Domingo, 13 de abril de 2014 | Hoy
EL PAíS › UNA ENCUESTA EXCLUSIVA SOBRE EL PARO MUESTRA UN ALTO GRADO DE OPOSICION
Vista como politizada y destinada a posicionar a Moyano y Barrionuevo, la huelga tuvo poco apoyo. El alto rechazo a los piquetes que impidieron ir a trabajar, la pobre imagen de los sindicalistas involucrados en la medida.
Por Raúl Kollmann
Más de seis de cada diez trabajadores manifestaron su vocación de no adherir al paro. La mitad de ellos aseguran que trabajaron normalmente, un tercio dice que quiso ir a trabajar pero no pudo y el resto que lo hizo desde su casa. Del otro lado, la adhesión voluntaria al paro rondó el 32 por ciento, sumando a los que conscientemente no fueron a trabajar y los que quisieron parar, pero no pudieron hacerlo, tal vez por trabajar en una pequeña empresa privada o porque se decidió no adherir en su trabajo. Una sólida mayoría, que va más allá del 60 por ciento, considera que el paro fue impulsado por Hugo Moyano y Luis Barrionuevo para posicionarse políticamente más que para conseguir mejoras para los trabajadores. También son más los que creen que el dúo Moyano-Barrionuevo no estuvo en contra de los piquetes, sino que los alentó, contrariamente a lo que ellos mismos manifestaron públicamente.
Las conclusiones surgen de una encuesta realizada especialmente para Página/12 por Ibarómetro, la consultora que dirige el sociólogo Ignacio Ramírez, actualmente coordinador del Posgrado en Opinión Pública de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso). En total se entrevistaron mil personas, de las cuales 850 fueron trabajadores y 150 jubilados o pensionados. Es decir que se buscó opiniones en el mundo relacionado con el trabajo en relación de dependencia o autónomos. Además, se abarcó esencialmente Capital Federal y el Gran Buenos Aires, el área en la que se considera que el paro tuvo mayor repercusión. En el sondeo se respetaron las proporciones por edad, sexo y nivel económico social.
En los números, el 63 por ciento de los encuestados dice que no adhirió al paro y el 32 que sí. “Para dimensionar o pensar el éxito de la protesta resulta indispensable diferenciar entre acatamiento y adhesión –explica Ramírez– conceptos que aluden a lógicas muy diversas. El acatamiento pone en juego la lógica del poder. Es casi un término militar: se acata por obediencia o porque el poder lo impone. La adhesión concierne a la legitimidad. El sindicalismo argentino se encuentra envuelto en la desconfianza, con un déficit percibido de democracia sindical, recambio y trasparencia. La imagen de los dos líderes más visibles es ampliamente negativa, de manera que las calles vacías fueron más un signo de poder que de adhesión.”
Más allá de estos conceptos, el mismo cuadro sobre adhesión al paro muestra que incluso el acatamiento fue muy dividido. Hay casi un 30 por ciento que dice que fue a trabajar normalmente, otro diez por ciento que afirma haber trabajado desde su casa y un nueve por ciento más que sostiene que quiso adherirse al paro, pero no pudo, lo que significa que fue a trabajar. Sumando entonces a los que en la encuesta afirman que trabajaron, totalizan un 49 por ciento. Del otro lado quedaron los que directamente adhirieron al paro 23 por ciento y los que dicen que quisieron ir a trabajar, pero no pudieron, casi el 25 por ciento. O sea que la sumatoria de los que manifiestan no haber trabajado totaliza un 48 por ciento. Tácitamente se muestra lo dividida que estuvo la medida de fuerza.
La realidad –aunque se pretendió exhibir lo contrario– mostró lo que se refleja en la encuesta: panoramas muy disímiles. El gremio más numeroso del país, Comercio, trabajó casi en su totalidad, incluyendo supermercados y shoppings; el sindicato comandando por Luis Barrionuevo, Gastronómicos, protagonizó un estrepitoso fracaso ya que sus afiliados trabajaron en abrumadora mayoría –bares y restaurantes estuvieron abiertos–; también hubo actividad en bancos y en buena parte de las grandes fábricas. Por el otro lado, es sabido el paro generalizado del transporte, no hubo actividad en Tribunales y en la mayor parte de las administraciones públicas, así como en la educación, mientras que por adhesión o por problemas para viajar, no funcionaron buena parte de las oficinas céntricas.
