Jueves, 21 de mayo de 2009 | Hoy
EL PAíS › OPINIóN
Por Oscar R. González *
Cuando Jorge Rivas nos anunció que había tomado la decisión de asumir la banca de diputado nacional que lo aguardaba desde el 10 de diciembre de 2007, no pensamos ni por un instante que bromeaba. Conociéndolo, compañeros y amigos cumplimos apenas el ritual de balbucear algún tipo de prevención –que el esfuerzo iba a ser mucho, que su rehabilitación podría atrasarse, argumentos por el estilo– y, casi sin esperar respuesta de su parte, nos pusimos a trabajar para facilitarle el cumplimiento de su objetivo.
Es que cuando Jorge acomete un desafío lo va a perseguir implacablemente. Lo hizo hacia fines de los años ’80, cuando consideró que era posible transformar un legendario partido repleto de historia pero desvencijado por la tormentosa marcha de la política argentina –el Partido Socialista– en una opción renovada para construir desde allí una herramienta de cambio para la Argentina.
Como lo hizo años después, en el momento en que a muchos diputados –algunos se ufanaban de progresistas, otros se decían socialistas– no les temblaba el brazo levantado para restringir los derechos laborales y cercenar el salario y las jubilaciones de los trabajadores. Entonces no dudó en salir a la intemperie y comenzar a construir algo nuevo.
Hoy, al verlo asumir su tercer mandato sin importarle las inexorables limitaciones que deberá afrontar en su desempeño cotidiano, alentado por el entusiasta acompañamiento de oficialistas y opositores, amigos y adversarios, nos quedó claro que Jorge no sólo estaba probándose a sí mismo, empujando sus propios límites individuales.
Esta tarde, en el recinto de la Cámara de Diputados, nos quedó claro que Jorge retomaba un itinerario político apenas postergado por ese desventurado ataque que él decidió dejar en el pasado para continuar su marcha. Una marcha que no admite deserciones, hacia la construcción del protagonismo colectivo que anima desde siempre a los socialistas.
La emoción del episodio que lo devolvió a un recinto que otrora oyó su prédica vibrante, la inusual unanimidad de la ovación que le dio la bienvenida, la infrecuente coincidencia de dirigentes diversos, todo ello tiene un enorme valor cívico. Porque detrás de la tenacidad personal de Jorge, de la calidad profesional de médicos y fisiatras, del estímulo siempre indispensable de familiares, amigos y compañeros, ayer asomó en el Congreso el prodigio de la política como convicción, compromiso y destino.
* Dirigente socialista. Secretario de Relaciones Parlamentarias del gobierno nacional.
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