El Eternauta claramente es una ficción. Cuatro tipos jugando al truco en una bohardilla de Vicente Lopez y de golpe se corta la luz. así comienza. ¿Qué relación puede tener eso con la política? Ninguna. Además fue escrita en el año 1957. Nadie recuerda qué pasaba en esos años. Nadie se acuerda del general Pedro Eugenio Aramburu. Y los que recuerdan lejanamente aquella época, le siguen diciendo la revolución libertadora. Pocos son quienes todavía hablan de “la fusiladora”.
Pero volviendo al tema, El Eternauta era una tira semanal que hablaba de lo que muchos ahora saben vía Netflix. Habla de que en un momento dramático frente a lo desconocido que mata de manera casi invisible a quien sale o abre las ventanas, alguien tiene que decidir si se salva solo o en conjunto. Es tan pueril como aquello de que la unión hace la fuerza. Cero política.
El Eternauta se publicó por primera vez en la época en que Rodolfo Walsh sacaba Operación Masacre, y hay quien asegura haber oído a Horacio González decir que esas dos obras deberían leerse juntas, lo que sin duda ya era una tendencia de politizarlo todo, hasta la obra de Héctor Oesterheld, tanto como que Mauricio Macri prohibiera el ingreso del libro a las escuelas. Claro que también podemos suponer que al representante de la “revolución de la alegría” alguien le haya dicho que El Eternauta era aburrido y sin globitos.
En su libro, el autor dice: “El héroe verdadero de El Eternauta es un héroe colectivo, un grupo humano. Refleja así, sunque sin intención previa, mi sentir íntimo: el único héroe valido es el héroe en grupo, nunca el héroe individual, el héroe solo”.
La producción de la serie es sencillamente espectacular, el reparto es impecable y la serie es la más vista en Netflix, según las cifras de la misma plataforma que presentó el producto en varios idiomas. Seis capítulos de puro entretenimiento para todas y todos en todo el mundo. Sin duda es una forma de reafirmar el liderazgo argentino en materia cultural y de paso contar tanto afuera como adentro del país nuestra historia reciente. Aquélla en que algo inesperado y sorpresivo te mataba cuando salías de tu casa o cuando abrías las ventanas para ver el resultado de unos disparos que te sorprendían en cualquier momento del día, y que te prevenían que el silencio era salud. Aquella historia en que, como en la serie, un hombre decide enfrentar a la muerte para buscar a su hija. En el libro y en la serie se llama Juan Salvo, en la calle se llaman Madres de Plaza de Mayo.
Pero bueno, disculpas. Volviendo al tema de la serie, algo para quienes insisten en que hay que separar la obra del autor, y para quienes postulan que no, que son indivisibles, van algunos datos. Oesterheld fue secuestrado durante la última dictadura cívico militar, por postular las mismas ideas de El Eternauta. Pasó por distintos campos de concentración y en el último que se lo vio severamente deteriorado fue en El Vesubio. Se supone que lo asesinaron en 1978. Pero no fue el primero de su familia.
Las cuatro hijas de Héctor sufrieron lo mismo, sólo que antes que su padre. Su hija Diana fue capturada con veintidós años, embarazada. Su hija Beatriz, secuestrada. Estela también y Marina, embarazada, las tres secuestradas y desaparecidas. Y no solo ellas, también sus compañeros. La dictadura argentina era como esa “mierda que viene del cielo y te mata”. Solo sobrevivió Elsa Sánchez, la esposa de Héctor Oesterheld, que cargó con el horror de jamás saber la suerte de sus hijas, su esposo y sus nietos o nietas, hasta los noventa años de edad. Muy probablemente, los nietos o nietas del autor hayan mirado o estén por mirar la serie que se basa en la obra de su abuelo y que fue -y hoy vuelve a ser- nuestro comic más famoso. Quizá asistan a esa maravillosa producción sin saber que fue su abuelo el creador, porque fueron y son víctimas de expropiación y suplantación de identidad.
Martin, el nieto de Héctor, opina que El Eternauta siempre fue una clara representación de lo que se vivió en las diferentes dictaduras de Argentina, porque es un tema popular y de la calle. Recuerda su encuentro con su abuelo : “es el primer recuerdo de mi vida. Tengo cuatro años, habían asesinado a mis padres y pude ver a mi abuelo en un centro de detención. Estábamos abrazados, sentados sobre un banco de cemento mirando las paredes. Mi abuelo se ocupó de hacer lo que mejor hacía que era ser un super abuelo. El segundo recuerdo es mi abuela, encarando su vida y criándome tras el asesinato de sus cuatro hijas y su marido y los maridos de sus hijas”.
El Eternauta cuenta en tiempo real lo que sucedía durante la dictadura fusiladora de Aramburu. Oesterheld pagaría con su vida el valor y el arte de contarlo, en la última dictadura argentina.
En estos tiempos donde el individualismo es la bandera idiota que arrebaña mayorías, alguien sigue diciendo que nadie se salva solo.
Ahora apaguen los celulares, pongan algo para tomar o comer, abran Netflix y disfruten la función. Para algunos quedará la satisfacción de saber que quizá el mundo sea algo curioso y se entere como fue una parte de la historia nuestra contemporánea que pretenden borrar aquí de la memoria. Otros, seguirán defendiendo el olvido pidiendo -con la boca llena de pochoclo- que no politicen El Eternauta.