docente universitaria, investigadora asistente en Conicet y actual directora de Género, Diversidad y Derechos Humanos de la Universidad Nacional Arturo Jauretche (UNAJ).

En ese texto (ver revistabordes.unpaz.edu.ar) te preguntás sobre el libertarismo que encarna Milei como backlash antifeminista, pero también planteás que se fue perdiendo el diapasón del apoyo popular en medio de la estrategia libremercadista y conservadora.

-Cuando hablo del diapasón perdido, lo hago refiriéndome a parte del peronismo, probablemente el movimiento con mayor capacidad de transformación social aún hoy, que creo quedó desorientado con la masificación del feminismo y se entretuvo demasiado con un autodiagnóstico inexacto y bastante impropio, y aquí hago paréntesis: más bien típico del determinismo economicista, acerca de las políticas de género desarrolladas durante los gobiernos de Cristina Fernández de Kirchner y de Alberto Fernández. Se trata de esta idea de que existe una relación inversamente proporcional entre, por un lado, la ampliación de derechos civiles y políticos de mujeres y diversidades y, por el otro, la efectiva distribución económica. Creo que la agenda feminista actual no pierde sensibilidad social y, en gran parte, se encuentra fuertemente plegada al sindicalismo, a los movimientos sociales y a la juventud femenina o LGBTTIQ+. El 8M fue una muestra de esta madurez política.

Sin embargo Milei tuvo la habilidad de combinar postulados de sus referentes libertarios con el discurso antifeminista de organizaciones cristianas antiderechos, dos discursos a priori incompatibles. ¿Cómo surgen estas alianzas tácticas?

-Creo que fue habilidoso en este punto, aunque no del todo original. Sergio Morresi estudia los distintos solapamientos históricos entre lo que él llama “dos familias” argentinas de derecha, la liberal y la reaccionaria, respectivamente. Esos solapamientos tienen más de cien años de historia. Es cierto que hasta hace muy poco existía una percepción más o menos generalizada de que la politización exagerada de ciertas ideas, contrarias a cierto consenso democrático o a derechos de mujeres y personas LGBTTIQ+, estaba destinada al fracaso. Pero este estado de cosas se modificó con la pandemia. Si seguimos los estudios empíricos de (la socióloga) Melina Vázquez, en efecto se corrobora que el libertarianismo capitalizó, y en ocasiones prefiguró, el descontento por lo que se consideró una extensión desproporcionada de las medidas sanitarias de aislamiento por la COVID-19 y, retrospectivamente, se fue construyendo una nueva entelequia, una “izquierda” moralista, autoritaria, estamental, que venía horadando garantías elementales de los individuos.

¿De esa trayectoria asoma la alianza pública del Gobierno con organizaciones autodenominadas provida y profamilia con cierto peso en la opinión pública, capacidad de lobby y financiamiento de campañas contra “la ideología de género”?

-La política “antigénero” fue un pilar del Vaticano desde la “Carta a las Mujeres” (1995), de Juan Pablo II, hasta la salida de Joseph Ratzinger. Desde el pontificado de Francisco, esa política fue menguando, incluso el recientemente publicado Dignitas Infinita utiliza un lenguaje alternativo al más propiamente “antigénero”. El caso del evangelismo es más complejo de analizar porque su organización no tiende a un centro jerarquizado transnacional y, por lo tanto, no puede identificarse una línea política oficial. Es muy importante distinguir política oficial religiosa de organizaciones que tienen por fin central combatir o hacer retroceder las políticas de equidad de género, que financian campañas, interceden en la opinión pública y forman cuadros políticos, como vos bien decís. Las organizaciones que el feminismo llama “antiderechos” son mayormente laicas, incluyen colegios profesionales, por ejemplo.

¿Cómo podríamos caracterizarlas en la Argentina?

-Aquí pertenecen en gran parte al Opus Dei, actualmente en conflicto con el Vaticano, y a ciertos sectores del evangelismo. Milei ha colocado a personajes significativos de estas organizaciones en puestos clave de gobierno; ha otorgado subsidios a la Cooperadora para la Nutrición Infantil (CONIN), liderada por Abel Albino, miembro del Opus Dei y famoso por sus muy irresponsables dichos acerca de la transmisión del HIV; ha firmado un convenio con la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de la Argentina, de ideología manifiestamente Pro-Vida, para la distribución de alimentos, que antes se encontraba en manos de movimientos sociales. El desfinanciamiento o discontinuidad de programas como el de Educación Sexual Integral (ESI) o el Plan ENIA (Plan Nacional de Prevención del Embarazo No Intencional en la Adolescencia) deben incluirse dentro de estas alianzas, y sin dudas afectarán negativamente una serie de libertades que, paradójicamente, el Gobierno dice defender.

