Lunes, 29 de abril de 2013 | Hoy
EL PAíS › HAY MILES DE DENUNCIAS A CURAS EN TODO EL MUNDO
Alemania, México, Canadá, Estados Unidos e Irlanda son algunos de los países donde se multiplicaron las denuncias. Hay diócesis fundidas por las indemnizaciones que debieron pagar.
Después de siglos de silencio, la Iglesia Católica se ha visto expuesta en los últimos años a reconocer los abusos cometidos por sacerdotes en distintas partes del mundo por los que fueron condenados o se obligó a la institución al pago de indemnizaciones a las víctimas.
Uno de los casos más resonantes se dio a principios de febrero de 2010 con la denuncia de lo ocurrido en el Colegio Canisius de Berlín, Alemania. El diario Frankfurter Rundschau tituló: “Vergüenza enmudecida”, “Casos de abuso sexual en el Colegio Canisius de Berlín sacude a la Iglesia Católica. Más víctimas se presentan en otras escuelas”. Y ahí comenzó la discusión que deja en claro cómo las autoridades católicas han tratado de guardar silencio y esconder los graves hechos anteriores. Y eso que la misma Iglesia había sido sacudida por las denuncias de los abusos cometidos por sacerdotes y frailes en Irlanda, Canadá, Australia y Estados Unidos.
En Irlanda se conoció en 2009 el Informe Ryan, que descubre y denuncia el abuso sexual masivo sufrido desde 1930 por niños irlandeses internados en escuelas católicas. Miles de víctimas recibieron una indemnización de por lo menos 1,3 mil millón de euros. La Iglesia Católica irlandesa se mostró dispuesta a pagar una cuarta parte de esa suma y el resto fue puesto por el gobierno irlandés. Medio año después, dos obispos de Dublín renunciaron a sus cargos. Lo mismo hicieron varios diáconos y sacerdotes luego de que una investigación demostrara que hubo más de 300 casos de abuso sexual contra niños.
Con respecto a Canadá, en 2008, la Iglesia Católica reconoció que el sacerdote Charles Sylvestre violó a 47 adolescentes, según su propia confesión pública. El papa Ratzinger se disculpó ante los pueblos originarios, ya que las niñas pertenecían a una escuela de esa religión para “reeducación” de los descendientes de antiguos habitantes. El gobierno canadiense pagó 2 mil millones de dólares a las víctimas y la Iglesia Católica participó con 79 millones.
En Australia, en 2008 se publicó la investigación Mullighan, donde se denunció el abuso sexual de centenares de menores de edad por parte de sacerdotes católicos. Fueron condenados 107 curas. Se cree que las cifras de las víctimas ascienden a miles. La Iglesia Católica se disculpó por los hechos. Ya en 2004, en Estados Unidos fueron acusados 4400 sacerdotes por abuso sexual, número que en 2005 ascendió a 5 mil. La Iglesia Católica pagó, a raíz de esto, 2 mil millones de dólares a las víctimas. El obispado de Los Angeles lo hizo por 600 millones de dólares. Todos estos hechos vergonzosos provocaron la renuncia del obispo de Boston, cardenal Bernard Law, acusado de proteger a los curas causantes de las violaciones. Sebastian Gehrmann, un sociólogo que estudia el problema, señaló que esto ha provocado la bancarrota de varias diócesis de Estados Unidos, especialmente la de Boston.
Al respecto, el diario Die Zeit señaló: “En enero de 2002 fue acusado el cura John Geoghan, en Boston, de haber abusado sexualmente de 130 niños durante sus treinta años de sacerdote. Pero no fueron los hechos que llevaron a la condena de ese cura a diez años de prisión los que levantaron la furia de la población contra la Iglesia Católica sino que la jerarquía eclesiástica supiese muy bien de las fechorías del cura Geoghan pero, en vez de separar al cura de la comunidad, pagó a las familias cuyos niños habían sido abusados sumas importantes de dinero para que guardaran silencio, y trasladaran al autor de esos hechos criminales a otras comunidades católicas sin advertirles a éstas quién era el sacerdote que llegaba”. Una especie de método para “no levantar la perdiz”. Fue así que, durante esos años, 4392 sacerdotes norteamericanos cometieron delitos por abuso de menores. Pero la Iglesia Católica norteamericana siguió con su táctica de pagar dinero a las víctimas y trasladar a los curas en vez de buscar soluciones por medio del estudio profundo del origen de esos delitos.
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