Cuando se le pregunta al encuestado por qué no fueron a trabajar los que no lo hicieron, la respuesta fue la esperada y la diagnosticada por la mayoría, aun antes del paro: el acatamiento fue alto por el paro de transporte. La mitad de los consultados dijeron que los ciudadanos no pudieron ocupar sus puestos de trabajo “porque no pudieron trasladarse” e incluso se suma otro veinte por ciento que sostiene que la gente “tuvo miedo de los piquetes”. Es decir, una abrumadora mayoría, el 70 por ciento de los encuestados, piensa que, más allá de la existencia de reclamos legítimos, ocurrió lo esperado: la clave de la jornada estuvo en la ausencia de transporte.
“En relación a las motivaciones –dice el titular de Ibarómetro– resulta esencial distinguir entre los objetivos manifiestos (racionalidad verbalizada de la acción) y los objetivos ‘invisibles’ de la protesta. Si bien los objetivos manifiestos apuntaron contra el gobierno nacional, las causas invocadas no tuvieron contornos claros, existió bastante dispersión en las consignas y no hubo una que sintetizara el sentido de la protesta. Todo esto, sumado al contexto poco correspondido con la noción de paro general, contribuyó a alimentar en la opinión pública la presencia de motivaciones y objetivos no declarados, más ligados al posicionamiento de los actores sindicales que protagonizaron la medida en el escenario político-partidario.”
Esto se ve claramente en el sondeo realizado para este diario: el 59,4 por ciento de los encuestados dicen que Moyano-Barrionuevo convocaron al paro porque su objetivo fue “posicionarse políticamente para ser tenidos en cuenta”, mientras que apenas la mitad de ese porcentaje (27,8 por ciento) piensa que la dupla convocó a la huelga general “para mejorar las condiciones de vida de los trabajadores”. Se traduce en esa respuesta la desconfianza en los dirigentes gremiales (ver aparte).
Y esto es así, pese a que entre los encuestados hay una franja importante –no una mayoría– que cree que existen motivos para la protesta: cerca de un 40 por ciento considera que una medida de fuerza estaría justificada por cuestiones generales como la inflación o la inseguridad. Incluso entre los que afirman que hay motivos para el paro, sólo una ínfima minoría ve al tema del Impuesto a las Ganancias como una razón para la huelga.
Asumido que lo que se dirimió en el paro fue una cuestión política, Ramírez analiza que “quedó en evidencia que se trataba de una demostración de fuerza. Igual resulta interesante y necesario interrogarse hacia quién estaba dirigida tal exhibición y cuál era el mensaje que contenía. En este sentido, es probable que en la estrategia discursiva de Massa de ‘Facundo sin Hugo y Graciela sin Luis’ aniden algunas de las respuestas. Los dirigentes políticos de la oposición quieren contar con bases sindicales que les permitan proyectar gobernabilidad, pero al mismo tiempo eluden lazos visibles con el sector, cultivando el terreno para las contradicciones”.
Justamente uno de los interrogantes es cuánto le aportó el paro a la oposición. De acuerdo a lo señalado por Ibarómetro y otros encuestadores, los índices de imagen positiva y negativa del gobierno nacional y de la Presidenta no cambiaron con el paro y más bien registran cierta recuperación en marzo y abril. Es más, el paro tiende a complicar algo a los candidatos opositores. “Me parece que lo más interesante para observar reside en ese universo opositor –dice Ramírez–, donde hubo declaraciones ambiguas y contradictorias en relación con el paro. Hay que estar atentos al efecto que puede causar, especialmente, sobre la alternativa de Sergio Massa, cuyos atributos de renovación entran en contradicción conceptual con la imagen que tienen los dirigentes sindicales opositores y la metodología de protesta desplegada. Hay un dato del escenario político argentino que suele pasarse por alto, ante tanta obsesión por monitorear la imagen positiva del gobierno nacional, que efectivamente sube y baja como sucede en cualquier lugar del mundo. El dato al que me refiero es la brecha que existe entre la demanda opositora y la oferta opositora, es decir el universo de ciudadanos críticos del gobierno nacional continúan aferrados al ningunismo: al consultarles qué actor o institución los representa, la mayoría responde ninguno.”
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