Laboratorio antigénero

Cuando el discurso sobre la “ideología de género” y el problema del término gender, como lo desarrollaba un texto de Ratzinger en 1997, empezaban a germinar, “la mayoría de los jóvenes libertarios ni había nacido”, remarca Losiggio. “El escrito de Ratzinger llega a la conclusión de que el movimiento global de mujeres oficia de ´centro nuclear´ para una revolución contra los presupuestos biológicos de la humanidad.”

¿Y dónde encontramos la genealogía de la militancia antigénero en Argentina y Latinoamérica?

-La historia global del fenómeno data de mediados de los noventa. Pero en Latinoamérica hay dos sucesos relevantes. El primero tiene lugar hacia 2007, en la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y el Caribe (CELAM). Ahí, la Iglesia Católica se manifestó sumamente preocupada por las implicancias de las legislaciones civiles que concebía “contrarias al matrimonio”, especialmente los programas de distribución de anticonceptivos. Poco tiempo después se publicó en Argentina el libro de Jorge Scala, La ideología de género (2010), que fue clave para divulgar este discurso antigénero en nuestro continente y que hoy es bien conocido a través de Agustín Laje. Las primeras movilizaciones contra la ideología de género se dieron casi una década después que en Europa. En 2016, en Colombia hubo movilizaciones, tanto contra la iniciativa parlamentaria para la inclusión de educación sexual en las escuelas, como en respuesta a la propuesta de la Corte para avalar la unión civil entre personas del mismo sexo. Y 2017 es el año del lema “Con mis hijos no te metas”, convertido en campaña antigénero, que convocó manifestaciones masivas en Ecuador, Brasil, Chile y Perú. En octubre de ese año, cerca de un millón de personas se movilizaron simultáneamente en Quito, Guayaquil, Cuenca, Esmeraldas, Machala y Loja (Ecuador) “en defensa de la familia y la vida desde la concepción”. En Brasil, la organización internacional CitizensGo recolectó cerca de 400.000 firmas para oponerse a la inclusión de la “ideología de género”, a través de la educación sexual integral. En Chile, la misma organización lanzó el “Bus de la Libertad”, ploteado con el lema “Con mis hijos no se metan”. Un año después en Argentina, en el contexto del debate por la legalización del aborto y la multitudinaria movilización feminista, las fuerzas conservadoras convocaron una Marcha por la Vida en la que participaron cerca de medio millón de personas. Hoy el vocabulario antigénero se reproduce al pie de la letra en los discursos del Presidente.

La política de la era Milei instituyó un espíritu de destrucción de libertades fundamentales, por caso los coletazos para derogar la IVE, la prohibición de la ESI, del lenguaje inclusivo y la Ley Micaela, el cambio de nombre el 8M del Salón de las Mujeres de la Casa Rosada, la eliminación de la moratoria previsional, que afecta específicamente a las mujeres; las consideraciones homofóbicas de la canciller Diana Mondino y el ataque a la militante de H.I.J.O.S. Se va imprimiendo una política de terror disciplinadora, que impacta directamente sobre las vidas y los cuerpos de mujeres y LGBTTIQ+.

-Sin lugar a dudas. Estas acciones son eficientes en infundir pánico moral, en hacer retroceder derechos y en la configuración de nuevas subjetividades autoritarias. Existe hoy todo un lenguaje extendido pseudo-científico, que habla del fin de lo “biológico-natural”; un lenguaje jurídico, que busca penalizar los ataques a la “vida desde la concepción”, y pseudo-filosófico, que invierte burdamente los términos de la teoría de la ideología y las filosofías igualitaristas, que termina por legitimar la violencia física y disciplinadora. Lo que sucedió con la militante de la agrupación H.I.J.O.S. debería ser considerado un punto de inflexión en la vida democrática argentina, del mismo modo que el atentado contra nuestra ex Vicepresidenta. Definitivamente, creo que son dos hechos que nos deben hacer pensar en las graves consecuencias de estos nuevos discursos.