EL PAíS › OPINIóN

Reforma constitucional, ciberpolítica y patíbulo

 Por Mempo Giardinelli

Parece claro que estos tipos vienen por todo y que la única manera de detenerlos que no sea la violencia que ellos estimulan, conscientes o no, será por vía de una Reforma Constitucional. Las trampas que urde el macrismo ayudado por las descompuestas dirigencias políticas-sindicales-empresarias argentinas, la hacen necesaria y urgente.

Ésta es la principal propuesta del colectivo El Manifiesto Argentino, que desde media docena de provincias y la Capital viene pensando nuevas, diferentes y ojalá mejores formas republicanas. Una reforma política verdaderamente democrática para que la sociedad recupere la confianza en el sistema requiere, primero, una reforma de la Carta Magna. El principio constitucional de que “el pueblo argentino no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes” está cuestionado desde hace muchos años y para que la ciudadanía vuelva a confiar en sus representantes es ineludible una Reforma Constitucional democrática que consagre formas de participación popular no delegativas.

Una reforma política así concebida perfeccionará el sistema electoral mediante voto popular en urna, con firme rechazo a la actual intención macrista-radical que urde la trampa de “tecnologizar” el voto sólo para imposibilitar el control popular del sufragio.

Por otra parte, y aunque resulte doloroso admitirlo, hoy parece evidente que marketing electoral mata militancia política. Eso ha permitido y permite todo tipo de engaños, a la vez que somete rebeldías y ofrece el deplorable espectáculo de políticos camaleónicos al servicio de una gobernabilidad de cartón pintado.

Gobernando con las peores decisiones antisociales, y fortaleciendo la política económica y el endeudamiento feroz que aplican desde diciembre, en el gobierno saben que el modelo neoliberal sólo cerrará si sus víctimas aceptan y sostienen el cuento de la herencia recibida y la corrupción K. Por eso acusan al kirchnerismo y alrededores de conjuras y conspiraciones, cuando son ellos mismos los que se preparan para la violencia como modo final de sustentación en el poder, y para ello cuentan con el diario espectáculo que ofrecen sus cacatúas mediáticos.

Pareciera, por momentos, que logran sus propósitos. Lo que entonces obligaría a todo demócrata a, primero que nada, entender el fenómeno. Y para ello ahí están, diáfanas, las instrucciones del Sr. Durán Barba en el congreso PRO de San Juan: “Hay que entender la política desde lo que ve la gente normal y no los informados”, dijo DB, con lo que llama “normales” a los telecautivos de las clases más pobres, las medias y las más ricas. Oxímoron horrible que empata los intereses de las amas de casa más vulnerables con los de la Sra. Legrand y a esforzados laburantes explotados con los Sres. Morales Solá, Lanata o Majul.

Basado en la no desdeñable, sí que penosa idea de que la gente “elige” según los mensajes en Internet y la microparafernalia de las llamadas redes sociales (RS), este hombre piensa con brillante astucia pero al servicio de la peor causa política: “Si un candidato dice un disparate sobre cómo pagar la deuda externa, tal vez no pierda votos, porque eso es complicado. Pero si el candidato adopta un perro y lo patea y sale en facebook, pierde las elecciones”. Con lo que DB afirma de hecho que meter perros en una campaña sirve para que “el perrito gane muchísimos votos”, en obvia alusión al can presidencial.

Hay una dinámica impactante en los modos de hacer política, y si hace 15 años la sociedad clamaba “que se vayan todos” y eso desataba debates públicos, hoy las RS muy excepcionalmente son espacios públicos de discusión y más bien son mero machacar rótulos y provocaciones de todo tipo. Así, el “homo-dispositivus” es manipulado con perversa inteligencia, minimizando toda propuesta o discurso político-ideológico. Se apela a valores individualistas, anticolectivos y por ende antisociales. La vida política ciudadana se reduce a aprobar o desaprobar mediante “me gusta o no me gusta” y en base a creencias, no a pensamiento ni mucho menos análisis.

Es desolador, sin dudas, pero es la realidad que vive el mundo y en nuestro país impacta en la línea misma de flotación. La política elude así todo control político. Por eso DB aconseja: “Más que comités, necesitamos manejar bien las redes sociales”.

Los políticos profesionales –tanto los genuflexos y camaleónicos, como los dignos que aún quedan– saben hoy que las RS son instrumentos importantes para la construcción de ciudadanía, pero no saben cómo hacerlo y siguen el ritmo machacón que les marcan Clarín y La Nación, que hay que reconocer que están a la vanguardia en estrategias de manipulación colectiva.

Y si bien las redes cambian velozmente, año a año y día a día, y la sonoridad multimedial y tecnologizada resulta incontrolable e impredecible, de hecho la comunicación propagandística por Facebook o usinas de tuiteros (los llamados trolls) es la forma más eficaz de penetración directa en la pobre inocencia de la gente común, como usted o como yo. Las RS son el único espacio en el que cualquier ciudadano/a puede expresarse sin intermediarios y sintiendo que su rol es protagónico. De ahí la facilidad para consolidar cuentos satanizantes de personas o de políticas sociales en un mundo en el que no se rinden cuentas ni hay transparencia.

Las RS son hoy la verdadera plaza pública. Es allí es donde se consagra o se condena; allí donde se coloca el patíbulo contemporáneo. El espacio virtual es de todos y todas, y en ese sentido es democracia pura, en la que por eso mismo es tan peligrosa la manipulación imperial y la local a su servicio. Las RS son el ágora contemporáneo y por eso la democracia representativa va camino del cementerio y lo que viene, como ya decía el Manifiesto Argentino en 2002, es la democracia participativa.

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